EL ORGASMICO REICH DEL ANTIKAISER
WILHELM
una enérgica vindicación por Charlie
Mysterio
Adoro a
Wilhelm Reich y a Jung, tanto como detesto a Marcuse y a Erich Fromm.
Reich
-padre de las terapias corporales- es indispensable en la psicología moderna,
discípulo favorito de Freud y perseguido-incomprendido allá donde fuera.
Descubrí su obra en Argentina, donde existe una escuela Reichiana bastante
seria. Hace años en el diario El País un desafortunado artículo de Maruja
Torres provocó una respuesta contundente y automática de esta Escuela de
Terapia Reichiana con base en Buenos Aires y representante de la International
Federation of Orgonomic Colleges (IFOC). El artículo de Torres se basaba en
datos folclóricos y triviales de Reich sin tener en cuenta la profundidad de su
obra; dado su desconocimiento, la respuesta argentina fue demoledora. Creo que
no tuvo réplica por parte de la columnista.
En general
se ha tratado a Reich bastante mal y su revisión en los años 60 trajo
consecuencias negativas para el conocimiento básico de su interesante obra.
Lo
anecdótico de su vida, sus chascarrillos, etc, han ido en detrimento de su
labor en investigación. Bien es cierto que algunos de sus inventos son pura
chifladura (como el cloud buster o aparato caza-nubes que ideó para poder
dominar el clima, partiendo de la tesis de la sexualidad de las nubes) y su
descubrimiento del orgón, como unidad energética (y curativa) que desprenden
los seres vivos durante el orgasmo, es más que discutible.
También es
cierto que unas gotas de locura hacen más simpático al personaje, ya de por sí
rara avis. Para mí Reich es una mezcla entre Guy Debord, Edison y Syd Barrett:
pensador, inventor y performer perdido en la espiral de su loca genialidad.
Huellas de
Reich hay miles. Woody Allen le rinde homenaje en "El dormilón" con
la escena del Orgasmatrón. También hay referencias en la música pop (los
famosos Flaming Lips le homenajean en sus canciones, por citar un grupo del
momento).
Por
razones de tiempo no puedo comentar su vida y sus libros. Sí he realizado una
pequeña selección de textos escogidos que paso a presentar.
En 1926
publicó el revolucionario "La función del orgasmo" incluyendo la
tesis que antes citaba: el orgasmo equilibra las funciones del organismo, dando
paso a un individuo sano. Reich comprendió que esta energía se encontraba en
realidad diseminada en todo el espectro de la creación, como un halo vital, una
energía que “precede a la materia y la genera”, justamente lo contrario que la
energía atómica (que parte de la destrucción de la materia). Consiguió aislarla
y definirla en su mínima unidad: el Orgón, y a partir de ella creó una nueva
ciencia, la orgonomía.
En su ensayo "La psicología
de masas del fascismo" (1933) apunta lo siguiente:
"Los discursos de
Hitler que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban
por su habilidad para influir en las emociones de los individuos al interior de
las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier argumento relevante.
En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas
tácticas de la psicología de masas se abstienen de cualquier argumentación y de
enfocar la atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo
final". La apariencia que reviste este último después de la toma del
poder, se aprecia claramente en el
fascismo italiano. Los decretos de Goëring en contra de las organizaciones de
las clases medias, el desaire a la "segunda revolución" que esperaban
los partisanos, el incumplimiento de
las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron la
función reaccionaria del fascismo.
El éxito de Hitler, de
ninguna manera podría explicarse sobre la base de su papel reaccionario dentro
de la historia del capitalismo; de haber asumido ese papel abiertamente en su propaganda,
habría obtenido unos resultados opuestos a los que perseguía. En términos de la
psicología de masas, la investigación
del efecto que producía Hitler debe partir del supuesto de que un
führer, o cualquier paladín de una idea, puede ser exitoso (desde una perspectiva histórica, o desde una que
sea limitada), sólo si su punto de vista personal, su ideología o su programa
son semejantes a la estructura promedio de una amplia categoría de individuos.
