EL EXTRAÑO CASO DE WILLIAM
CAMPBELL
Un
enigma estudiado
(valga
la redundancia)
por
Charlie Mysterio
El doble blanco o "White Album" de 1968 fue el disco más complejo que editaron los Beatles en toda su carrera. Parecía que cada uno de los cuatro elegía su propio camino y el tándem Lennon-McCartney-si es que existió alguna vez-emitía débiles señales vitales al borde ya de la disolución. Al mismo tiempo constituía su penúltima obra maestra, pues de todos los álbumes este fue el más variado, el más rico, el más realista y sobre todo el más investigador. La solemnidad de la portada en riguroso blanco ya indicaba que no era tiempo de bromas. Atrás quedaban los uniformes de "Help", el descarado humor del Sargento Pimienta, los delirios de la Magical Mistery Tour, el sentimiento de unión y complicidad entre cuatro compañeros de aventuras que se habían embarcado en la mágica tarea de cambiar los parámetros musicales del siglo XX y obtener el reconocimiento universal. Entre los surcos del doble blanco una extraña canción titulada "The continuing story of Bungalo Bill" compuesta por John Lennon rezaba en su estribillo: "Hey Bungalo Bill, ¿qué fue lo que mataste?"
Bill
es el apelativo de William. William Campbell, originario de Québec, pertenecía al ejército canadiense a finales
de los cincuenta, cuando fue destinado a Belfast (Irlanda). Allí se casó y tuvo
un hijo, William Campbell (1961) que hoy es uno de los más prestigiosos
compositores irlandeses. Volviendo al padre es especialmente significativo
saber que además de militar tenía una gran afición por la música. Había sido el
guitarrista en su país natal de un grupo sin éxito que imitaba el rock instrumental de Shadows y Ventures, los
reyes del género. Ya en Irlanda se unió a
una cover-band formada mayoritariamente por soldados que se dedicaban a
amenizar fiestas con versiones de poca envergadura. Sin embargo todo el mundo
quedaba cautivado por la voz de William.
Como
cantante poseía muchos registros y la capacidad de llegar a notas bastante
agudas sin llegar al falsetto; a pesar de su delgada complexión Bill, como se
le conocía entre sus amigos, tenía buenos pulmones para el canto y una garganta
bien instruida. Su especialidad eran los clásicos del rock más histéricos tipo
Little Richard, pero también mostraba una capacidad asombrosa para cantar
viejas canciones populares irlandesas. En 1963 el parecido entre Bill y una
emergente estrella del pop británico cambiaría el rumbo de su vida...
Los
Beatles de 1966 mantenían el status tras cuatros años de imparable ascenso de
ser el grupo de música popular más importante del planeta. A partir del 65, con
"Rubber Soul", inauguraban la era de los discos maduros: los álbumes.
Ya nada sería igual pues el álbum presentaba un significado, una coherencia
temática con canciones más avanzadas que el clásico single que formaban un todo
temático. El disco adquiría así la importancia de un libro, una película o
cualquier manifestación artística. Cada canción era como un capítulo y ahora el
título de la obra era muy importante. Si bien es cierto que los jazzmen de los
años 30 y 40 como Duke Ellington o Lennie Tristano ya habían desarrollado
plenamente este concepto, fueron los Beatles quienes lo adaptaron al pop, una
música que aún se consideraba de usar y tirar pero que a partir de entonces
sería plenamente respetada.
El
siguiente paso adelante fue "Revolver", editado en el verano del 66,
donde se agudizan los primeros titubeos psicodélicos del disco anterior para
dar paso a un álbum repleto de sonidos introspectivos, hipnóticos, sugerentes,
alucinógenos, espirituales e innovadores introduciendo abiertamente el experimentalismo
en la música popular, descubriendo un nuevo territorio sonoro.
Paul
McCartney en 1966 era ya un músico muy reputado y curtido que había alcanzado
la madurez a todos los niveles. Era el autor de "Yesterday" pero
también era el Beatle investigador y menos convencional, estudioso de John Cage
o Karlheinz Stockhausen, preocupado por el arte de vanguardia, deseoso por
incorporar nuevos elementos a su música. Lennon llevaba unos años de vida
burguesa junto a su primera mujer y Harrison había descubierto la filosofía
hindú y los orientalismos que poco a poco introducía en los discos. Pero era
Paul el tipo de la calle que tomaba nota de todo cuanto sucedía. Como músico
había dado un gran giro en los últimos dos años pasando de ser un simple
bajista a convertirse en un dotado e imaginativo arreglista. En su vida privada
estaba prometido a la bella e inteligente actriz pelirroja Jane Asher y vivían
juntos en Cavendish Avenue, en el señorial barrio londinense de St. John´s
Wood. Todo apuntaba a un inminente matrimonio pues desde que se conocieron se
habían vuelto inseparables. Jane, de ascendencia aristócratica, era hermana de
Peter Asher del dúo británico Peter and Gordon a quienes los Beatles cedieron
más de una canción. Era muy popular en Gran Bretaña como actriz, presentadora y
modelo publicitaria. Durante años había sido la novia secreta de Paul hasta que
la prensa les sorprendió durante unas vacaciones en Islas Vírgenes. Paul
McCartney, un tipo amante de la tranquilidad, el mar (su padre era pescador) y
la vida hogareña había pedido la mano de Jane Asher; era evidente que
constituían una pareja sólida a diferencia de los endebles matrimonios de John
y Ringo, que se habían casado con la pareja inadecuada.
