OTROSI
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[tras mi
salida del FORO DE MC recojo aquí unas cuantas reflexiones colgadas en
dicho espacio]
imágenes
de KAY SAGE
MERITOCRACIA Y BIENSER
Sólo
concibo una igualdad justa, la de oportunidades, como pistoletazo de salida
hacia la meritocracia. A partir de ahí, toda tentación de paridades, cuotas o
discriminación positiva me parece autodestructiva para una comunidad y
descorazonadora para sus elementos más valiosos, que se ven obligados a echarse
al monte o desgajarse del todo para poder continuar siendo con un algo de
integridad.
Toda situación en la que se facilita el
ascenso y consolidación de los mediocres creando mala conciencia en los más
capacitados es una situación terminal. Felizmente, tiene eso: que, más tarde o
más temprano, el colapso (y, con ello, el renacer catártico, el Año Cero)
espera a la vuelta de la esquina.
Creo en un ESTADO DEL BIENSER que sólo será posible
cuando el cataclismo sea tal que su percepción no dé opción a make-ups ni
parcheos ni medias tintas sino a un cambio radical de paradigma, un retorno a
las fuentes del sentido común y del orden natural. Sólo desde la más desnuda
pulsión supervivencialista, sin espacio para simulacros ni performances, a
pecho descubierto, saldremos del pozo.
Wall-e,
qué gran persona no humana. Cuando los humanos se empiezan a convertir en
cáscaras robóticas vacías de sentimientos y sólo rebosantes de gestos y paripés
ghandianos/brahmánicos, incapaces de distinguir (sin recurrir a encuestas de
imagen) los delitos de Kagame de la desobediencia civil de rebelarse contra la
inducción al aborto (es delito advertir sobre el aborto lo que sí se obliga a
poner en las cajetillas de tabaco o ahora, según parece, en los envoltorios de
bollería -abortar es un derecho inalienable: fumar o ponerse como un bólido,
no-), pues, lo reconozco, me quedo con Wall-e, ese robotín romántico, o con Roy
Batty, ese pedazo de cyborg melmothiano cuyos lamentos bajo la lluvia nos
recordaba otro forero hace poco.
ELITE
y ARISTOCRACIA no tienen nada que ver con lo cuantitativo, con un club de campo
donde “no se admiten judíos”, sino con lo cualitativo (claro que si hay
gente completamente daltónica para la percepción de las calidades, eso es otro
cantar -insisto, no entiendo qué esperan de este foro donde su titular fue el
primero en valorar LO CUALITATIVO como piedra angular del proyecto-).
Cualquiera puede asumirse como ARISTOCRATA y ELITE en tanto en cuanto siente en
sus tripas su incomodidad ante la degradación del entorno, su hipersensibilidad
frente a la entropía, y compartir ese sentimiento buscando la afinidad entre
sus prójimos, no restregándoselo con actitud de parvenu, de nuevo rico (que,
precisamente, por esa actitud, jamás serán ELITE ni ARISTOCRACIA).
Precisamente por ser el humano el único
animal que RECONOCE y SE RECONOCE, gracias o por culpa de ese eslabón perdido,
la Mente debería ser “máquina de humildad” (es decir, de lucidez) y no
lo contrario. En buena medida, a partir de la desorganización, la
desvertebración y la infatuación solipsista que supone el camino hacia la
¿Ilustración? los humanos se vuelven más bestias que todas las bestias. Y así
nos va.
Por suerte, Gaia (o Dios -o Lo Trascendente-)
siempre tendrá la Ultima Palabra. Y sólo quienes recuperen la facultad y la
voluntad del RECONOCIMIENTO, serán (nunca mejor dicho) quienes lo cuenten.
Más LUCIDEZ y menos ¿Ilustración?
DE VERTEBRACIONES Y
FRAGMENTACIONES
Desde el 11M gentes turbias sin más
espina dorsal que los mezquinos fantasmas de sus rencores y ombliguismos están
empeñadas en desvertebrar al resto. Así va la cosa.
ESPAÑA INVERTEBRADA 2010. Las
preocupaciones orteguianas hoy ya son pesadillesca antiutopía y el problema de
España hoy es ya problemón.
Personalmente, creo que la
fragmentación de la URSS y de Yugoslavia es una tragedia entendida como
victoria miope en los comienzos del NOM y que hoy se ha visto como un constante
factor de desestabilización.
Hay, sin embargo, situaciones de
fragmentación que considero positivas para salir de callejones sin salida: así,
la Padania, Bélgica, Checoslovaquia (ya consumada) o Sudáfrica si se dividiese
en estados soberanos por criterio étnico que superen el quiero y no puedo de la
actual ficción de melting pot.
En
cuanto a nuestra península, lo único positivo es a mi juicio una dinámica de
cohesión que aúne a toda la Iberia. Obviamente, ello sólo será posible si hay
un proyecto de vida en común que ilusione planteado desde la unidad en la
diversidad y jamás desde la coerción uniformizadora, que sólo
animaría/justificaría efectos boomerang de signo centrífugo. Creo que la
insidiosa y persistente destrucción-ninguneo de Castilla por parte de los
diversos poderes postfranquistas (y aquí no salvo a nadie) ha sido una dinámica
suicida para la vertebración de España. Castilla es algo mucho más elevado que
el cliché/caricatura/reduccionismo franquista y su pérdida de engarce con otras
zonas sólo ha servido para el encanallamiento general. Destruyendo a Castilla
se va perdiendo conciencia común y se fomentan los ombliguismos y las
metástasis solipsistas filibusteras a lo Gibraltar o Sealand o Islas Caimán (en
Cataluña esto es de una claridad meridiana pero tristemente, en la deriva
desideologizada del abertzalismo, también se puede ver en la voluntad
independentista vasca, cada vez más alejada de aquella raíz entre carlista y
fanoniana de otros tiempos).
Está todo en Graham Greene: recordemos que “the quiet
american” llega a Saigon con una cáscara asistencial en plan alianza para
el progreso, buen rollito y tal, y ya se ve cómo se destapa el interfecto.
Sólo
se habría podido llegar a una real soberanía de la población oprimida por el
apartheid a través del proyecto radical de Azania (que, seguramente, viendo lo
ocurrido en la vecina Zimbabwe, es probable que hubiese acabado más tarde o
temprano también en desastre -entre otras cosas, porque la minoría blanca en
posesión de arsenal nuclear, sometida a extrema presión, hubiese podido
provocar cualquiera sabe qué barbaridades y si, pese a todo, quedase gente para
levantar de entre los escombros radiactivos, esa utópica Azania, creo que la
cosa habría sido una mezcla, por los odios y desencuentros culturales y
armamento incontrolado, etc, de Zimbabwe y Haití).
La Sudáfrica actual es fruto de una Transición a caballo entre la nuestra y la
Perestroika. Los afrikaners más irreductibles siguen conservando sus parcelas
de soberanía en plan bunker orangista en el Ulster y la población antaño
reglamentada como infrahumana por el apartheid ahora tiene un mejor estatus
legal pero a nivel práctico la cosa no es para echar cohetes. Vale, comparada
con el resto del Africa con mayoría negra, aquello es Jauja pero eso lo único
que demuestra es lo muy peliagudo que es el futuro del continente (haciendo
abstracción de la cornisa norte mediterránea) y que, personalmente, considero
irresoluble si todo se cifra en iniciativas tutoriales asistencialistas más
retóricas que realmente efectivas y no en serios criterios geopolíticos (por
ejemplo, si Sudáfrica se dividiese en estados según criterio étnico, donde cada
quisque se sienta soberano de su territorio y se plantee una más nítida y
honesta coexistencia pacífica sin interferencias onusinas ni similares, lo
mismo algo funcionaría mejor que este falso melting pot donde las desigualdades
no se han combatido realmente, tan sólo maquillado).
Africa está kaputt: en unos años será una versión
tórrida de Groenlandia, habitada sólo en las costas. La persona que más se
dolió y trató de plantear soluciones a nivel continental, el martiniqués Frantz
Fanon, murió, dejando testimonio de una tarea imposible, como tantos otros
(Mounier -su maestro-, Simone Weil -en sus reivindicaciones metafísicas de Cam
frente a los otros hijos de Noé y en su creciente interés por la raza negra
tanto en USA como en el mundo colonial-, Thomas Sankara -el mejor y más atípico
gobernante que ha tenido el Africa negra-…) que también intentaron salir del
trilema infernal entre el seguidismo a la metrópoli (paradigma:
Houphouët-Boigny de Costa de Marfil), las demagogias caníbales de gorilas
instruidos por Occidente (Bokassa, Mobutu, Amin…) y los intentos más miméticos
con la URSS y China (que, ha de reconocerse, fueron de todo ello lo menos
nocivo: ahí las ex/colonias británicas Kenia, Zambia, Ghana y Tanzania -es
curioso que los países más degradados del Africa negra sean los colonizados por
Francia y Bélgica en Africa Central y Occidental, cuya presencia fue mucho más
criminal y corrupta que la británica: hay cosas peores que la dinámica
segregacionista de boers y anglosajones, como bien describen Conrad y Céline en
sus visiones de aquello, y son la prostitución completa de pueblos al servicio
de un capitalismo sumergido y completamente amoral, tanto en el fondo como en
la forma, algo que coleaba todavía en las relaciones entre Giscard y un Bokassa
con restos de ministro entre las fauces, o con las explosiones tardías de Congo,
Ruanda, Uganda o Chad, motivadas en último término por desaguisados perpetrados
por los colonizadores, fuesen con salakoff y rifle o con sotana y crucifijo
usados a modo de martillo pilón: recordemos esas siniestras sectas
pseudocristianas que surgieron en Uganda o el origen último de la matanza de
los aristocráticos tutsis por los más plebeyos y bajitos utus en una
interpretación talibanescamente literal, digna de Procusto, del “los últimos
serán los primeros” del Evangelio-).