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué situación histórica y sociológica
constituye el génesis de estas estructuras de masas? A partir de ahí, las
interrogantes de la psicología de masas se transfieren del terreno de la
metafísica que representa la "idea del führer", hacia la realidad de
la vida social. Sólo cuando la estructura de la personalidad del führer está en
armonía con las estructuras de los grupos masivos, puede un "führer"
escribir la historia. Que deje una huella permanente en la historia o tan sólo temporal, depende únicamente de saber si su
programa sigue la dirección de los procesos sociales progresistas, o si se
encarga de contenerlos. En consecuencia, nos hallamos en la ruta equivocada si
intentamos explicar el éxito de Hitler basándonos únicamente en la demagogia del Nacional Socialismo que
permitió la "desorientación de las
masas", su "engaño", o si empleamos el término confuso y hueco
de "psicósis Nazi", que utilizaron más tarde los comunistas y otros
políticos. Se trata justamente de entender por qué las masas resultaron tan accesibles al engaño, a la
confusión y a una situación psicótica.
Sin un conocimiento preciso, no puede resolverse el problema. Afirmar que el
movimiento encabezado por Hitler era un movimiento reaccionario no es suficiente.
El éxito del nsdap ante las masas
resulta inconsistente con este supuesto papel; ¿por qué razón varios millones
de gentes habrían de respaldar su
propia represión? Nos hallamos frente a una contradicción que sólo puede
explicarse mediante la psicología de masas -y no por la política ni por la
economía. El nacional socialismo empleó diferentes medios en su trato con
las diversas clases sociales, y formuló
numerosas promesas según la clase social que necesitase en cada instancia. Por
ejemplo, durante la primavera de 1933, la propaganda nazi enfatizó el carácter
revolucionario del movimiento nazi, buscando atraer a la clase obrera; fue así como "aclamó" la fecha del
1 de Mayo, aunque previamente hubo de apaciguar a la aristocracia en Postsdam.
Sin embargo, atribuir este éxito únicamente a la estafa política, implicaría
enredarse en una contradicción respecto
a la idea básica de la libertad y excluir,
al fin y al cabo, la posibilidad de una revolución social. La pregunta
que debe responderse es: ¿por qué las masas permiten que se les defraude
políticamente? Tuvieron todas las posibilidades de evaluar la propaganda de los
diferentes partidos. ¿Por qué no advirtieron que, al mismo tiempo que prometía
a los trabajadores que los medios de
producción les serían confiscados a sus dueños, Hitler le ratificaba a los capitalistas que sus
derechos serían respetados?
La estructura personal
de Hitler y la historia de su vida no tienen
importancia para entender el Nacional Socialismo. Sin embargo, es
interesante que el origen de clase media de sus ideas coincida, en lo esencial,
con las estructuras de aquellas masas que las aceptaron con tanta avidez. Como sucede en todo
movimiento reaccionario, Hitler se basó en el respaldo de los diversos estratos
de la clase media baja. El Nacional
Socialismo exhibe todas las contradicciones que caracterizan a la
psicología de masas del pequeño burgués. Las cuestiones que se plantean son:
1. Comprender las
contradicciones en sí,
y 2. Formarnos una
idea de su origen común bajo las condiciones de la producción imperialista. Nos
limitaremos aquí a analizar las cuestiones relativas a la ideología sexual.
Antecedentes de Hitler
El führer que encabezó
la rebelión de las clases medias alemanas era
hijo de un burócrata. Esta circunstancia nos lleva a un conflicto característico dentro de la estructura de
masas de la clase media. Su padre
deseaba que se convirtiera en burócrata; sin embargo, el hijo se insubordinó en contra del plan paterno
y resolvió que no obedecería "por ningún motivo"; se dedicó a la
pintura y, en el proceso, cayó en la pobreza. A pesar de ello, la rebeldía en
contra del padre siempre estuvo
acompañada por el respeto y la aceptación de su autoridad. Esta actitud
ambivalente hacia la autoridad –rebelión
en contra de, aunada a aceptación y sumisión- constituye un rasgo
característico de todas las estructuras de la clase media, desde la pubertad
hasta la edad adulta, y es especialmente pronunciada en aquellos individuos que
provienen de situaciones materiales precarias. Hitler habla de su madre con
gran sentimiento. Afirma que lloró sólo una vez en su vida, cuando ella murió.
Su rechazo al sexo y su idolatría neurótica de la maternidad son evidentes en
su teoría sobre la raza y la sífilis.
