DEL LEGAMO PRIMORDIAL
(AÑOS 50 / PRIMEROS 60)
Carmen Santonja y Gloria Van Aerssen se conocen a los quince años en el campo de deportes de la Ciudad Universitaria. Carmen estudia Conservatorio y Gloria, Bellas Artes. Amén de los estudios, en esos primeros tiempos realizan diversas actividades, todas entre bohemias y pintorescas (Carmen, teatro con el TEU -Teatro Español Universitario, del que surgirían buena parte de los actores y actrices que han dado mayor solidez a nuestro cine y dramáticos de tv, como Agustín González, Chus Lampreave o Amparo Baró- y pinitos en cine, amén de tocar el piano en una academia de baile; Gloria, ballet -no en vano es hermana del gran bailarín Alberto Lorca-, escritos humorísticos -en la revista tangerina «Don José», que dirigía Mingote en los 50-, diseños de moda...). Pero lo que une especialmente a las dos amigas es su común afición por la Música (cuenta Gloria: «...mi hobby ha sido siempre la Música, lo que pasa es que sólo como melómana... total, porque era una especie de fiera: me acuerdo, a poco de conocer a Mari Carmen, que éramos capaces de cantarnos “Tannhauser” entero, con todos los fondos...»).
Su relación
se distancia un poco en la transición 50/60, al casarse Gloria (con el pintor
Ignacio Cárdenas) y ponerse a parir niños como una descosida, en tanto que
Carmen se va a París con una beca de Pintura, para continuar, a su vuelta, con
el gusanillo plástico (impulso previsible en una biznieta del pintor Rosales,
hija y nieta de pintores) y colaborando como actriz en los primeros programas
para tv de su cuñado Jaime de Armiñán y en espacios infantiles (de los
primeros, hechos en directo en Paseo de la Habana), así como en dos films
míticos del cine español de los primeros 60, «El cochecito» (de Marco Ferreri)
y «La niña de luto» (de Manuel Summers).
Es, tras la racha de maternidades de Gloria y con una cierta estabilidad laboral de Carmen, que se recupera la relación con un ingrediente novedoso: el descubrimiento por la primera del pop/rock (Fats Domino, Bill Haley, Rolling Stones, Beatles... -tras una infancia mamando cante jondo, música clásica y clásicos orquestales USA como Benny Goodman o Glenn Miller, influencias éstas que, en sugerente background, se mantendrían en el futuro sincretismo vainiqueño-), descubrimiento que hace partícipe a Carmen. Según ésta, su rechazo de la música pop hasta el descubrimiento de lo que le mostró Gloria, era un rechazo a la mediocridad («Mis cabreos, en general, serán siempre los mismos. Siempre me cabreará un tipo de Música, de Pintura, de gente... mediocre. Musicalmente, siempre he EXECRADO: por eso oía tan poca música, porque abrir la radio y tenerla que cerrar inmediatamente era... era lo corriente» -declaraciones incomprensibles y del todo anacrónicas en unos años como los presentes cuando, hasta para algun@s autocalificad@s fans de las Vainicas, la máxima opción existencial parece ser pronunciarse entre Tamara o Loli Alvarez-).
FABULAS (1968)
Acordes con lo arriba señalado por Carmen, deciden a mediados de los 60 entrar en el mundo de la música pop como creadoras (según Gloria, «allá por el 66, viendo el Festival de Benidorm, me escandalicé tanto de lo malo que era aquello, que llamé a Mari Carmen y le dije que porqué no lanzarnos a hacer canciones nosotras. A mí, tras ver aquel espanto, me parecía de lo más fácil...»). Sus primeros pinitos consisten en sintonías para la serie televisiva de Jaime de Armiñán «Fábulas» (primera tanda de episodios, 1968). Tenemos los recuerdos de las Vainicas («Jaime nos llamó, lo primero de todo, para hacer la cabecera de "Tiempo y Hora" [1966], una versión de un tema de jazz, donde yo tocaba el xilofón sin haberlo tocado antes en mi vida... Inmediatamente, en la siguiente serie, que fue "Fábulas", nos encargó una cabecera a nuestro aire y una canción para cada programa. Los primeros cinco capítulos los hicimos solas completamente, echando mano ocasionalmente de Ramiro Tapia, un pintor amigo nuestro, así como de la hermana de Carmen [Elena Santonja, mujer de Armiñán]. Después se incorporaron un chico hijo de guardia civil, que tenía la guitarra más moderna de España, con toda clase de sonidos, de órgano, de no sé qué, y otro guitarrista, Angel, que había tocado con Massiel... Ah, y Santi Villaseñor, también guitarra, que es hermano de Mari Carmen la ventrílocua. Las "Fábulas" fueron un gran aprendizaje, puesto que no nos obligaban a hacer "música ligera", sino que podíamos jugar con cantidad de posibilidades, experimentar con el piano, tocar los estilos más diversos...») así como del propio Armiñán («"Fábulas" tiene para mí un doble, también, y entrañable recuerdo: la venida al mundo de ese dúo tan rarísimo en nuestra geografía musical, y mi colaboración, que entonces se inició con Fernando Fernán Gómez. Es curioso lo inconscientes que eran entonces en Televisión Española porque aceptaron la participación de Vainica Doble, dos chicas desconocidas que jamás habían intentado nada igual, sin un solo pestañeo. Yo creo que, en el fondo, les daba lo mismo que pusiéramos una música u otra. Y -milagrosamente- todos acertamos, empezando por ellas; tanto es así que la cabecera de "Fábulas", cuando Gloria y Mari Carmen cantaban las andanzas de la tortuga, del señor cuervo o de la señora raposa, se convirtió en uno de los pilares de la serie, y yo sé de más de uno -aunque nunca lo haya dicho- que cerraba el televisor tras escuchar la correspondiente fábula cantada»).
NUEVOS HORIZONTES
(1968/69)
Tras su exitoso debut musical a través de la tv, en el carismático 68 se inicia su paso a la industria del disco. Van a la productora musical Areta, para intentar encajar sus primeras creaciones en la voz de algún artista, sin la menor intención de lanzarse ellas mismas como intérpretes (aunque ya toda España se había quedado con sus voces gracias a la serie de Armiñán). Se produce entonces un hecho paradójico («El arreglista Pepe Nieto oyó uno de los temas, "Las cuatro estaciones" y dijo algo muy bonito "No he oído nunca afinar tan bien en este país"... Se privó con nosotras, nos propuso lanzarnos como intérpretes, le dijimos que sólo nos interesaba ofrecernos como compositoras y, entonces, nos presentó a un grupo que estaba preparando, Nuevos Horizontes... Les pasamos dos canciones, la ya mencionada y "El afinador de cítaras", y sacaron el primer disco... Se oyó bastante»).
Es
interesante, como muestra de la tupida malla de referencias culturales que
empapan las canciones de las Vainicas, el proceso de elaboración de su primer
éxito discográfico, «El afinador de cítaras»: «Santi Villaseñor estaba haciendo
un bajo, en una carbonera de Aravaca, que era donde ensayábamos, y yo [es
Gloria la que habla], dándole vueltas con el "pichinglis", tenía
medio sacada la melodía, cuando, de pronto, apareció Elena, la hermana de Mari
Carmen, y, parafraseando un poema sinfónico de Hindemith, nos saludó diciendo
"¿Sois acaso el afinador de cítaras?" y de ahí salió»; a lo que añade
Carmen «El poema decía "¿Sois acaso el retorcedor de cisnes?"... Me
estoy acordando de una anécdota con respecto a la letra (la mía, no la de
Hindemith), que resulta que el actor que menciono sale de una cosa que me contó
Luis Gª Berlanga: por lo visto, había recibido cartas de un señor que se
ofrecía como actor diciendo que podía hacer de espía, de capitán, de no sé
qué...Unas cartas alucinantes. Así se me ocurrió esa parte».
