Recupero, a título de información, este texto donde explico mi acercamiento y paulatina decepción del mundo abertzale. Ahora que estamos viendo cómo (recupero aquella desoladora cita final de LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO) lo que está llegando no es la paz sino la victoria (la victoria del terrorismo/razón de Estado –hoy patrimonio común y transversal no sólo de los que okupan el actual Estado o de los que pretenden sucederlos sino hasta de los que aspiran a ser Estado-, la victoria de las agendas ocultas y de los trapicheos en la sombra, la victoria del 11M como secuestro de la soberanía de todos, la victoria de la pulsión delincuencial metastatizada a costa de la pulsión insurgente), me parece oportuno dejar colgada definitivamente en LINEA DE SOMBRA esta crónica (que retiré en su momento por el uso sesgado que algunos nacionales pretendieron hacer de la misma).    

 

BUSCANDO EL NORTE

 

(texto colgado en LINEA DE SOMBRA en enero de 2001 y retirado posteriormente)

 

A partir del 85 me intereso puntualmente por el tema vasco, con la frecuente aparición en los medios de Juan Mª Bandrés, en quien creí ver reflejos de dos de mis tótems políticos a la sazón, Marco Pannella y Emmanuel Mounier. En mi breve relación con FE/JONS a mediados de los 80 traté de inocular en ésta las vibraciones que me transmitía la figura de Bandrés. Este intento llegó a su culmen y a su crisis en octubre del 86, con las elecciones vascas, al recomendar FE/JONS el voto útil al PSOE (esto es, a Damborenea -al que definían como «bastión del españolismo»-): como a mí (aún sin conocer entonces el trasfondo del GAL) me daba mala espina este señor, tanto por los histéricos alirones de Alfonso Ussía en «ABC» (sus odas a «Ramborenea » -claras incitaciones al terrorismo de Estado-) como por las ostentóreas declaraciones del propio don Ricardo, propuse una alternativa, el voto útil al CDS y/o a Euzkadiko Ezkerra, y critiqué el votar al PSOE con las mismas intenciones con que podía hacerse a Blas Piñar. Se vetaron mis propuestas y, automáticamente, rompí con FE/JONS.


Unos meses después, en junio '87, pedía mi ingreso como militante en el CDS (por la misma aura pannelliana/mounieriana que me había llevado a interesarme por Bandrés: recuérdese que el CDS jugó la carta «radical a la italiana», a través de Eduardo Punset, de Raúl Morodo y de jóvenes procedentes de las recién absorbidas Federación Progresista -rojiverdes liderados por Tamames- y Partido de Acción Liberal; y también, por notables como Rodríguez Sahagún o Rosa Posada, había impregnado su discurso de Personalismo Comunitario -en especial, su programa electoral del 82-). Nombrado en noviembre '87 Secretario de Cultura de Juventudes, defendí el acercamiento entre CDS, IU y EE, con vistas a la creación de un Frente Democrático de Oposición al PSOE. Tuve mis choques con el máximo representante juvenil del CDS vasco (hijo del baranda local del partido, posteriormente trasvasado al PP alavés), quien calificó a EE de «nido de terroristas», pero también hallé apoyo en otro chaval, mando intermedio de las juventudes centristas vascas, que simpatizaba con EE y me pasó abundante documentación de ésta. Hay constancia pública de mis opiniones en una entrevista emitida por ETB en octubre '88. Finalmente, con la entrada del CDS en la Internacional Liberal los sectores más conservadores se impusieron con celeridad quedando yo prácticamente fuera de juego. Tras los pactos con el PP me di de baja votando en las europeas del 89 a la coalición Izquierda de los Pueblos presidida por Bandrés.


