lo cuenta THE ELDERLY PASSENGER
""¡Soldados!:
nuestra sangre corre por vuestras venas. ¿Queréis dar muerte a vuestros
hermanos? Si perece la plebe, ¿quién ha de mantener el ejército?"
Y abandonando las armas,
respondieron los soldados a sus caudillos: "También nosotros somos plebe;
somos sus hermanos, no sus verdugos". Dijeron entonces los gobernadores:
"Un refugio nos queda. La plebe es supersticiosa; atemoricémosla con los
nombres de Dios y religión. ¡Carísimos hermanos, hijos amados: Dios nos ha
puesto para gobernaros!"
(C.F. DE CHASSEBOEUF. Las ruinas de Palmira)
Mi intención no era
otra que la de ver in situ los escombros de la utopía. Para ello me abastecí de
material de y sobre Lenin (me gusta su estilo encendido y la modalidad de su
enfado), el libelo anticomunista de Amis (Koba el Temible: la risa y los Veinte
Millones) y uno de los volúmenes más raros de entre la obra de Cioran: Historia
y Utopía. Si con Ulianov uno siente la vigorizante impresión que despierta un
Nietzsche o un profeta bíblico denunciando corrupciones, Cioran no deja a un
lado tampoco esta vez su tono llorón, quejicoso y lastimero, de hombre en la
cornisa que amenaza con tirarse (lo que siempre me ha inducido a
menospreciarlo: si al menos hubiera ingresado en la cofradía de los suicidas,
como diría Drieu, se habría ganado mi respeto. Aquí su voz es la del pequeño
fascista rumano que menosprecia a Rusia -resquemor de sojuzgado-, y lo hace en
términos amables, para dejarse querer por los progres desencantados de utopía).
Lo de Amis no merece siquiera comentarios. Se trata de un tocho que recoge aquí
y allá anécdotas de génesis fascista sobre lo malos y asesinos que eran los
bolcheviques: ha bebido de las fuentes de Conquest y Solzhenitsyn, y el
resultado ha sido esperpéntico. Si hay que creer todo lo que dice, lo
verdaderamente utópico del experimento soviético, su verdadero logro, fue que
saliera alguien con vida. Sólo me interesa como ilustración de su trayectoria
intelectual, cada vez -como su padre- más a la derecha, y esto es mucho si se
dice de un anglosajón. Durante la charlita con que nos obsequió en Madrid,
organizada por el British Council, pude constatar, aparte de lo amorfo de su
cuerpo (parece tener el tronco soldado sin pericia sobre dos piernas rígidas,
de tal manera que camina con la dificultad de un robot) una genuina pérdida de
talento y un cerebro a la deriva, sobre todo al hablar del Islam. Según Amis lo
diabólico del Islam es que los ayatolás tienen voluntad de ser eficaces en la
gestión. Habló de la mujer y de la teocracia. Me aburrí mucho. Lean su Koba,
amiguitos, y háganlo conscientes de que tienen entre sus manos el primer
volumen de un género nuevo: el de la historiografía cómica. Lo otro, lo de que
Stalin era peor que Hitler, ya llevan tiempo intentándolo hacer, con resultados
contraproducentes.
CONSUMIR, CONSUMIR
HASTA MORIR
"-¿Qué dice
usted, messere? -preguntó Fagot al del antifaz.
-Bueno -respondió
aquel pensativo-, son hombres como todos... Les gusta el dinero pero eso ha
sucedido siempre... A la humanidad le ha gustado siempre el dinero, sin
importarle de qué estuviera hecho: de cuero, de papel, de bronce o de oro.
Bueno, son frívolos..., pero ¿y qué?..., también la misericordia pasa a veces
por sus corazones... Hombres corrientes, recuerdan a los de antes sólo que a
éstos les ha estropeado el problema de la vivienda..."
MIJAIL BULGAKOV. El
maestro y Margarita
Decía que la actitud
es la misma con la que se contemplan las ruinas de Egipto o un montón de
pedruscos precolombinos: uno se halla en presencia de las ruinas de una
civilización majestuosa, los restos del experimento soviético. Para los más
sensibles puede llegar a resultar bastante amargo ver yuxtapuestos la piedra
que establece el asiento de una voluntad utópica y la proliferación de signos
de un consumo idiota altamente occidental. Los rusos parecen entregados a una
carrera absurda por consumir todo lo que se les ofrezca. Si uno se detiene a
mirar a cualquier calle, apenas encontrará un resquicio libre de publicidad (en
un momento dado, en lo que fue la calle Gorki, por el solo gusto de hacerlo,
llegué a contabilizar 85 anuncios, a cual más estridente. Y es un poco penoso ver
esas fachadas con frisos heroicos de obreros y soldados con sus bayonetas de
asalto, o las cornisas ornadas con ninfas socialistas, junto a las chillonas
vallas de Coca-Cola). Los pasos subterráneos de sus calles están abarrotados de
puestos de exiguas dimensiones donde apenas cabe un ser humano, vendedores
enjaulados de una economía sumergida, por lo que se ve tan importante o más que
la que flota. Si Bulgakov pretendió retratar las miserias de la sociedad
stalinista, debería darse una vuelta por la Rusia de hoy.
Desaparecido el
socialismo, el visitante se ve despojado de la presencia todopoderosa de los
antiguos funcionarios de compañía de INTURIST, eventualidad que en mi caso
soslayé agenciándome una guía de Moscú de la Editorial Progreso, o sea, la guía
oficial bendecida y sancionada por el santo sínodo del Partido Comunista de la
Unión Soviética, obra de Vladímir Chernov y fechada en 1977, que encontré muy a
propósito en un puesto de la Cuesta Moyano en los días inmediatos a mi salida.