Con Nuevos
Horizontes colaboran en dos discos más, haciendo esta vez sólo las caras a («Mi
mosca favorita» y «Mi churumbel», respectivamente: esta última, en concreto,
fue una de sus primeras ideas musicales, previa a la colaboración con Armiñán,
y se había planteado, según la pauta dada por los Rolling Stones con «Paint it
black», como un arreglo oriental con sitar, adaptando la fiebre por lo hindú al
entorno andalusí que Gloria había mamado por parte materna y trasmutando la
solemnidad tirando a tediosa de gentes como George Harrison en luminosa chispa
sureña -no mucho después Los Pasos, en una pauta similar, alumbrarían uno de
los mejores temas del pop español de finales de los 60, «Habibi»-; cuando lo interpretaron
Nuevos Horizontes, la radicalidad de los arreglos originales se perdió por una
opción más convencional, para recuperarse más adelante -año 76- por las
Vainicas y Gualberto al sitar, en su versión del tema popular andaluz «Eso no
lo manda nadie» -incluido en el lp «ContraCorriente»-).
Ese año, amén de sus trabajos para Nuevos Horizontes, supone una nueva colaboración con Armiñán en la primera película de éste, «Carola de día, Carola de noche» (donde, aparte, de la música, el espíritu de las Vainicas se colará oblicuo por la localización de escenario, al rodarse buena parte en el conjunto de hotelitos donde Carmen tenía su estudio).
1,2,3, AL ESCONDITE
INGLES (1969)
Su siguiente tarea, antes de dar el salto al primer disco como Vainica Doble, consiste en su participación en el debut cinematográfico de Iván Zulueta, «1, 2, 3, al escondite inglés». Dejemos que lo cuenten Gloria («...debo decir que el conocimiento de Iván me fascinó. Nos lo había presentado José Luis Borau, productor de la película, que estaba dándole la tabarra con que tenía que escuchar nuestras cosas para la banda sonora... Estaba escribiendo, mientras oía una cinta, cuando, de pronto, me miró fijamente, se levantó, tiró la mesa, todo, se me abalanzó, empezó a darme besos, alucinado con lo que acababa de oír...») y Carmen («Aquella cinta contenía, justos, los tres temas que irían en la película. El primer tema, un número hawaiano [años después recuperado en el lp «Heliotropo» con el título «A la sombra de un banano»], lo montamos cantando Ramiro Tapia y yo... El segundo, una especie de java francesa, lo cantaban Gloria y Jaime Chávarri, ayudante de dirección además, y lo escenificaban José María Iñigo y Mercedes Juste... El tercero, un número americano a lo Gene Kelly, también lo cantaban Gloria y Jaime y lo escenificaban Antonio Drove y Judy Stephen»).
NACEN LAS VAINICA
DOBLE (1970)
Pero
pasemos al nacimiento del primer disco de Vainica Doble. Gloria tiene la
palabra: «Lo primero es nuestro contacto con Mercedes Juste. A Mercedes la
habíamos conocido en el rodaje de “1, 2, 3...” y nos había pedido que le
arreglásemos unas canciones, porque ella, aparte de salir en cortos rarísimos y
en las primeras cosas de Chávarri, era cantautora, musicalmente en una línea
francesa, clásica, pero con unos textos de lo más extraño... Vamos, nos
fascinó. Ella era además en aquel momento una especie de musa de los progres...
Con ella, con Jaime y con Iván conocimos a nuevos músicos, como Rafa Gálvez,
que luego trabajaría mucho con nosotras, o el pato Lucas, un Luca de Tena muy
progre, muy sombrío, siempre de negro... Con las canciones de Mercedes fuimos a
ver hasta a Tony Ronald, buscando gente para montarlas en plan rockero. La cosa
no salió, pero justo en ese momento, el arreglista Pepe Nieto nos ofrece, tras
la experiencia de Nuevos Horizontes, el grabar nosotras un disco». Y continúa
Carmen: «Entonces aparece La Monja Musical. Nos lo trajo Rafa, ya puestos a
grabar, porque el pato Lucas estaba muy loco y no se podía contar con él. Le
llamaban La Monja Musical porque llevaba el pelo corto, tenía novia formal e
iba mucho a Misa, pero, tocando la guitarra, era una cosa... Bueno, todos los
punteos de la cara a, "La bruja", son suyos. Y es que, desde que
conocimos a Iván, nos habíamos convertido en unas progres de lo más progre:
descubríamos a Zappa, a la Incredible String Band... Todo esto después dejaría
su poso».
Y, en
cuanto al nombre Vainica Doble: «Cuando nos decidimos a grabar el single éste,
nos íbamos todas las tardes a casa de Iván a pensar qué nombre nos íbamos a
poner: que si Las Alegres Comadres de Aravaca, que si Pastel de Fresa, Pastel
de Manzana, Helado de... Hasta que llegamos a las labores... Y, zas, sale
Vainica Doble, que nos pareció idóneo... A Juan Carlos Eguillor, que dibujaba
entonces en "Mundo Joven", le debió de hacer mucha gracia el nombre
porque, sin conocernos de nada, nos metía constantemente en sus historietas...
Y lo más curioso es que nos dibujaba exactas a como éramos... Y no nos había
visto jamás... Llegó a hacer un primer plano de Gloria y era Gloria: una cosa
de lo más... Y, ya, en uno de los cómics, sacó una viñeta aparte, que decía:
"Vainica Doble, ¿dónde estáis?". Entonces, le hicimos un collage
precioso, que lo tiene él enmarcado, con revistas antiguas y con muchísimas
fotos de los Rolling chiquititas y con fumetti y esas cosas. Tras recibirlo,
nos buscó por todas partes, se enteró de que estábamos grabando el single y se
presentró en el estudio. Y ya nos invitó a sus fiestas. Porque tenía mucho
dinero y se pasaba la vida dando fiestas. Y, por conducto suyo, conocimos
también a mucha gente, porque, te repito, que nosotras todavía no teníamos
ningún ambiente. Gente, casi todos periodistas, Manuel Leguineche, Mercedes
Arancibia... Y nos hizo un encarte para el single, con la letra de "La
bruja"».
De la cara
b, «Un metro cuadrado», Carmen y Gloria nos hablan con especial fervor: «Un
tema muy gregoriano... La letra es muy anterior a "La bruja". La hice
sin música... Por ser de las primeras, quizá es donde he salido más yo como
soy... Pero, al tiempo, es la única que hemos entendido las dos a la vez...»
(Carmen). «Bueno, fue una letra que me dio tal impacto cuando la leí que nos
paralizamos al hacer la música. Fue terrible... Estuvimos meses... Y no
podíamos hacer la música. La letra la encontrábamos demasiado bonita y
deshechábamos y deshechábamos...».