España fue parte de Europa con los
Austrias cuando se produjo una hibridación entre la sangre castellano/aragonesa
y la germánica que dio pie a Carlos I, para quien España fue lo bastante
importante como para elegirla, cuando oteó su hora postrera, como moridero.
Sus hijos Felipe y Juan (el primero,
replegándose/concentrándose en la gobernación peninsular -tras el desengaño en
su intento de ganarse a la Rubia Albión por la vía del tálamo- y el segundo, a
las órdenes de su augusto hermano, continuando la tarea de imperio y defensa de
las posesiones extrapeninsulares en el continente) afirmaron esa españolidad de
sangre rubia que acabó anegada por el creciente clima de ensimismada decadencia
que supuso la pérdida de Portugal y el disfrute un tanto irresponsable de las
colonias ultramarinas en contraste con la praxis randiana de la aristocracia
británica, nada dispuesta a que el honor entendido como insidiosa coartada de
la desidia se comiera a su isla por las patas.
Luego
vinieron los Borbones y, desde entonces, el permanente estado de colonización y
vasallaje-paternalismo de nuestro país con respecto a Europa, que sólo desde la
explosión bárbara de las guerras (la de Independencia -el Vietnam donde
Napoleón dejó de ser invicto-, las carlistas -donde de alguna manera, fue la
rama pretendiente la que pareció heredar el talante de los Austrias de
hibridación entre lo foráneo y lo más hondamente autóctono, en contraste con
las veleidades egoístas de la rama ¿legítima?- y la civil) y desde la síntesis
orteguiana de volver a hermanar España con Alemania a través de la
inteligencia, ha podido intentar alzar la cabeza y mirar en pie de igualdad a
la vecindad transpirenaica.
Podría añadir, como momento en que
España fue seguida con interés y respeto por los países más desarrollados, la
etapa de la Transición. Luego llegó Felipe con su línea más mexicano/venezolana
de hacer política y, al margen de fugaces burbujas y espejismos de prosperidad,
España volvió a ser encanallamiento y subdesarrollo hasta llegar al weimarismo
terminal en clave haitiana que hoy nos ocupa y a algunos nos preocupa.
0’7% SI, PERO PARA EXTREMADURA
No soy economista ni empresario (ni
siquiera de mí mismo -cuando lo he intentado ha sido un desastre-) pero hay
algo que voy viendo cada día y es la progresiva creación de “basura blanca”
en todos los órdenes por parte de la dictadura de lo políticamente correcto
que, entre otras cosas, se caracteriza por atender más a quien se desconoce o
se intuye como “necesitado” que al que está cercano, como si estas
necesidades, problemas, tribulaciones de muchos miembros de la propia tierra
tuviesen una prioridad menor. No sé si llamarlo proteccionismo pero, si se
volviese un poco a ocuparse cada país de las necesidades del PROJIMO (en su
sentido más exacto y menos eufemístico), tal vez el todo (incluidos los
necesitados más lejanos -esos que desde la corrección política parecen siempre
más apetecibles de ayudar-) se beneficiaría mucho más que en este constante
sinsentido que, a la larga, sólo creará agravios comparativos, xenofobia y
pendulazos no menos indeseables que el desdén actual a los problemas de quienes
estamos (cada cual con su acogotamiento) huérfanos de atención (hablo de
medidas de recuperación, de fomento de la ilusión, de la capacidad emprendedora
en todos los campos, no de arbitrarios pesebrismos y sobornos estupefacientes)
por haber tenido la desgracia de sufrir nuestros contratiempos aquí y no en
lejanas y tropicales latitudes.
REFLEXIONES
SOBRE LA VIOLENCIA ETARRA
A veces, atenernos más a la perspectiva
geopolítica (soreliana, sólo que Sorel, en sus REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA
podíamos decir que desarrolla una “geopolítica” de la lucha entre
patronos y obreros) permite entendernos mejor todos pues, sin caer en la
autocomplacencia de los enrocamientos “ideológico/morales” (guerras de
religión modernas, al fin y al cabo), donde cada quisque usa su “buena
conciencia” como arma contra el otro, en la visión geopolítica (o
estereoscopia soreliana, como suelo decir) uno puede entender las razones de
cada bando (las razones cargadas de razón, obviamente, no las demagogias) sin
anteojeras, lo que permite un mejor análisis de las cosas.
He valorado en diversas ocasiones,
tanto dentro como fuera de este foro, como interesante y ambiciosa la
estrategia de Aznar contra el terrorismo como también tiene su sentido la “Operación
Ogro” con ese punto maestro que supuso el hacer que, de algún modo, ETA
facilitase el tránsito hacia una dinámica política a muchos que, si no, no la
habrían catado y de ahí la ambigüedad de muchos demócratas formales con
respecto a la lucha antiterrorista y al reconocimiento a las víctimas del
terrorismo, consideradas en buena medida flecos del franquismo (tal vez esto
fue lo que impidió que surgiese en la Transición una comunidad movilizada de
signo unionista o pied/noir dispuesta a desarrollar un modelo paramilitar
similar al de los contrarios -sólo hubo espasmos medio voluntaristas medio
teledirigidos por los sectores más retardatarios de los servicios secretos-
que, a mi entender, habría hecho más limpio el combate y habría evitado las
diversas estrategias sucias del PSOE, la hostil -el GAL- con Felipe y la de
soborno -la llamada “negociación”- con ZP -sobre esto último dediqué un texto en mi web
a propósito del atentado a la T4-). Ese “agradecimiento” subliminal a
ETA por lo de Carrero de la clase política más “progresista” (postura
que ETA contribuye a mantener con sus atentados selectivos contra el PSOE
-muchas veces, ni siquiera auténticamente made by ETA sino perpetrados por
escisiones, como los Comandos Autónomos- frente al pimpampum indiscriminado
contra gentes de UCD, AP y PP) y de la ciudadanía con miedo a ser acusada de
neofranquista, no se cuarteará hasta la pinza Aznar/Anguita, donde (por el
talante derechista/neofranquista sin complejos del primero y por la visión
claramente izquierdista, que no progre, con un fuerte sentido patriota español,
del segundo) se produce, a partir de las movilizaciones del 97 y las leyes y
actuaciones policiales y legales posteriores (que ETA contesta con una guerra
sin cuartel contra el PP más visceral que inteligente pues, en buena medida, lo
encumbra en el País Vasco de fuerza testimonial a casi segundo partido y
expresión viva de un conato de comunidad unionista que, a partir de la campaña
del NO A LA GUERRA y de la cataclísmica y oscurísima llegada de ZP al poder en
el 2004, se volverá a desmoronar -aún más con los cambios de Rajoy desbaratando
la línea dura por una más transigente con el ZPSOE: ostracismo de María San
Gil, Ortega Lara, Mayor Oreja…-).
Hoy
la mayor motivación sigue en el bando abertzale y las mayores perspectivas de
futuro también, a raíz de una probable fractura en dos de Bélgica,
especialmente grave por su simbolismo al ser la sede de las instituciones de la
ficticia UE (que podría ser el pistoletazo de salida para el divorcio a la
italiana de la Padania con el resto y del reverdecimiento de tensiones
centrífugas en otras zonas), y del problema turco, que convierta a un país
miembro de la OTAN y candidato al ingreso en la UE en una pesadilla antiisraelí
superior tanto a Irán como a Pakistán. En este clima, a la vez de exacerbación
centrífuga y de radicalismo político en un país hasta ahora modelo de la
periferia con corsé occidental, y con un Estado español cada vez más
debilitado, no creo que el acto de hermanamiento de EA y abertzales (con
observadores extranjeros tan poco anecdóticos como los flamencos que pueden
provocar el final de Bélgica) sea, como se ha dicho, una estrategía desesperada
de grupos que se extinguen. Aquí lo único que está para pedir el Viático es
España. Si no se ven las cosas con la objetividad suficiente para cuadrarlas en
su gravedad, y la geopolítica ayuda mucho a ello, iremos a peor. Pero a mucho
peor.