Cotejar la realidad de hoy con las entusiastas descripciones de mi
libro/funcionario, con enunciados del tipo "Las familias obreras que
vivían en casas viejas recibieron hace tiempo nuevos apartamentos en hermosos
edificios construidos por el Estado", nos hace percibir de forma más
agudas los cambios sobrevenidos. En buena medida se intentaba reproducir el
modelo de las aldeas Potemkin, tal y como hacía Grigori Potemkin, valido de
Catalina la Grande, que hacía construir fachadas de cartón piedra en las
regiones que visitaba la emperatriz, cuyos habitantes debían simular felicidad
y abundancia. Algo así aparece en el Tintín que visita el país de los soviets
cuando un comisario político muestra a un grupo de periodistas extranjeros el
eficiente funcionamiento de las fábricas soviéticas mientras el pequeño
reportero belga descubre que se trata de un decorado de madera tras el que un
operario aventa un fuego para levantar un humo dando la sensación de un
magnífico fragor industrial (humo que es el mismo emblema contaminante y heroico
de la industrialización en marcha que aparece en los cantos a Lenin de Dziga
Vertov. Luego, tras la victoria en al Gran Guerra Patria se supo que las
fábricas eran "de verdad", y no un trampantojo de cartoné.) Por
cierto que Tintín, más que por sus archimanidos tópicos sobre las hambrunas
comunistas -sólo se daba pan a los niños si se afiliaban al Partido-, tiene una
aventura más evidenciadora de querencias pardas, si uno lee entre líneas,
durante su parada en la República de Weimar. En el ámbito francófono, el nunca
totalmente rehabilitado Céline (a diferencia de Hergé, que no se pringó, Céline
cargó con el remoquete de colabo) fue mucho más lacónico y veraz al decir, tras
su visita a la URSS, que lo único censurable era allí la impostura de la felicidad
(en su Mea culpa, libro hoy inencontrable junto con otras bagatelas).
Rusia tiene la
alteridad de un planeta, y uno se topa de bruces con la conciencia de estar en
Asia. Nada más aproximarnos al aeropuerto se nos conmina a rellenar toda clase
de impresos reglamentarios. Una burocracia abrumadora. Ya en tierra, las filas
se apelotonan y crecen en torno a las peceras blindadas donde unas aguerridas
damas inspeccionan a los asustados turistas. Los nativos se cuelan entre
imprecaciones en ruso y son precisamente las mujeres las que chillan más a los
valientes que se atreven a protestar. Aquí rige cierto matriarcado, por lo que
se ve, y los hombres miran cómo sus parientas defienden el territorio. Claro
que ¡menudo soy yo! Apartando de mala manera a unos mocosos rusos con mi
elegante nécessaire de voyage de piel de pekari y sorteando la presencia
intimidatoria de su madre, preparada para el asalto, gano el camino del control
de pasaportes. Todo tiene el aire en suspenso y mancillado de una fantasía
erotómana: rubias siberianas de muslos con la textura del salami, uniformes
verdes y exiguas falditas caqui, todas invariablemente erguidas sobre tacones
altísimos, zapatos de sex-shop con abrazaderas de vinilo negro. Apuesto a que
estas rubias guardan un látigo bajo los mostradores. Y esto es sólo un anuncio
de lo que habrá de venir después. La mujer rusa, las jóvenes al menos, han
emprendido una carrera apresurada y loca hacia la segura destrucción de sus
pies, y todo gracias al empleo masivo de tacones cuyos daños colaterales se
muestran en forma de juanetes, callos, ampollas, heridas cauterizadas y talones
malheridos, con profusión de tiritas y apósitos. Esto es un paraíso para el
fetichista del tacón. Uno de los grandes entretenimientos consiste en ver a
estas chispeantes muchachas atravesar el adoquinado de la Plaza Roja,
tambaleándose con penosas contorsiones, en precario equilibrio, con sus caras
de fastidio. No importa: este pueblo ha asumido ésta como otras imposiciones a
la trágala, de la forma más dolorosa posible, y se entrega ridículamente al
american way of life, en plan cutre.
Una excursión al
MacDonald´s, aquí como en cualquier país del Imperio (el precio del BigMac es
el índice más fiable para medir la inflación mundial) es visita obligada y nos
enseñará mucho más que una escrupulosa visita guiada a cualquier recinto de
masificación turística. Se necesita la paciencia de un antropólogo, dado el
carácter populoso de estos establecimientos, donde se agolpan las muchedumbres,
supuse que a medias por los precios -el único avituallamiento realmente barato
por aquellos pagos- y por la contestación que implica al viejo y derrumbado
establishment soviético. Porque en Rusia todo es escandalosa y obscenamente
caro, no sólo los artículos para turistas (como pudiera suceder en las
berioskas para visitantes en la URSS), sino el pan y los yogures. Teniendo en
cuenta los sueldos (muy por debajo de la nada espectacular media española) uno
comprende que este es el país de la corrupción y las mafias, es decir, el
horizonte final del capitalismo, al que han llegado antes por otros medios.