En contra de sus expectativas, el single fue bastante vapuleado, tanto desde la derecha («ABC») como desde la progresía («En la Radio, los progres acusaron a "Un metro cuadrado”,
MAS FABULAS PERO ESTA
VEZ CON TICKETS (1970)
La segunda tanda de entregas de la serie «Fábulas» llevará a las Vainicas a montar sus sintonías con un acompañamiento más sofisticado: el grupo Tickets (futuros Asfalto), influenciado por Led Zeppelin y Chicago. La colaboración se extiende más allá de la tv, al interpretar los Tickets en su único disco un tema de Carmen y Gloria, «El rigor de las desdichas» («También tuvo muy malas críticas. Decía "Está empezando a llover, tengo un roto en el zapato, asoma mi dedo gordo como un gusano morado..." Y, a partir de ahí, las críticas se cebaban con el gusano morado. En las últimas actuaciones [estas declaraciones se hicieron sobre el 82] la hemos hecho en público y ha tenido bastante éxito. La letra es muy mía, sobre esos días que todo te sale mal: se te estropea el coche, se te ha roto una biela, tienes que coger el tranvía pero no tienes dinero, llegas a casa y has perdido las llaves, por fin, entras, pero no hay cerillas ni luz ni... Toda una serie de espantos... »).
PRIMER ALBUM (1971)
Por
entonces deciden cortar con la casa Columbia, donde habían grabado tanto su
primer single como los de Nuevos Horizontes y el de Tickets. Fue una salida
traumática, según atestigua Gloria: «Había un tipo horrible, Garea, el
director, que, tras el single de "La bruja", no quería sacar más
discos nuestros pero tampoco darnos carta de libertad. Por su culpa perdimos
una ocasión de entrar en CBS, por medio de Pérez Botija [Rafael Pérez Botija,
el Jim Webb español, vinculado como autor, arreglista o productor a diversas
formaciones que, cada una a su modo, guardan su punto de relación con las
Vainicas, caso de Los Pasos, La Compañía o Los Lobos], y no cuajó un primer
contacto con Manolo Díaz... Yo quería ir con una pistola y matar al señor
Garea. Acabé cogiendo una úlcera... Al fin, ya grabadas las "Fábulas"
y el disco de Tickets, nos dan la carta de libertad. Entonces, gracias a Pepe
Nieto, tomamos ya contacto serio con Manolo Díaz, que estaba preparando dos nuevos
sellos, Acción y Opalo. Hicimos un contrato para un lp. El repertorio de éste
lo teníamos ya sacado de antemano porque estábamos ensayando mucho en aquel
momento.».
En el lp,
aparte del material original, se incluyen títulos procedentes de las series de
tv, caso de «La cotorra» o «La cigarra y la hormiga». Esta práctica de echar
mano a algunas de las sintonías hechas para Armiñán se extendería, durante su
etapa con la compañía de Manolo Díaz, a varias caras a de singles (así,
«Refranes» o «Las doce caras de Eva»).
Pero
volvamos al álbum en sí: «El arreglador, el promotor y la madre del cordero es
Pepe Nieto, pero aunque él arregla bastantes temas hay otros, de las
"Fábulas", que hicimos con Tickets, y también con Rafa Gálvez y Santi Villaseñor, como "Caramelo
de limón" o "¿Quién le pone el cascabel al gato?". Hay temas
donde intervienen los músicos de Pepe y los nuestros, como el "Roberto
querido", donde el slide guitar lo mete Rafa. Ah, y en el "Guru Zakun
Kin Kon", la guitarra punteo la hace de nuevo la Monja Musical... Aparte,
en los coros intervienen hijos de Gloria, sobrinos míos y demás parientes. Fue
un disco muy... Pepe, con nuestros guitarristas, se desesperaba, porque se
tiraban horas para un punteo, o se les rompía una cuerda y no tenían de
repuesto... Un desastre... Pero, claro, gracias a ellos el disco está tan
fresco y divertido».
Veamos las canciones: «"Guru Zakun Kin Kon", que es un arreglo totalmente nuestro, a mí me parece -habla Gloria- cuando la hice que era la canción más maravillosa del mundo y a nadie le gustó. Yo creía que iba a ser el éxito de ese disco y no... A mí me entusiasma. Como "La bruja", es una canción de poner los dedos a lo loco en la guitarra y empezar a cantar». Carmen, la letrista, puntualiza: «En cuanto a la letra, para mí es un cómic». Sigamos, ahora, con «Caramelo de limón»: «Esa canción empezó como una canción medieval. El ritmo es tan medieval, tan medieval, que, a la hora de meterle el ritmo de verdad, el grupo no conseguía entenderlo... Para arreglarla, nos peleamos hasta Mari Carmen y yo por cuestión de medida, porque cada una mide de una manera... Por fin, el batería de Tickets, Pancho, lo vio claro, metió el ritmo que sale en el disco y así conseguimos sacarla... Es una dedicatoria, la letra, al mar gris, al mar del norte, porque a nosotras los soles mediterráneos y todo eso nos espanta, por eso nuestro sol está envuelto, es como un caramelo, no quema... Aparece detrás de la bruma un momentito». Y, cómo no, se topó con la censura: «"¿Quién le pone el cascabel al gato?" tuvo problemas por la letra y se retuvo el disco en Censura unos meses... En aquella época todo era Franco y, aunque la letra no tuviese nada que ver, la interpretaban como "¿quién le pone el cascabel a Franco?". Y, con gran asombro nuestro, pues se perdieron unos meses con el disco parado. Lo más gracioso es que el tema venía de las "Fábulas" y ahí se había escuchado sin ningún problema... Y hay más: "La cigarra y la hormiga" la ponían en los colegios como ejemplo de canción "destructiva" que los niños no debían oír. Evidentemente, tras eso, los niños que oían la canción se cagaban en la profesora y decían "Estas tías son mis madres". De ahí viene el éxito ante unos niños que hoy tienen veinticinco años». Uno de los títulos más carismáticos del lp (incluso por la relación entre el nombre del dúo y las labores de la protagonista de la canción) fue «Mari Luz»: «Este tema, al hacerlo, por la forma de tocar la guitarra, me recordaba al "Dear Prudence", lo cual me alegró mucho porque me parece una genialidad de canción. Y, sobre la letra, puedo decirte que ahí empezaron las primeras discusiones entre las dos sobre el Feminismo... Yo quería una canción de amor, nunca he sido feminista como Mari Carmen, sino de otra forma, y sigo pensando que a ninguna niña se la obliga a casarse ya con nadie, que la letra estaba desfasada de época, como si estuviera escrita a principios de siglo... ». Carmen se defiende: «Yo no soy del siglo pasado ni me han puesto trajecito de organdí ni lacitos, pero sí se los han puesto a contemporáneas mías... Niñas de seis años que querían leer a Peter Pan o a Tarzán y las hacían bordar... A mí me han intentado hacer bordar y no lo han conseguido». Y de la controvertida denuncia sobre la condición de la mujer, saltemos a la dimensión paralela que nos regala «El duende»: «En esta canción, al contrario que en la otra, las dos estamos completamente de acuerdo... Es una canción mágica... También se compuso muy mágicamente: la hicimos en La Mata del Fraile, un convento del Císter, en ruinas, que yo tenía alquilado por Segovia, donde luego Jaime ha rodado también bastantes escenas para el cine. Estábamos las dos solas, de noche, con la chimenea, el cementerio al lado... "El duende" -añade Carmen- es el personaje soñado, añorado, que no existe... El disparate... Debe ser el producto de tantos cuentos que he leído». Otro título carismático es «La ballena azul»: «La letra salió en una noche loca. Llegué yo al estudio de Mari Carmen y me dijo: "Mira lo que he hecho. No te va a gustar"... Bueno, la sacó casi entera, letra y música, faltaba algún toque... Entonces la oí y dije: "Pero... si convivo con un genio"... Estaba de rodillas ante Mari Carmen... Mari Carmen es pariente de ballenas, no me cabe duda».