Afganistán
es el Vietnam de los tiempos sucios. A diferencia de Vietnam, donde ganaron los
que debían de ganar (contra los USA, contra China, contra Camboya, contra el
vacío que podía haber dejado la orfandad soviética y haberlos convertido en un
país/burdel como su vecina Tailandia), aquí nadie gana ni ganará. Delincuentes
propios y ajenos, abusos de unos y de otros, creencias ensuciadas por una
momificación que las reduce a coartada de tiempo detenido en una aporía
constante de dominaciones injustas (hasta el arqueocomunismo de los Jemeres
Rojos o de Sendero Luminoso, en su fast/forward pleistocénico, iba hacia alguna
parte, por muy tenebrosa que ésta fuera: con los talibanes no se va a ninguna
parte, es como una pesadilla de Beckett o de Sartre con turbantes y burkas y
lecturas vacías y compulsivas -como los cabezazos contra las paredes de algunos
autistas- de libros sagrados que parecen sacados -no por el libro en sí sino
por su atroz modo de empleo- de la Ley de un relato kafkiano).
Se me acusará de excesivamente
pesimista pero me niego a hacer concesiones a la buena conciencia postmoderna, al
buen rollito deseoso de happy ends. Lo importante no son los finales felices.
Son los finales. Porque, como bien decía Lenin, MAS VALE UN FINAL ESPANTOSO QUE
UN ESPANTO SIN FIN. Y, por desgracia, por el momento y creo que por bastante
tiempo, Afganistan es eso, un espanto sin fin.
Es
una apreciación errónea, o tendente a la simplificación propagandística (que no
me importa, si al menos esa propaganda sirviese para algo en cuanto a terminar
con el espanto). Nunca existió esa “Edad Media” taliban (el Alamut de El
Viejo de la Montaña era puro heavy metal en cuanto a motilidad histórica) como
tampoco existió la prehistoria comunista de Pol Pot o de Abimael Guzmán (salvo
en relámpagos de las antiguas repúblicas cimarronas de esclavos fugados o de
las locuras de Lope de Aguirre). Pero los talibanes se limitan a congelar el
tiempo en una serie de pautas repetitivas, en tanto que los jemeres y los
senderistas iban hacia algo, seguramente un fuerte impulso de autodestrucción
en fusión con la naturaleza de la jungla entendida como cul de sac y el rechazo
más frontal a la civilización, con un vértigo casi lovecraftiano (hasta el
corazón de las tinieblas en el que Kurtz musita y masculla, en buena medida
inspirado en lo que se iba conociendo sobre la llamada Kampuchea Democrática
-Milius, en su obsesión antiterrorista, se inspira mucho en situaciones
revolucionarias del momento para sus historias: así también, el rescate de
Patty Hearst y la masacre del FBI contra el SLA que se convierte en parábola
hibórea en la parte final de CONAN EL BARBARO-, va hacia algo, en este caso, la
agonía existencial de alguien que, saturado de los horrores ajenos y propios,
espera al doncel que lo libere descabezándolo).
Siempre he considerado más consistentes
las razones por las que Aznar nos mete en Irak (la contribución española en el
toma y daca que suponía su ambiciosa estrategia antiterrorista de implicar, a
raíz del 11S y lo dicho por Bush de coordinación antiterrorista a escala
planetaria, a los USA en la solución “musculada” -un poco como Nixon con
Vietnam, convencido de ganar la guerra en su mandato sin concesiones,
condiciones ni diálogos con el enemigo- del problema vasco dentro del marco
temporal de su legislatura o, todo lo más, de la futurible presidida por su
entonces miniyo Rajoy) que las que llevan a ZP a mandar soldados a Afganistan
con órdenes de ir más de escudos humanos que de militares (lo cual habría
estado bien si tanto él como su flamante y preñadísima ministra del ramo se
hubiesen tirado allí una temporada en primera línea de fuego, dando ejemplo y
moral a la tropa y no haciendo fugaces apariciones a lo chicas del PLAYBOY en
APOCALYPSE NOW), que se limitan a procurar caerle en gracia al nuevo amigo
americano y hacerse perdonar el desplante a la bandera usaca en aquel infausto
desfile, con una genuflexión y moral de súbdito muy superior a cuando acusaban
de lo mismo al anterior presidente (quien, al menos, nos metió en un conflicto
internacional para -acertada o equivocadamente, esa es otra cuestión- tratar de
resolver del modo más expeditivo un problema doméstico con ayuda foránea -si lo
pensamos, ahí devolvía la pelota a la ETA del atentado a Carrero, quien
recurrió al mismo amigo americano, incluso al mismo partido en el poder, el
Republicano, tanto en el 73 como en 2004, para cortar el nudo gordiano “atado
y bien atado” de una dicta¿blanda? con un rey títere marcado de cerca por
el almirante volatilizado aquella mañana de diciembre-).
¿UNION EUROPEA?
Yo
había escrito alguna vez en mi web sobre la relación que veía entre la
esterilidad de la SdN de entreguerras y todo este coitus interruptus de la UE
en cuanto a simulacro de soberanía, que ahora, con la posible partición del
país que acoge sus sedes, y la pesadilla de cómo tratar/digerir con Turquía
(aspirante a la UE y miembro de la OTAN que, en los últimos tiempos, parece
ganar a Irán y Pakistán en cuanto a capacidad desestabilizadora de la frágil
ilusión de dominio occidental), puede estar al borde del colapso.
Justicia poética: en realidad, el
colapso comenzó con la caída de la URSS y la entrada de nuevos miembros
procedentes del Este que desbordaban con creces el concepto de una organización
surgida en buena medida dentro de los criterios de la Guerra Fría. La verdad,
tras la 2ª Guerra Mundial, el único proyecto serio de construcción de un
espacio europeo unificado lo plantea el belga Jean Thiriart y no es casual que
los comunistas de la Rusia post/soviética lo tuviesen como una referencia
capital en cuanto a cómo vincularse a sus vecinos de Occidente.
Europa sólo podrá unificarse desde criterios geopolíticos (los más racionales
para no matarse tontamente en nuevas guerras de religión disfrazadas más o
menos de “destino manifiesto moral” -pensamiento único, corrección
política, integrismo judeocristiano neocon, nuevo orden mundial, etc), haciendo
abstracción del Reino Unido (cuyo destino desde hace mucho es ser el extremo
oriental de la comunidad anglosajona cuyos límites opuestos los marca
Australia) y clarificando qué valores comunes más allá del mercantilismo y de
la pulsión burocrática pueden vertebrar una Europa libre y soberana,
neutralista y por tanto capaz de actuar a babor y a estribor, sin sentirse
rehén de una guerra fría que se supone ya acabó.
La entente soñada por Rathenau de
tecnocracia germana engarzada con la recién nacida URSS puede ser un punto de
cimentación de ello. Espero que en Alemania hoy (el único país con categoría
para timonear una unificación europea de manera cabal y no espástica) se vayan
recuperando esas lecciones que una vida truncada nunca pudo aplicar.
Entre
Esparta y Sodoma, siempre me sentiré más cerca de la primera, aunque por encima
de todo, considero como la única utopía (en tanto perspectiva de mejora, no en
cuanto lecho de Procusto aberrante) la NATUROCRACIA ,
la vuelta a nuestra condición de miembros de un Todo sin dualismos ni
ensoberbecidas disociaciones entre “lo humano” y “lo demás”. Creo
que todo horizonte de mejora es positivo, como veo nocivo todo ejercicio de
cinismo, de LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO, lo que en buena medida implica la
postmodernidad y las pautas hayekianas (antípodas de toda perspectiva utópica
-ahí no estoy de acuerdo con Tamames, el neoliberalismo sólo podría
considerarse “utópico” en el caso de Ayn Rand y ha de recordarse cómo,
salvo su respeto por Mises, toda la saga neoliberal es contestada por la
novelista/pensadora de manera creciente, con fuertes polémicas con Hayek y una
completa desautorización de Friedmann, a quien consideraba un delincuente
intelectual: el neoliberalismo es más un planteamiento de contención hobbesiano
como surgido, o lo mismo sin el “como”, de sinarquías de Inteligencia
planteando estrategias de control y una mayor comodidad para gobernar a una
población que, en los turbulentos años 60/70 resultaba no muy fácil de “poner
en vereda” y no es casual que lo que acabará siendo la lingua franca
ideológica a partir de Reagan y Thatcher hubiese despegado en sus primeros test
en la praxis como “terapia de contención contra revoltosos” en el Cono
Sur latinoamericano-).
Todas las utopías que han intentado
desarrollarse en la praxis han sido períodos duros, intensos, pero plenamente
históricos. La antiutopía se hace día a día a partir de la caída de la URSS y
del salto hacia adelante de “fin de la Historia” que supone el Nuevo
Orden Mundial bajo férula capitalista de casino. Hay intentos de corregir esto
desde el centro (Clinton) o de contestarlo desde la periferia con utopías
arcádicas (talibanes, fundamentalismo sudanés, Bin Laden… -equivalentes en
parte a la utopía más arcádica de todas, el comunismo jurásico del Angkar
camboyano-) o con sincretismos marcados por claros criterios de
regeneracionismo desarrollista (Vietnam): pero, al final, se defienda lo que se
defienda y se juegue a lo que se juegue, todo ha quedado contaminado por una
pérdida de inocencia a la hora de diseñar mundos, y sólo deconstruyendo en
profundidad lo que se inició como “asalto y demolición de la Historia” a
partir de los 80 y recuperando (del modo más cabal, evitando desmesuras y
patologías), la ambición de acercarnos a ese horizonte perpetuo de la
excelencia, con el implacable pragmatismo de una hormiguita extremooriental,
aunando cultura y naturaleza, tomando impulso hacia el porvenir desde el
trampolín de lo tan sólo formalmente pasado (hay tantas herramientas vírgenes
de aplicación si miramos atrás…), abandonando simulacros, poses, dobles
lenguajes, eufemismos y atajos que metastatizan la mediocridad, reivindicando
lo que cada cual tiene de “rey” y no de esclavo o de pícaro (pero eso
hay que currárselo, sino es puro timo populista).