Estas y otras
reflexiones me ocuparon mientras degustaba una de esas hamburguesas de
poliuretano (allí son más asquerosas) tras haber aguardado más de una hora de
cola y rellenado un borroso impreso en cirílico con decenas de casillas sin la
cual se habrían negado a alimentarme, sentado en una coqueta terracita del
Picadero, antes Plaza de la Revolución, junto a la placa misma que señalaba el
lugar donde se iba a levantar el monumento conmemorativo del cincuentenario de
la Revolución de octubre, mientras observaba lánguidamente el edificio de
ladrillo rojo, orientalista, que acogió el Museo Central V. I. Lenin, altar de
las reliquias leninistas y que ha sido clausurado para ser devuelto a la Duma
municipal. Precisamente aquí se acantonaron en octubre de 1917 algunos
contrarrevolucionarios partidarios del viejo régimen, antes de ser tomado al
asalto por obreros y soldados revolucionarios del soviet de Moscú. Pues bien,
han tardado lo suyo, pero aquellos viejos fantoches lo han conseguido después
de todo. Luchando con mi filete ruso consulto mi guía del PCUS: "Las
muestras del museo atestiguan cómo el pueblo soviético, dirigido por el Partido
Comunista, construyó el socialismo y avanza con paso seguro hacia el
comunismo". A sus puertas, un anciano huraño subasta parte de esas
muestras -insignias y medallas-, mientras alrededor se pasean impersonators de
Lenin que se ofrecen para la foto turística y barbados popes ortodoxos de las
iglesias reconstruidas recientemente por el alcalde. A su lado, viejas
andrajosas recogen los rublos que los turistas arrojan de espaldas frente a las
Puertas de Voskresenskie. Un espectáculo para el que hay que tener estómago:
unos chiquillos callejeros humillan a las ancianas apartando las monedas con
sus pies cuando estas se agachan a recogerlas. A unos metros, unas mujeres
macilentas cubren su cabeza con un pañuelo para encender velitas en la capilla
Iverskaia, réplica exacta (reconstruida por el alcalde Yuri Luzhkov) de la que
ordenó derribar Stalin para que los tanques del Ejército Rojo pudieran acceder
a la Plaza Roja descendiendo por la calle Gorki. Ay, Volodia, qué fue de la
revolución.
Cualquiera puede
darse cuenta de que el alcalde de esta ciudad es un imbécil. Su furia
reconstructora se ha visto compensada con el derribo del Hotel Moscú, el de la
fachada asimétrica a derecha e izquierda. Se dice que le fueron presentado dos
proyectos a Stalin y que éste, por error, aprobó los dos. Los acojonados
arquitectos construyeron dos fachadas distintas. Por lo que pude ver, les va a
costar derribarlo. Los tabiques eran de cinco metros y tenía capacidad para
alojar a no menos de tres mil huéspedes. Allí estaban las grúas, que no daban
abasto. Les va a costar tirarlo, creo. Frente a los Jardines de Alejandro, con
su monumento al soldado desconocido, homenaje también a la victoria rusa sobre
los ejércitos nazis en la Gran Guerra Patria, con cambios de guardia muy
vistosos, el alcalde ha levantado un centro comercial subterráneo y unos
canales de verde clorofílico con esculturas de animales dysney style. Iluminado
por la noche, el espectáculo es sumamente hortera, con ositos y bambis y
porteros de discoteca con cara de genocidio.
Como el cabo furriel
de la KGB que es el caballerete Putin juega a recuperar viejos signos del
pasado (el himno de Alexandrov -o sea, el de Stalin- que sustituyó a la
Internacional como tonada patriótica o la bandera roja como emblema del
ejército), el inquilino más importante del Kremlin ha mantenido las estrellas
rojas de sus torres. Hay que mirar de noche esas estrellas de cristal de rubí y
oro macizo para olfatear algo del aire marcial que pudo tener la Plaza Roja en
otro tiempo.
COMUNISMO ESOTÉRICO
Algunos atribuyen el
"mal fario" y la lamentable situación socio-política que atraviesa
Rusia al cadáver insepulto de Lenin, de acuerdo con ciertas teorías (¿?)
místicas. Estas parten de la creencia de que la tendencia predominante en la
historia conlleva la degradación de lo espiritual en el ser humano (y no les
falta razón, tal y como están las cosas), el cual se vuelve cada vez más
materialista. El curso de la historia supondría pues una desviación creciente de lo que la tradición denomina el
hombre perfecto, Arquetipo Humano único. Cuando este arquetipo entra en su fase
terminal y la humanidad pierde todo parecido con él, se dice que "llegan
al poder los peores".
Algo así sostienen
ciertos pensadores rusos para quienes la "civilización soviética
representa una clarísima manifestación del poder de los peores". El
comunismo estaría así dentro de un marco general de la civilización humana
degenerada. La civilización roja sería un "proceso de degradación de las
castas". Lo específicamente inadmisible de la Era Proletaria es la toma
del poder por parte de los esclavos y de los sirvientes. El aspecto mesiánico y
teleológico del comunismo fue el que lo llevó a ser abrazado por un pueblo de
mentalidad arcaica y fe ortodoxa, con una minúscula porción de liberales
occidentalizados y una intelligentsia apenas beligerante, una nación
eminentemente tradicional (como también lo eran, y en buena medida, China o
Corea). Es gracias a esa doctrina de los Tiempos Finales que el marxismo pudo
hallar tan fuerte arraigo entre las capas populares de población. De este modo podríamos
pensar que en el proletario, como si de una encarnación divina se tratara, se
confunden objeto y sujeto, verdadero milagro antropológico.
Pues bien, señores,
nada más lejos de la realidad: según estas lumbreras en el proletario sucede
que la Materia se apodera del Espíritu, de modo tal que el currela con martillo
neumático y pulmones con silicosiderosis ha cometido un grave atentado contra
el señor gordinflón con puro y chistera que le explota, es decir contra el buen
orden de las cosas. El comunismo es la máxima expresión de la degradación de
las castas. El proletario es "el portador de la Nada".
Es sabido también
que el Anticristo vendrá hacia el Final de los Tiempos. Antes de esta venida
del Cristo la Era Proletaria triunfa por un corto espacio de tiempo. No sé si
me siguen ustedes pero lo que estos iluminados intentan hacernos ver es que el
comunismo es el Anticristo, por su carácter engañoso de paraíso en la tierra
administrado por comisarios políticos y que intenta usurpar el verdadero paraíso
que vendrá después. Para que nos vayamos enterando: Putin es Cristo y las putas
de Private sus arcángeles anunciadores.