El disco ya
está listo, en espera de la decisión de Censura. Si en letra, música y arreglos
supone una profunda innovación, también la carpeta, con el fresco barrocamente
pop de Iván Zulueta y las fotos del propio Iván, Jaime Chávarri, Mario Pacheco,
en las que se mezclan en armonioso guirigay la bohemia, la infancia, la madurez
a contrapelo, decenas de puntos de fuga chorreando creatividad. No es casual
que Iván Zulueta y Jaime Chávarri hiciesen, tras tratar a Carmen y Gloria,
films como «Arrebato» o «Los viajes escolares» (en éste, por cierto, habría
presencia musical vainiqueña), con esas familias atípicas en las que a unos
cuantos (cada vez menos, supongo, imperando esa otra familia digna de una
pesadilla de Bradbury que es «Gran Hermano») nos hubiera gustado vivir.
Por fin, en la primavera del 71, aparece. En las FMs se logra un apoyo decidido. No así en la por entonces mayoritaria Onda Media. Pero, mientras tanto, la tv vuelve a reclamarlas con nuevas series de Armiñán, «Refranes» y «Las doce caras de Eva», sintonías que el receptivo Manolo Díaz recogería rápidamente en sendos singles. La etapa con el sello Opalo se cierra en 1972 con un single navideño («Oh, Jesús» y «El Evangelio según San Lucas»).
HELIOTROPO (1973)
En el 73
Opalo desaparece por problemas económicos y las Vainicas se ven de nuevo buscando
casa de discos. Recordando la antigua oferta de Pérez Botija, intentan retomar
contacto con la CBS pero ésta se halla por entonces volcada con la cantautora
Cecilia, no pocos de cuyos motivos guardan una sugerente relación con el estilo
vainiqueño: lógico en quien fue superfan de Carmen y Gloria (así, el bestiario
de «Fauna» enlaza perfectamente con las «Fábulas», sus retratos de la clase
acomodada -«Dama, dama», «Al son del clarín»- nos evocan -tal vez con un trazo
más infantilmente grueso- otros retratos más sibilinos -«Roberto querido», «El
pabú»-, el trino de inconformismo generacional que supone la «Equilibrista» no
podemos por menos que asociarlo con momentos de «Mari Luz» y, en una tesitura
más románticamente fou, hay un clima común -en este caso, homenaje de Carmen a
su desaparecida admiradora, dada la cronología de ambos temas- entre «Un ramito
de violetas» y las vainiqueñas «Cartas de amor»).
Finalmente,
el poeta José Manuel Caballero Bonald, encargado por aquella época de fichar
cantautores para el sello Ariola, es quien las acaba captando. Se mantiene la
colaboración con Pepe Nieto como arreglista, aunque esta vez mucho más
estructurada, con músicos profesionales elegidos por él, desapareciendo la
pandilla de amigos de Gloria y Carmen (más rockera pero también más informal y
problemática a la hora de grabar).
Repasemos
las canciones: «La "Habanera del primer amor" es un tema antiguo...
Que, por cierto, no lo queríamos grabar porque no nos gustaba pero nos lo oyó
Caballero Bonald y dijo que sin ese tema no salía el lp. Luego ya habéis visto
cómo ha pegado y, en directo, la hemos tenido que cantar hasta la saciedad. No
nos gustaba , quizá, porque nunca veíamos la forma de atacarla bien, en ritmo,
en música... Es habanera pero no queda del todo como tal habanera... En público
aún la seguimos cambiando... Es una canción que, musicalmente, no nos ha
satisfecho». Pasamos a las «Coplas del iconoclasta enamorado»: «Esta canción es
otra de las contradicciones entre Gloria y yo. La letra se me ocurrió saliendo
de mi casa, yendo por la plaza de Colón, al ver que estaban tirando el palacio
de Medinaceli... Está hecha en contra del iconoclasta: una canción
absolutamente reaccionaria por mi parte». A lo que Gloria añade: «Pero como ese
personaje soy yo, porque yo soy totalmente iconoclasta, por eso la canto con
tanto gusto y da la impresión contraria, que el texto está a favor del
iconoclasta... A mí el que un señor destroce todo en nombre del amor me parece
una canción de amor tan absolutamente maravillosa, que me emociono siempre que
la canto». ¿Y «Agáchate que te pierdes?»?: «La letra va contra una sociedad
gris... Estoy harta de ver caer árboles delante de mis narices: los de Serrano,
los de Velázquez... Era mi protesta ante la posible caída de ese arbolito que
queda y que se ha salvado no sé cómo». «El pabú»: «Empieza como una canción
infantil, como un sistema de esos que empiezan a añadirse cosas... Pero, a
medida que la hacía, fue apareciendo la cosa personal: un mal amigo, la madre
absorbente...». «Elegía al jardín de mi abuela»: «Está dedicada al jardín de la
abuela de Mari Carmen... A la abuela, en sí... Cuando nos conocimos Mari Carmen
y yo, hubo algunas cosas curiosamente comunes... Por ejemplo, yo he tenido una
tía, mi tía Luci, que, por lo visto, debió ser muy parecida a su abuela en
gustos... Cuando dos personas se conocen y resulta que las dos se saben el
"Minute chretien", que es algo que no se sabe nadie... Bueno, y la
"Dedicatoria" de Schumann, que es una de las canciones que a mí más
me gustan del mundo y que la canto en la "Elegía..." como si fuese
una cantante de ópera, pues también es otra de las canciones favoritas de Mari
Carmen... Y todo eso nos lo enseñaron a ella, su abuela, y a mí, mi tía Luci...
Y estas cosas se juntan en el tema: son nuestros jardines, nuestras niñeces,
nuestras canciones preferidas y la abuela, claro, esa abuela tan lista, porque
era una maravilla... Yo no puedo cantar la "Elegía..." en público
porque, al llegar al lieder de Schumann, me emociono de tal forma que acabo
echándome a llorar».
Pese a
grabarse sin los problemas del anterior, el lp falla a la hora de la promoción,
resolviéndose la cosa con nueva ruptura con la compañía. No obstante el disco
se vende («El disco se vendió relativamente bien pero es que hay un momento en
que Vainica Doble empieza a vender pese a la casa»).
Como ya ocurrió en otras ocasiones, las frustraciones discográficas se enjugan en parte con actividades complementarias. Esta vez, otra serie de Armiñán, «Tres eran tres», y un proyecto que retrotrae a Carmen a sus pinitos televisivos en Paseo de la Habana como actriz para niños: en colaboración con Juan Carlos Eguillor, diseñador de los decorados y los disfraces, aparecen en el matinal «Hoy también es fiesta» disfrazadas de brujas interpretando temas de su etapa en Opalo
FURTIVOS (1975)
«Fue José
Luis Borau quien nos llamó... Era una película de muy poco presupuesto... No
sabía lo que iba a pasar con lo ella, no lo sospechaba en absoluto... Y
entonces fue la oportunidad que nos dio para poder colaborar con él:
absolutamente maravilloso... Y, claro, con lo que más dinero hemos ganado en la
vida.