Yo
tenía una pobre impresión de Clinton hasta que, leyendo la autobiografía de su señora,
reflexioné sobre su papel en la historia reciente más allá de hazañas pélvicas
y de caricaturas travoltianas y creo sinceramente que fue el único que (más que
Kennedy -que John, digo: sigo considerando a Robert el auténtico estadista
frustrado- y, desde luego, que el actual) intentó retomar dinámicas
rooseveltianas de buena vecindad tanto dentro como fuera del país (en cuanto a
errores y decisiones de amagar y no dar, ha de recordarse que gobernó con una
mano atada a la espalda y un poder muy mermado para sacar adelante sus
planteamientos progresistas -es muy interesante, sin embargo, su firme
compromiso de rescatar a los demócratas de la constante de debilidad que habían
supuesto los liderazgos en la oposición de Mc Govern y Humphrey y la inepta presidencia
de Carter, con quien Clinton, a la sazón gobernador de Arkansas, tuvo un choque
frontal a propósito de los marielitos cubanos que la Casa Blanca pretendía
endosar masivamente a ese estado-).
Yo sigo valorando a Reagan y a Thatcher
como animales de poder y gestores nada estúpidos (y en mis primeros 80 de
simpatías por AP los defendí con energía desde ABC) pero, a partir de mi
desencanto con la euforia neoliberal a mediados de los 80 al descubrir a
Ridruejo/Suárez y de mi percepción, tras la expectativa inicial por Gorbie,
como catástrofe de la desaparición del bloque soviético (tal vez lo más feo
para mí de la era Clinton fue su apuesta por Yeltsin, antípoda tanto en talante
como en ¿ideas? del presidente usaco -parodia a la inversa y para peor de la
buena sintonía entre Roosevelt y Stalin-), he ido reflexionando sobre lo
sumamente dañina que ha sido la desideologización y plutocratización de las
conciencias a partir de la latría hayekiana en cuanto a visión despectiva de
las potencialidades humanas (ni Mises ni Rand iban por ahí: creían de un modo,
pudiéramos llamar capitalista libertario o revolucionario, por usar el término
randiano, en lo mucho y bueno que puede aportar el ser humano -Schumpeter
tiene, a mi sentir, más que ver con el mejor Mises que Hayek y su nefasta
herencia-).
Pero
vuelvo al referente vietnamita. Sincretismo desde la buena voluntad, el anhelo
de organicidad y vertebración y la fe en que podemos mejorar desde el
compromiso y el esfuerzo (JAMAS DESDE LOS ATAJOS NI DESDE LOS CHANTAJES!). Centrémonos para poder abarcar mejor toda
posibilidad de alternativa, sin anteojeras ni prejuicios.
De todas formas, si me ponen en el disparadero, siempre preferiré la
desmesura del rigor, esto es, de lo germinal, a la de la podredumbre, esto es,
de lo terminal. No idealizo nada y entiendo perfectamente a Platón cuando
plantea su modelo. Me limito a señalar que, entre Esparta y Sodoma, mi elección
sigue siendo clara, por muy postmodernamente incorrecta que sea en estos
tiempos de juego de rol y de caprichos confundidos con derechos.
Tampoco
creo que Platón “idealice” a Esparta sino que se vincula a ella con plena
conciencia de una manera similar a como Alexandr Zinoviev se “religa” a
la URSS, tras años de disidencia frontal, a medida que va comprobando los
estragos que va haciendo en Rusia el barco ebrio del capitalismo a partir de la
muy discutible transición gorbachoviana (bastante más discutible que la
nuestra, vistos los efectos -lo digo para los amigos de desmitificar
transiciones, ahí tienen la perestroika-) y del caótico yeltsinato. De hecho,
cuando me siento plenamente “platónico” y filoespartano es a partir de
los últimos 90, tras leer diversas entrevistas con Zinoviev y detectar cierto
parecido entre la degeneración rusa y la nuestra. Algunos links sobre Zinoviev, el Platón ruso del fin de siglo:
No nos rasguemos las vestiduras por si
ha habido más o menos abstenciones en el Congreso. La SOCIEDAD CIVIL, tragando
con toda clase de chantajes y de trampas que ensucian la mera noción de
IGUALDAD DE OPORTUNIDADES (la única noción válida de igualdad desde un prisma
auténticamente representativo, no totalitario), tiene mucho que ver en lo que
está pasando. O sentimos realmente como algo excepcionalmente grave lo que
representa ZP y sus contravalores o, por el contrario, sigamos con el chip de
TAMPOCO ESTAMOS TAN MAL y nada, que siga el esperpento. TAMPOCO ESTAMOS TAN
MAL… El secreto de Zapatero estriba en buena parte en sus contravalores, esos
contravalores que nos resultan tan grotescos en lo que hace a decisiones “desde
arriba” que atañen a la familia, la intimidad, la educación o los usos y
costumbres, pero que no nos parecían tan mal (desde ese anestésico buenismo y
miedo a la incorrección política en que solemos caer) cuando sólo eran matraca
reivindicativa. ZP es el más mediocre de todos los gobernantes del
postfranquismo y, sin embargo, ha logrado la mayor concentración de poder en
cuanto a responsabilidades de Estado y de Partido desde Franco. No ha existido
coerción física y, si lo pensamos, la coerción psicológica no ha sido tan
brutal salvo que la población ya estuviese “madura” para ello. Algunas
voces con una mayor profundidad de análisis han hablado en distintos medios de
“ingeniería social”: yo creo que, si ha habido pulsiones en ese sentido por
parte de los elementos más descerebrados (con ZP y Aído a la cabeza -el resto,
cuanto menos bobos, menos “visionarios”, con Rubalcaba y Blanco a la
cabeza-) estas no han pasado de caprichos torpes y más gestuales que
sistemáticos, y si han ido a más ha sido porque la sociedad ha dado pie a
Zapatero. El totalitarismo chantajista de lo políticamente correcto, del
pensiero debole, del miedo a cuestionar excesos y desquiciamientos de
determinadas posturas reivindicativas es lo que ha dado tanta cuerda a ZP. ZP
no es Franco ni Stalin ni siquiera Chávez, pese a haber llegado al Poder en
olor de cadáveres y explosivos, pero ha continuado porque tanto dentro como
fuera de su partido, tanto dentro como fuera de la casta política se le ha dado
carrete a partir de la aceptación de chantajes previos, de actitudes
cobardemente genuflexas ante el rodillo de lo políticamente correcto, de la
delegación de soberanía personal y nacional por mor de los caprichos y
despotismos de lobbies y mafias de todo tipo. La SOCIEDAD CIVIL, tan
cacareadamente blandida en este foro, no pretenda ahora remendarse el virgo: es
co/responsable de que el país esté así.
La
“mediástasis” (neologismo que me acabo de ¿inventar? -seguro que Mc Luhan
ya lo tenía registrado-) es el problema, ya desde aquellas profecías en letra
gótica del discurso de Lassalle sobre la Prensa o la cruzada de Karl Kraus a la
que dedicó buena parte de su vida pensante y agitadora de conciencias. La dictadura de los media es lo que hace que
vayamos pasando, poco a poco, de la Historia a la Antiutopía. Lo mismo, desde
la paradoja jüngeriana que plantea Martin Venator en EUMESWIL (incluyendo
aquella intuición internáutica del Luminar), podemos, como bien dices, ir acelerando
la caída del desorden establecido con la ayuda de su medio de comunicación más
reciente e instantáneo. No es la primera vez que un sistema en decadencia (y
cuando se gesta Internet el establishment occidental ya empieza a tener serios
fallos neuronales) crea un boomerang sin proponérselo y éste le acaba rompiendo
las narices.
Al final, la cosa es relativamente
simple: un pulso entre quienes más motivados están en defender su identidad (lo
que consideran su identidad) y quienes están más dudosos al respecto. Un
inmigrante español en Alemania o en Suiza allá por los 60 tenía una visión de
su país de acogida diametralmente opuesta a la que tiene un inmigrante de
confesión islámica en nuestro país hoy como también un abertzale se siente
frente a un “español” de manera muy distinta a como se siente un
republicano irlandés frente a un unionista o un palestino frente a un israelí.