No crean, no, que el
gran Nostradamus dejó de predecir la gran movida roja de octubre, según nos
recuerdan los esoterólogos. Escuchemos a Nostradamus:
"En el mes de
octubre habrá un gran cataclismo y será de tal magnitud que los hombres
pensarán que la Tierra (...) se precipitó hacia el crepúsculo eterno; los
precedentes tendrán lugar durante la primavera, les seguirán grandes
transformaciones, cambios de los grupos que reinan, acompañados de (...) la
expansión de la nueva Babilonia -esa hija réproba-, la abominación de todo ello
no durará más que setenta y tres años y siete meses".
O sea, que vienen
los rojos y violarán a nuestras hermanas. Así que el mal intrínseco a la Ciudad
del Sol bolchevique, se debe más que a la ausencia de escrúpulos de sus
constructores o a su excesivo utopismo, a su intrínseco valor como Mal
Metafísico, pues el advenimiento comunal se apartaría del Arquetipo Único. Al
negar la personalidad a favor del colectivismo y el espíritu a través del
materialismo, ese sería su gran crimen o los millones de asesinados,
psiquiatrizados, encarcelados y torturados (NOTA: un estudio somero de las
cifras atribuidas al comunismo en el Libro Negro -aquella obra tan chusca que
sacaron marxistas conversos franceses a mediados de la pasada década para mejor
justificar sus volteretas y acomodaciones- arrojarían el dato de que la mitad
de los varones adultos rusos estaban en la cárcel en época de Stalin. ¿Absurdo,
verdad? También se sabe que la población reclusa en aquel entonces era menor
que la de EE.UU. a día de hoy -y no incluimos las perreras de Guantánamo-, y
que la generalización del uso de penicilinas redujo la mortandad considerablemente
a niveles anecdóticos. Claro que uno siempre puede creerse las fantasías
penales de Soljenitzin o Medveded, o los inventos ridículos de Conquest).
Malos, muy malos
eran Josif y sus camaradas, y el mundo no sabe hasta qué punto se ha librado
del Mal Metafísico. Un Mal que se echa de ver enseguida si uno se detiene a
considerar los símbolos abominables de la utopía roja, las marcas de la Bestia,
según los criptólogos de la cosa. Ahí van algunos:
· El sol naciente que aparece en el
escudo de la URSS como en el de todas las repúblicas soviéticas aparece debajo
del globo terráqueo, no encima, de modo que el sol del comunismo alumbra la
tierra desde abajo. Esto se relaciona con el fuego infernal que arde bajo la
tierra. La Tradición, nos dicen, lo llama "sol negro" o "sol de
medianoche". Y, tomen asiento porque esta es la mejor: representa el
solsticio de invierno, cuando el sol deja de bajar hacia el horizonte para
empezar a subir. Se trata pues del Invierno Cósmico donde se desarrolla el
misterio del Nuevo Nacimiento. La Era Proletaria y su propósito escatológico de
poner fin a la Historia, lejos de inaugurar la Nueva Era, es el punto más bajo
de la anterior. Es el mismo propósito de Lucifer. El comunismo, proclamando la
llegada del Nuevo Aion (el nuevo mundo) olvida que es la materialización de los
aspectos más tenebrosos e infernales del viejo.
Y este Sol Negro se
relaciona también con Saturno, planeta sombrío del cual el plomo es su símbolo
alquímico. En las saturnales romanas los esclavos ocupaban el puesto de los
amos, interrumpiendo momentáneamente la lógica de la vida. Eran días, donde
imperaban el absurdo, la orgía, "la crueldad bufona y la indecencia".
· La hoz y el martillo del comunismo
ruso tienen también su miga. Todos sabemos que la hoz es el símbolo del
perverso Saturno (y podemos sustituirla sin ningún problema por la guadaña,
siendo así que los rojos han sido muy malos siempre y en toda tierra de
garbanzos). Pues bien, esta es la hoz con la que Cronos/Saturno, el muy
capullo, se dedica a segar la vida humana al final del ciclo humano. Era lógico
(al menos según estos autores) que la barbarie y la violencia fueran
auspiciadas bajo el símbolo de la hoz. Y otro tanto cabe decir del martillo,
que no se iba a ir de rositas en este repaso a la infamia. El martillo, en
primer lugar, tiene la forma de la letra "T" y representa la muerte
ya que se trata de una cruz sin la vertical que surge de la raya horizontal. La
falta de este segmento superior indica que la perspectiva espiritual del
ascenso se ha perdido y que sólo queda el descenso hacia los aspectos
subhumanos de la existencia.
Por añadidura, y
para más escándalo, la Hoz se vincula al principio femenino, y es atributo
común de las antiguas diosas relacionadas con la tierra. Todos sabemos que la
celebración de la Madre Tierra conllevaba la castración ritual del hombre y la
pérdida de su cualidad olímpica. Se le castraba con una hoz. El martillo sería
el elemento viriloide, casi fálico, relacionado con los dioses herreros
(Vulcano) y con el fuego del "infielno". Esta polaridad sexual se
plasma gráficamente en "El obrero y la koljosiana", la célebre
escultura de Vera Mujina, con sendas figuras portando los símbolos mitológicos
· La estrella roja de los soviets
tampoco escapa al castigo, no. Este símbolo "hermafrodita" (rojo por
el fuego -masculino-, pero por ser de cinco puntas carece de la sexta punta
fálica de la estrella hexagonal). La hoz y el martillo y la estrella roja
representan la oposición contrainiciática a la Rusia blanca, ortodoxa e hiperbórea
por su doble faz ígnea y fría a la vez. Amén.
· La organización comunista infantil de
los "pioneros" también tiene para darle de comer aparte. El saludo de
los pioneros (la mano levantada a la altura de la frente) sería el gesto
natural de protección ante la luz cegadora de Lucifer.