Cuando era un joven nacionalista que vivía en Austria, Hitler decidió emprender la lucha en contra de la dinastía
austriaca que había "eslavizado a la patria alemana". En sus
polémicas en contra de los Habsburgo,
la acusación de que existían varios sifilíticos entre ellos ocupa un lugar
preponderante. Uno no le prestaría mucha atención a este factor, de no ser porque la idea del "envenenamiento
de la nación", y su actitud en general acerca de la sífilis, se plantean
una y otra vez y, más adelante, después de la toma del poder, constituyen un
punto central de su política doméstica. En un principio, Hitler simpatizaba con
los socialdemócratas porque estos últimos encabezaban la lucha a favor del
sufragio universal, lo que habría permitido el debilitamiento del "regimen
de los Habsburgo" que él detestaba. Sin embargo, Hitler sentía
animadversión por el énfasis de la Socialdemocracia en contra de las
diferencias de clases, su rechazo de la nación, de la autoridad del estado, de
la propiedad privada de los medios
sociales de producción, de la religión y de la moral. Lo que finalmente lo
condujo a apartarse de los socialdemócratas ocurrió cuando se le invitó a
formar parte de un sindicato. Se negó y
justificó su negativa demostrando por vez primera su perspicacia acerca del
papel desempeñado por la Socialdemocracia. Bismarck se convierte en su ídolo;
había logrado la unificación de la nación alemana después de luchar contra la
dinastía austriaca. Agrupaciones como la antisemita Lueger y la nacionalista
alemana Schönerer jugaron un papel preponderante en el futuro desarrollo
de Hitler. A partir de ese momento, su
programa se basa en designios nacionalistas e imperialistas que intenta
alcanzar a través de métodos
diferentes, más indicados que aquellos que había empleado la antigua
"burguesía" nacionalista. Los medios que utiliza están determinados
por su reconocimiento de la efectividad del poder marxista organizado, y por su comprensión de la importancia que
revisten las masas dentro de cualquier
movimiento político.
«...Sólo hasta que
la visión internacionalista del mundo –dirigida políticamente por el marxismo
organizado- se vea confrontada por una
visión popular del mundo, organizada y conducida con el mismo sentido de
unidad y, suponiendo que la energía combativa sea equivalente en ambos bandos,
habrá de inclinarse el triunfo hacia el campo de la verdad eterna. »
«...Lo que resultó
determinante para el éxito de la visión internacionalista fue su conducción por
parte de un partido político organizado en base a tropas de asalto; la causa de
la derrota de la visión opuesta sobre
el mundo se debió, hasta la fecha, a la ausencia de un cuerpo unificado que la
representara. No es la libertad irrestricta para interpretar la visión
generalizada, sino la opción limitante, pero integradora, de una organización
política la que permitirá luchar por una visión mundial y conquistarla.»
Muy pronto, Hitler
descubrió la inconsistencia de las políticas de la Socialdemocracia y la impotencia de los viejos partidos
burgueses, incluyendo al Partido Nacional Alemán.
«Los partidos
"burgueses", como se denominaron ellos mismos, nunca serán capaces de
atraer a sus filas a las masas "proletarias"; estamos frente a dos
mundos que se oponen, en parte de manera natural, y en parte como resultado de
una división artificial, y cuya relación mutua sólo puede ser de lucha. El más
joven será el victorioso -y de esto se trata el marxismo.»
Hitler se encontró
frente a las siguientes interrogantes: ¿cómo llevar la idea del Nacional
Socialismo a la victoria? ¿De qué modo
podía combatirse el marxismo en forma efectiva? ¿Cómo se debe actuar
para acercarse a las masas?. Con estas dudas en mente, Hitler apela a los sentimientos nacionalistas de
las masas, pero, al mismo tiempo, decide desarrollar su propia técnica de
propaganda y emplearla de manera consistente para organizar a las masas, como
lo había hecho el marxismo.
Así, lo que él desea,
-y lo admite abiertamente- es instaurar un imperialismo nacionalista, a partir
de métodos que se apropian del marxismo, incluyendo su técnica de organización
de masas. Sin embargo, el éxito de esta forma de organización de masas debe
atribuírsele a las masas y no a Hitler. La estructura autoritaria del hombre,
temerosa de la libertad, fue la que permitió que su propaganda echara raíces.
Por ello, la importancia que adquiere Hitler en términos sociológicos no surge
de su personalidad, sino de la importancia que le confieren a él las masas. Lo
que torna aún más complejo el problema es el absoluto desprecio que le profesa
Hitler a esas masas, de cuyo auxilio necesitaba para concretar sus ideas
imperialistas. En lugar de esgrimir una serie de pruebas para demostrar este argumento, basta con una
cándida confesión: "...el humor del pueblo no era más que el desecho de
aquello que se canalizaba hacia la opinión pública desde arriba". ¿De
qué forma estaban constituidas estas estructuras de las masas, para que, a
pesar de todo esto, acabaran empapándose de la propaganda de Hitler?