En
el otoño de 1966 ocurre algo inesperado. Un miércoles cuando empezaba a
amanecer Paul sale de su domicilio y se monta en su coche. Cuando va
conduciendo por un Londres cubierto de niebla matinal, le llama la atención una
guapa policía o meter maid que en aquella época se ocupaban de controlar las horas
de aparcamiento en las calles. Paul se distrae mirándola y sin querer se salta
el semáforo de un cruce sin darse cuenta que las luces ya habían cambiado. Un
coche viene a gran velocidad y en medio del cruce los dos autos colisionan. La
policía acude rápidamente al lugar de los hechos y pronto se forma un corro de
gente en espera de la ambulancia. Paul es rescatado de su coche con la cara
desfigurada y heridas por todo el cuerpo. Nadie es capaz de reconocerlo hasta
que horas más tarde en el hospital revisan su documentación. A partir de
entonces comienza el complot.
Paul
McCartney quedó profundamente dañado debido al accidente perdiendo el pelo, sus
rasgos faciales, incluso los dientes y quedando muy afectadas su garganta y
nariz. Las heridas internas de la cabeza pusieron en peligro la vida del
Beatle. Si los daños físicos eran graves, la recuperación estética era
imposible. Ni siquiera se planteó reconstruir su cara mediante cirugía. En
cuanto le dieron el alta médica -todo el asunto se llevó en el más absoluto de
los secretos- Paul fue conducido a su finca de Escocia para recuperase en el
campo. Nunca más saldría de allí. Jane Asher se ocupó de él hasta 1968 y en
esos dos años Paul pudo reactivar sus labores de composición aunque nunca
volvería a pisar un estudio. De las heridas jamás se recuperaría y su carácter
se fue haciendo cada vez más difícil. Los únicos que le visitaron fueron
George, Ringo y especialmente John. Una agotada Jane Asher acabó por desistir
en 1968 y de regreso a Londres se concentró en su carrera cinematográfica; años
más tarde contrajo matrimonio con el ilustrador de las portadas de Pink Floyd.
Volviendo
al otoño del 66 la prensa notó la desaparición misteriosa de McCartney. Nadie
sabía dónde se encontraba y los rumores sobre un accidente se filtraron a los
medios. Se acercaba la Navidad y los Beatles debían grabar el single navideño
de rigor. McCartney estaba fuera de combate y se pensó rápidamente en un
sustituto temporal. No era la primera vez que esto sucedía, pues Ringo Starr en
Junio del 64 tuvo que ser sustituido a causa de una faringitis y su puesto fue
ocupado brevemente por el músico de sesión Jimmy Nicol para cubrir unas fechas
en Holanda. Pero esta vez debía ser todo en secreto.
Entre
los miles de imitadores de Paul McCartney que existían en el mundo se escogió
al canadiense Terry Draper. Su afinidad vocal era ciertamente asombrosa. El 25
de Noviembre Terry grabó la canción "Everywhere it´s Christmas" en
los estudios de Abbey Road. No hay que olvidar que tanto los Beatles como toda
su pequeña corte de colaboradores creían en la recuperación de Paul, así que
esto fue visto como un engaño menor pero necesario.
Existen
miles de interesantes pruebas desde 1966 –año en que comenzaron las primeras
investigaciones- que demuestran cómo Paul McCartney fue sustituido por otro
cantante, con el fin de prolongar la existencia de los Fab Four (cosa que se
consiguió hasta el 69, año en que las discrepancias internas se agravaron hasta
el límite provocando el inicio de cuatro irregulares carreras en solitario). Es
cierto que algunas pruebas poseen el rigor científico suficiente para
transformar en dubitativo al fan más ortodoxo o al consumidor medio de música
que no da ninguna importancia a la mitología del rock.
En
Internet es relativamente sencillo dar con numerosas websites dedicadas al
asunto que exponen una gran cantidad de documentación, tanto de la época como
los últimos descubrimientos (pensad que hay miles de freaks en el mundo
obsesionados con el tema). Encontraréis toda clase de fotografías de Paul y
William para poder apreciar claramente las diferencias físicas que con el
tiempo se han ido salvando. La principal –e imposible de ocultar mediante
cirugía- radica en la altura, pues el auténtico McCartney medía lo mismo que
Lennon; Campbell es un poco más alto, detalle que fue ocultado y debidamente
manipulado durante años.
Otras
son el color de ojos, el perímetro craneal, la forma de la cara y las manos...