· Y una de comunismo y masonería, como
en los mejores tiempos del Caudillo estrena-embalses. Todo el mundo sabe que
compañero (camarada en ruso -tovarish) es un grado masónico (entre los de
aprendiz y maestro) y era un equivalente de "hombre" en los países
del Este. La logia de los compañeros-camaradas está ligada al número 5 y la
estrella flamígera es la señal distintiva de los masones compañeriles. Además,
en tanto que está en ese grado intermedio entre aprendices y maestros, dicho
grado sería también según la Tradición el de Lucifer. En la leyenda masónica
sobre Hiram, el arquitecto de Salomón, este fue asesinado por "tres
compañeros", lo cual enlazaría con la lógica de la dictadura del
proletariado (la rebelión contra los señores o los amos). Hiram es rematado en
las puertas orientales del templo por el tercer compañero con un martillo, el
mismo que luce en la bandera comunista y cuyo color rojo es el de la sábana
ensangrentada con la que se cubre el cuerpo del arquitecto muerto.
Si después de todo
esto a alguno de ustedes le quedan ganas de sentirse comunista (de verdad, no a
lo IU), que sepa que se puede quemar en el fuego del infielno entre dolores y
sufrimientos espantosos, por rojos.
METPO MOCKBA
Quien ha tenido
ocasión de conocer el Metro de París (con su genuino olor a orinal y caramelo y
sus hordas de zulúes y lechosos oficinistas recortadas sobre la blanca
azulejería de sus pasillos), el archimoderno e impersonal metro de Praga (todo
de acero y cromados y bocanas pronunciadísimas), el inverosímil Fondalatti
budapestino (con papel pintado, lámparas art-decó y sofacitos de té
primorosamente tapizados -y todo esto bajo el calmoso y danzante Danubio-), aún
así no dejará de sorprenderse al viajar por el metro de Moscú, hecho que
constituye una de las experiencias sensoriales más increíbles que puedan
imaginarse.
Si desplazarse en
Madrid por metro puede dejarle a uno reducido a la náusea y a un asco infinito
por la especie humana (con sus rebaños de familias sudamericanas comportándose
de la peor forma posible, agresiones olfativas de todo tipo, adiposas
presencias físicas en torno, carteristas, músicos gaseables que te joden
directamente la lectura de una página de Elvira Lindo o Lucia Etxebarria u otra
gran autora de las que leería Su Altizia Letizia, boleros repugnantes o esos
acordeones pulgosos que se cuelgan del pescuezo rumanos humeantes, gente
patética que te empuja en las entradas en pos de los asientos libres para dejar
caer sus lamentables y mal diseñados cuerpos, esperas inauditas de hasta 20
minutos según a qué horas, mierda y calor sofocante, amén de una rampante
especulación propia de un país tercermundista basada en llevar el metro hasta
¿Toledo? con el fin de privatizarlo a corto plazo, habiéndolo pagado con
nuestros castigados y resignados bolsillos. Eso sí, tod@s convencid@s de que
Gallardón es cojonudo y de que el metro de Madrid es gloria bendita cuando en
realidad es una mierda lenta, apestosa y carísima) pues bien, amiguitos, uno tiene
la certidumbre de que el metro moscovita es el duradero e incorruptible triunfo
de la utopía socialista, una ciudad subterránea presidida por la perfección y
el siempre apabullante sentido stalinista del espacio y de los desplazamientos
obreros. Así es.
Ya a principios del
siglo XX la iglesia ortodoxa se opuso cerrilmente a la construcción del metro
(entonces sólo bosquejado a través de planos) por acercarse demasiado al
infierno. Podemos hacernos una idea de cómo funcionaba el clero por aquel
entonces. Sucesivos planes fueron postergados hasta 1931, cuando el Comité
Central del Partido Comunista de la URSS tomó por unanimidad la decisión de
construir el metro. La primera línea -la roja- se concluyó en 1935 y sus trenes
estaban inspirados en los vagones neoyorquinos -apariencia que a día de hoy
siguen conservando-. Trece mil voluntarios del Komsomol (las Juventudes
Comunistas) arrimaron el hombro, y ni siquiera durante la Segunda Guerra
Mundial se paralizaron las obras. Cuentan que las madres obligaban a sus hijos
a lavarse las manos antes de tomar el metro de Moscú. Las líneas reproducen el
plano urbanístico de Moscú, con diversas líneas radiales divergentes del centro
(el Kremlin) y una de circunvalación que las cruza (como los diversos anillos
que circundan el corazón de Moscú). Desde la calle se accede a las escaleras
mecánicas, sin necesidad de subir/bajar a pie enojosas escaleras (todo lo más,
se suben algunas para los transbordos, ni muy onerosas ni muy a menudo). Todos
los túneles tienen un eficaz sistema de ventilación para renovar y purificar el
aire hasta cuatro veces por hora, de modo que uno nunca llega a tener esa
sensación de inminente lipotimia que se experimenta en un andén de Avenida de
América un mediodía de julio, presa de las náuseas y el asco.
Concebido como un
auténtico Palacio de los Trabajadores, el metro era un medio de transporte,
pero también un museo y un lugar donde se impartía una formación política
básica por medio de murales, esculturas, mosaicos... Aún recuerdo vívidamente aquellas
marmóreas columnas de la estación del parque Izmáilovski, con capiteles
monumentales profusamente decorados con acanto, cornucopias, vides, haces de
trigo y... ¡metralletas! A pesar de mantener cierta unidad estética (salvo las
estaciones de los 60, más modernas), cada estación tiene un aire que le es
propio. Piedras preciosas como los orlets, piedra roja que decora los arcos de
acero de la elegantísima estación Mayakóvskaya (el huraño Mayakovski barrunta
el tráfago diario con circunspección). El techo es una sucesión de cúpulas
decoradas por 33 mosaicos, serie titulada, según supe más tarde, como Las
veinticuatro horas del cielo soviético y en los que, siguiendo una pauta de
mayor a menor claridad uno se deleita con zeppelines, cometas con las que juguetean
los pioneros, aviones de hélice, paracaidistas, avionetas, teledirigidos,
obreros perfilados sobre andamiajes recortados sobre un cielo azulísimo. Si uno
se sitúa debajo tiene la sensación real de estar mirando el cielo, un cielo
propagandístico pero muy bello donde se exalta el optimismo de una sociedad
joven en pos de la utopía.