En todos los casos, el denominador común es el mismo: sienten desprecio. El
inmigrante islámico, como el abertzale frente al “español”, parece
sentir la debilidad, la desvertebración, la opulencia mal defendida (nada que
ver con la percepción de la opulencia alemana o suiza que tenía el inmigrante
español de otrora), una cierta aureola decadente, bizantina, que les lleva a
reafirmarse en una paráfrasis de aquel SOY POBRE PERO HONRADO, que podría
enunciarse como SOY POBRE PERO MAS REAL QUE ESTOS HOLOGRAMAS DE BLANDIBLUB. Es
sintomático cómo cuando los disturbios en París de jóvenes hijos de inmigrantes
hace pocos años se produjo un choque generacional entre las nuevas generaciones
que percibían a Occidente desde el desprecio y sus padres, aún marcados por la
misma impronta que el inmigrante español en Alemania, la impronta de respeto,
de conciencia de poder fuerte de su país de acogida. Vuelvo a la comparación
con Bizancio. El problema no es el velo: el problema es Occidente, este
Occidente, el por qué los inmigrantes islámicos y eslavos (en este caso, por
razones diversas pero en parte parejas: el nihilismo postcomunista y
postbélico, entre “freikorps” y puramente mafioso, con que ellos, “gente
curtida”, ven a los españolitos mansos y blandengues) se sienten en su
tierra de acogida más como el chapero violento ante el mariquita rico (“HAGO
ESTO POR DINERO PERO NO SOY COMO TU”) que como los inmigrantes de otras
generaciones (incluidos los castellanos que se instalaron en Cataluña y País
Vasco y que hoy -como ocurrió también en Francia con aquel ciclista Luis Ocaña
forofo de Le Pen, heredero conceptual de aquellos cabecillas fascistizantes franceses
de los 30 con apellidos tan rotundamente oriundos como Suárez o Fernández-
engrosan las filas abertzales y catalanistas plenamente asimilados en el país
donde hicieron fortuna -”promised land” y no despreciable apeadero del
que largarse en cuanto puedan o, en el caso de los islámicos, que colonizar
según las visiones expansionistas de sus terminales religiosas-).
Me
ha venido a la memoria aquello que reprochaba Solzhenitsin de Occidente: EN LA
URSS NO PODIA EXPRESARME, AQUI PUEDO DECIR LO QUE QUIERA PERO DA LO MISMO. Hay
algo peor que la uniformidad impuesta por coerción explícita (ésta puede al
final ser erosionada a través del maquis de las ideas, del samiszdat, de la
subversión de la arbitrariedad establecida) y es la banalización de la diversidad
(ese relativismo en el que las gracietas de un comicastro complaciente con el
pesebre de turno, los balbuceos de alguna débil mental aclamada canallescamente
en tal o cual programa basura, los slogans vacuos de portavoces políticos cada
día más conscientes del ínfimo nivel de las masas a quienes se dirigen, todo
esto vale tanto como alguna afirmación sensata o con enjundia dicha en medio de
esta papilla “diversa”, más que de tuttifrutti, de tuttimerdi: al final,
la presunta diversidad es la misma de esos spots publicitarios donde se incita
a consumir masivamente algo bajo el slogan de SE DIFERENTE, DISTINGUETE DE LOS
DEMAS, o esa estupidez cantonalista de VIVA LA REPUBLICA INDEPENDIENTE DE MI
CASA). Los disidentes siempre serán distintos tanto del poder que los oprime
como entre sí. Los átomos de la pseudodemocracia formal que frivoliza el
concepto de diversidad y que tan certera y proféticamente denunció Solzhenitsin
en su momento son idénticos en su alienación amiga de originalidades.
A veces la no violencia física puede
implicar una violencia psicológica mucho más nociva por sus connotaciones
antiutópicas. Prefiero seguir en mi condición de criatura omnívora con su
componente predador moviéndome por los senderos de la naturaleza y de la
historia (la naturaleza protagonizada por humanos) que emasculado para siempre
en aras de la “no violencia” formal que disuelve completamente nuestras
defensas morales hasta volvernos entes pululantes de un pabellón de reposo, de
un “nido del cuco”. Soy de los que creen que el final de la historia de
Kesey, con el jefe indio matando a un Mac Murphy lobotomizado es un final
positivo y moral. O dicho mucho más conciso: ENTRE GENGIS KHAN Y BIBIANA AIDO
ME QUEDO CON EL PRIMERO. Siempre preferiré los que arrasan a los que emasculan.
Alemania se recuperó del cataclismo nazi. Tengo serias dudas de que este país
se recupere de la actual antiutopía. Y, por cierto, a veces la sangre tiene
como progenitores a nefastos “no violentos”. Los errores de Weimar, su
pasividad e ineptitud disfrazadas farisaicamente de virtud, fueron los que
acabaron por hacer deseable a Hitler. Aquí, por supuesto, no existe ese
problema porque lo mismo estamos ya en el camino de no retorno (hablo de la
violencia latente en la población autóctona: otra cosa es la violencia que
estalle procedente de los recién llegados. ¿Qué fue antes, la gallina, el
huevo?
Mi
visión: no creo que la Transición fuese un timo en lo que atañe a Suárez. Desde
luego sí lo fue en cuanto a la Corona (de ahí mi metáfora ya explicitada en
algún otro comentario sobre el rey/Kruschev rebelándose “a moro muerto”
contra su moldeador y entronizador Franco/Stalin primero en su excelente
sintonía con Felipe y más tarde con ZP, en contraste con su acritud contra
Aznar por sus resabios neofranquistas) y, en buena medida, todos los agujeros
negros del postfranquismo, desde el 23F al 11M (pasando por el extraño episodio
de la muerte de Ynestrillas padre por ETA en el 86 -¿ETA en plan Bond “al
Servicio Secreto de SM” si nos atenemos a cuáles eran los planes regicidas
del militar unos meses antes?-), acaban volviendo a ese timo inicial.
En Suárez, como en Joao Goulart (el
presidente brasileño cuya carrera se inicia en la dictadura populista de
Getulio Vargas y que acabará desarrollando una política avanzada de centro con
apertura hacia los comunistas -momento en que los militares lo arrojarían del
poder-), se funden una serie de características mamadas del franquismo (o
mejor, del franco/falangismo) vinculadas a las ideas de neutralismo, democracia
social con un importante rol del Estado como árbitro, política como voluntad de
servicio, que engarzan con propuestas del disidente Dionisio Ridruejo (que no
en vano se situó para su tarea de oposición a Franco en el terreno que más
cercano le resultaba, la socialdemocracia, no el comunismo ni el liberalismo) y
también con la influencia que tuvo la tiernista Carmen Díez de Rivera (que, en
parte, explica la presencia años después en el CDS de gentes procedentes del
PSP como la citada “maestra de democracia” de Suárez o como Raúl
Morodo).
Sin
olvidar, desde luego, el impulso “gaullista de
izquierda” que enlaza estas pulsiones franco/falangistas con la
socialdemocracia y que nos recuerda algo generalmente poco valorado en torno al
paso del franquismo autárquico a la tecnocracia “demócrata orgánica”, el
balón de oxígeno que supone para Franco el golpe de estado que a fines de los
50 devuelve a De Gaulle al poder y que, a partir de ese momento, dará al
Caudillo la tranquilidad de que, aparte de la excepción portuguesa, hay otro
régimen en Europa que se sale de las pautas más estrictamente
democrático/formales y, con esa tranquilidad, la seguridad de ánimo para
esbozar una cierta apertura y, siempre con los ojos puestos en el vecino del
norte, emprender la senda del desarrollismo económico. En este paralelismo,
cabe señalar que el delfinato que, con respecto a De Gaulle, supone Georges Pompidou ,
aquí lleva a Franco a elevar a Carrero Blanco a un rango hasta entonces inédito
en el régimen. Precisamente, ese paralelismo entre franquismo y gaullismo hace
muy plausible la intervención norteamericana en el atentado contra Carrero por
su actitud reticente al aumento de la presencia militar estadounidense en
nuestro país (completamente a la contra de otras intervenciones usacas por esa
época, por ejemplo, en Chile o Bolivia -obviamente, no se trataba de “profundizar
en la democracia” sino de evitar un alejamiento de España de la órbita
norteamericana como había ocurrido con Francia a medida que De Gaulle
radicalizaba su soberanismo en asuntos exteriores desestabilizando el bloque
atlantista: ha de recordarse que en ámbitos azules con un cierto perfil
crítico, como los Círculos José Antonio, la editorial ZYX, o incluso sectores
militares antitecnocráticos y con cierto prurito de “revolución pendiente”, no
ya las posturas neutralistas francesas sino también la figura de Tito o la del
peruano Velasco
Alvarado se tomaba como referente en plan “tercera vía”-). A la
muerte de Carrero, con el rápido parche que supone el espíritu asociacionista
del 12F, hay una última pauta gaullista con el diseño de la megaasociación
Unión del Pueblo Español (muy inspirada en los rassemblements gaullistas) por
el reformista Herrero Tejedor, quien, muerto en junio del 75, no podrá
desarrollar plenamente su proyecto, que se cristalizaría en una entidad
bicéfala a cargo de los muy distintos Adolfo Suárez y Cruz Martínez Esteruelas.
Al legalizarse los partidos y pasar Suárez a ser el aglutinante de UCD junto
con Joaquín Garrigues, Iñigo Cavero y Francisco Fernández Ordóñez, UDPE, ya
reducida a su ala derecha, se integrará como uno de los partidos fundacionales
de AP.
