DE GESTIONES E IDEOLOGIAS





A estas alturas de la película, mis únicas bases ideológicas son Pero Grullo y el zagalín puñetero que denunciaba la inexistencia de trajes nuevos cubriendo al emperador, esto es, el duelo final entre Pero Grullo y el Mago de Oz. En la intención, estoy muy de acuerdo con aquello de Gonzalo Fernández de la Mora sobre atender más al ESTADO DE OBRAS y menos reverencia a las ideologías (aunque, al final, él durase poco en lo primero y fuese acotando terreno condicionado por lo segundo, que se supone debería trascender).



Marx y Gramsci no estuvieron vinculados a cuestiones de gobierno ni un solo día de su vida. La Escuela de Frankfurt, sí, pero, como los troskos y su implicación en los comienzos de la CIA, en los USA en asesorías de control psico/social, matrices de las actuales líneas "políticamente correctas", que también recogen estrategias planteadas por Gramsci de "kulturkampf". Hoy tanto uno como otro son vistos desde el ateísmo y el cristianismo "aggiornado" occidentales como la voz del Espíritu Santo. Y, sin embargo, la realidad, esa realidad siempre tan incorrecta, sólo se ha visto afectada por ellos desde la subversión, nunca desde la construcción: desde el utopismo, ahí el bolchevismo, las repúblicas "soviéticas" en Alemania y Hungría, determinados momentos compulsivos de la izquierda española en el poder (levantamientos del 34 en Asturias y Cataluña, primera mitad del 36, guerra civil -POUM, PSOE, Madrid sitiado...-, o la deriva española a partir del 14M de 2004) o Allende en Chile (pienso en la demoledora crítica que habría hecho Lenin de su gobierno machacando sobre su ineptitud para la autodefensa F-A-C-T-I-C-A del propio proyecto) y, si no, desde el impulso presuntamente contrario, el pragmatismo liquidacionista, como coartada de la evolución berlingueriana del PCI y su oportunista traducción carrillista que acabaría desembocando, tacita a tacita, en la perestroika rusa y en la conversión de los comunistas italianos en "demócratas de izquierda", todo ello en buena medida, herencia de la deriva bujarinista de la NEP, que, de haber continuado vivo Lenin, seguramente le habría forzado a plantear su NO ES ESTO, NO ES ESTO”,,, Porque, más allá de la retórica ¿cuánto de Marx como texto sagrado hay en la construcción estaliniana de la URSS?: hay quienes incluso encuentran más relación entre el SOCIALISMO EN UN SOLO PAIS con Ferdinand Lassalle, el gran rival de Marx en vida de éste, y sus intentos de alianza con Bismarck (por cierto, gran referente el férreo canciller de Kissinger, el responsable con Nixon de la apertura al Este de los USA y del comienzo de la deconstrucción de la Guerra Fría, y hoy ¿paradójicamente? más valorado en Moscú y Pekín que en ese extremo Occidente donde forjó su trayectoria). Tal vez Gramsci, por la ambivalencia que siempre mostró en su dialéctica con quien lo encarceló, podría entender mejor que Marx cuando Vietnam, de manera libre y soberana (no como la perestroika sexual de Mariela Castro como concesión a Obama dando la vuelta como un calcetín a los presupuestos del régimen castrista sobre esos asuntos y concitando efectos boomerang que recuerdan a los que propiciaron la caída del aprendiz de brujo Gorbachov frente al auge de Yeltsin en la canícula del 91), decide, sin dejarse condicionar un ápice en cuanto a usos y costumbres (charlies comeperros ayer, ahora y siempre), retomar relaciones con los USA (a quienes derrotó en feroz lid) como apuntalamiento en su eterno contencioso con China (contencioso geopolítico, sí, pero no económico, pues el sincretismo que va desarrollando Hanoi para fortalecer las costuras con la antes llamada Saigon está claramente basado en el modelo reformista del país vecino, sincretismo dialécticamente más sólido en el caso vietnamita, pues el padre fundador Ho Chi Minh siempre dio prioridad a lo soberanista sobre lo comunista -cada día más vigente en tal sentido la parrafada del colono francés en aquella secuencia redux de APOCALYPSE NOW-, comunismo que en Vietnam siempre fue más medio que fin, a diferencia de los basamentos doctrinalmente "rojos" del maoismo, en constante tensión ¿hegeliana? a partir de la caída de la Banda de los Cuatro y del sesgo decidido e irreversible hacia el pragmatismo desarrollista, cuando la doctrina como sustancia va mutando en icono dialéctico para mantener formalmente el continuum, un continuum día a día más ambiguo al solaparse crecientemente el cordial sincretismo de Sun Yat Sen sobre el crispado dogmatismo de Mao). Y es que, en definitiva, se sigue hablando de "comunismo" cuando tendría más sentido (especialmente a partir de la ascensión de China a primer referente planetario y del mantenimiento de Rusia como actor superactivo en la política y economía internacional, en contraste con la descomposición usaca en esta su guerra de secesión 2.0) hablar de países con voluntad de desarrollo y gestión (ya hemos mentado a Vietnam pero igual habría que hacer con la Hungría líder del grupo de Visegrado, desde unas bases "ideológicas" muy distintas, o con la siempre pujante Singapur, o con una Alemania que trascendiendo anécdotas subversivas a diestra y siniestra se mantiene poderosa un poco a la manera extremooriental de ser esencialmente -insisto, por encima de coyunturas- más hormiga que cigarra) y, por la parte contraria, de otros países secuestrados por elementos subversivos (la España actual como paradigma) o autoritariamente disfuncionales (en sus espasmos zigzagueantes entre la tiranía irresponsable y la cobardía a la defensiva disfrazada de "pragmatismo": pensemos especialmente en América Latina, el mundo islámico o el Africa subsahariana, donde, con mayor o menor grado de degradación, esta disfuncionalidad autoritaria parece convertirse en sistémica).