Con la fusión EE/PSOE (fusión producida cuando éste último ya era investigado judicialmente como «partido del GAL») más el rol de Bandrés como abogado del PSOE en casos de corrupción y el descubrimiento de los estrechos lazos de Pannella con Berlusconi, varios mitos se me desplomaron de golpe a comienzos de los 90. Cada día me sentía más escéptico en cuanto a las vías reformistas para solucionar conflictos o consolidar alternativas pero, en el caso vasco, seguía sufriendo frente al MLNV un bloqueo en base a dos factores: 1) la impronta emocional (por mucho tiempo indeleble) que me dejó el libro «YOYES DESDE SU VENTANA» (diario personal de la ex-activista muerta por ETA en el 86), impronta que expresé en este poema (leído por Radio 5/RNE -en el programa de Carlos Tena «Adivina quién mueve esta noche»- el 8 septiembre '89): «A Yoyes le dispararon en toda la reflexión y el reflejo de su historia sobre un charco se quedó. Las preguntas de la madre su niño las heredó corregidas y aumentadas para cuando sea mayor. A Yoyes le dispararon en toda la reflexión y empezó a sangrar preguntas y su pueblo se inundó. El reflejo de su historia un skin se lo bebió creyendo que era cerveza y el chaval se atragantó. Y hoy las preguntas revuelan como moscas bajo el sol: picotean los silencios y los vuelven reflexión. Porque a Yoyes la mataron pero a las preguntas, no»; y 2) la escalada de violencia de ETA, que, a partir de la segunda mitad de los 80, con el uso de coches-bomba, comienza a practicar atentados cada vez más indiscriminados (las justificaciones de ETA sobre el caso Hipercor no me valen y hago mías las palabras del historiador pro/abertzale Giacopuzzi: «ETA ha cometido el error más tremendo de su historia. El hecho de asumir la responsabilidad humana y política del atentado no exime a la organización de haber basado su acción en la actuación que la Policía debía haber realizado, evacuando el supermercado»). Tras mi desencanto por el acercamiento de EE al PSOE, la única organización que me merece simpatía en el entorno vasco durante los primeros 90 es IU-EB.


Esta actitud, sin perderse del todo (de hecho, desde entonces he conservado un cierto respeto -acrecentado aún más en estos tiempos de treguas y Lizarras- por el difícil papel de la IU vasca), varía a mediados del 95 con la entrada en «EL CORAZON DEL BOSQUE» de una colaboradora procedente de la izquierda radical y buena conocedora de entornos (sobre todo, de presos) relacionados con la lucha armada. Cuando le consulté sobre la posible inclusión del ya citado poema sobre Yoyes en el nº 1 del boletín «PUNTO DE VISTA OPERATIVO» (cuya aparición iba a coincidir con el IX aniversario de su muerte), me dio una imagen bastante diferente de la ofrecida por los apologistas de Yoyes, justificando su muerte con unas consideraciones muy parecidas a las dadas en su momento por el colectivo de presos de ETA (y que transcribo: «Evidentemente, nuestra lucha se fundamenta en la propia entrega personal, decidida libremente, en la medida de las posibilidades de cada uno, su fuerza moral, etc. Igualmente, cualquiera puede retirarse cuando lo desee; pero el retiro no significa cambio de bando, ni colaboración -política o policial-, ni delaciión, sino dejar el camino libre a los que sigan luchando. En este sentido es ilustrativo el caso de Yoyes. Cuando la situación de los refugiados se agrava hasta límites que todos conocemos, cuando más duras se han hecho las condiciones de vida en Iparralde, con atentados frecuentes del GAL y asesinatos, con detenciones, deportaciones, extradiciones y entregas directas de refugiados a manos policiales españolas, Yoyes, sin ningún problema de éstos, con una vida medianamente normalizada en Méjico, con trabajo y residencia legal -sin que nadie la criticara por apartarse de la lucha- decide acogerse a las medidas de Barrionuevo. Este contraste entre su situación personal y la del resto de los refugiados demuestra la clara toma de posicionamiento en contra de sus antiguos compañeros y a favor de la actuación gubernamental. No es sólo buscarle la salida particular y el rechazo a la solución global ya argumentados en otras ocasiones; es el desprecio consciente a quienes, en el exilio, sufren una situación más aguda que nunca»).


La mujer que me hablaba (al margen de que se pueda o no estar de acuerdo con sus argumentos) no era una irresponsable sedienta de marcha violenta sino alguien profundamente comprometida, con una trayectoria llena de heridas tanto emocionales como físicas y una vida familiar asentada desde el dolor y no muy diferente a la de tantas miembros de las Gestoras o de la AFAP (familiares de presos del GRAPO). Eso y el que los sectores políticos que más se habían significado en su momento a favor de Yoyes (EE y el PSOE de la etapa Barrionuevo -o sea, «el partido del GAL» en su acepción más pura-) hoy se hallaban a mis ojos absolutamente desprestigiados, me llevó a desbloquearme y a valorar el MLNV.