»De documentales ya habíamos hecho algunas cosas pero, como banda sonora de película grande, sí, fue la primera... Hicimos una maravilla de cinta que, desgraciadamente, no se ha oído nunca debido al posterior montaje de la película: ni la cabecera va donde se había pensado, ni nada va en las escenas para las que se pensó... Pasó una cosa: hubo un desfase en la moviola y todo lo que habíamos montado se quedaba largo de tiempo para las escenas correspondientes. Entonces, se aprovechó la banda sonora como se pudo... Aunque José Luis tenía la idea de sacarla, no se lanzó la b.s.o. en disco... Pese a todo, es lo que más hemos cobrado... La primera vez que fuimos a liquidar de la película, casi nos caemos al suelo: cerca de medio millón...».
CONTRACORRIENTE (1976)
Tras su
segunda experiencia cinematográfica, hacen una nueva sintonía para Armiñán
(«Suspiros de España») y, a través de Moncho Alpuente, conocen a Gonzalo
Garcíapelayo, factótum de un nuevo sello, Gong. Firman un contrato por cinco
años. En consonancia con la línea enrrollada de la nueva casa, recuperan a su
pandilla de músicos amigos (Rafa Gálvez, Santi Villaseñor, Pancho Company...), bautizada para la
ocasión con el nombre de Limón Express (el trenecito de Benidorm -localidad
vecina al nuevo cuartel general para ensayos, el chalet de Gloria en Altea-),
más algunas colaboraciones (Gualberto y su sitar, Hilario Camacho a los
coros...). El disco, hecho sin director musical, trabajado directamente con la
banda, logra el sonido más rockero de toda la carrera de las Vainicas (que
motivaría al fan de los Ramones Nacho Canut un excelente piropo: «Cuanto más
viejas, más duras»). Grabado en verano, con bastantes prisas, con el eterno
problema de los músicos a su particular ritmo de trabajo, problema solventado
por Garcíapelayo de un modo bastante discutible, mezclando el disco en una
jornada, con las lógicas y graves deficiencias.
Por vez
primera, existe un hilo conceptual («Se sigue una temática en cuanto a textos
en todo el disco, que yo le sugerí a Carmen, contra las dictaduras. Fue un
empeño que tuve. Porque me cogió ese cuerpo. Y como a ésta se le contagió...
Estábamos, entre las madres, los padres, los maridos y la madre que los parió a
todos... con unas ganas de soltarlo que nos salió el disco de lo más...»). A
través de títulos como «Respeto y obediencia», «Que no» o «La rabieta»
(pataleta del conejito Tambor frente a su autoritaria madre usando como fondo
un fragmento de lo hecho para «Furtivos» -dado el argumento del film, elección
idónea, más allá de lo meramente musical- y que sirve como motivo a Iván
Zulueta para la lujuriosamente colorista portada del álbum) se reivindica una
educación no castrante; en la versión del himno religioso «Magnificat» se evoca
la Teología de la Liberación al conjugar impulso revolucionario con
recuperación de determinados aspectos culturales de la tradición cristiana
(«Una de las letras más rojas que se pueden echar a la cara: "Echó a los
poderosos de su asiento y exaltó a los humildes..."»); la afición de
Gloria por el cante grande se plasma en otra versión, el clásico popular «Eso
no lo manda nadie» (donde Gualberto, al sitar, rememorará otra experiencia de
fusión -la llevada a cabo en el 70 con Enrique Morente para el tema de los
Smash «Behind the stars»-); el título más promocionado del álbum, «Déjame vivir
con alegría», posee un singular encanto en su calidad de reggae andalusí, donde
parece hermanarse la plácida idiosincrasia sureña con la no menos tranquila
actitud de los rastas jamaicanos, en irónico contraste con el tráfago
compulsivo de los altos y rubios turistas/colonizadores; en una nueva
recuperación de las fábulas, «El oso poderoso», se lanza un guiño irónico sobre
el todavía caliente cadáver de las dictaduras lusa e hispana y el consabido
fenómeno del transfuguismo y las reformas «para que todo siga igual»; como
contrapunto, la épica «Alas» plantea una singular glosa de los conquistadores
españoles en el Nuevo Mundo, a caballo entre los delirios de Werner Herzog
(«Lope de Aguirre», «Fitzcarraldo») y los documentales de Miguel de la Quadra,
donde se expresa el amor de las Vainicas por la aventura, más allá de cualquier
corsé ideológico, amén de la influencia del grupo Yes en la elaboración
musical, según confesión de la propia Gloria.
El disco, inicialmente, tiene problemas con la Censura: esta vez por el tema «Que no» (uf, aquello de «Carne y hueso, eso es: seso y sexo como usted»; lo más irónico es que, dada la obsesión antipedófila de los últimos tiempos y la aplastante presión de lo «politically correct», no es imposible que este título de las Vainica, de estrenarse ahora, sufriese idénticas tarascadas de guardianes de la moral con la mente -hoy como ayer- llena de mierda). Cuando por fin aparece, hay reacciones opuestas: los fans veteranos, progres y tal, se escandalizan ante tamaña explosión rockera; precisamente, lo que abre la ruta del conocimiento vainiqueño a nuevas generaciones que, por aquellas fechas, andaban más pendientes de Lou Reed, Patti Smith o David Bowie que de Paco Ibáñez, Elisa Serna o Luis Eduardo Aute (ya he citado antes el piropo, tan gráfico, de Nacho Canut).
GUADIANA (1977/79)
Una vez más acaban a matar con
el director del sello, lo que en esta ocasión se traduce en un conato de
disolución que las mantendrá sin grabar por casi un lustro. Juntas, sólo hacen
en este tiempo un trabajo alimenticio: la banda sonora para «Clímax», película
de Paco Lara Polop, especializado en cine de destape, y a quien Carmen conocía
de su participación en «La niña de luto», donde Lara había sido ayudante de
producción.
Gloria, radicada en Altea, se
dedica a la Artesanía, a la vida campestre y a regentar una tienda ad lib de
bolsos. En tanto, la hormiguita Carmen se encarga de la banda sonora de una
película de Armiñán, «Al servicio de la mujer española». («Cogí a Pancho, el
batería de "ContraCorriente", y a José Manuel Yanes como arreglista,
y entre los tres estructuramos todo. Luego se trabajó con músicos profesionales
y coros. La propia Marilina Ross cantaba la cabecera»).
Cabe señalar también, como curiosa excepción (aunque no musical) a este período guadianesco, su breve aparición en calidad de fámulas de los Leguineche en la película de Berlanga «Patrimonio nacional».
EL ESLABON PERDIDO
(1980)
Manuel
Domínguez, creador del sello Guimbarda, las llama en 1979, aunque pasará un año
hasta grabar el nuevo disco. Con miembros de Suburbano (como Luis Mendo o
Gaspar Payá), colaboradores de Armiñán y Berlanga (como Alejandro Masó), José
Mª Guzmán al bajo, el productor del disco (José Manuel Yanes) a los teclados, y
varios hijos de Gloria (Alvaro, Diego y Laura) a los coros y cuerdas,
desarrollan el ensamblaje musical. Hay títulos de diversas etapas: «La niña
precoz» procede de la serie «Suspiros de España», «Alas de algodón» también es
un tema con sus años a cuestas y vinculado a las ficciones armiñanescas, luego
vienen una serie de temas más recientes y con un motivo común («En el lapsus
éste de los cinco años se nos ocurrió pues trabajar sobre un disco doble
dedicado a la Ecología: iría el “Doñana”, que habría dado título al álbum, la
de “El eslabón perdido”, “Escrito con sal y brea”... pero cuando vino el boom
ecologista se nos quitaron las ganas»), «La cocinita mágica» («En cuanto al
mensaje de la canción, a mí es que los trabajos de cocina me parecen una
barbaridad, pese a que a Gloria le encanten, y entonces se trata de, ya puesta
en esa tarea, sacar el jugo a cualquier situación, no pasarlo peor de lo que se
pasa»), o «Amigo mío del alma», a modo de cantiga medieval escrito en
colaboración con Alvaro, hijo de Gloria.