Uno de los grandes
reproches que se hacen al metro de Moscú es que certificó el final de la
experimentación vanguardista, siendo así que el suburbano habría podido prestarse
a creaciones arquitectónicas experimentales que se intuyen asombrosas, en
detrimento de las cuales se impuso el "clasicismo staliniano". En mi
opinión, aunque las vanguardias constructoras de Melnikov, El Lissitzski,
Tatlin, Le Corbusier y tantos otros (más experimental que otra cosa, más de
ideación que factual) son valiosísimas y un indicio de la pujante sociedad
naciente donde talento y democracia (de la de verdad y sin que te dé la risa)
florecían sin trabas, gran parte de culpa del triunfo final del clasicismo
soviético lo tuvo la sospecha que recaía sobre dichas vanguardias (burguesas,
después de todo) y que sólo podían ser comprendidas por una élite instruida.
Eso alimentaba cierto recelo popular, cierta predisposición que jugó muy
desfavorablemente en su contra para acabar sepultada por el dictamen staliniano
de "el pueblo tiene derecho a las columnas" (la casa Soyuz de Le
Corbusier, en Moscú, parece ahora un pastel cuadrado de chocolate
mordisqueado).
Los "palacios
del proletariado" mantienen la estructura de los grandes recintos
religiosos (natural en una sociedad tan religiosa como la rusa, siendo quizá
Stalin el Zar rojo y siendo el ateo comunismo ruso tan marcadamente religioso).
Las estaciones se dividen en tres naves: dos laterales, por las que circulan
los trenes, y otra central, más amplia, separada de las otras por columnas que
nos adoctrinan sobre el ethos de los soviets, cada una con un tema. Los
vestíbulos de entrada al metropolitano a menudo se levantaban sobre las
polvorientas ruinas de antiguas iglesias derribadas por los bolcheviques. El
aspecto de templo es particularmente palmario en la estación de
Novoslobodskaja, en cuyo "altar" un mosaico representa a una virgen
sosteniendo a un niño sobre un fondo de haces de trigo, la estrella y la hoz y
el martillo. Unas palomas levantan el vuelo sobre la pareja en homenaje a la
paz. Estas palomas sustituyeron al medallón original con el rostro de Stalin
que había en su lugar. El Zar rojo fue borrado de este icono religioso.
MONUMENTOS
Gran parte de ellos
no se ha tenido en pie desde la perestroika, y algunos de los que mantienen una
heroica verticalidad, entre la despreciativa indiferencia de casi todos, son
tan alucinantes como el del Mahatma Gandhi, escuchimizado y sarmentoso, que data
de los tiempos de la amistad indo-soviética.
Dos obras cumbre de
la escultura soviética, cada una de un período distinto, son la archifamosa El
obrero y la koljosiana, y el monumento a Gagarin en la plaza que lleva su mismo
nombre. La primera, obra de Vera Mujina, toda de acero, tiene una altura de 25
metros y 75 toneladas de peso. Este conjunto escultórico, situado a la entrada
del pabellón soviético, mantuvo un épico combate en la Exposición Internacional
de París en 1937 con el águila de Arno Breker que adornaba el pabellón alemán,
situado enfrente del ruso. Pues bien, ni el obrero ni la koljosiana están allí.
Permanece el horroroso pedestal gris, puro mazacotismo, y la estructura que los
sostenía. Según pude averiguar, parece ser que están siendo restaurados porque
se caían a cachos. Dado el actual clima de liquidación histórica no me
extrañaría que no volvieran por allí, pasado un tiempo de silencio y olvido, o
que fueran vendidos a alguna multinacional japonesa. A pocos metros se
encuentra, claro que sí, un MacDonald´s.
Otra de las grandes
muestras de la escultura monumental soviética es el monumento de Gagarin en la
plaza que lleva su nombre. El héroe socialista es aquí el cosmonauta, mitad
hombre mitad máquina, que parece que va a ser despedido al espacio. Erigido
sobre una gran columna estriada de aluminio, tiene algo de tebeístico.
Uno de los emblemas
más maltratados y al que la historia ha tratado peor es el monumento a Karl
Marx enfrente del Bolshói. Inaugurado en 1961 en pleno apogeo del jruschevismo
(dos días después el cadáver de Stalin dejó de reposar junto al de Lenin en el
mausoleo de la Plaza Roja), se trata de un mazacote de piedra de 140 toneladas
obra de Lev Kérbel, nacido el día de la Revolución bolchevique (suyo es también
el monumento a Lenin de La Habana, con esa característica suya de hacer emerger
los cabezones del pedrusco). A su alrededor hay carteles de Madonna con una
peluca de cortesana arrastrándose por las alfombras de un saloncito Luis XIV. Y
latas de Coca-Cola abandonadas por los sedientos y reconvertidos transeúntes.
En la piedra está grabado un aserto de Lenin: "La teoría de Marx es
todopoderosa porque es exacta", así como el slogan PROLETARIOS DEL MUNDO
UNÍOS.
Suerte parecida ha
corrido el Lenin de la Plaza de Octubre, a cuyos pies un enjambre de skaters y
muchachos deslumbrados por la cultura urbana americana campan a sus anchas. Los
edificios a su alrededor exhiben todos rótulos luminosos y publicidad de
importantes multinacionales. Lenin permanece arrogante sobre una peana de
soldados, obreros y campesinos conducidos por una Victoria proletaria. Mejor
aspecto tienen los Lenins de San Petersburgo, siendo como es la cuna de la
Revolución. El de la Plaza de la Revolución, o como coño se llame ahora, está
tan agitado que sus ropas tienen una violencia helenística, con su tópico brazo
extendido apuntando al futuro. El que permanece en pie junto a la estación de
Finlandia está sobre la torreta de un carro de combate. Detrás, en la estación
de Finlandia, a donde llegó Lenin en la noche del 16 de abril de 1917, nada
parece recordar las palabras que pronunció aquella noche, con un ramo de flores
que le entregó la Kollontai, cuando se le conminaba a defender el gobierno de
Kerensky de cualquier tentativa enemiga extranjera: "camaradas, soldados,
marineros y obreros, ha llegado el momento de que todos los pueblos vuelvan las
armas contra sus explotadores capitalistas. La guerra de rapiña es el comienzo
de la guerra civil en toda Europa. Luce la alborada de la revolución mundial.