La carambola gramsciana (coda a lo anterior): finalmente, la única incidencia de Gramsci en la construcción (reconstrucción, si se quiere) de una superpotencia se producirá, a partir de la ambivalencia antes citada con respecto a su captor, cuando la Nueva Derecha francesa lo utilice como elemento capital para su actuación metapolítica que, lustros más tarde, cristalizará en la síntesis duginiana, síntesis que constituirá el motor principal de las líneas de actuación del Putin Amo. Ya en la gira del 94 por Europa Occidental de Dugin y Ziuganov, es muy revelador cómo el dirigente del comunismo ruso no tenía interés en entrevistarse con su presunto homólogo francés Georges Marchais, sino con el pope de la Nouvelle Droite, el “gramsciano de derecha” Alain de Benoist, al que Dugin reconoce como influencia sustancial en la construcción de su pensamiento. Hoy ese pensamiento marca la línea de actuación de Moscú.



ROJOS ¿A MOSCU? (vamos, ni de coña…):

Una de las cosas que me hizo interesarme por Stalin a partir de los 90 fue el descubrir cómo dos vindicadores suyos (desde prismas tan opuestos como el pensamiento tradicional y la militancia comunista) como Alexandr Dugin y Antonio Fernández Ortiz eran de las raras avis que no parecían sentirse a disgusto en Moscú. Porque es curioso cómo, salvo la Pasionaria y pocos más, ninguno de los llamados rojos parecía dispuesto a asentarse en la URSS que tanto alababan (o alabaron en algún momento). Mucho mejor París, Nueva York o Hollywood (México, destino de exilio forzoso para no poca gente “de izquierda” en los años 30 y 40, fue más promovido por el cardenismo anfitrión que como primera opción de los desplazados: muy gráfico en ese sentido el paso de Buñuel de Hollywood al país de más abajo por imperativo de necesidad). Un icono sagrado de la izquierda como Bertolt Brecht, se me dirá, acabó sus días en la RDA, en el Berlín tutelado por Moscú: en efecto, pero no por gusto, sino por la Guerra Fría, que primero lo echó de Hollywood y después le impidió instalarse en un país limítrofe de su patria natal, o sea, Dinamarca, situado en el lado del llamado “Mundo Libre”. La progresía occidental, frankfurtiana, troska, sartriana, lacaniana, althusseriana, etc, etc, parece sentirse siempre a disgusto en el epicentro de lo soviético, le aburre. Nada más aburrido que la gestión: la revolución sólo puede ser disfrutada como espectáculo, cuanto más disfuncional y fallido, mejor. Así, se sienten atraídos por debacles como la Revolución Cultural o el Gran Salto Adelante, pero no hallamos ese fervor ante las reformas de Deng o ha de esperarse decenios a que Xi Jing Ping evoque al primer detonante de esas reformas, el Liu Shao Qui muerto malamente en plena RC, o a que al lúcido Chou En Lai (el Carrero chino, la perenne conexión del delirante Gran Timonel con la realidad, conexión a veces desoída, como en los últimos 50 o en la pleamar histérica de una década más tarde) lo valoren más Nixon y Kissinger que los sesentayochistas y telquelianos que en su momento levitaban con la China de Mao. El Che Guevara sigue siendo icono giróvago (aludo a una atinadísima imagen del cantautor Moris) para masas acríticas (más o menos como el IMAGINE de Lennon, himno comodín de la buena conciencia del bienestar más fariseo), no obstante su desastrosa trayectoria como guerrillero (si lo comparamos, en cuanto a incidencia real en sus entornos de actuación, con los charlies vietnamitas, los Montoneros, la ETA, el senderismo peruano, el polpotismo o incluso los aguijonazos siempre certeros del chacal Carlos), y mito sempiterno para