Sobre la psicología de masas en la clase media
Establecimos que el
éxito de Hitler no se debe ni a su "personalidad", ni al papel objetivo que desempeñó su
ideología dentro del capitalismo. Por otra parte, tampoco se le puede atribuir
al simple "ofuscamiento" que suscitó en las masas que lo seguían.
Hemos puesto el dedo en el meollo del
asunto. ¿Qué sucedía al interior de las masas como para llevarlas a seguir los
dictados de un partido cuyo liderazgo, tanto de manera objetiva como subjetiva,
era diametralmente opuesto a los
intereses de la clase trabajadora? Para responder a esta pregunta, antes debemos
recordar que, durante su primera incursión exitosa, el movimiento Nacional
Socialista se apoyó en las amplias capas de las llamadas clases medias, es
decir, los millones de empleados públicos y privados, los comerciantes de la clase media y el campesinado de las clases
bajas y medias. Desde el punto de vista de su base social, el Nacional
Socialismo era un movimiento de la clase media, y lo fue en cualquier parte que
surgiera, ya sea en Italia, Hungría,
Argentina o Noruega. Es por ello que la clase media baja, que anteriormente se
situaba al lado de las diferentes democracias burguesas, tuvo que haber
experimentado una transformación interna que la llevó a cambiar su posición
política. La situación social y la estructura psicológica asociada a ella en las
clases medias bajas, nos permiten explicar las similitudes y las diferencias básicas entre la ideología de la
burguesía liberal y los fascistas. La
clase media baja fascista es la misma que la clase media baja de la democracia
liberal, pero en un diferente periodo histórico del capitalismo. Durante los
años electorales, entre 1930 y 1932, el Nacional Socialismo obtuvo sus nuevos
votos casi exclusivamente del Partido
Nacional Alemán y de las pequeñas facciones partidistas existentes en el Reich
alemán. Sólo el centro Católico mantuvo su posición, aún en la elección
prusiana de 1932. No fue sino hasta esta última elección cuando el Nacional
Socialismo logró también una incursión exitosa al interior de las masas de los
trabajadores industriales. La clase media fue, y continuó siendo, el bastión de
la esvástica. Esta misma clase, como defensora de la causa del Nacional
Socialismo, fue la que irrumpió en la arena política y contuvo la
reconstrucción revolucionaria de la sociedad durante la convulsión económica
más severa que había experimentado el sistema
capitalista (1929-32).La interpretación política de la reacción, en
cuanto a la importancia de la clase media, fue absolutamente correcta. En un
folleto del Partido Nacional Alemán, con fecha del 8 de abril de 1932, puede leerse: "La clase media tiene
una importancia decisiva para la existencia del Estado." Después del
30 de enero de 1933, la cuestión de la importancia social de la clase media fue
ampliamente discutida por la izquierda.
Hasta entonces se le había prestado muy poca atención a esta clase, en parte porque todos los intereses se
enfocaban en el desarrollo de la reacción política y del liderazgo autoritario
del Estado y, en parte, porque una línea de cuestionamiento basada en la
psicología de masas era impensable para
los políticos. A partir de ese momento,
en diferentes ámbitos, se le otorgó paulatinamente una mayor prominencia
a la "rebelión de la clase media". Al estudiar las discusiones sobre
este tema, sobresalen dos puntos de vista: el primero afirmaba que el fascismo
"no era sino" el partido guardián
de la clase media alta; el segundo, sin restarle importancia a este hecho, hacía hincapié en "la
rebelión de las clases medias"; a
consecuencia de ello, los exponentes de esta tesis fueron acusados de omitir el papel reaccionario del
fascismo. Para sustentar tal acusación, se mencionaba el nombramiento de
Thyssen como dictador económico, la disolución de las organizaciones económicas
de la clase media y el rechazo a la "segunda revolución"; en
síntesis, se hacia referencia al
carácter reaccionario sin ambages del fascismo, que se volvió cada vez más
evidente y pronunciado desde finales del mes
de junio de 1933. Ciertos elementos ocultos se evidenciaron durante
estas discusiones tan acaloradas. El hecho de que, al hacerse del poder, el
Nacional Socialismo se mostró, cada vez más, como un nacionalismo
imperialista cuyas intenciones eran las
de eliminar cualquier contenido "socialístico" que tuviera el
movimiento, y prepararse para una guerra
con todos los medios a su alcance, no se contradecía con el hecho de que
el fascismo tenía respeto por sus bases populares y que, en realidad,
constituía un movimiento de la clase media. Si no hubiese prometido luchar en
contra del gran capital, Hitler nunca
habría logrado el apoyo de las clases medias. Obtuvo su respaldo para
conseguir la victoria porque estaban en contra de ese gran capital. Debido a la
presión que ejercieron las clases medias, las
autoridades se vieron obligadas a adoptar medidas anticapitalistas, del
mismo modo que, más tarde, tuvieron que abandonarlas bajo la presión del gran
capital. Si no se distinguen los intereses subjetivos de las masas que
conforman la base de un movimiento reaccionario, de la función objetiva
reaccionaria -los dos se contradicen uno al otro pero se reconcilian bajo el
manto de la totalidad del movimiento
nazi- no es posible comprender todo esto.
