tempura de rosas

 

Muchas veces se habrá interrogado a sí mismo sobre la manera de sorprender a esa incómoda pero simpática pareja amiga de arrogantes yuppies urbanos que tienen el mal gusto de tener unos ingresos más altos que los suyos, una berlina diesel más rápida y más cara y un salón más grande (aunque decorado con pésimo gusto, según comenta siempre su pareja, ese delicado serafín que duerme a su lado y sobre el que alberga la genuina sospecha de que en breve se convertirá en un saco de carne con varices). No lo niegue, su vida se ha convertido en una carrera trepidante hacia el consumo conspicuo, y va a necesitar algo así como un hobbie como coartada para adquirir esas sartenes de cobre en forma de placenta, esas espumaderas de diseño, esos mandiles de lana fresca... Usted es un pijo, no hay duda, y ya no le servirán esas vergonzantes llamadas al Chino Express o la furtiva visita culpable a la más bien sórdida y desabastecida sección de delicatessen de El Corte Inglés. Usted es un pijo y tiene un problema. Y yo estoy aquí para ayudarle.

Encamine sus pasos confiados y decididos hacia los fogones. Provéase de 125 gramos de agua (llene si lo prefiere algunas cisternas industriales, porque muy pronto del grifo saldrá barro o nada, y no se lamente mucho: ¡menudo tren de vida ha llevado hasta ahora, señor!). Si el agua es de alta costura (Evian, por ejemplo) mejor para usted, aunque no deje de informar a los comensales porque de lo contrario, ¿dónde está la gracia?. 80 gramos de harina (cómprese un peso si ha sido capaz de leer hasta aquí) y otros ocho de levadura (un buen tirito, ¡eh?). Mezcle el agua con la levadura POCO A POCO (no está disolviendo una aspirina, zopenco) y añada una pizca de azúcar y otra de sal. ¿Por qué? Porque ayuda a fermentar. Cuando tengamos este preparado listo lo agregamos a la harina y lo dejamos reposar media hora, tiempo más que suficiente para terminar de poner la mesa, abrir la botella de vino y discutir un poco con su pareja.

Ahora llega lo divertido. Lavamos los pétalos de rosa. Sí, ha oído bien, pétalos de rosa. Sirven perfectamente las que venden en las floristerías y, como las mujeres, saben mejor que huelen, en mi modesta opinión. Incluso puede cerciorarse probándolas delante del florista. Los dos tendrán una bonita anécdota que contar más adelante. Habíamos quedado en que lavábamos los pétalos de rosa. Una vez hecho esto los metemos en la tempura, que hemos dejado reposando antes, con unos palillos chinos, nunca con los dedazos o con cualquier agresiva herramienta metálica, aunque puede hacerlo perfectamente. Métalos en una sartén en la que habremos puesto aceite a calentar, y fríalos durante un instante. Sáquelos y dispóngalos en el plato. Conquistará a todos con su elegancia. Este es el sencillo secreto de la tempura, shadowliners. No me lo agradezcan.

 

ELDERLY

 

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