Mi interés por lo abertzale se inicia parejo a mi reencuentro con FE/JONS, conducida desde julio '95 por dos antiguos dirigentes de la Auténtica (Gustavo Morales y Miguel Hedilla), lo que debía suponer (al menos, para quien -como yo- todavía andaba encandilado con el mito del «hedillismo» y de la «izquierda azul») un viraje hacia posiciones alternativas. Pero, sin dar (tras las decepciones con el CDS, EE y el Partito Radicale) cheques en blanco a nadie, me vinculé como afiliado no militante y, como test de choque para comprobar la sinceridad rupturista de la nueva etapa, fui planteando en las publicaciones corazonescas la necesidad de transversalizar con los abertzales. En alguno de estos artículos me ayudó la colaboradora antes mentada y, poco a poco, otros nombres se fueron añadiendo a la defensa de mis posiciones (la aparente similitud de discursos sobre el MLNV me llevaría a colaborar por un tiempo con la revista «RESISTENCIA», compuesta mayormente por elementos procedentes de la saga de Bases Autónomas y que en esta publicación parecían haber entrado en una fase seria de evolución -el tiempo me demostraría que la voluntad de ruptura de «RESISTENCIA» no era sino otro juego de rol, tal vez más sofisticado en su dialéctica, de la estéril saga basista-).

 

A partir de junio '96 las publicaciones corazonescas se introducen en el entorno abertzale a través de Carlos Aznárez, director del periódico «RESUMEN LATINOAMERICANO», al que conocí por medio de los ex-falangistas Javier Iglesias [líder en Argentina de un grupo de ayuda a los sin techo y asesinado ese mismo año en Buenos Aires por la policía menemista y a quien se le dedicó un cuaderno monográfico dentro de la serie de publicaciones paralelas corazonescas] y Javier Onrubia y que por su trayectoria política (iniciada en Tacuara -grupo ultraderechista-, continuada en Montoneros -izquierda peronista- y, con su exilio en Euskalherría, concluida a caballo entre el apoyo sincrético a la izquierda insurgente latinoamericana y su integración en el MLNV) parecía la persona ideal para dicha tarea. Desde los primeros momentos hubo reacciones bastante favorables. Así, ya en septiembre '96 aparecía la primera reseña de «EL CORAZON...» en «EGIN».


En diciembre, en la entrevista de «MONDO BRUTTO» nº 10, explicaba mi defensa del MLNV como espacio de ruptura a la vez que mi vinculación con FE/JONS. En enero '97 (cumpliéndose los cien días del secuestro de Ortega Lara), en un acto organizado por miembros de la Falange asturiana en la sede del periódico «LA NUEVA ESPAÑA», acto al que se suponía iba en calidad de «intelectual falangista», acabé actuando como un portavoz oficioso de HB forzado por el cariz de las preguntas, lo que provocó el más absoluto desconcierto tanto en los asistentes como en el periodista que me entrevistó. Incluyo algunos fragmentos de la carta de aclaración que envié en relación a dicha entrevista (y que, todo sea dicho, me fue publicada con bastante rapidez): «Respecto a la entrevista que me hizo Javier Blanco (publicada el domingo 19), desearía hacer unas puntualizaciones, dada la excesiva compresión (sin n) a que el periodista somete algunas de mis respuestas (y que da a las mismas un tono entre dogmático y provocador -Marinetti, Giménez Caballero o cosa parecida- que puedo asegurar no estaba en mi ánimo: estoy bastante seguro de mis razones -o sinrazones, como quiera el lector-, pero nunca he pretendido que esa seguridad suene a impertinencia). Me limitaré a lo que considero más importante de no malentenderse (...) Sobre la violencia (parte final de la entrevista) dije que admito en mi concepción insurgente de la política una voluntad abierta a una posible violencia, pero nunca una violencia sistemática como fin de la política, pues entonces la política pierde su seriedad y degenera en mero ludismo gamberro, en juego de rol, en algo irrelevante. Puse como ejemplo de esto a Bases Autónomas (una experiencia, a mi juicio, bastante estéril desde el prisma político) y la contrasté con la violencia independentista, no carente de fundamento aunque pueda ser discutible su metodología (metodología que, de todos modos, pienso no surge de un sadismo arbitrario, sino de la desesperación ante una represión del "establishment" cada vez más refinadamente totalitaria y, por ello, desquiciante -habría que reflexionar por qué la escalada de violencia en el contencioso vasco se dispara por ambas partes tras la muerte de Franco y la llegada de la democracia: un repaso, por ejemplo, a los textos de Eva Forest sobre la tortura en el País Vasco durante el postfranquismo creo ayudaría a entender muchas cosas a este respecto a una ciudadanía acostumbrada a hacerse cada vez menos preguntas-)».