progres que, al tiempo, ignoran a voluntad cómo la saga castrista ha gestionado Cuba con la suficiente habilidad como para que, desde finales de los 50, capeando crisis de misiles, perestroikas, cambio de prótesis esponsorizadoras (de los rusos a los chinos para reencontrarse con Moscú a partir del Putin Amo), se haya convertido con la China continental y Corea del Norte en el régimen “de autoridad” más longevo (y, a nivel de calidad de vida, algo más estable que el modelo Juché, no obstante su mucho más incómoda situación geopolítica). Fidel Castro sólo es válido para la progresía como histrión locuaz, no como gestor: cuando su hermano Raúl toma las riendas, la atención progre pasa a Hugo Chávez, mucho más ameno y casi más locuaz que el comandante de Sierra Maestra, ahora viejito y hospitalizado, más patético que emanador de carisma. Sólo a través del incombustible fervor procastrista de mi amigo Carlos Tena pude informarme vía su difunto blog de las vicisitudes de gestión en la isla caribeña más allá de los mojitos de Hemingway, los coches viejunos y las trovas viejas y nuevas. Lo reconozco: nunca me produjo el régimen de los Castro la emoción que sí me llenó la breve experiencia del socialismo “prusiano” de Velasco Alvarado en Perú o la aún más breve y previa del protosuarismo carioca de Joao Goulart (quien saliendo de los cuadros de la dictadura de Getulio Vargas acabaría derrocado por un golpe propiciado por los USA de Johnson cuando radicalizaba su Transición a una posible coalición con el prochino Partido Comunista Brasileño, justo cuando la matriz pekinesa se moderaba -año 64- bajo los auspicios de Liu y Deng) o el intento de Arbenz en Guatemala en el que un Ernesto Guevara casi imberbe se fogueaba en sus primeras praxis revolucionarias, pero sin sentir la empatía de Tena sí valoro más esa experiencia comparada con el exilio dorado de Miami, generador de ¿valores? mucho más dudosos, más asentados en el medro delincuencial que en un desarrollo capitalista estructurado como cosmovisión. Al final, todo lo frívolo (me viene a la memoria aquella frase de Felipe González sobre que prefería morir apuñalado en Nueva York que de aburrimiento en Moscú y que hoy -esa maldición de los deseos que se cumplen- parece encarnarse en EXXXpaNYa como país más letalmente divertido de la galaxia), todo lo disolvente (la prioridad “lúdica”, ese vitellonismo gamberro con ínfulas trascendentes que Drieu, en referencia a los surrealistas que tan a fondo trató, describe en su novela GILLES), todo lo hooliganesco (nadie como Foucault ha definido más palmariamente esa pulsión snuff cuando declaró que lo más atractivo para él de la Revolución Francesa eran las multitudes desgreñadas blandiendo cabezas en picas) e irreal (esa aversión a la realpolitik que, con la excusa de la utopía, en su momento les acercaba a Hollywood como suprema meta de la revolución y hoy se “transhumaniza” en el ciberespacio y en la realidad degradada a reality o videojuego) de la progresía occidental se radiografía en estos últimos años con los coletazos terminales de la corrección política, la “indignación”, el zetapodemismo, lo que yo llamo LA TONTERIDA, cuando la picaresca y la sociopatía, más cercanas a la familia Manson o a la secta de Jim Jones (o, si nos ponemos imperiales, a Calígula, Nerón o Heliogábalo, antimateria de los “aburridos” y mucho más funcionales Octavio o Marco Aurelio), colapsan todo cuanto tocan a tal nivel de ineptitud que el tirano africano más feroz, a su lado, por imperativo elemental de supervivencia, adquiere la sutileza política de un Carl Schmitt.