El primero tiene que ver con los intereses reaccionarios de las masas
fascistas, mientras que el segundo se refiere al papel reaccionario del
fascismo. Todas las contradicciones del fascismo se originan en la antítesis de estas dos facetas del movimiento,
del mismo modo que su recomposición en una figura única, el "Nacional
Socialismo", caracteriza al movimiento de Hitler. Dada la necesidad del
Nacional Socialismo de hacer hincapié en su carácter de movimiento de clase media (antes de su llegada al poder e
inmediatamente después),de hecho fue anticapitalista y revolucionario. Sin embargo, no despojó al gran capital de
sus derechos y, ante la urgencia de consolidar y mantener el poder que había
alcanzado, su función en pro del
capitalismo se llevó cada vez más al primer plano hasta que, finalmente, el
movimiento se convirtió en el partidario más acérrimo del imperialismo y del
orden económico capitalista. Sobre el particular, resulta del todo irrelevante
saber cuántos de sus líderes tenían una filiación socialista honesta o deshonesta (¡de acuerdo a su definición de
esta palabra!), al igual que carecía de importancia saber cuántos de entre
ellos eran impostores consumados y traficantes del poder. Una política radical antifascista no puede basarse en estas
consideraciones. Todo lo necesario para entender el fascismo alemán y su
ambivalencia, podía aprenderse a partir
de la historia del fascismo italiano, ya que éste último mostraba también la
reconciliación, en un todo, de estas dos funciones, contradictorias en sentido
estricto. Quienes niegan la función de las masas como base del fascismo o no le
conceden la importancia que amerita, se quedan atónitos ya que, en su opinión,
la clase media que no posee los principales medios de producción y que no
trabaja con ellos no puede convertirse en una fuerza motriz permanente de la
historia y, por lo mismo, debe oscilar entre el capital y los trabajadores. No
comprenden que la clase media puede ser y es "una fuerza motriz de la
historia", tal vez no de manera permanente, pero sí temporal, como lo
hemos aprendido del fascismo italiano y alemán. No sólo nos referimos a la demolición de las organizaciones obreras, a los
innumerables sacrificados y a la irrupción de la barbarie; más allá de todo
esto, el fascismo impidió que la crisis
económica se tradujera en un levantamiento político, en una revolución social.
Dicho claramente: mientras mayor sea la amplitud e importancia de los estratos
de la clase media de una nación, más
decisiva será su participación como una fuerza social efectiva. A partir de
1933, y hasta 1942, nos hallamos frente a la paradoja de que el fascismo había
sido capaz de aventajar al internacionalismo revolucionario social como un
movimiento internacional. Los socialistas y los comunistas estaban tan seguros
del progreso del movimiento revolucionario en relación con el de la política de
la reacción, que cometieron un rotundo suicidio político, aunque eran guiados
por las mejores intenciones. Este punto
amerita una atención muy particular. El proceso que ocurrió durante la última
década en las diversas capas de la
clase media en todos los países, merece una atención mayor que la opinión tan
banal y trillada de que el fascismo constituye la reacción política llevada al
extremo. La simple constatación de la naturaleza reaccionaria del fascismo no
permite el desarrollo de una política opuesta que resulte efectiva, como se
demostró ampliamente con los sucesos ocurridos entre 1928 y 1942. La clase
media se involucró en los acontecimientos e hizo su aparición como fuerza social a través del fascismo.
Por lo mismo, lo que importa, no son los propósitos reaccionarios de Hitler o
de Göering, sino los intereses sociales de los diversos estratos de la clase
media. Dadas las características de su estructura, la clase media posee un
poder social que supera ampliamente su importancia económica. Se trata de la
clase encargada de preservar nada menos que millares de años de patriarcado y
de perpetuarlo con todas sus contradicciones.