Desde la perspectiva actual, veo perfectamente lógicos los dos artículos aparecidos en «EGIN» (enero y octubre '97) advirtiendo contra sectores «nacionales» camuflados de izquierdistas e incluso independentistas: pese al relativo reduccionismo de que hacen gala ambos textos por beber ocasionalmente en fuentes del amarillismo «antifascista» profesional (reduccionismo que denunciaría en mi réplica al primero de ellos -publicada en el nº 6 de «PVO»-), su intención es perfectamente lícita como autodefensa ante posibles caballos de Troya. Sin embargo, ya que estamos, no aplaudo a Carlos Aznárez por darme la espalda a mitad del 97 tras haberme introducido en el mundillo abertzale y abrirme su periódico (en el que llegué a publicar un par de artículos y donde «EL CORAZON...» fue recomendado repetidas veces de la siguiente guisa: «Textos de crítica demoledora al sistema. Nacionalismo revolucionario, tercera vía y rebeldía en todos los órdenes»): y es que su ruptura fue más por cuestión de imagen (evitarse el incordio de que alguna gente disconforme con mi fichaje airease sus poco izquierdistas orígenes políticos) que por consideraciones ideológicas (completamente faltas de sentido si tenemos en cuenta que, para entonces, «EL CORAZON...» había roto con el campo «nacional» organizado, produciéndose una desbandada de seguidores de esa cuerda y, gracias a la propaganda en publicaciones como «RESUMEN», «EGIN» y «MONDO BRUTTO» y al apoyo en Radio 3 de un Diego A. Manrique o un Jesús Ordovás, el público que seguía la revista en aquellos momentos era mayormente de izquierda -como analicé en el Editorial del nº 16/17-). Pese al feo gesto de Aznárez y a los artículos de
aviso mencionados, el 9 de noviembre aparecía la tercera reseña sobre «EL CORAZON...» en «EGIN». Era la más cómplice con las premisas corazonescas y la más autocrítica con los prejuicios abertzales ante nuevas propuestas (como se refleja en estos párrafos: «F. Márquez sigue insistiendo en su discurso de "transversalidad entre disidentes como único revulsivo antisistema, creación necesaria de una Tercera Posición cien por cien rupturista" que plante cara al mundialismo democrático liberal e imperialista. El lema "lucha antifascista" es para él una trampa del poder con la que éste pretende ocultar la que ha de ser la lucha primordial, la anticapitalista (...) Su lectura es un encuentro con espíritus libres, heterodoxos y heréticos para el estatus quo, en el que, más veces de las que nos creemos, nosotros mismos estamos también incluidos »).


Mes y medio después de mi ruptura con FE/JONS, había publicado junto a Javier Onrubia y con el placet del Partido Carlista el cuadernillo «EL CARLISMO: LA INSURRECCIÓN CONTINUA» (presentado en el Montejurra '97 y rápidamente agotado al distribuirse en su mayor parte en las mismas filas carlistas -que lo acogieron con gran alborozo, dada la precariedad de medios de difusión de esta formación política-), pues me había llamado la atención que algunos de mis argumentos en defensa de lo abertzale coincidían bastante con los del PC sobre administración territorial y el proceso de paz para Euskalherría. Por otra parte, desde julio del 97 y hasta la llegada de la tregua, planté cara a la histeria mediática del llamado «Espíritu de Ermua» pese a hallarme día a día más en desacuerdo (y morderme la lengua por no hacer el juego a los «Ermuos» -o, lo más, esbozar una crítica mesurada: como en el Editorial del último nº de «EL CORAZON...»-) con la caza de concejales del PP, con los visos crecientes de nacionalismo burgués en detrimento de la liberación nacional (en el sentido más fanoniano de esta expresión) y con la creciente druggización del activismo juvenil.