LA CATALSIS PLOMETIDA:

Hago balance de mi seguimiento de China. A mediados de los 80, como preámbulo a mi fervor perestroiko, me fijé por un tiempo en las reformas iniciadas por Deng, al extremo de regalarme por un par de años una suscripción a dos publicaciones de la embajada, CHINA TODAY y CHINA RECONSTRUYE (las ilustraciones de pajaritos que ornan la hoja interior del disco de POP DECO proceden de ahí). Ese interés se fue concentrando en la segunda mitad de los 80 hacia Gorbie y sus peripecias y no volví a pensar en China hasta los incidentes (esa palabra tan extremooriental) de Tian An Men en el 89 y la catarsis que supuso para mí escuchar a Carlos Tena defender por la radio la actuación del gobierno, catarsis que en buena medida contribuyó a despertar de mi espejismo perestroiko y en los comienzos de la siguiente década a concentrarme en los dos grandes focos de oposición germinal al yeltsinato, el sincretismo nb de Dugin (futuro asesor cosmovisional del Putin Amo) y el comunismo nacional del PCFR de Ziuganov, especialmente cohesionados tras el bombardeo de la Duma decretado por Yeltsin en otoño del 93. Por entonces, mi atención estaba mayormente concentrada en Rusia, aunque hubo dos temas vinculados a China que me marcarían en los 90, cierta serie australiana remake del film LA HORA FINAL donde se presentaba un escenario postnuclear tras una guerra total entre USA y China, y mis regodeos nihilistas en los aspectos más disfuncionales del maoísmo (parejos a mi devoción de entonces por el elemento más nihilista del mundo “azul”, Ramiro Ledesma -el “suicida de armario” que abandonó la filosofía por el activismo político más por deseo de autoinmolación que por voluntad de poder, con algo de T.E. Lawrence y algo de Mishima, pero en fallido, y cuyas intenciones autodestructivas quedan ya claras en su novela EL SELLO DE LA MUERTE- y a mi sarampión abertzale). Acabando la década, alguien del mundillo “nacional” (no recuerdo quién pero creo que debía de ser afín a ese tránsito de “nacionales” hacia el PP so capa ND metapolítica que propició el clan universitario villapalista) me dijo algo (“la singladura de la China que supera las convulsiones de la Banda de los Cuatro y también, con Tian An Men, el peligro contrario de liquidacionismo perestroiko me hace pensar en una versión king/size de una España en la que Carrero no hubiese muerto, no hubiese habido las convulsiones bunkerianas tardofranquistas, y se hubiese pasado de la dictadura a un sincretismo reformista, si se quiere, una democracia tutelada por el Movimiento desde presupuestos más tecnocráticos que nostálgicos”) que me marcaría bastante para retomar mi interés por la China surgida de las reformas de Deng. Y es a partir de la segunda década del presente siglo/milenio, cuando tengo cada vez más claro que China será el nuevo referente planetario, como empiezo a priorizar la gestión sobre la ideología, a ser profundamente crítico con “lo azul” y a interesarme por el desarrollismo franquista (incluidos los Servicios de Inteligencia propiciados por Carrero o el monopolio opusino de la investigación científica) y por toda una serie de nombres, bien muertos o defenestrados (Díez Alegría, Herrero Tejedor, López Bravo), que podrían haber hecho mejor compañía a Suárez (a quien sigo viendo, pero en una realidad paralela más fiel a sus orígenes, como portavoz de la Transición -de OTRA Transición-) que el maquiavélico Torcuato “al servicio de los borboneos juancarlistas” (borboneos que, a la larga, sobre todo en el terreno de la administración territorial y de la pérdida de valores socioculturales, acabarían resultando profundamente tóxicos). Hoy China, con su aura de alien veterotestamentario que incidirá justicieramente sobre la Sodoma occidental, me reconforta como providencia: la catalsis plometida. Una anécdota tan expresiva como que Orban, el regeneracionista húngaro, abra las puertas a una universidad vinculada a Pekin como sustituta de otra vinculada a Soros ejemplifica que, más allá de lo estrictamente comercial, el peso chino y su interactuación con los enemigos de la tonterida entra cada vez más en lo metapolítico. Por fortuna.