La revolución que habéis llevado a cabo es el inicio del hundimiento del
imperialismo europeo y ha plantado los cimientos de una nueva época. ¡Viva la
revolución socialista en el mundo entero!". Esta última proclama está
escrita en la peana del monumento. Llovía.
EL COSMOS
Una de las visitas
más interesantes es la del Museo de los Cosmonautas, ubicado en la base de un
obelisco de titanio de 99 metros de altura, coronado por un cohete, y que a
buen seguro mantiene incólume el aire que tenía en su inauguración (en 1981),
un toque de sovietismo ochentero que ya es casi imposible de encontrar. Afuera
los graffitis han hecho acto de presencia en la base del monumento (esta es
otra de las lacras que se empieza a insinuar en el paisaje de Moscú, el de las
pintadas guarrindongas). Dentro todo permanece intacto: lámparas de diseño
espacial, grandes rampas de color azul cosmos, una decoración que recuerda a un
cohete, una eficaz iluminación atenuada SCI-FI... Es además un lugar poco
frecuentado por turistas y al que acuden los nativos en distintas modalidades:
parejas o familias. Es también posible comprar comida de astronauta (unas
pastillas marronosas como las de avecrem envasadas al vacío y tubos como
dentífricos) y posters originales. Uno tiene la sensación de encontrarse en el
espacio. Allí se encuentra el traje de cosmonauta de Gagarin, con ese
característico color anaranjado que popularizaría Luke Skywalker en su saga de
las galaxias, junto a la cabina esférica de la nave Vostok, naves de
reconocimiento lunar... Hay también una parte dedicada a Gagarin, con una
exposición fotográfica sobre su vida (desde sus orígenes humildes hasta su
epopeya como héroe socialista). Y están, disecadas, las perritas astronautas
Belka y Strelka. Un inmenso astronauta de acero nos recibe con los brazos en
cruz, recortado sobre una vidriera con las constelaciones zodiacales. Resulta
una imagen crística, astral, de un corcovado ateo que anuncia la religión del
Hombre, ese hombre del espacio que dio un paso adelante en la batalla contra el
Occidente capitalista.
El 4 de octubre de
1957 la Unión Soviética conseguía poner en órbita alrededor de la tierra el
primer satélite artificial. Más tarde, el 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convertía
en el primer ser humano enviado al espacio. Por aquel entonces, y esto es un
ejemplo muy esclarecedor de la propaganda ideológica y la presumible victoria
que emanaba de un bando sobre el otro, los niños usacos se deleitaban con los
daily strips (las tiras diarias) de Dan Barry mientras jalaban crema de
cacahuete y hamburguesas, deleitándose con las andanzas del rubio astronauta
"acartoonado". Para los niños rusos esas historias eran ya realidad.
Aquí uno entiende
particularmente el llamado "cosmismo" ruso, que sostiene que el medio
donde el hombre desarrolla su actividad es un equilibrio de las condiciones que
han hecho posible la existencia de la vida, por lo que el hombre debe salir al
cosmos (nivel superior de las concepciones místicas cosmistas), poblarlo y
desarrollar allí su actividad. En la personalidad cósmica del hombre se unen la
naturaleza colectiva, al formar parte de la comunidad, y la divina, por formar
parte del orden divino de la Creación.
DE ENTRE LOS MUERTOS
No hay que dejar de
visitar el cementerio de Novodiévichi (tras disputar con la refunfuñante
inquilina de las taquillas, que no parecía dispuesta en absoluto a venderme las
correspondientes entradas, haciéndomelo saber con gritos sobrecogedores),
inaugurado a finales del siglo XIX, y que fue la necrópolis a donde iban a
descansar eternamente altos funcionarios de la URSS, generales y grandes
personalidades de las ciencias y las artes. No se parece a nada del mundo, ni
siquiera a los cementerios laicos, siempre melancólicos y diáfanos. Allí se
topa uno con tumbas como la de Ivan Presipkin, mariscal de comunicaciones
militares que aparece erguido sobre su tumba con un teléfono en la mano, como
si sostuviera una conversación de ultratumba con la mayor naturalidad. También
choca la tumba del mariscal de tanques Ribalko, que tiene un tanque esculpido
sobre su lápida. Y dondequiera que pongas el ojo te topas con pilotos con
trajes de aviador, generales consultando mapas, cosmonautas con trajes
espaciales, cohetes, cisnes, obeliscos, raros túmulos constructivistas,
ingenieros labrados en piedra con sus aperos de conocimiento, estrellas de
héroe de la URSS esculpidas en las tumbas... La utopía quiso que en adelante no
hubiera muerte, sino sepelios.
La tumba más
popular, y que obligó al cierre de Novodiévichi hasta 1987 para evitar visitas
de culto, es la de Jruschev, obra de Ernst Neizvesni, autor cuyos artefactos
fueron calificados por Jruschev como "nauseabundos borratajos"
durante una exposición de 1962 a la que asistió el máximo dirigente de la URSS.
Aquel artista chapucero y el hombre que agitaba su zapato terminaron siendo
amigos y la tumba de Nikita corrió a cargo de Neizvesni (Jruschev es el único
presidente de la URSS que no está enterrado junto a las murallas del Kremlin).
