HPL Y LKY (o las verdades incómodas y su modo de empleo)




Las incorrecciones políticas de Lovecraft hoy pretenden ser soslayadas en un ejercicio perverso de ciertas hermenéuticas postmodernas que tratan de "metabolizarlo" [sic] en clave correcta, o sea, dándole la vuelta como un calcetín o un calamaresco pariente del Gran Cthuluh. Mucho más honesto sería estudiarlo en profundidad y, de asumirlo, hacerlo sin cirugías emasculadoras (aunque, obviamente, sin reduccionismos provocadores en plan skináceo que puedan rebajar su complejo pensamiento a meros exabruptos estereotipados de supremacismo fundamentalista). Es crucial, a medida que la realidad lo toca más de cerca y le hace tomar conciencia de su pequeñez frente al entorno (la experiencia neoyorkina es la catarsis y esa toma de conciencia aumentará con el crack del 29 como golpe sustancial a la euforia usaca y su interés cada vez mayor ante los descubrimientos einstenianos y quánticos que van modelando su cosmicismo), la evolución en los años 30 que lo lleva a valorar el New Deal rooseveltiano (que él sintetiza con el dirigismo mussoliniano de los mejores años del Ventennio -inspiración oficiosa esta de no pocas de las nuevas políticas de reconstrucción, por muy “antifascistas” que se pretendiesen en la letra a toro pasado-) no por bondad de corazón ni por conversión socializante sino como medida preventiva de un estallido violento similar a la explosión bolchevique rusa (algo parejo en sus impulsos al futuro socialismo ¿democrático? que plantea LKY en Singapur como medida de prevención/digestión de la amenaza comunista ligada a la China de Mao). Sus dos cuentos más ambiciosos en cuanto a culminar su visión del mundo, la melancólica saga de una civilización masacrada por sus propios morloks que plantea EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA y la aún más filosófica y trascendente narración LA SOMBRA CAIDA DEL TIEMPO (qué buena adaptación, libérrimamente sublime, podría haber hecho el Tarkovsky de SOLARIS), dejan claro que tal visión, siendo fiel a su meollo incómodo e incorrecto, iba enriqueciéndose en expresión y hondura con su apego a nombres como Santayana, Russell o Mencken (éste último también muy apreciado por alguien como Ayn Rand, coincidente con Lovecraft en ateísmo pero antípoda -al menos, formalmente- en valorar positivamente esa síntesis política New Deal/Mussolini -que ella también concibió pero no como solución a defender sino como trapo rojo a embestir, aunque ha de recordarse que su primer voto como ciudadana usaca fue a FDR por la promesa de acabar con la Ley Seca y la primera adaptación cinematográfica de una novela suya se hizo en la Italia fascista, por lo que más allá de las rotundas apariencias hay que adentrarse más en el bosque, como yo traté de hacer en la entrada enlazada hace unas líneas-), a los ya mentados hallazgos einstenianos y quánticos y a su conciencia de la insignificancia cósmica (pero también histórica, a través del pesimismo que va asumiendo desde la lectura de Spengler) de "lo humano" (antimateria de los delirios supremacistas, incluidos los progresistas, ecologistas y derechohumanistas, con su antiutópica idea de ver el planeta como un parque temático), abandonando los exabruptos y visceralidades simplificadoras de "animal acosado" y atendiendo más y más a su impronta cósmica y de materialismo mecanicista (en Extremo Oriente la China postmaoista lo hará desde el confucianismo en buena medida reinoculado desde Singapur entreverado con el pragmatismo estaliniano -eufemísticamente llamado "marxismo/leninismo" aunque el Padrecito tenía más que decir a los dirigentes chinos que Lenin y el bolcheWOKismo inicial, más ligado a las diversas y catastróficas "genialidades" maoistas que desde el 79 han sido profundamente puestas en cuestión-).