Por vez primera en su trayectoria hacen una serie de actuaciones tanto en Madrid (caso de la sala Olimpia de Lavapiés) como en provincias (País Vasco, Mallorca, Tenerife...) jugando con diversas formaciones (en ocasiones, ellas solas más un guitarrista; otras, acompañadas de grupo). Las hacen más por cuestión económica que por cuidar su proyección pública y, según sus comentarios, la que menos disfrutó fue Gloria («tuve stress y he estado muy mala, muy mala, muy mala...»). Ya en esta racha de crisis de salud, no llegan a hacer tv, por un desmayo de Gloria («Nos llamaron para “Cosas” [magazine de sobremesa]. Entonces, mientras esperábamos para hacer un pequeño ensayo y qué nos íbamos a poner, pues Gloria se caía, completamente desmadejada y pálida, pálida... Y dijimos que no lo hacíamos... No pasó nada: al contrario, se quedaron encantados porque era una cosa menos»).
EL TIGRE DEL GUADARRAMA
(1981)
Por vez
primera graban un segundo lp en la misma casa y bastante seguido respecto del
anterior. Casi todo el material (salvo «El duelo» -realizado para alguna serie
de Armiñán- y «Madre no hay más que una» -adaptado de la música hecha en su
momento para «Furtivos»-) es de factura reciente: así, «El tigre del
Guadarrama», que da título al álbum, se compuso una semana antes de la
grabación, y adelanta una faceta depresiva que se desarrollará con mayor
regodeo tres años después en el «Taquicardia» (personalmente, siempre he
asociado «El tigre...» con el final del film «Arrebato» -aunque sustituyendo la
cámara por la Madre Natura como huida gnóstica -); hay (como ya comenté en otro
momento) un homenaje (ignoro si premeditado) al popular «Un ramito de violetas»
de Cecilia en «Cartas de amor» (coincidencia que se mantiene en el curioso
hecho de que ambos títulos tengan sus correspondientes versiones flamencas -el
de Cecilia a cargo de Manzanita y el de las Vainicas por Pepe de Lucía-); con
«El rey de la casa» reaparece el motivo de la libertad del niño (tratado ya con
exhaustividad en el «Contra corriente»); y el tarro de mermelada se derrama
generoso sobre nuestros paladares con «Chaparrón del mes de abril» (gozosa
incursión por «el Palacio de la Memoria» -que diría el buen doctor Lecter-).
En el tiempo que va desde este disco al siguiente hay dos pequeños hitos para el mejor conocimiento de nuestras heroínas: el libro publicado por Ed. Júcar y coordinado por un servidor, donde se recogen varias conversaciones con ellas (retomadas en buena medida para este trabajo), y la única actuación larga en directo hecha para televisión (concretamente, para el espacio «Musical Express»).
TAQUICARDIA (1984)
En el año
de Orwell, las Vainicas, en la casa Nuevos Medios, preparan un trabajo (como lo
definió su productor Mario Pacheco) «sin red»: un álbum doble con la más
críptica selección de canciones (tanto en letras como en música como en
arreglos) de toda su carrera. Recogiendo algunos ecos («El niño inseminado»,
«La mona coqueta», «Darío el gigante»...) de su por entonces reciente serie
para tv «Cuentos imposibles» (Armiñán again, of course), el tórrido juego de
«Mi alumno» (cantada originalmente a dúo con Wyoming), un canto de empatía
cósmica que enlaza con lo mejor de sus primeros tiempos («Nana a una estrella
recién nacida») y nuevos temas («Sígueme», «Pasos en falso», «Cero a la
izquierda», «Yo le imagino»...) más el tema que da título (acompañadas
vocalmente por Luis Pastor, Pablo Guerrero, Javier Bergia, Juan Alberto Arteche
y Antonio Resines), que inciden en la llaga entre acibarada e intimista ya
mostrada en su anterior lp, Carmen y Gloria, arropadas por los barrocos
arreglos del Reverendo y por buena parte de su clan familiar, se sumergen por
primera vez y sin reparos en un buceo introspectivo nada complaciente y algo
desasosegador, y transgreden todas las normas del pop en un trabajo
musicalmente inactual (de los guiños rockeros de otros discos aquí se pasa a un
apoyo quasi conventual basado en música clásica y jazz). Si las portadas
coloristas de Iván Zulueta definían muy bien anteriores trabajos, la
abstracción de Ignacio (el hijo pictórico de Gloria) plasmada en la carpeta de
rústico y gris cartón no puede ser más adecuada para este trago largo de orujo
vainiqueño de altísima graduación.
Es curioso
que de esta su obra más solipsista sea de donde se acabarían haciendo varias
versiones («Un Sí Señor con las patas verdes» por Sergio y Estíbaliz y «La
funcionaria» por Carlos Berlanga).
Aparte de
este importante trabajo discográfico, también hacen por entonces la sintonía
para la que será una de sus series de tv más populares, «Con las manos en la
masa», así como intervienen en la banda sonora del film taurómaco «Tú solo» de
Teo Escamilla (primera aproximación creativa al cosmos de lo que sería una
década más tarde su culmen de popularidad, «Juncal»). Y participan en el disco
de La Mode «1984», cantando en el tema «Sueño '84» (compuesto por el bajista
del grupo, Alvaro de Cárdenas, hijo de Gloria).
Tras el 84,
entran en un largo impasse. Gloria se retira a Cuenca a pintar y Carmen
comienza a hacer letras (hasta un total de veinte) para Luz Casal, colaboración
que llegará a su culmen con el superhit «Lo eres todo» (escrito por las dos
Vainicas), que ya ha sido grabado, aparte de por Luz, por Emmanuel, Manolo
Escobar y las propias autoras en su álbum «Carbono 14». Otra actividad de
Carmen en estos años es la expresión de su mundo mágico en un soporte que, en
buena parte, se presumía latente en sus letras, el cuento infantil:
primorosamente ilustrados (por Juan Carlos Eguillor, entre otros) y editados
(por Espasa Calpe, Anaya y Alfaguara), aparecen entre el 84 y el 96 hasta cinco
libritos con títulos tan definitivos como «Mermelada de anchoas», «El planeta Analfabia»,
«La sirena de la fábrica», «La malvada infantita» o «Diario de Arturo» (este
último escrito a pachas con Eloína Ruiz-Thiery).
En 1989 el impasse se cuartea con dos canciones: una, la sintonía de la serie «Juncal» (suceso de máxima repercusión popular en las carreras tanto de Armiñán como de las Vainicas), y otra, «Ni más ni menos», tema escrito para la Dirección General de la Mujer.