Respecto a la tregua, estas declaraciones las hice a «EL DIARIO VASCO» el 8 enero '99 (las incluyo en su versión íntegra, pues, al publicarse mutiladas, han podido dar pie a malentendidos): «Yo la comparo [la tregua] a la Perestroika. Lo mismo que la esclerotizada URSS de Chernienko y Andropov había llegado a un callejón sin salida y no podía resistir la presión de la guerra de las galaxias, los sucesivos palos contra el no menos esclerotizado entorno abertzale (detención de comandos de ETA, encarcelamiento de la mesa de HB, cierre de "EGIN", pérdida de santuarios internacionales...) han forzado a la tregua. Se imponía un cambio porque ETA no podía continuar indefinidamente matando concejales del PP como Alfredo Mayo mataba conejos en aquella película de Saura (estrategia demencial que ha logrado convertir a los populares en la segunda fuerza vasca, cuando no hace mucho eran una formación testimonial en Euskalherría). Insisto frente a quienes mantienen actitudes continuistas y critican la tregua: el continuismo es insostenible, salvo como autoinmolación numantina; la tregua, como decisión de cambio, era imprescindible. La cuestión es qué dirección tomará ese cambio: si será una segunda edición de la desmovilización de ETA PM/Euskadiko Ezkerra en los 80 o si se atendrá a la táctica leninista de un paso atrás, un paso adelante. Me temo lo peor (esto es, que se seguirá la vía más políticamente correcta).»


Finalmente, la ruptura de la tregua parece haber supuesto una involución estratégica hacia posiciones numantinas. ¿Los réditos de las actuaciones de ETA en los últimos tiempos?: lo dicho, el haber convertido al PP en el País Vasco, a fuerza de matarle concejales, de partido testimonial a aspirante al lendakariato; el aislar cada vez más internacionalmente tanto al PNV como al propio colectivo abertzale (nunca las simpatías exteriores por el MLNV habían estado tan a la baja); el provocar la mutación del cargo de Defensor del Pueblo en una casamata antiterrorista con el nombramiento de Enrique Múgica (el político español con más vocación de halcón israelí que hoy tenemos); el que cada vez se valore más en los medios a los muertos o amenazados por ETA (por cierto, los muertos y amenazados en el 79 o en los primeros 80 debían ser de calidad inferior -¿no, señores de «EL PAÍS»?-: personalmente, de toda esta barahunda de plataformas y foros y asociaciones antiETA hoy tan en boga, la única que me merece respeto por su clara y visceral razón de existir es la AVT -todo lo demás, citando a Baudrillard, no es más que «marketing político»-), al punto de que la avalancha de carne palestina machacada este otoño (cifras sólo comparables a la guerra del Vietnam) no pueda competir en espacio mediático con las angustias de las periodistas Inchausti y Gurruchaga e incluso (¡faltaría plus!) con las de los arbolitos decorados por Ibarrola; y, último pero no desde luego de lo menos importante, el estar encabronando de modo creciente a una Francia cuyo consenso ultracentralista no había sido tan álgido desde el período napoleónico y que, a diferencia del Estado español, no tiene fantasmas del franquismo que la impidan actuar con extrema dureza en temas de esta índole (creo que la cosa ya ha empezado por ese lado y va a ir a más -pero que a mucho más-: cuidadín, cuidadín, los irredentistas del Norte, con el «efecto Chevennement»).  O hay una estrategia maestra por parte de ETA para pechar con todo esto que a mí, humilde mortal, se me escapa o, sencillamente, han optado (a fuerza de incrementar las sobredosis de solipsismo) por la cerrilidad pura y simple del campesino del chiste (cuando, yendo por las vías con su burro, le dice al tren «Chufla, chufla, como no te apartes tú ...»).


Por otra parte, ¿toda esta violencia tiene algún fin intrínsecamente revolucionario o se trata de aspirar, de copiar a escala bonsai, la mierda ya existente y detentada por el Estado español? Un amigo y antiguo seguidor corazonesco, con parientes pro/abertzales, le preguntó a uno de ellos «Pero, veamos: ¿estáis de veras luchando por la revolución, según la herencia de Lenin y de Fanon, como decís en vuestra propaganda, o "el día después" a que aspiráis, más que con un "año cero revolucionario" tiene que ver con un ensueño contrabandista/filibustero libre de impuestos a lo Gibraltar (eso sí, con estética okupa)?»; el otro se quedó un momento en blanco, y respondió titubeante, sin saber muy bien por dónde salir, como si mi amigo le hubiese tocado algún nervio.