Si comparamos reflexiones etnoculturales de HPL con las conclusiones (sacadas de la más descarnada experiencia) de LKY y la influencia de éste en la China actual, descubriremos muy interesantes afinidades [muchas consideraciones en la correspondencia de los años 30 -SELECTED LETTERS vol. IV y V, y, más asequible para el lector en castellano, las CONFESIONES DE UN INCREDULO Y OTROS ENSAYOS]. El desencanto de LKY con la demagogia tercermundista (una de cuyas matrices fue el antropólogo Franz Boas, que puede haber sido uno de los puntos de polémica para HPL por sus posturas respecto a la población negra, que Boas trató de mixtificar en ciertas investigaciones africanas elevándola a categorías de civilización que se han demostrado fraudulentas por posteriores hallazgos -recordando un poco esa mitología "inclusiva" tipo "Beethoven era negro"-) tras su viaje por Africa y la India en los comienzos de su mandato (sabrosas reflexiones sobre esas tres ¿super?potencias fallidas, India, Brasil -y Sudáfrica, como la más reciente-, en contraste con Japón y la China postmaoista -en buena medida alumna suya-, ayudarían al constructor de Singapur a plantear una condición tercermundista como algo a superar, no como fatalidad enfermizamente orgullosa en la que estancarse), así como la constatación de la disfuncionalidad malaya frente a la mayor voluntad de construcción del componente chino en Singapur (inferioridad de la que eran conscientes los propios dirigentes malayos y que llevaron a Kuala Lumpur a forzar la separación de la isla por temor a que los residentes chinos acabaran por anular políticamente a los malayos -muchos años más tarde, otro dirigente malayo copiaría bastante del modelo de gestión de LKY superando esa paranoia de los 60 y haría de ese país, junto con Dubai, otro seguidor del modelo Singapur, el más desarrollado del mundo islámico-) y que LKY resolverá aunando la multietnicidad de la isla no en escapismos buenrollistas (y rebajadores del nivel de excelencia) sino en un común culto a la funcionalidad que parecía unir a Pareto con matrices socialdemocráticas, en un cuidado equilibrio entre el asimilacionismo y el respeto identitario (un HPL tocado por la nueva catarsis de la II Guerra Mundial y los diversos episodios de la Guerra Fría, incluida la descolonización y caída de los imperios británico y francés, habría podido entender mejor esto y enlazarlo con sus consideraciones de los 30). Además de que los extremoorientales (hablo de las dos grandes civilizaciones, chinos y japoneses), en su doble condición de "hormiguitas" (recordemos la visión lovecraftiana de una civilización que sustituiría a la humana surgida de los artrópodos, precisamente por lo que él veía de funcionalidad en estas criaturas -y que tiene mucho que ver con la funcionalidad amarilla-) y aliens (la manera extremooriental de relacionarse con otras etnias y civilizaciones tiene mucho de alienígena en su irreductible distancia, como puede comprobarse en sus tratos con realidades tan diversas como la Argentina kirchnerista, la proscrita Myanmar, el Zimbabwe de Mugabe o las repúblicas ex/soviéticas del Asia Central, desde el más claro autointerés comercial/geoestratégico y sin la menor voluntad de proselitismo -que lo diferencia sustancialmente del colonialismo occidental, siempre lastrado con mesianismos, así como de las ilusiones tercermundistas de la etapa maoísta en su trato con otros países vinculados a los espejismos anticolonialistas, algo que comienza a resquebrajarse a partir de las relaciones con los USA de Nixon/Kissinger y sus crecientes diferencias con Hanoi a partir de esa época-, a excepción tal vez de un régimen mucho más cargado de sentido metapolítico cara al futuro como la Hungría de Orban, caballo de Troya de la multipolaridad en la Europa de la UE y de la OTAN, y, claro está, la Rusia de Putin con su propuesta eurasiática y el vecino iraní con su síntesis de tradición y desarrollo inasequible al apeamiento desde hace más de cuarenta años -y ahí volveríamos a los dos últimos relatos de HPL, con ese bucle conceptual de que, al fin y al cabo, Nixon y Kissinger no son plenos responsables de iniciar el cambio en China sino la sugerencia hecha a Nixon por LKY, antes de que el primero alcanzara la presidencia, de un acercamiento a China para salvarla del marasmo que suponía la Revolución Cultural, esto es, un chino de la diáspora influye en un occidental con ambiciones a la Casa Blanca para que actúe como agente regenerador de la China continental y, a la larga, si nos atenemos a la más plena actualidad, del propio Occidente, todo muy moebianamente paradójico, la realidad imitando a la ficción especulativa-), lo habrían a la larga impresionado de un modo definitivo (las peripecias de Japón desde el 45 hasta los 90, como ave fénix; o la China establecida hoy como primera potencia mundial, en contraste con la decadencia usaca, como continuación de la decadencia británica -cuya constatación ya en su momento supuso el acicate epifánico para la politización de LKY: enlazaría con la conciencia spengleriana de HPL el hecho de que el gatillo reactivo del padre de la Singapur soberana no es nunca el ressentiment contra el poderoso, sino la decepción ante la decadencia y/o disfuncionalidad de lo que se supone poderoso, de ahí su ambivalencia con UK primero y con los comunistas después, que en ambos casos se resolverá buscando alianzas con nuevos elementos de poder, caso de los USA sustituyendo al paraguas británico o la elección de los israelíes para entrenar al recién nacido ejército de la isla, sin olvidar lo docente” que, según sus propias palabras, fue Japón primero como verdugo invasor en el plano existencial y años más tarde recuperándose de sus propias cenizas en el plano económico-). Si Lovecraft, ya en vida, llegó a reconocer que las civilizaciones extremoorientales superaban en no poco a Occidente (más allá de lo meramente tecnológico -que con el tiempo también digerirían de manera muy alien/himenóptera-) y las reconocía en su diferencia, nunca como inferiores, al ver el panorama de un Occidente como el hoy encabezado por la corrección política y todas sus aberrantes dinámicas (deja vu de la Roma terminal que él, tan "romano", habría parangonado profundamente), se habría sentido más cercano a los alien de nuestro planeta que a sus cada vez más improbables y degenerados compañeros de etnia y destino manifiesto.



Y, cómo no, habría leído a Huntington como secuela de su admirado Spengler.



A MODO DE CONCLUSION // La verdad incómoda debe usarse a mayor conveniencia de quien la asume. Los dirigentes chinos y HPL tienen mucho en común en cuanto a su percepción de los otros, de su decadencia o de su inferioridad: la diferencia básica estriba en cómo gestionar ese conocimiento, desde la visceralidad desesperada de quien no ve otra salida que la autoafirmación nihilista o desde la voluntad de construcción y supervivencia (mejor diplomacia que conflicto si esto supone gratuito despilfarro de energía -aquí el paso al cinismo entendido en su mejor acepción que bebió en Santayana o Mecken como muletas para lidiar mejor con su propia realidad tendría su peso-). HPL pasó de "animal acosado" a voluntad de construcción, sólo interrumpida por la muerte. Creo que, desde su creciente desapego de fundamentalismos por mor de su perspectiva cósmica, habría simpatizado con la sedosa estrategia tentacular de los aliens extremoorientales en su relación con otredades o bien inferiores o bien decadentes.