QUAHOG FRENTE A SPRINGFIELD



He seguido ambas series con leal atención desde sus inicios y hoy hago balance.





Tanto más me fascina el bebé geopolítico Stewie Griffin como me rechina la guardiana de lo políticamente correcto Lisa Simpson.






Tanto va ganando en profundidad (esto es, en zonas grises, embates de la realidad como teatro cruel y azaroso, subversión de didactismos...) FAMILY GUY cuanto más se banalizan (se esquematizan, estereotipan, emasculan de mordiente en inocuos slapsticks) LOS SIMPSONS.






Me parecen más logradas las parodias de Quahog (DIEZ NEGRITOS -con esos inefables toma toma necrófilos de Quagmire-, la saga STAR WARS -mucho más amena a mis ojos que los originales-, los films/postal CAMINO DE... con Brian y Stewie en el lugar de Bob Hope y Bing Crosby -o las peripecias ucrónicas de ambos cuando usan la time machine de Stewie-...) que las de Springfield (pienso en EL SEÑOR DE LAS MOSCAS, por ejemplo, y me imagino el mucho mayor jugo cruel que habría podido sacarle Seth McFarlane, o también EL CABO DEL MIEDO con un vengativo James Woods -o ya no digamos el siempre ominoso Robin Williams- en lugar de Sideshow Bob para el rol de Max Cady -tal vez las más simpsonianamente redondas sean la de ALL ABOUT... "LISA" con Krusty en el rol de Margo Channing, la de la casa enamorada de Marge que daría pie a una de mis entradas más furibundamente introspectivas, y la de APOCALYPSE NOW sacando punta con bastante gracejo al tema de la subcontratación y deslocalización de empresas-).






Si en Springfield no hallo asideros de empatía (sólo el elegante tronado Sideshow Bob -ese episodio en que intenta de manera drástica provocar un apagón televisivo y es vencido por la basuresca omnipresencia de su ex/patrón Krusty-, o el propio Homer en su condición de haragán primigenio en constante conflicto con una vacuidad sofisticada en lo técnico y demofarisea en lo moral/conductista -la paleobeatería de su vecino Flanders resulta gozosamente naif ante las mucho más agobiantes moralinas progres de su hija Lisa: ahí se explica la alianza profano/sacra de Homer y Ned en la cabalgata bíblica para el estadio de Springfield que "ofende" la educación laicista de l@s espectador@s-, o algunos estallidos quasi celinianos del siempre acibarado Moe, o el psycho latente en el por lo habitual apacible lerdo Ralph Wiggum -piromanía mayormente o, en plan más artie, su mutación sobre las tablas cuando encarna a George Washington-), en Quahog, por el contrario, aparte mi profunda empatía con Stewie, hay muchos otros nexos que hago míos (el autismo surreal -ya, de entrada, el nombre- del alcalde Adam West -mucho más rico en su carisma chocante que el más tópico Joe Quimby, del cual lo que más me impresionó fue toparme en cierta localidad levantina con un sosias suyo de carne y hueso, también alcalde, con su mismo físico, rijo y escala de "valores"-, o la angustia existencial de la siempre machacada Meg -con ecos kafkianos, camusianos y hasta genetianos en su condición de felpudo/retrete emocional destinado a recibir los cuescos paternos y sometida a una rigurosa dieta de constante humillación incluído el veto de sentarse en el sofá familiar, donde sí tiene acceso el perro Brian; por otra parte, Meg me resulta el personaje más atractivo físicamente del reparto, como muestra su capacidad para alumbrar en mi líbido fantasías de lo más colonoscópicamente barroco-, o esos chispazos de justa ira de Quagmire que iluminan el espeso smog de su lubricidad y que lo hacen el personaje más serio y épico de la serie cuando ello ocurre -paradigma el episodio en que se enfrenta con estallido letalmente justiciero al ex maltratador de su hermana y que considero más eficaz como denuncia contra la violencia llamada "de género" que todas las campañas demagorreicas que se nos restriegan por las narices un segundo sí y otro también y que más bien parecen incitar al pendulazo pitecantropoide por su pedestre hipocresía-, o ese extraño fetichismo con el siempre inquietante James Woods que se expresa tanto en la denominación del instituto local como en la atracción fatal que lo une a Peter Griffin -con lovesong y todo, donde hay más de compañerismo obsesivo adolescente con ribetes psicópatas que de mera convención homófila-, o la estimulante fobia por Robin Williams como animal cómico -tan cabalmente mostrada tanto en su siniestro gag de PATCH ADAMS como en el angustioso episodio donde Peter, cual antiMidas, todo lo que toca lo convierte en Williams-, sin olvidar los dos grandes talentos de Peter -el virtuosismo pedómano cuya cumbre es el dueto con Michael Moore y su cruzada difundiendo la buena nueva de que EL PAJARO ES LA CLAVE que lo lleva a toparse con el mismísimo Jesucristo, reencarnado como dependiente de Discoplay-).