Yo, que me acerqué al mundo abertzale creyendo encontrar la iluminación kurtziana de un auténtico espacio de ruptura, de un pedazo de antimateria frente al sistema occidental, cada día hallo más enjundia en esa pregunta: cuando pienso en cómo la actitud abertzale frente al mundo eslavo desde la caída de la URSS viene a ser prácticamente idéntica a la de los «demócratas» y «tolerantes» que gritan «ETA hijos de puta» (hubo miembros de Jarrai luchando en las filas de los bosnios musulmanes y algún que otro trapicheo entre ETA y la albanokosovar UCHK: sin embargo, no se les vio el pelo a los abertzales ni en Belgrado -cuando los ciudadanos encaraban con dianas pintadas en el pecho los bombardeos de la OTAN: lo más irónico es que, si nos atenemos a la propia dialéctica independentista sobre la historia del pueblo vasco, el auténtico homólogo en los Balcanes, en cuanto a talante y actitud ante las invasiones, serían los serbios- ni en Moscú -en octubre '93, cuando Yeltsin arrasaba el Parlamento con sus cañones y en donde, sin embargo, sí hubo gentes de la península como el autor del artículo sobre estalinismo publicado en esta web shadowliner-); o cuando pienso en el vergonzoso devenir postbélico de las guerrillas centroamericanas en las que sí participaron algunos etarras (los Farabundos salvadoreños usando asesores usacos -por cierto, los mismos usados por el conservador Vicente Fox en México- para jugar la farsa electoral con aquellos a quienes combatían ferozmente poco antes, o los Sandinistas nicaragüenses entregando voluntariamente el poder -tras una vertiginosa corrupción quasi felipista- a Violeta Chamorro); o cuando pienso en las benettonianas declaraciones de Fermín Muguruza jugando a Bono abertzale y comportándose, ante todo, como un joven empresario de la industria del disco; o cuando pienso, ya que he mentado a Benetton y a Bono, en el repugnante spot electoral de EH en el 99 con los dibujitos de «AMENA» (que uno no sabía si estaba viendo un spot abertzale o de la COGAM); o cuando pienso en hechos anteriores, profundamente inexplicables desde el punto de vista de la insurgencia (¿qué habrían dicho Andreas Baader o Ulrike Meinhoff al respecto? ¿o el Lenin que decidió los sucesos de Ekaterinburgo?), como las muertes por ETA de Ynestrillas padre y Lago Román (militares empeñados en desestabilizar -en su sentido más física y traumáticamente literal- la Monarquía y cuya muerte violenta, en buena lógica, debería haber sido tarea de un James Bond «al servicio secreto de Su Majestad» y no de un grupo como ETA), ecos a su vez de aquella «providencial» voladura de Carrero Blanco (tan llena todavía de preguntas sin respuesta) que, a la larga, potenciaría la integración de España en la órbita atlantista y euromercaderil y, con la progresiva caída de los extremos políticos y la creciente despolitización y cipayismo de la masa crítica, acabaría suponiendo una de las razones del propio aislamiento actual del abertzalismo en la península; e incluso, remontándonos al ADN abertzale, aquella inexplicable inclusión (el dato lo he tomado de historiografías pro/abertzales -luego no se le puede calificar de calumnioso- y siempre me ha resultado profundamente preocupante) que hacía la ETA primitiva del Irgun israelí «como modelo de guerrilla revolucionaria» junto a los FLN argelino y vietnamita o al IRA irlandés (¿por qué no entonces incluir también a los orangistas o a las milicias afrikaner o a los paramilitares colombianos o a la OAS -con la que, por cierto, colaboró estrechamente el Mossad en su momento-, homólogos todos ellos en sus respectivas latitudes del neocolonialismo sionista?)...


De veras, a la vista de tantas contradicciones y elementos sin sentido (desde un prisma insurgente, anticolonial y antioccidental -ciento por ciento leninista y fanoniano-) se me hace más y más difícil comprender de qué va esta historia. ¿De veras tiene que ver (más allá del bronco barniz mezcla de hooliganismo y progresía que hoy parece ser su tónica temperamental y más allá de los buenos -pero sospecho que pocos- abertzales capaces de interiorizar su compromiso en un sincero impulso revolucionario, abierto a reflexiones lúcidas y no esclavo de ciegos reflejos condicionados) con octubre del 17, con el econacionalismo de liberación del 68 berlinés o con lo expresado en obras como «LOS CONDENADOS DE LA TIERRA»?. ¿Al final del túnel, Lenin, Dustchke, Rahbel y Fanon o, por el contrario, Gibraltar y... Sealand?

 

 

 

textos relacionados que continúan/complementan lo aquí dicho:

 

OTROSI 3 (capítulo REFLEXIONES SOBRE LA VIOLENCIA ETARRA)

 

 

 

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