§
Si lo pensamos, aquí los presidentes
van cambiando previa tramoya antidemocrática: salida de Suárez e interinato de
Calvo Sotelo previos encuentros “poli/milis” entre PSOE y jerarquías
castrenses cara a un “gobierno de concentración nacional” que desembocan
en la voladura controlada de UCD y la victoria anunciada a un año vista del
partido de Felipe (AP no era rival del PSOE cara al 82) y donde lo más
anecdótico en realidad fue lo más cataclísmico a nivel formal (el 23F en sí
mismo con Tejero en las Cortes pegando tiros y voces y practicando jiujitsu con
Gutiérrez Mellado, y Milans sacando los tanques a pasear por la ribera del
Turia); salida de Felipe previo contubernio del llamado “Sindicato del
Crimen” como muleta para reforzar el por entonces escaso carisma de Aznar
que no había logrado batir en el 93 a un PSOE ya bastante enmierdado; salida de
Aznar reencarnado en su miniyo Rajoy previa campaña NO A LA GUERRA mayormente
teledirigida desde Ferraz con su cataclísmico colofón del 11M que encumbrase al
no menos escaso de carisma ZP, futuro mesías de plexiglas; y tal vez la salida
de Zapatero sea la única salida limpia, sin tramoyas ocultas, salida por crack
del país, por patada en el culo (en buena medida, en nuestro culo -como diría
Agustín de Foxá-) de Merkel y Obama, por la creciente desafección del paisanaje
hacia este elemento, por golpe interno del PSOE… (en realidad, tal como están
las cosas, hoy por hoy la única tramoya oculta sería la que, en plan el culto a
Garzón y otras miserias, intenta todavía prolongar el desorden zapateril como
algo “salvable”, “justificable”, menos malo que otros
escenarios).
FINALE
UTOPICO: “Me imagino un Congreso de los diputados en donde personas de
diversa índole trabajaran en equipo, estudiando y colaborando para resolver los
problemas del país. Un lugar de camaradería y mucho trabajo. En el que tuvieran
que estar todos juntos, conviviendo, comiendo, durmiendo, trabajando. Sin
ideologías, pero sí con muchas ganas de mejorar. En el que a diferentes retos
diferentes personas. Buscando siempre la eficiencia y no los protagonismos.
Serían equipos multidisciplinares, técnicos, científicos. Encaminados a cubrir
todas las realidades que nos conforman. Habría unas personas que podrían ser
las que lo coordinen, pero para nada serían las que ostentasen el poder. Con el
tiempo, un gran cerebro informático podría ser el que avisara de los problemas
y buscara en su base de datos las personas que mejor pudieran ayudar a
solucionar el problema. Cualquier individuo podría optar a cooperar en los
proyectos. Pare ello no sería necesario la afiliación a ningún partido
político. Lo único que importaría sería -qué es lo mejor que puedo aportar al
mundo-. Y en esto, todos tenemos algo que aportar. Los amiguismos y los
apoltronamientos no tendrían cabida. Al finalizar un proyecto el equipo sería
disuelto.” En este sueño estaban Rathenau y Robert Aron, Ortega y Marañón
cuando se pusieron al servicio de una república que nunca llegó a admitir tal
ofrecimiento, Ernst Jünger… En ese sueño encajo sin demasiado problema el
corpus que nos va ofreciendo I. Landero de propuestas funcionales pero con un
rotundo espinazo moral (que no moralinesco). Y por ese sueño, por un ápice
(seamos realistas) de ese sueño, supongo que unos cuantos estamos por aquí.
Si nos retrotraemos a los años
CONSTITUYENTES del postfranquismo, tal vez encontremos ahí, por no ir más
lejos, algunas piedras basales de ese sueño, y puede que ése sea el secreto:
parafraseando aquello de LA NACION COMO PLEBISCITO COTIDIANO, pudiéramos
apuntar como receta para que una democracia no se anquilose en el mero y huero
formalismo, en multiplicidad de corrupciones, en dejación de tareas comunes,
que tal democracia debería vivirse en PERPETUA ETAPA CONSTITUYENTE, en PERENNE
ZAFARRANCHO GENERAL, sin dar opción a que, dentro del ámbito político la gente
se ocupe de “sus asuntos” porque en la RES PUBLICA no existe lo privado,
opiniones sí que confrontar y sinergizar en lo posible, pero no “asuntos
privados” (asuntos de cortijos, de taifas, de banderías, de medros…). Y,
por supuesto, no estoy hablando de rodillos colectivistas, ni siquiera de
dictaduras de la mayoría en el sentido que pretendía Rousseau, hablo de
COMUNITARISMO, de la síntesis orgánica, N-A-T-U-R-A-L, de las partes y el todo.
De
aquellos polvos del franquismo (donde todavía se exigía un mínimum de exigencia,
sólo fuese por la disciplina castrense/opusina que permeaba el régimen) a estos
lodos donde la idiocia parece no ya tolerarse sino exigirse (por aquello de no
hacer sombra al antiegregio desgobernante con el menor atisbo de talento). Las
reflexiones sobre la necesidad imperativa de la deconstrucción de las castas
políticas yo las continúo en la oportunidad de recuperar una cierta vocación
campamental, insurgente, guerrillera, de la participación ciudadana en la cosa
pública (no hablo de literalidades armadas en plan milicia de Michigan o 2 de
mayo sino de ponernos todos el chip de “a las armas, ciudadanos” en su
acepción de actuación civil, de recuperación de masa crítica, de disposición a
decir y no enmendallo que NO ES ESTO, NO ES ESTO porque hay OTRAS REALIDADES
mucho más salubres y vivibles que construir y por las que apostar, a partir
tanto de la negación de lo que no nos gusta como de la imaginación para hacer
que esa negación de lo establecido sea superior y no mero negativo, mero gemelo
invertido de los errores a cuestionar y demoler).
DE LA CHINA
China es de manera oficiosa, desde hace
ya un tiempo, la primera potencia mundial. Siempre he considerado que eso era
bueno, precisamente porque, como también Rusia, y en contraste con Occidente,
no son expansionistas sino más partidarios de blindar su territorio (la Gran
Muralla es símbolo lo suficientemente gráfico al respecto así como las
autodefensas subterráneas que los chinos desarrollaron en los 60 ante un
posible ataque soviético -autodefensas que, de modo más rústico, también usaron
los vietnamitas para defenderse de los bombardeos usacos-). Un planeta diverso,
equilibrado sorelianamente desde el respeto y no desde el pensamiento único en
perenne avasallamiento de los otros, con un pie bien asentado en la tradición
inmemorial y otro en la vanguardia, tendría más que ver con la preponderancia
china que con nuevas fugas hacia adelante de los USA. Estoy con Huntington en
que el centro de la actividad mundial se va a desarrollar en torno al Pacífico
y, si los anglosajones, desde el Reino Unido a Australia, deben buscar su
destino hacia el extremo Oeste, la Europa continental debería acercarse hacia
ese punto siguiendo la intuición bismarckiana, la vieja y siempre traicionada
solución eurasiática.
¿VENCEDORES O VENCIDOS?
Nunca
he creído en los Nüremberg, empezando porque el de marras estuvo tongado desde
el momento en que, primeramente, los complejos militar/industriales de las dos
superpotencias herederas del conflicto (USA y URSS) se guardan una serie de
ases en sus respectivas mangas (ases que continuarán el terror desarrollado en
el nazismo dándole una dimensión cuantitativamente mayor -aunque moralmente
venial, al parecer: la gente sigue rasgándose las vestiduras ritualmente sobre
el Holocausto como “absoluto de la depravación” pero vive sin demasiadas
dificultades de conciencia, empezando por el estado de Israel, sobre el
equilibrio de terror nuclear heredado, mira por dónde, de las investigaciones
en ciernes surgidas, precisamente, en el mismo régimen que puso en práctica la “solución
final”-).
El Nüremberg sudafricano no fue tal sino una variante sui generis de nuestra
Transición (convirtiendo el rigor del primer Nüremberg en una suerte de
psicodrama/reality show con escenas de mucho llanto y mucho “arrepentimiento”
porque, sencillamente, los nuevos poderes no podían hacer otra cosa sin evitar
un enfrentamiento civil a lo Rhodesia/Zimbabwe pero multiplicado por mil, dado
el armamento nuclear que poseía el país a la sazón y que se desmanteló en el
91, no por ninguna aureola de santidad ultraterrena de los nuevos gobernantes
sino con la sabia previsión -mucho más terrenal- de que no cayese en manos de
radicales supremacistas blancos).