En Quahog se encuentra el personaje más políticamente incorrecto jamás aparecido en un cartoon (el anciano paidorro Herbert, cuyas peripecias son tratadas de un modo nada moralista, quasi punible si nos atenemos a las reglamentaciones formales sobre estos temas): nada remotamente parecido puede hallarse en Springfield (de hecho, las pulsiones más incorrectas y adultas en su mayor complejidad de los creadores de LOS SIMPSONS se volcarían en FUTURAMA, donde sí encuentro mayores nexos de empatía, tanto con la ciclópea Leela -que me llevó al extremo de abrir una cuenta por un tiempo en un servidor de correo llamado leela.com-, como con el verdoso y frágil alien sufrido asistente de Zack Brannigan y que acabará emparejado con la pizpireta oriental Amy, o resultarme más simpático el cinismo negrata del jaranero robot Bender que el más judaico de su equivalente el clown Krusty, sin olvidar a criaturas tan entrañables como Mordisquitos y sus cacas de materia oscura y densidad inimaginable, o los retoños alienígenas con sabor a popcorn que incitan a la bulimia caníbal de los terrícolas hasta provocar un conflicto diplomático con resultado de invasión extraterrestre).






El episodio en que los Griffins conocen a los Simpsons, amén de la pelea a muerte entre Peter y Homer -autohomenaje a los duelos marvelianos de aquel con el megachicken-, destaca por el contraste entre la melancólica hominización lost generation de Brian y la ineptitud incluso como perro del Santa's Little Helper (trasunto dumber del Pluto de Disney), por la bondad natural de Marge enfrentada a la no menos visceral malicia de Lois, por el desenmascaramiento de la farisea Lisa cuando falaz desanima a Meg (con quien juega narcisísticamente a mentora de autoestima) de su inesperado talento con el saxo porque puede hacerle sombra (hay que reconocer que en LOS SIMPSONS hay momentos en que esto también se ha llegado a plantear, caso de la parodia de EVA AL DESNUDO o haciendo alguna vez a su hermana Maggie lo mismo que a Meg -siempre por celos de que alguien pueda superarla-: eso sí, luego, tras esos momentos de Lisa al desnudo, siempre “recapacita” y sigue manteniendo el liderazgo moral en la serie, también en el crossover Griffin, al acabar regalando el saxo a Meg y ser Peter, en su calidad de demiurgo gestor del triste karma de su hija, quien tire el instrumento a la basura unos segundos después) o el momento cumbre, cuando las inocuas travesuras de Bart empalidecen ante la mucho más terrible psique de Stewie (como en un eco interminable de espejos reflejados en espejos, Bart es ante Stewie lo que Daniel el Travieso era comparado con Bart y ello supone, bajo el pretexto del anticlímax que provoca en el pelopincho la ferocidad con que Stewie le intenta expresar su afecto haciendo picadillo al matón Nelson, cómo en realidad Quahog deja clara su superioridad conceptual como cartoon para ADULTOS frente a Springfield).






Podría seguir comparando (así el mucho más desagradable -por prolijo en detalles y situaciones de arbitrariedad y despotismo- suegro de Peter si lo careamos con el paleocapitalista señor Burns o los palos simpsonianos a Ayn Rand -ya comentados aquí- que luego se matizarían irónicamente en la parodia de EL MANANTIAL con Maggie en el rol de Roark, en relación con el episodio más complejo -aunque no menos "didáctico"- en que el "liberal" Brian es insospechadamente seducido por un gurú ultraconservador ante la indignación de Lois) pero creo que, por el momento, ya vale.