El simple hecho de que
exista un movimiento fascista es, sin duda, la expresión social del
imperialismo nacionalista. No obstante, para
que este movimiento fascista se convirtiera en un movimiento de clases y
que lograra, además, tomar el poder (cumpliendo, a partir de ahí, su función en
pro del imperialismo), debió contar con el apoyo absoluto que recibió de la
clase media. Sólo al tomar en cuenta
estas contradicciones y antítesis, cada una por separado, es
posible comprender el fenómeno del
fascismo. La posición social de la clase media está determinada por:
1. Su posición dentro
del proceso capitalista de producción.
2. Su posición dentro del aparato autoritario del estado.
3. Su particular
situación familiar que depende directamente de su posición en el proceso de
producción, y que representa la clave para entender su ideología.
Sin duda existen
diferencias en la situación económica de los pequeños campesinos, de los
burócratas y de los empresarios de clase media, pero la naturaleza básica de su
situación familiar es la misma. Durante el siglo XIX, el veloz desarrollo de la
economía capitalista, la rápida y continua mecanización de la producción, la
amalgama de las diversas ramas productivas en sindicatos monopólicos y
mutualidades, representa el origen de la pauperización progresiva de los
pequeños comercios y negocios de las clases medias bajas. Incapaces de competir
con las grandes empresas de mayor rentabilidad económica, las pequeñas firmas
se arruinaron sin posibilidad alguna de recuperación."
Sobra
decir que después de publicar este y otros escritos, tuvo que hacer pronto las
maletas y salir de Alemania... Un año antes, en 1933, publicó "Análisis
del carácter". De este libro es el siguiente texto:
El esquizofrénico y el homo normalis
El mundo del
esquizofrénico confunde en una sola experiencia lo que se mantiene
cuidadosamente separado en el homo normalis. El homo normalis "bien
adaptado" se compone exactamente del mismo tipo de experiencias que el
esquizofrénico. La psiquiatría profunda no deja dudas al respecto. El homo
normalis difiere del esquizofrénico sólo en que estas funciones están ordenadas
en otra forma. Es un comerciante o empleado o profesional bien adaptado,
"consciente de la sociedad" durante el día; superficialmente, se le
ve ordenado. Vive sus impulsos secundarios, perversos, cuando abandona su hogar
y su oficina para visitar alguna ciudad alejada, en ocasionales orgías de
sadismo o promiscuidad. Esta es la "capa intermedia" de su
existencia, clara y definidamente
separada del estrato superficial. Cree en la existencia de un poder
sobrenatural personal y en su opuesto, el diablo y el infierno, en un tercer
grupo de experiencias también clara y definidamente delineadas respecto de las
otras dos. Estos tres grupos básicos no se mezclan entre sí. El homo normalis no cree en Dios cuando concierta algún
negocio particularmente hábil, hecho que los sacerdotes califican de
"pecaminoso" en sus sermones dominicales. El homo normalis no cree en
el diablo cuando fomenta alguna causa científica; carece de perversiones cuando
es el apoyo de su familia; y olvida a mujer
e hijos cuando deja en libertad al diablo en un burdel. Existen psiquiatras que
refutan la veracidad de esos hechos. Otros no los refutan, pero dicen que "así son las cosas"; que este tipo
de clara separación entre el infierno diabólico y el estrato social es sólo
para bien y hace a la seguridad del funcionamiento social. Pero el auténtico
creyente en el verdadero Jesús podría oponerse a esto. Podría decir que el
dominio del diablo debe ser aniquilado
y no dejarlo a un lado aquí sólo para permitirle aparecer más allá. Otra
mentalidad ética podría objetar a esto que la verdadera virtud no se muestra en
la ausencia del vicio, sino en la resistencia a las tentaciones del diablo. No
deseo tomar parte en esta controversia. Creo que, otra vez dentro de este marco
de pensamiento y de vivir, cada uno de los bandos puede jactarse de alguna
verdad. Queremos permanecer fuera de este círculo vicioso a fin de comprender
al diablo tal como aparece en la vida diaria y en el mundo del esquizofrénico.
Lo cierto es que el esquizofrénico, en general, es mucho más honesto que el
homo normalis, si aceptamos la derechura de expresión como indicio de
honestidad. Todo buen psiquiatra sabe que el esquizofrénico es honesto hasta el
punto de la molestia. También es lo que comúnmente se llama
"profundo", es decir, está en contacto con los acontecimientos. La
persona esquizoide ve a través de la
hipocresía, y no la oculta. Posee una excelente aprehensión de las realidades
emocionales, en marcado contraste con el homo normalis. Subrayo estas características
esquizofrénicas a fin de que resulte comprensible por qué el homo normalis odia
tanto la mentalidad esquizoide. La validez objetiva de esta superioridad del
juicio esquizoideo se manifiesta en forma bien práctica. Cuando deseamos llegar
a la verdad de los hechos sociales,
estudiamos a Ibsen o a Nietzsche (ambos "enloquecieron"), y no
los escritos de algún diplomático bien
adaptado o las resoluciones de los congresos del partido, comunista.
