Xuan Bello, escritor



entrevista por Esther Peñas



La verdad es ese momento de epifanía que nos lleva a otras perplejidades”



La escritura de Xuan Bello (Tineo, Asturias, 1965) mantiene la textura de la corteza, permeable a la lluvia que cría el brote, pero que preserva el misterio de lo exacto –como si lo exacto pudiera rozarse acaso-. Teje palabras desde un hórreo presidido por lamparillas de pupilas, no hay otro modo de describir su escritura. Bellísimas su Incierta historia de la verdad (Rata), una biografía (y no) de retazos.



La verdad, ¿siempre es incierta?

La verdad es algo que se busca muchas veces en vano; tengo claro que la literatura, tanto en prosa como la poesía, es un intento de descubrir la verdad interior de las cosas. Intento, digo, porque siempre que llegamos, que nos aproximamos a la verdad, es como cuando nos enfrentamos a un enigma que tiene por respuesta otro enigma. La verdad en literatura nos lleva seguramente a la paradoja y a la perplejidad. Cuando descubrimos algo, ese algo cambia la esencia de la vida y de nuestra existencia. Como la fugacidad, también la fugacidad de las verdades.



La verdad ¿implica belleza?

Eso es algo muy platónico, creo recordar que Aristóteles no le daba demasiado crédito, pero hablo desde la niebla de mis conocimientos y fuera de la biblioteca. La belleza parece verdad, Fernando Pessoa tenía unos versos que decían “es alta y rubia y nos sorprende que sea”. La verdad es ese momento de revelación, de epifanía, ese momento en que descubrimos algo nuevo, algo que nos lleva a otras perplejidades.



¿Hasta qué punto lo que sucede conviene?

Es una frase muy cubana que llevo conmigo -mi abuela nació en Cuba y tengo muchos amigos cubanos-, y siempre la he tenido como coletilla. A mí me gustaría creer que es verdad, porque cuando nos sucede algo malo podemos decir “bueno, qué triste soy, qué destino el mío, por qué yo…” o podemos aprovechar la oportunidad de eso que nos pasó. Cervantes dejó escrito que siempre que se cierra una puerta se abre una ventana. Lo que sucede incluso te diría que fatalmente conviene.



Qué maravilla encontrarse a Blanchot convocado en la narración…

No es casual, hay cierta literatura francesa a la que presto mucha atención Tournier, Blanchot, Michaux… me gustan, como ves, esas estampan claras que rozan el relato, el ensayo, el diario persona e incluso la crítica literaria de alguna manera porque así concibo la vida, la vida manchada de literatura y la literatura manchada de vida. Es algo que me gusta mucho, lo aprendí en Unamuno, a veces tan certero, cuando decía aquello de que estaba cansado de libros que hablaban de libros y de hombres que hablaban como libros; él pedía libros que hablasen como personas. En esa búsqueda de libros que hablen como personas, la definición de la literatura puede ser el arte de la confidencia.



¿A qué suena la melodía del mundo?

Cuando más la percibo es cuando todo está en silencio; el silencio es algo que estamos perdiendo, algo que hasta mediados del XX era bastante común y enriquecedor para el ser humano, pero que ahora es muy difícil, incluso en el campo, escuchar el silencio y por tanto percibir el latido, la melodía del mundo. Esto que puede parecer muy estupendo en realidad es una protesta contra estos aparatos que venden en las grandes superficies, como desbrozadoras, que meten un ruido enorme y que la gente utiliza los fines de semana, anulando la posibilidad de escuchar nada.



Ese silencio entiendo que tiene que ver con el abajarse de uno, con el aquietamiento…

Exacto, el silencio permite escucharnos, por eso mucha gente pone continuamente la radio, la televisión... por eso mucha gente necesita el ruido, porque no se quiere escuchar a sí misma, algo fatal en esta sociedad, en la que existe una violencia estructural clara, donde la gente a veces prefiere más que la melodía del mundo, su ruido.



Me gusta ese título de capítulo, Timor mortis conturbat me…

Es un verso de la liturgia católica, “el temor a la muerte me perturba”. Ese es el secreto del ser humano, el temor a morir, y eso también se escucha en silencio, pero al tiempo nos deviene el consuelo de que el tiempo pasa y eso es bueno, y de que nuestra fugacidad es buena. Si estuviésemos aquí permanente no sé de qué barbaridades seríamos capaces…



Como cantaba Queen, ¿quién quiere vivir para siempre?

Me es muy grata la alusión a Queen… sí, también ofrecen esa idea el poema del Gilgamesh, la Odisea...



Cuánto de apología de lo inútil tiene la búsqueda vital, e inútil lo utilizo en el mejor de los sentidos posibles, es decir, referido a aquello no utilitario ni productivo en el sentido mercantilista…

Pongamos que partimos de un punto en Nueva York hacia una librería ucraniana que nos dijeron que era muy buena y que seguramente tengan los libros de un poeta que llevamos mucho tiempo: es posible que en esa librería no encontremos lo que busquemos pero todo lo que encontramos desde el punto del que salimos hasta que llegamos a la librería no tiene nada de inútil (o tiene todo, en el sentido que le das tú). Lo importante es lo que se va encontrando, no lo que buscas, y me gusta mucho esa expresión, ‘apología de lo inútil’. Me recuerda al título de Bertrand Russel, Elogio de la ociosidad. Sí, coincido contigo en que la utilidad un término un tanto perverso. Una silla sirve para sentarse, ya está, el señor carpintero sabe hacer sillas; pero un cuento tiene que ser como una silla, el lector ha de leerlo y sentarse en él. Es una utilidad, claro, distinta. Como escribo en asturiano, a veces me preguntan por la utilidad de este idioma, y me comentan que hay lenguas más útiles que otras… pero, la verdad, a mi hablar con mis padres, mis abuelos, mi hija, mis vecinos en asturiano me ha sido de mucha utilidad. Además, no creo en que haya balanzas de utilidad, la verdad.



¿Cuánto de azar y de necesidad tiene la vida?

Somos azar: nacemos con unas circunstancias, en un lugar concreto, con una familia y una condición social determinada, lo que a veces nos separa mucho de otras personas. Después tenemos la necesidad de conseguir cosas, de buscar, de adaptarnos. Sí, somos fundamentalmente azar y necesidad, es lo único que no podemos evitar, ni el azar ni la necesidad de persistir.



¿Cuánto de sagrado tiene la escritura?

Antes de responder te diré que me interesan todas las religiones y ninguna, soy un ateo de estricta observancia católica; dicho esto, es cierto que la posibilidad de lo sagrado está muy relacionada con el arte. Y la idea de un dios insomne siempre está ahí, a veces para rezar, a veces para exigir su asistencia y pedir responsabilidades.



¿Cuál es el último libro que le ha emocionado?

Versos inválidos, de Hernán Valladares, un poemario escrito por alguien que tuvo un accidente de moto en Méjico y se quedó tetrapléjico; hay mucho dolor en ese libro, y una verdad que ciega. Cuesta imaginar algo peor que esta circunstancia y, sin embargo, la literatura, las palabras dichas en solución de armonía, aporta consuelo al que las lee, esto es lo que he encontrado en la literatura en general, mucho consuelo; y, en lo que escribo, una tortura.