RASGOS DE LA DECADENCIA:

Lo irrelevante se encabalga sobre la chepa de lo relevante, que se inclina bajo el peso del chantaje moral. La meritocracia se considera un crimen y las escaleras se retiran convirtiéndose en toboganes. Stajanov, vestido de Cantinflas (o del Curro del anuncio seducido por el Caribe), reclama su derecho a la pereza. La anécdota se pretende categoría y el corto plazo anula toda perspectiva. Reflexionar se vuelve sospechoso y la cultura da paso al periodismo y a los gabinetes de mercadotecnia. La práctica olímpica del refrendo (con la que los dioses ejercen su perfil más tribunicio) cae derrotada por los juegos de apuestas (que riman con encuestas). La realidad se diluye en la viscosidad del reality y la gente se deja conducir sonriendo (con batracia sonrisa de quien morirá en el jacuzzi a fuego lento) por payasos de Hamelín a las cámaras terminales adornadas como parques temáticos. El capricho se hace ley y el deber sólo se admite como cáscara retórica cuanto más sobreactuada mejor (porque tácitamente todos saben que hay tongo). Los presuntos disconformes o se mueven cauta y casuísticamente por aquello del perfil bajo o histrionizan autosaboteadoras meteduras de pata jugando a venirse arriba (aquella ironía que solía usarse en el mundillo "nacional" de FULANO SERA LA TUMBA DEL FASCISMO ante un entusiasta especialmente inepto). Se pierde completamente la capacidad de empresa y concepción para volcarse en las mil y una formas de esterilidad y contracepción. La autofagia se vende como dieta planctónica y sostenible que contribuye líquidamente al empoderamiento y la resiliencia. Por fortuna, la decadencia tiene un fallo: que se consuma en el acabóse, y entonces la secuencia se invierte y, una vez más, como tantas otras en la espiral memoria del planeta, VUELVE A REIR LA PRIMAVERA...



FINAL PROVERBIAL A LO JUAN DE MAIRENA:
La solera de la Conciencia estriba en la Paciencia: ¿cómo si no podría concebirse la
Inteligencia?



SEGUNDO FINAL EN PLAN RECETARIO PEROGRULLESCO:

No quieras en otros suelos lo que no quieres en el propio: esto sólo será posible cuando no haya suelos OTROS. Si España fuese vista por China y Rusia como ALIADO/PROTECTORADO y su suelo no como enemigo sino como parte a defender, cambiarían mucho las tornas. España, a diferencia de Vietnam, es hoy demasiado débil para jugar con el amigo usaco desde la soberanía, sin condicionamientos ni dependencias. Un acercamiento “a la húngara” a Pekín y Moscú le vendría de perlas.