Encontramos el carácter ondulatorio y el azul de la energía orgónica en las
maravillosas pinturas de Van Gogh, y no en ninguno de sus bien adaptados
contemporáneos. Encontramos las características esenciales del carácter genital
en los cuadros de Gauguin, y no en pintura alguna del homo normalis. Tanto Van
Gogh como Gauguin terminaron psicóticos. Y cuando deseamos aprender algo acerca
de las emociones humanas y de las experiencias humanas profundas, recurrimos
como biopsiquiatras al esquizofrénico,
y no al homo normalis. Ello se debe a que el primero nos dice con franqueza lo
que piensa y lo que siente, mientras el homo normalis nada nos dice y nos
obliga a excavar años enteros antes de sentirse dispuesto a mostrar su
estructura interna. Por consiguiente, mi afirmación de que el esquizofrénico es
más honesto que el horno normalis parece correcta. Al parecer se trata de un
estado de cosas bien tristes. Debiera ser a la inversa. Si el homo normalis es
realmente tan normal como lo pretende; si sostiene que la autorrealización y la
verdad son las metas más elevadas del bien individual y de la vida social,
debiera ser mucho más capaz que el "loco" y más dispuesto a
manifestarse a sí mismo y a su médico. Debe haber algo básicamente erróneo en
la estructura del homo normalis si es tan difícil obtener de él la verdad.
Declarar, como lo hacen los psicoanalistas bien adaptados, que es como debe ser
porque de otra manera le sería imposible resistir el impacto de todas sus
emociones, equivaldría a una completa resignación respecto al mejoramiento del
destino humano."
Por último, el esencial "Die
Sexualität im Kulturkampf" (1936) contiene esta última selección:
La familia autoritaria como aparato de educación
La familia coercitiva
es el primer lugar donde se gesta la atmósfera conservadora. Su prototipo es el
triángulo padre-madre-hijo. Dado que la familia es la base o núcleo de la
sociedad humana, estudiar sus transformaciones a lo largo de la historia y su
función social nos permite comprobar que es el resultado de estructuras
económicas determinadas. Nosotros no la consideramos como la piedra angular o la
base de la sociedad, sino más bien como un resultado de ciertas condiciones
económicas: familia matriarcal, patriarcal, zadruga, patriarcado polígamo o monógamo... Cuando la sexología, la moral
y el derecho señalan a la familia como la base del Estado y de la sociedad no
se equivocan: la familia autoritaria coercitiva es de modo indisoluble parte
integrante y condición sine qua non del Estado y la sociedad autoritarias. Su
cometido de primer orden, aquel por el cual la familia es defendida a ultranza
por la ciencia y el derecho conservadores, es el de servir como fábrica de
ideologías autoritarias y de estructuras mentales conservadoras. Es el aparato
de educación por el que ha de pasar, casi sin excepciones, todo miembro de
nuestra sociedad desde el primer hálito de vida. Inculca en el niño la ideología reaccionaria, no únicamente por
ser una institución de carácter
autoritario, sino como vamos a ver enseguida, por su propia estructura. La
familia es el enlace entre la estructura económica de la sociedad conservadora
y su superestructura ideológica; su atmósfera reaccionaria se incrusta
inexorablemente en cada uno de sus miembros.
Por su propia forma y por influencia directa transmite las ideas y
actitudes conservadoras al orden
social; además, por la estructura sexual de la que nace y que a su vez
reproduce, la familia ejerce un influjo
conservador directo sobre la sexualidad de los niños. No es un azar que la
juventud más reaccionaria sea también la más adicta a la familia, mientras que
la juventud revolucionaria es por principio hostil a ella. Todo esto está en
íntima correspondencia con la atmósfera y estructura antisexuales de la
familia, así como con las relaciones que tienen sus miembros entre sí. Por
tanto, si consideramos la labor educativa de la familia, debemos examinar dos
hechos distintos: primero, la influencia de las ideologías sociales concretas
sobre la juventud por medio de la familia; segundo, la influencia inmediata que
tiene su estructura triangular por sí misma.