Aquí no fue posible un Nüremberg pero, dadas ciertas concomitancias en cuanto a
sucesión de poderes, sí podríamos decir que estamos viviendo hoy una versión en
clave de farsa retroactiva de la caída del estalinismo y la consolidación de
Kruschev y sus amiguetes, sólo que aquí la figura del orondo ucraniano que,
tras ser protegido, moldeado y educado por el “padrecito” georgiano,
renegó de él después de cepillarse a Beria (el villano según la propaganda
desestalinizadora y, según las últimas y más serias revisiones históricas, el
que podría haber dado paso a un régimen mucho más abierto y menos corrupto que
el que se montaron los que heredaron la URSS una vez muerto Stalin), parece
reproducirse, bicéfala, con esta farsa/juego de rol del antifranquismo
zapateriano (inserto en este chiste de la “república coronada” en el que la
jefatura del estado, profundamente hostil a los tics neofranquistas de Aznar
-crispación mantenida años después contra sus presuntos forofos: ya se vio con
los exabruptos de la Corona contra Jiménez Losantos y su entorno-, pareció dar
en la cabeza a éste permitiendo a ZP un margen de maniobra en cuanto a
provocación revanchista y poderío presidencialista que, de tan “ostentóreo”,
resulta sospechoso de connivencia -si Alfonso XIII pudo jugar con Primo de
Rivera a un simulacro casero y alicorto de fascismo, el nieto con ZP parece
haber puesto en marcha su simulacro republicano para PlayStation como
cuchufleta definitiva contra quien le entronizó como rey), un antifranquismo
usado como carnaza demagógica para evadirse de los problemas reales, como insulto/engañifa/manipulación
a quienes puedan sentirse de veras acreedores de reparación histórica por los
excesos del anterior régimen (y que, como ya dije en otro lugar de este mismo
foro, durante el postfranquismo se sentían cerca no del PSOE ni del PCE sino
del PCE/R-GRAPO, del mundillo abertzale a través de figuras como el tándem
Sastre/Forest o el último Bergamín, de grupos republicanos -tanto moderados
como ARDE o radicales como Convención Republicana/PCE-ML-, de los restos
históricos del PSOE que nunca se avinieron con la “renovación” de
Suresnes o de escisiones del PCE que repudiaban a Carrillo y reivindicaban a
Líster y al prosovietismo puro y duro) y como amnesia selectiva en cuanto a
asignaturas pendientes de la izquierda española en relación con posturas del
franquismo (como la piña promarroquí de la Corona y ZP frente a las
reivindicaciones de los saharauís, últimas víctimas -y vivas, no necesitadas de
exhumación, salvo las asesinadas por la monarquía alauita- del régimen
anterior, que contrasta grandemente con el desmedido interés por Cuba,
Venezuela, Bolivia, los musulmanes andalusíes o las lesbianas de Zimbabwe -al
parecer, y recordando a cierta preclara ministra zapateril, los saharauís son
seres vivos, mientras Marruecos les deje, pero no humanos ni merecedores de que
se asuman sus reclamaciones-).
O sea, que, lo de Nüremberg, la mitad de la mitad.
SER
DE DERECHA Y SER DE DERECHAS
Como
dije no hace mucho, sobre la Derecha como categoría metapolítica blindada en su
weltanschauung y las derechas como anécdota volátil siempre susceptible de
corrupción y autotraición, sólo cambiando una vocal podríamos repetir el
distingo entre Derecho, como voluntad categórica de armonizar y desarrollar un
proyecto de vida en común, aunando tradición y futuro, y siempre vinculando
estrecha, orgánica, monísticamente la necesidad y el ideal, y la anécdota de la
metástasis de los “derechos”, al final caprichos, chantajes morales,
arbitrariedades de los ineptos, disfuncionales y mediocres cuando los mejores
duermen o se hallan fuera de su tiempo, injustas paridades, discriminaciones
positivas que sólo generan futuros pendulazos desde el agravio comparativo…
Hay dos maneras de entender la palabra,
bien en plural, “derechas”, como facción más tendente a la anécdota
politiquera heredada del parlamentarismo ochocentista que a la categoría
metapolítica, o bien en singular, mejor expresada en francés y en italiano, más
metapolítica que politiquera, más total (total, no totalitaria -me viene a la memoria
una publicación de “droite” metapolítica llamada precisamente TOTALITE)
que facciosa. Durante la república, y de manera castiza, esta distinción que
planteo entre categoría y anécdota se hacía cuando se hablaba de “conservadores”
y de “conservaduros”. Yo prefiero (ya que no vivo ni en Francia ni en
Italia y aquí también los metapolíticos están casi todos bastante prostituidos,
más pendientes de la soldada mediática que de defender valores) asumir el
término de CENTRO (en el sentido que planteaba aquí )
y el germanismo REVOLUCION CONSERVADORA (que agrupa a muchos nombres -desde
Lassalle a Jünger, pasando por Rathenau o Niekisch- que me merecen un enorme
respeto).
Hay
gentes consideradas durante mucho tiempo “de izquierdas” que, en
realidad, encajan más en la acepción metapolítica de Derecha (un Proudhon, un
Sorel, el ya mentado Lassalle, por no entrar en todo el complejo y apasionante
mundo de las revoluciones rusas revisado a partir de la caída de la URSS por un
Duguin o un Antonio
Fdez Ortiz …) lo mismo que (hoy lo estamos viendo, especialmente entre los
plutólatras hayekianos emanados de la izquierda maoísta de los 70 que hoy
parecen monopolizar el campo de las derechas por estos pagos) hay mucho
estridor “de derechas” que es pura y simplemente L-E-R-R-O-U-X-I-S-T-A,
o sea, adorador puro y duro del becerro de oro (considerando todo valor que no se
cotice en bolsa como mero accidente). Aquí
me explayo un poco sobre estos elementos.
No caigamos en trampas nosotros mismos.
¿Ser “de derechas” es mejor que ser nazi, franquista, fascista…? Veamos
las cosas con cabeza fría.
Como ya dije en otro momento, la Italia unificada no conoció etapa más
funcional y cohesionada que el Ventennio fascista (no hablo del caos final, con
Hitler manejando a Mussolini).
En cuanto a Alemania, si exceptuamos a Bismarck (personaje poco simpático desde
los “formalismos” democráticos), hay que esperar a las derechas
democristianas de la última postguerra para encontrar núcleos conservadores
capaces de levantar a un país prácticamente colapsado (no olvidemos que fueron
las equivocaciones y falta de perspectivas de los gabinetes de Weimar, tanto
socialdemócratas como conservadores, los que “hicieron bueno” a un
sujeto llamado Hitler que, de estar hurgando en los cubos de basura al
iniciarse la primera postguerra, llegaría a ser el sujeto con más poder
acumulado en su persona del siglo XX en un plazo de tres lustros).
Y, en cuanto a la funcionalidad de las derechas formalmente democráticas en
nuestro país en relación con los regímenes de excepción, la única que podría
mantener la cabeza relativamente alta (y digo “relativamente”) sería la
del PP durante las dos legislaturas de Aznar (el suarismo no era derecha y el
gobierno de Calvo Sotelo, que sí lo fue, no hizo sino cubrir un período
interino, como Gerald Ford en los USA tras la caída de Nixon). La derecha
canovista de la Restauración que, como mala parodia de la república
conservadora francesa de Thiers, se limitó a trampear, a institucionalizar la
injusticia, a no plantear soluciones a largo plazo (la única persona que lo
intentó, Maura, le segaron la hierba bajo los pies), desflecándose entre la
inercia y los borboneos del rey, hasta llegar al primer intento serio de
regeneración, la dictadura primorriverista. En cuanto a los períodos
radical/cedistas de la II República me parecen tan ineptos como sus homólogos
weimarianos y tan incapaces de atajar la necesidad en las capas de la población
más hostiles a las izquierdas del “cirujano de hierro” de turno.
SOBRE ITALIA
Creo
que el fenómeno liguista (empezando porque no es un partido sino la
convergencia de gentes de muy diverso pelaje en torno a una expectativa de
recuperación -más que de construcción- de un país -aquí cabe la pregunta del
millón de hasta qué punto Italia es un país y, en ese caso, ¿qué Italia se
asume, la giolittiana, equivalente a nuestra caciquil y corrupta España de la
Restauración, o la del Ventennio mussoliniano, o la posterior de la
partitocracia y la mafia?- que tal vez fuese más real entre la última Edad
Media y el Renacimiento que a partir de la Unificación) es algo bastante
complejo y, desde luego, como todo fenómeno de construcción con un punto
revolucionario, dueño de un pensiero nada debole y de un actuar bastante expeditivo.
Supongo que Italia se halla en un trance de recuperar su verdadera esencia,
como ya lo han hecho otras realidades artificiales hoy difuntas como
Checoslovaquia y Yugoslavia.
Por el momento, y sin dar cheques en blanco a nadie, por muchas anécdotas
sádicas que puedan achacársele (como supongo también a Israel -donde en las
tertulias de tv algún personaje puede sugerir la atomización nuclear de la
franja de Gaza como una posibilidad a discutir, sin que nadie se lleve al
sujeto a la comisaría más próxima, o el ecopacifista Marco Pannella, muñidor de
Berlusconi en su entrada en política, durante los primeros noventa pidió desde
el periódico del Partito Radicale los bombardeos indiscriminados sobre Serbia
hasta que se salió con la suya, sin olvidar que quienes hoy tienen parte de
gobernabilidad en Cataluña en sus años mozos fueron partícipes por aplauso o
por intervención directa en el acto terrorista más sádico jamás cometido, el
adherir con cinta de embalar a la cintura de un industrial una buena carga de
explosivos que lo reventó, y así muchas otras realidades hoy mucho más
aceptables para la “opinión políticamente correcta” que la Liga-), creo
digno de interés el fenómeno de construcción-recuperación de una realidad en la
vecina península, en la que, obviamente, el Sur debería empezar a plantearse
una posición geopolíticamente autónoma y no actuar como una especie de
dependencia del Norte o, si se considera incapaz de regir sus destinos de
manera soberana, buscar la condición de protectorado de alguna potencia que lo
sepa regir mejor (no hace mucho planteé algo similar en relación con esa
ficción de estado que es Haití sugiriendo que si lograse la condición de “estado
libre asociado” de Puerto Rico, seguramente algo mejoraría la situación).