Aplicación del 155 a escala global. Indignarse contra el prusés mientras se alienta el maidan, o las revoluciones de colorinchis, o las "primaveras", o se critica la intervención de Pekin en el Tibet o en Hongkong, o las posturas de Moscú en el Cáucaso. sólo supone autosabotaje y alas a lo centrífugo. Ulular jeremiadas por el navarrismo en declive frente al expansionismo vasquista mientras se ignora, desprecia o critica al separatismo centrípeto del Donbass o el ritornello hacia Moscú de antiguos satélites soviéticos (pienso en Serbia o en Hungría) es disfuncional e incoherente.

La única guerra planetaria justa hoy debería ser la de las potencias con voluntad de regeneración y desarrollo frente a la subversión, la disolución y la autofagia: cuando Nixon y Kissinger se lanzan al rescate de una China profundamente desgarrada por la Revolución Cultural, ven en ella el espejo de la fractura que en aquellos años sufrían los propios Estados Unidos (este precedente, sólo repetido en la sintonía inicial de la Casa Blanca y el Kremlin con la llegada de Trump, será objeto excepcional de encono por parte de las fuerzas de la subversión: es interesante cómo los presidentes más odiados por el establishment USA sean Nixon y Trump, en tanto que Reagan, profundamente agresivo contra la URSS y, en su pinza con Thatcher y Wojtyla, factor determinante de la caída de la potencia soviética, atrajese hacia la conversión “postmoderna” a los mismos que en la transición 60/70 se posicionaban en la llamada Nueva Izquierda o en estos últimos años se enrocan en la llamada “corrección política”, dictadura de género, ofendiditos, etc, lo cual tiene sentido porque toda la secuencia reaganiana, neoTROSkonservadora, en su cortoplacismo privatizador, deslocalizador, atomizador, ludopáticamente UTOPICO, es intrínsecamente subversiva y no constructiva, en contraste con el socialconservadurismo nixoniano y el paleoconservadurismo trumpiano, ambos profundamente valorados por los currantes “blue collar” y más buscadores de un nuevo consenso que de la deconstrucción de lo comunitario, factor que permitió precisamente su entendimiento con el Este). Si se pretende una conciencia mundial en relación con el cambio climático o con las pandemias, esto debería de traducirse también en el terreno político. Una erradicación completa del SIDA sociopolítico (esto es, de la inmunodeficiencia social) sólo será posible cuando éste no sea útil a ninguna potencia como arma para debilitar al adversario (¿qué otra razón podría tener, por ejemplo, Irán en hacer tratos con Pablillos, cuyos "valores" en suelo iraní lo llevarían al paredón o a acabar colgado de una grúa, sino considerarlo como un ántrax con patas, útil exclusivamente como arma ofensiva?) porque todas se hayan unido contra el enemigo común (una de las principales razones por las que los okupas de Moncloa no están en la cárcel o en el psiquiátrico es por las disensiones entre la UE y Trump, esto es, las fracturas en el seno de Occidente, a lo que sumar los choques con otros países con los que debería haber un acuerdo de fondo más allá de los conflictos formales, ahí Rusia, China, Irán, Israel...). La imagen del morreo grafitero entre Putin y Trump que tanto epifanicé en su momento se habría consumado si el juego hubiese sido "a tres" con el concurso chino: en ese momento, la voluntad de razón, autoridad y funcionalidad habría aplastado sin problemas al enemigo decadente y disolvente (la ciénaga usaca antiTrump, la burocracia "progresista" de la UE, las fobias derechohumanistas antiMoscú y antiPekín, el zetapodemismo, el kirchnerismo, etc). Algo de esto puede cristalizarse en el dilema sintético CON O CONTRA SOROS que va asentándose como transversalidad planetaria pero aún hay mucho que profundizar en esa dirección...