1970 (1991)
Cuando ya
habían decidido de manera irreversible la ruptura, más de un lustro desde su
último disco, la nueva década de los 90 coge a las Vainicas y las soborna
(previo millón y en la persona de Victorino del Pozo -fan con solera, como
demostró en aquel artículo del 74 para «El Musiquero» donde las comparaba con
la Incredible String Band-, vinculado a la colección de discos que Radio
Nacional llevaba sacando desde hacía tiempo) para reunirse en plan arqueológico
a desempolvar canciones de sus inicios: el mítico single de la Columbia, cinco
del primer lp y otras tres del «Heliotropo». Una producción de Alvaro de
Cárdenas (hijo de Gloria, que llevaba colaborando en tareas corales en los
discos maternos casi desde la cuna, y para entonces convertido en un excelente
bajista, concienzudo reparador de órganos de iglesia e imaginativo arreglista)
que reúne a músicos de diversas formaciones vainiqueñas y que alterna una
fidelidad devocional a los arreglos originales de Pepe Nieto con alguna
incursión propia (ese magnífico ritmo a lo Roxy Music para «Brujas»), todo ello
empañado por el pésimo sonido de los estudios de RNE y la marciana distribución
de los discos expendidos con el marchamo RTVE. Pese al millón, la experiencia
les dejó mal sabor de boca y confirmó una vez más que las Vainicas y las
instituciones no casan de manera armónica. A destacar, la portada: el tapiz
ingenuista elaborado por Gloria y Rosa Zumárraga (la mítica alcaldesa de «Un
millón para el mejor»).
Sin embargo, la constante relación oblicua de las Vainicas con el departamento de dramáticos de TVE, gracias a Jaime de Armiñán, persiste inmarchitable con tres nuevas producciones: «Juncal» (su trabajo más popular -tanto de ellas como de su mentor- para este medio), «Una gloria nacional» (el envés de lo anterior, por culpa del horario criminal en que se emitió y de la creciente orientación a la telebasura de la televisión -también la pública- que, de pronto y por plegarse abyectamente a los llamados «índices de audiencia», convertía a Armiñán de sólido valor audiovisual con plena aceptación popular -como había ocurrido durante tres décadas y acababa de remachar el tremendo boom de «Juncal»- en personaje de arte y ensayo relegado a horario de «Cineclub» y «Metrópolis») y «Celia» (de las tres, la única serie no realizada por Armiñán, basada en los personajes infantiles creados en la II República y que gozó de buena acogida, aunque sin llegar al techo del torero sevillano).
CARBONO 14 (1997)
Es
precisamente el hecho de que, a través de canciones en boca de otros y de
sintonías televisivas, las Vainicas lograsen sus primeros megaéxitos en estos
últimos años («Con las manos en la masa», «Siseñor», «Juncal», «Lo eres todo»)
lo que animará al productor Miguel Angel Arenas a un proyecto comercialmente
ambicioso pero de discutible resultado (tanto artístico como, irónicamente, en
cuanto a ventas) para la multinacional Mercury.
Grabado en
dos estudios españoles (Red Led y Kyrios) y uno inglés (los míticos CTS),
conjugando base de acompañamiento poprockera (con nombres tan históricos como
Joan Bibiloni o Pepe Robles) con una gran orquesta (experiencia que no se
repetía desde «Heliotropo») bajo la batuta de Miguel Angel Collado (y de Alvaro
de Cárdenas, hijo de Gloria, en la adaptación a disco de «Juncal»), prolijas
colaboraciones vocales (caso de Alejandro Sanz, Pepe de Lucía o Miguel Bosé
-así como, en plan más anecdótico, el coro de amiguetes en «Juncal» con Paco
Clavel, Juan Francia, Luis Pastor, Iñaki «Glutamato», Germán Coppini, José Mª
Granados o servidor-) y la producción (no precisamente dirigida a minorías) de
Miguel Angel Arenas.
En cuanto a
las características de los títulos, a la tónica habitual de selección (temas ex
profeso para discos vainiqueños -«El virus del ordenador», «Pobrecito
Satanás»...- más material originalmente concebido para series de tv -«Juncal»-)
se añade en esta ocasión (aparte la recuperación de un tema ya grabado hace
años -«Oh, Jesús»-, como un eco de la dinámica de «1970») la inclusión de temas
escritos originalmente para otros intérpretes (mayormente de temática amorosa,
incluyendo el megaéxito «Lo eres todo» -rebautizado para la ocasión «Dame tu
amor»-, que ha supuesto ya, en las voces de Luz Casal, Emmanuel y Manolo
Escobar, el primer y único gran hito de Gloria y Carmen en el mercado de habla
hispana-).
Pues bien,
este trabajo, la mayor inversión efectuada nunca en torno a Vainica Doble,
destinado a ser un auténtico bombazo según las expectativas tanto de las
artistas como del productor, no sólo se estrella sino que además, para los fans
de siempre, queda como un chafarrinón, como un tremendo bache en la trayectoria
vainiqueña, como ese disco que se pone menos que los otros porque da como «mal
rollo», «vergüenza ajena», «grima» (empezando por las espantosas fotos, con las
chicas vestidas de mamarrachas -como ideadas por un émulo mediocre de John
Waters-, y continuando con la presencia de Miguel Bosé y Alejandro Sanz
-siguiendo la política industrial de duets impuesta por las discográficas en la
década de los 90 y donde lo que menos importa es que los invitados tengan algo
que ver con aquellos a quienes acompañan: al menos, en los shows y films del
mafioso clan Sinatra, la cosa tenía su coherencia...-).
¿Cómo se llega a un disco tan carente de sentido (artísticamente hablando -dejo aparte, insisto, consideraciones meramente industriales-)? ¿Qué tiene que ver Miguel Angel Arenas con el concepto de Vainica Doble y qué pretende de ellas? (pregunta pertinente porque, si pensamos en quienes durante tres décadas habían dado oportunidades al dúo -nombres como Jaime de Armiñán, Pepe Nieto, Iván Zulueta, Manolo Díaz, José Manuel Caballero Bonald, José Luis Borau, Gonzalo Garcíapelayo, Manuel Domínguez, José Manuel Yanes, Mario Pacheco o Victorino del Pozo-, todos ellos, pese a su diversidad, guardan más relación entre sí que con Arenas -y esa relación tal vez sea el común sentimiento de admiración ante un talento enorme tanto creador como ejecutante; en el «Carbono 14», por el contrario, el talento parece relegarse frente al esperpento, a una morbidez circense, barnumesca, bizarra, cuyo culmen sería, en cruel parodia del sutil souffle au coeur de aquel «Mi alumno» cantado en el 84, el dúo de Gloria con Alejandro Sanz en «Dame tu amor»-) ¿Por qué Carmen y Gloria se pliegan a esto, por qué quienes se decidieron a hacer canciones por execrar de Benidorm y de la mediocridad acaban, con este disco, precipitándose en el sórdido túnel de quienes adoran tanto Benidorm como todo lo que suponga creatividad biodegradable (pensemos, simplemente, en las promociones que deberían haber realizado para sacar adelante un trabajo como «Carbono 14»: concursos de famosos de los que comen lombrices sacadas de una urna, interrogatorios entre oligofrénicos y malintencionados en «Tómbola» o en «Crónicas marcianas» -donde no es improbable que Carmen hubiese acabado con un berrinche de órdago y Gloria, soltándole un merecidísimo sopapo a alguien-, jueces de nuevos Joselitos en espacios bajo la férula de Bertín Osborne, play-backs entre pase y pase de lencería y calzoncillo de José Luis Moreno, invitadas con Lina Morgan o Los Morancos, etc -si a Gloria le daban las siete cosas en el 80 por salir en un magazine de Angeles Caso, ciento por ciento más comedido ¿podemos imaginárnosla bregando en estos dantescos escenarios del fin de siglo?-). Es perfectamente lícito querer ganar dinero y aspirar a que nuestro trabajo obtenga la mayor proyección pública pero cuidado dónde y con quién se mete uno a intentar esas aspiraciones: no sé, quizás si Carmen y Gloria hubiesen tenido fresca en la mente, antes de firmar con la Mercury, esa magnífica fábula titulada «El Fantasma del Paraíso» se lo hubieran pensado mejor.