La famosa cara de pan de Paul desaparece con William, quien posee facciones más
acentuadas. Si os fijáis en el álbum blanco veréis una foto de Sir William
luciendo una cicatriz en la barbilla, como consecuencia de una de las múltiples
operaciones a las que este personaje se ha sometido. Tantas son las intervenciones
que el supuesto Mac de 2004 tiene un auténtico rostro de vieja, de señora,
exento de cualquier masculinidad.
Otra
prueba irrefutable es la voz y es en este campo donde más experimentos se han
realizado. Pruebas de espectógrafo, análisis fonéticos realizados en
laboratorio han demostrado que Los Beatles tuvieron tres McCartneys como
cantante. ¿Tres? Se supone que mientras el auténtico Paul se recuperaba de sus
gravísimas heridas en el hospital, se buscó un impersonator vocal rápidamente
para poder editar, como ya dijimos, el disco anual navideño que el grupo
regalaba a su club de fans. En ese caso se echó mano de un imitador de
McCartney que posteriormente en los 70 triunfaría con su bizarro grupo Klaatu
(incluso en plan broma macabra se difundió promocionalmente que eran los
Beatles que volvían bajo seudónimo, ya que el grupo era poco dado a las fotos y
se rodeaban de un provechoso halo de misterio), que alcanzaron el millón de
ventas, e incluso fueron versioneados por los majestuosos Carpenters (aquel
último éxito del dúo de tema ufológico «Llamando a los tripulantes de la nave
interplanetaria»). ¿Tal vez McCartney desde los cielos veló por ellos?
Lo
que sí es completamente cierto es que el viejo Paul poseía una voz
extraordinaria, muy rica en registros y famosa por poseer unos bajos de gran
intensidad. Con el tiempo se volvió más chillona, aguda y nasal; no hay que ser
un experto para saber que el poso del tiempo vuelve las gargantas más dulces y
versátiles, nunca más planas, limitadas sólo a los registros altos. Resulta
curioso que en sus conciertos actuales el zorro las canta todas mucho más altas
del tono original.
Pruebas
gráficas las hay a patadas, como mensajes subliminales escondidos tras los
surcos que aprovecharon los otros tres miembros para revelar la verdad al
mundo. Lamentablemnte, sólo el genial Ringo posee aún los secretos del
misterio. Mi prueba favorita –la más evidente, creo- es la portada de «ABBEY
ROAD». El hombre descalzo que cruza intencionadamente la calle con las piernas
en posición contraria al resto de sus compañeros. En la religión hindú quiere
decir que está muerto, claramente. Simboliza el paso al más allá. Todo ello
queda reforzado con la matrícula que salta a la vista en la carpeta –numeración
IF28-. Si («if») McCartney estuviera vivo tendría esa edad (28) en el momento
de edición del disco de despedida.
Es
en la carrera posterior del fake Campbell cuando se muestran las auténticas
diferencias entre estos dos fascinantes personajes. Sí está claro que William
tiró en un primer momento de las composiciones aún inéditas de Macca y del
material de los otros tres (¿alguien se ha parado a pensar que «Helter Skelter»
es puro Lennon?), luego tuvo que ingeniárselas para seguir viviendo del cuento
hasta el momento presente. Es indudable que tanto en Wings como por su cuenta y
riesgo ha grabado verdaderas maravillas (también mucha basura, todo hay que
decirlo). Pero yo pregunto ¿cómo un músico no va a salir curtido e inspirado
tras haber pasado por el mejor conjunto del planeta?
Algo
debió aprender en tan magnífica academia. Resulta curioso que lo único que no
logró Campbell, pues hay que quitarse el sombrero ante un trabajo de primera,
fue mantener a su lado a la auténtica mujer de Paul. Como bien es sabido, Mc se
enamoró perdidamente de la adolescente Jane Asher (actriz juvenil y
presentadora británica) y estaban prometidos en el momento del accidente.
Incluso Paul (como ya señalamos más arriba) llegó a producir y componer para su
hermano Peter Asher, del famoso dúo Peter & Gordon, iniciándole en una
fulminante carrera que le ha llevado a ser presidente en una multinacional
discográfica. Pero William fue incapaz de mantener los lazos familiares y se
dedicó a la lennoniana actividad de seducir a todas las damas que se le
pusieron en su camino. No era el asceta Paul, prometido a su damisela y
absoluto creyente en la monogamia vitalicia.
De hecho, poco tiempo le ha llevado a Mr Campbell superar la muerte de Linda Eastman para volverse a casar con una joven modelo británica. Otro chacarrillo es que el verdadero cantante no se habría mezclado jamás con Linda, pues a pesar de su apellido –heredera del famoso y rico bufete/lobby Eastman & Eastman- pertenecía a la tan temida raza de las groupies. Y el fallecido Paul Mc Cartney fue un personaje bastante conservador, trovador romántico de algunas de las más bellas canciones del siglo XX. Nada tenía de punk (Lennon), de golfo (Ringo) o de místico (Harrison). Sólo fue el hijo de un pescador que hoy, retirado en su mansión del mundanal ruido, contemplaría serenamente su pasado con la distinción de todo un caballero británico.