Si uno se detiene a observar este artefacto percibirá que Jruschev tiene un
aspecto clownesco, y no se termina de entender la instalación, con esa cabezota
de emperador romano depuesto.
De camino a la
salida encontré la tumba de Nadiezhda Alelúyeva, esposa de Stalin, que le
abandonó de la forma más expeditiva posible: pegándose un tiro. Lo mejor es sin
duda la inscripción fúnebre: "A un miembro del Partido Comunista".
Estas palabras corresponden a Iosif Stalin.
Pero el muerto más
famoso es sin duda el inquilino del mausoleo de la Plaza Roja, un zigurat de
granito rojo y labradorita negra: los colores del luto comunista, obra del
arquitecto Alexéi Schúsev. No es otra cosa que la meca del comunismo
internacional, y enfrente, por esas paradojas del destino, están los
escaparates de Moschino y Dior de los almacenes GUM, así como unas terrazas
prohibitivas. Mientras la reacción pugna por expulsar a Lenin de la Plaza Roja,
los hay que sugieren dejar un muñeco de cera en su lugar como atracción para
los turistas. Son pocos los nativos que se acercan a venerar al líder
revolucionario (y todos de edad avanzada). En el interior aún se exige la mejor
compostura. A la salida puedes repasar los nombres de los enterrados en las
murallas del Kremlin (Gorki, Gagarin, la Krupskaya, Clara Zetkin, John Reed...)
y los monumentos funerarios que coronan las tumbas de los grandes líderes del
partido: Voroshilov, Dzerzhinski, Kalinin, Brezhnev, Andropov y... Stalin.
Durante mi visita,
los guardias dejaron trepar por las gradas de piedra a un anciano que depositó
unas modestas y revolucionarias flores sobre la tumba de Stalin.
EL FINAL
"En relación a
Occidente, todo en Rusia está un grado más arriba: el escepticismo se convierte
en nihilismo, la hipótesis en dogma, la idea en icono"
E. M. CIORAN
Viendo en qué ha
venido a parar todo, con mujeres andrajosas vendiendo fresas en las cunetas de
las carreteras, ancianitas con pensiones ínfimas que se ven obligadas a
trabajar con 80 años, a menudo enfermas, no siendo raro verlas caminar largas
distancias para ahorrarse el billete de metro, los tremendos contrastes
sociales de la sociedad rusa de hoy, uno se pregunta para qué ha servido todo.
Los países del Pacto
de Varsovia obedecen al FMI e ingresan en la OTAN. El Palacio de Congresos del Kremlin,
hecho del mármol de los Urales, donde otrora se celebraban los congresos del
Partido Comunista de la Unión Soviética, ha sido el escenario de conciertos de
Cher y Julio Iglesias. Después de 74 años los estados capitalistas vencieron
militarmente al Estado surgido de la Revolución de octubre
Tras resistir
victoriosamente una cruenta guerra civil, la invasión de las potencias
capitalistas extranjeras (la pinza occidental-japonesa por este y por oeste),
tras ver su territorio reducido a escombros y sangre en dos ocasiones (la
última con el coste de más de 20 millones de vidas), tras soportar los rigores
de una industrialización heroica, pasando de ser un país semifeudal a la
primera potencia aeroespacial del planeta, tras soportar una inimaginable cantidad
de mierda troska, tras aguantar el embate del imperialismo americano durante
más de cuarenta años, la Revolución fue finalmente derrotada. Paseando por Novi
Rabat, la antigua Kalinin, y viendo esos engendros de rascacielos en forma de
libro (capricho de Jruschev a su vuelta de una visita a los USA), tan lejos de
los estribanubes de El Lissitzky en el apogeo de la vanguardia arquitectónica
como del gótico staliniano que despunta en el skyline moscovita, el final de
todo principió cuando Jruschev señaló el nivel de vida americano como el listón
del socialismo y poniendo punto final a la dictadura del proletariado, y por
ende a la lucha de clases. Si el partido ya no era la vanguardia (Stalin
siempre dirigió su violencia hacia los cuadros del partido para eliminar el
oportunismo) y puesto que el Estado era ya de todos, los viejos elementos
burgueses terminaron devorando el partido. No es casual que sea la KGB (tal y
como predijo Philby, el espía del siglo, desde su leal exilio en Moscú) la que
desmonte el sistema para que aquella clase burocrática expropiara los bienes
del Estado y poder así legarlos a sus hijos. Así uno se encuentra con que buena
parte de los millonarios mafiosos en Rusia haya estado vinculada directa o
indirectamente al PCUS.
Y luego está el
hecho de que los propósitos de hacer de cada hombre un físico nuclear, un
ingeniero, un ajedrecista, un cosmonauta o un pertiguista de altos vuelos -todo
ello mucho más cerca del superhombre nietzscheano que el capitalismo kinky que
nos ocupa- han venido a darse de bruces con la triste realidad de la especie.
Termino la murga con
las palabras de un incorrecto, Céline, que resumirán mucho mejor que
cualesquiera otras por qué el capitalismo, en esta faceta terminal y purulenta
que ahora atraviesa, ha triunfado finalmente:
"La estaca
acaba cansando a quien la maneja, mientras que la esperanza de llegar a ser
poderoso y rico con que está atiborrado el hombre blanco no cuesta nada,
absolutamente nada. ¡Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos
tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el
supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el
currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar "señor" al esclavo,
ni hacerle votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo,
llevarlo a la guerra para liberarlo de sus pasiones."
Puedes dirigir tus
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El Hombre, el Cosmos,
la Ciencia y el Bien. Los soportes éticos de la ciencia soviética:
http://www.iespana.es/gaiaxxi/rep-sovietcosmos.htm
Recorrido
fotográfico por el metro de Moscú:
http://www.metrostroy.ru/lat/stations.htm
Mausoleo de Lenin:
o, en esta misma
LINEA DE SOMBRA, puedes darte un paseo por el