Guste o no, se acaba la época del pensiero debole, de la corrección política,
de los chantajes morales, de la metástasis oenegera, y tal vez sea la Liga
Norte la avanzadilla en Europa Occidental de este Tecnomedievo que suceda a esa
buena conciencia postmoderna, donde bajo toda clase de mermeladas dialécticas,
al final lo único que se ha impuesto es la devoción a Hayek, la plutolatría y
la dictadura de los ineptos y mediocres (España a la cabeza) por una torticera
interpretación de aquello evangélico de “los últimos serán los primeros”.
El futuro no es un país de la piruleta
sino esa guerra constante que supone la realidad, donde, si se quiere plantear
una alternativa a la Liga Norte, plantéese, pero desde la funcionalidad y la
reflexión y no desde el espejismo del buenismo propio y la excepcionalidad
maligna del contrario.
Konrad
Lorenz decía que la Naturaleza es de derechas. Yo, parafraseándolo, suelo decir
que la Realidad es políticamente incorrecta. La demagogia de la Liga, como
todos los reduccionismos, me parece deplorable (insisto, no más que Bibiana
Aido minimizando la condición humana del no nacido o Almudena Grandes pidiendo
que se fusilen cada amanecer unos cuantos del PP o el cómico Rubianes cagándose
en la puta España -con el aplauso y aquiescencia, recuérdese, de la futura
ministra de Defensa-). Sigo con atención el funcionamiento del norte de Italia,
su cohesión social, y su contraste con lo que ocurre en el Sur y la
disfuncionalidad de las opciones políticas de esa zona para resolver la situación
de manera soberana y AUTOGESTIONADA, no aspirando a una perenne situación de
subsidiariedad. Desde este paraíso del amor formal por los inmigrantes y los
gays que es la España de ZP (no hay tanto amor por los no nacidos, por la
creciente basura blanca en que se va convirtiendo la población autóctona o por
los homosexuales no dispuestos a seguir las consignas de los lobbies hoy
autoerigidos en establishment -como los nazis pretendieron secuestrar por un
tiempo la condición de alemán-) y desde mi completo desencanto con la demagogia
buenista y la mermelada dialéctica de tanta metástasis oenegera, tanta
burocracia onusina, tanto tribunal tongado de DDHH, tanto chantaje moral
siguiendo el modelo tramposo de los radicales italianos (sin cuyo concurso y
labor de zapa ni Berlusconi habría entrado en política con tamaña facilidad ni
habría habido un consenso tan fácil a fines de los 90 para machacar Belgrado a
bombazos: fui en las generales del 89 candidato de la Lista Antiprohibicionista
patrocinada por los radicales, con el “artista del hambre” Pannella
encadenándose al Pirulí, y años después me enteré que pagaba aquello
Berlusconi, por lo que sé muy bien de lo que hablo en cuanto al tema radical y
su obsceno exhibicionismo de la mermelada dialéctica y de la corrección
política), pues, insisto, seguiré con interés el fenómeno liguista a pesar de
sus indelicados exabruptos.
Creo que sólo una reacción
neogaribaldina (incluso degradada a una demagogia populista a lo bolivarismo
venezolano) encabezada por algún carisma fuerte, podría plantear una cierta
alternativa para el Sur de Italia. Si no, lo más realista, una alianza/sinergia
entre las agrupaciones políticas que fuera de la Padania están asumiendo
también el federalismo y tratan de plantear una relación empática con la Liga
Norte en vez de demonizarla.
Al parecer, nuestro anfitrión no
se ha reunido con energúmenos ni hooligans sino con gente con la cabeza en su
sitio, lidiando día a día con la realidad, y más cercana a planteamientos
incorrectos como la realidad que a la mermelada dialéctica de quienes prefieren
flotar en la cámara virtual del Enterprise. Lo digo por mi reciente rifirrafe a
propósito de la Liga Norte (que, insisto, no me inspira adhesión incondicional
sino un interés superior a la mayoría de quienes la critican, en tanto en
cuanto no aportan iniciativas sino más mermelada y parches sofísticos en la
línea ZP, más para quedar bien con su “buena conciencia” que para ayudar
realmente a nadie).
En cuanto a la izquierda italiana,
siempre ha sido un desastre. Lo mejor de la izquierda (Lenin dixit a propósito
de una de las partes, o sea, Mussolini -según él, el único auténtico
revolucionario de Italia-) acabó o mutando en aras del pragmatismo y del
hartazgo contra la inepcia (de ahí surgiría el período más cohesionado de la
ficción italiana -equivalente al titismo en Yugoslavia-, esto es, el Ventennio
-donde, aparte de Mussolini, tenemos a Bottai o a Bombacci, entre otros
elementos notables procedentes de la sinistra: y recordemos que Bombacci, como
embajador del “nuevo orden”, estaba mejor considerado en Moscú que sus
ex/compañeros aún socialistas) o en la cárcel (caso de Gramsci, considerado un
hereje por sus compañeros y encarcelado por Mussolini por valorar su nueva
visión -por cierto, el término “ORDINE NUOVO” es de raíz gramsciana- de
subversión cultural y psicológica frente a los condicionantes mostrencamente
economicistas de la izquierda de entonces peligrosamente similar -y, por tanto,
peligrosamente competente y competidora: parece repetirse aquí, aunque de
manera menos cruenta, el contencioso entre Rathenau y los protonazis que se lo
cargaron- con lo que él planteaba -un análisis muy atinado de esta convergencia
entre el Duce y el proscrito se encuentra en el texto de Aquilino Duque EL
“FASCISMO” DE GRAMSCI-). Tras la guerra, la izquierda con Togliatti parece
intentar amalgamar la disciplina soviética con la herencia gramsciana y el
sempiterno maquiavelismo inherente al italiano en esos intentos del líder del
PCI por atraerse a fascistas radicales disconformes con el sesgo atlantista,
sin olvidar la fuerza gravitacional que, desde el Adriático, emanaba del
titismo, tan importante en determinados episodios de los últimos tiempos de la
guerra previos a la liberación usaca. Finalmente, la elefantiasis del PCI como
partido de orden, ocupando en buena parte el lugar de un partido
socialdemócrata (lo que llevaría a los socialistas o bien a la derecha claramente
atlantista del PSDI o a un difícil espacio propio -caso del PSI- y al
nacimiento de una variada y ebullente ultraizquierda, de sesgo mayormente
filomaoísta -incluyendo hibridaciones rojinegras como los nazimaoístas de Lotta
di Popolo o los comunitaristas thiriartianos de Giovane Europa, cuna de
elementos de ultraizquierda como el cabecilla de las Brigadas Rojas Renato
Curzio-, o con fuerte impronta cristiana -curiosamente, los elementos más
violentos procedían, como en el País Vasco con ETA, también de ambientes
postconciliares- o reivindicadores del viejo troquel del anarquismo
malatestiano, sin olvidar en los sectores a la izquierda del PCI a facciones
más moderadas, como la escisión de Il Manifesto o Democrazia Proletaria, a
caballo entre la insurrección y cierta expectativa parlamentaria). Tras la
convulsión absoluta de los años de plomo, donde Italia se convirtió en un
laboratorio donde la atlantista Red Gladio jugó diabólicamente con las energías
más explosivas de los inconformistas de izquierda y de derecha hasta llegar al
pequeño apocalipsis del caso Moro, la ultraizquierda se desfonda tomando su
lugar el profundamente ambiguo y desmovilizador Partito Radicale que, a partir
de una demagogia derechocivilista muy similar a la que hoy practica ZP y sus
mariachis, acabará por provocar una ceremonia de la confusión tal que,
blandiendo toda una serie de tics de libertinaje permisivo, más
anarcocapitalistas que otra cosa, acabará a fines de los 80 por preparar el
terreno para el desembarco en política del mago Berlusconi y su circo
mediático. La izquierda establecida acabará al acabar los 80 enlodada por los
escándalos que llevarán a Craxi a pirárselas a Túnez, metamorfoseada en “democrata
di sinistra” con pretensiones más clintonianas que comunizantes en lo que
hace al PCI, y los escasos prosoviéticos irreductibles (Rifundazione Comunista)
acabarán también tirando la toalla con un acto tan grotesco como la
presentación como cabeza de lista ya en el presente siglo de un transexual más
propio del partido de Cicciolina o incluso de Berlusconi que del discurso “rosso”
del partido que representaba. En los últimos tiempos, con absoluta pérdida de
rumbo y papeles, se han convertido en el único sector político del mundo
dispuesto a mitificar a ZP hasta el punto de dedicarle una película (VIVA
ZAPATERO!!!). Si Gramsci levantara la cabeza…
Luego se extrañan de que el bacalao en
Italia se lo repartan entre las diversas facciones de la derecha, del
secesionismo padano y de la sempiterna mafia.