Según me comentó un buen amigo de ambas, Carmen se dio cuenta de la criatura deforme que (cual nuevo hijo de Rosemary) habían alumbrado y se deprimió bastante sintiendo haber cometido el mayor error de su carrera. En cuanto a Gloria, fiel a su filosofía digna de un personaje de Gregory La Cava («Me gusta el dinero pero no sus responsabilidades»), se negó a entrar en la rueda promocionalmente dantesca antes mencionada y, claro, el disco, falto de la solidez conceptual de trabajos anteriores y defendido solamente por los fans más adictos a las bizarreries, encalló.
LA VUELTA AL ORIGEN: LOS DISCOS DE ELEFANT (1999 - 2000)
Demos la
palabra a la propia discográfica: «El contacto entre VAINICA DOBLE y Elefant
vino dado por el homenaje -organizado por Paco Clavel- que algunos renombrados
artistas (allí estaban desde Juan Genovés al Gran Wyoming; de Luis Eduardo Aute
a Pablo Pérez Mínguez, por sólo nombrar unos cuantos) les rindieron en forma de
exposición, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid durante Febrero y Marzo de
1999. Elefant publicó el "catálogo/recuerdo" de la exposición, que no
era otro que un CD-Single/single de vinilo con varios temas inéditos
(procedentes de bandas sonoras para televisión nunca publicadas en disco) y un
tema nuevo (³Coplillas de la mitómana²) grabado para la ocasión e inencontrable
de cualquier otra forma.»
Un año más
tarde, en buena medida como desfacimiento del entuerto que supuso «Carbono 14»
y conscientes de que el futuro no iba a dar chance para muchos discos (por la
edad de ambas -no todo el mundo está seguro de llegar a los Himalayas
cronológicos de Jünger o de Rosa Chacel- y por los problemas de salud de Carmen
-que la obligarían al mutis definitivo en julio del 2000-), Elefant y las Vainicas
acuerdan un trabajo de fuerte sabor testamentario (una especie de «My way»
vainiqueño pero, en vez de en una, encarnado en dieciséis canciones) realizado
EN FAMILIA, bajo la dirección musical de Alvaro de Cárdenas, con músicos de
confianza seleccionados por éste (Gerardo Cardozo, Basilio Martí, Javier
Casado, Ramón Arroyo, José Luis Pozuelo, Paco Beneyto, Mane Laregla), y la
presencia de otros parientes (Laura y Diego -también hijos de Gloria, quienes
participan en los coros, escriben algún que otro título y Laura vuelve a darle
al cello como ya había hecho en 1980 en «Amigo mío del alma»-, Carmen Armiñán
-sobrina de quien heredó el nombre, y que, con su voz, cubre en un par de
títulos los ambientes que su tía, ya gravemente enferma, no pudo llenar-, más
las nietecillas de Gloria y sobrinas de Carmen -nuevo coro infantil, reviviendo
aquel otro de treinta años antes en «La cigarra y la hormiga»-). La producción
(de las más redondas de toda la carrera discográfica de Carmen y Gloria) y
arreglos de Alvaro (autor, además, de una de las mejores melodías del cd) y el
talento demostrado por sus hermanos en este disco significan también otro
triunfo de las Vainicas (triunfo superador de la muerte): el triunfo (Darwin y
Lamarck unidos del bracete) tanto de la buena sangre heredada como de la buena
educación recibida.
Hagamos un
balance del repertorio: «La flor de la canalla» (ejercicio de turismo -mejor de
vía crucis- por el lumpen, que nos recuerda algo a aquellas «Crónicas
madrileñas» del 81 recogidas en el lp «El tigre del Guadarrama» -aunque con una
visión esta vez más lúcidamente realista, sin la jocundidad demagógica del otro
título-); «La chinita de Shangai» y «Don Marcial» (cara y cruz, iluminación y
esperpento de una realidad ambidextra en la cual, tristemente, lo más hermoso y
lo más horrendo no han hallado todavía la suficiente compensación); «El rey de
la selva» (retorno, más melancólico y amargo, a aquella fábula de «El oso
poderoso» interpretada un cuarto de siglo antes); «Chiribitas de limón», «Dices
que soy», «Quiero tu nombre olvidar» y «Caballero medieval» (nuevas pinceladas
amorosas continuando la clave de registro intimista -a veces más agria, a veces
más dulce- incorporada a partir del «Cartas de amor» y que, desde entonces,
salpicarían sus discos así como sus labores para Luz Casal); «Nana en re»
(espléndida condensación -usando como numen las traviesas figurillas de las
nietas de Gloria- de toda la atenta empatía puesta desde sus inicios por las
Vainicas -en el caso de Gloria, como madre no estupidizada, y en el de Carmen,
como niña nunca crecida del todo- en el proceloso y fascinante mundo de los
locos bajitos); «El ruido» (diatriba contra la contaminación sónica en un mundo
virtual, ostentóreo y chillón donde cada vez hay más ruido y menos nueces); «El
pintor» (arropada por una sensible música de Alvaro de Cárdenas, la letra de
Carmen nos narra las angustias -entre armiñanescas y de tebeo de Bruguera de
los 50- de un pintor novato y pobretón esperando anhelante la llegada de su
primera y subyugadora cliente); «El museo» (letra y música de Laura de Cárdenas
en la que ésta se rebela contra la inflación de raids a la carrera por los
museos y reivindica el deseo de visitar un buen mesón con tinto y con jamón
-uno no puede por menos, ante esta explosión iconoclasta y casticista, de
recordar aquellas peculiares rutas turísticas del film «Los tramposos» en las
que, saliendo a escape del Prado, se acababa indefectiblemente en Casa Mingo-);
«La vegetariana» (en mi calidad de carnívoro militante, debo reconocer que este
cariñoso palo a determinados sarampiones de austeridad dietética no puede por
menos que resultarme simpático); «El chalé» (una historia interminable -ayer,
hoy, mañana- esta de la ominosa extensión del ciberespíritu urbanita sobre las
verdes praderas al grito de «urbanizaciones», «zonas residenciales»,
«chalecitos junto al mar»); «Página en blanco» (la telebasura puede resultar
una excelente fuente de inspiración en horas de baja creatividad, sólo sea por
la vía de la execración y el exabrupto -el espíritu de regeneración estética
que llevó a las Vainicas a nacer como reacción al festival de Benidorm, en esta
canción se recrea con minuciosa exactitud, demostrando que su desapego por lo
mediocre no ha mermado un ápice en más de tres décadas-); «El paisaje» (título
que cierra el disco, con música de Diego de Cárdenas, donde el lado más
plástico de Carmen y Gloria nos exprime, con concisión de haiku y serenidad
casi zen, todo el sentido último de aquello que maullaba Machín: «pintor que
pintas con amor» -broche perfecto para cerrar ese tarro de confitura de mil
sabores estrechamente entrelazados a través del lienzo y del taller de
cerámica, de la moviola de montaje y de la mesa de mezclas-).
¿Queréis más dosis de V2?:
pues dad aquí