La influencia de la ideología social
Las familias de la alta y
de la baja burguesía se diferencian entre sí, y estas a su vez de las de los obreros industriales. Pero en
todas ellas predomina la misma atmósfera sexual moralizante. Este moralismo
sexual no excluye la moral peculiar de cada clase social; en este punto viven y
crecen en compañía. Por ello tomaremos como referencia el tipo predominante de
familia: la de clase media baja. La base de la familia de clase media es la
relación al estilo patriarcal del padre con la esposa y con los hijos. El padre
es, por así decirlo, el portavoz y representante de autoridad estatal en la
familia. Es una especie de sargento, subordinado en el proceso de
producción y jefe en su función familiar.
Mira desde abajo a sus superiores, se impregna de la ideología dominante, a la que imita, y es todopoderoso
con sus inferiores. No se limita a transmitir las ideas de la jerarquía y de la
sociedad, sino que las impone. En cuanto a la ideología sexual, no hay
diferencia entre la concepto de matrimonio que tienen las clases medias y la
idea básica de familia predominante: el del matrimonio monógamo de por vida. Por miserable y desesperada, por
dolorosa e insoportable que sea la situación conyugal y la convivencia familiar, sus miembros están obligados
ideológicamente a justificarla tanto hacia dentro como hacia fuera. Por
necesidad social se coloca una máscara en el rostro de la miseria y, para
idealizar la familia y el matrimonio, se saca de la manga el sentimentalismo
familiar omnipresente con sus marbetes de hogar feliz y protector, de puerto
tranquilo que, según dicen, es la familia para los niños. Y por el hecho de que
en nuestra propia sociedad la situación es aún peor, ya que la sexualidad
carece por completo de apoyo material, legal o ideológico, se concluye a la
ligera que la familia es una institución natural biológica. El juego de
engañarse a sí mismo, así como las proclamas sentimentales, de capital
importancia para la creación de esta atmósfera ideológica, son psicológicamente
indispensables, ya que contribuyen a
que el psiquismo sobrelleve la intolerable situación familiar. Así se
explica que el tratamiento de la
neurosis, al barrer las ilusiones y poner la cruda verdad ante los ojos, pueda
romper los lazos conyugales y familiares. El fin primordial de la educación
desde sus pasos iniciales es preparar a los niños para el matrimonio y para la familia. La formación
profesional viene mucho más adelante. La educación negadora de la sexualidad no
es un solo un dictado de la atmósfera social; es también la consecuencia
necesaria de la represión sexual de los adultos. Sin un alto grado de
resignación sexual, la existencia en el
ambiente de la familia coercitiva sería imposible. En la familia conservadora
típica, la sexualidad se reviste de una forma específica que moldea la mentalidad del individuo para el
matrimonio y la familia. En realidad, el niño queda fijado a sus fases eróticas
pregenitales porque la actividad sexual es drásticamente inhibida, al quedar
prohibida la masturbación, y desviada hacia las funciones alimenticias y
excretoras. La fijación pregenital y la
inhibición genital son las causas de un desplazamiento del interés sexual en la
dirección del sadismo. Además, se reprime activamente la curiosidad sexual
infantil, lo cual entra en abierta contradicción con las condiciones de la
vivienda, donde se desarrolla la conducta sexual de los padres y hay un
ambiente cargado de sexualidad. Desde luego, los niños se dan cuenta de la
situación, aunque la desfiguren e interpreten a su manera. La inhibición
ideológica y educativa de la sexualidad, combinada con la observación de los
actos íntimos de los adultos, van enseñando al niño los fundamentos de la
hipocresía sexual. Esto se atenúa un poco en las familias obreras, donde las
funciones alimenticias y digestivas tienen menos relieve y la actividad genital
vive más a sus anchas y es menos tabú. Las contradicciones se suavizan y el
acceso a la genitalidad está más despejado para los niños de estas familias.
Ahora bien, esto se debe únicamente a las condiciones económicas de la clase
obrera. Si un obrero mejora de situación económica y se sitúa más alto en la
jerarquía cambia de mentalidad y sus hijos están expuestos a una presión más
fuerte de la moralidad conservadora. Mientras que en la familia conservadora la
represión sexual es más o menos completa, se mitiga su efecto en el ambiente
obrero porque los niños, las más de las veces, viven abandonados a sí mismos.
La estructura triangular
Por su estructura triangular, la familia
transmite al niño la ideología social conservadora. Freud descubrió que el niño
desarrolla afectos sexuales bien definidos, tiernos y sensuales, hacia sus padres; este descubrimiento es
fundamental para comprender la evolución sexual del individuo. El llamado
Complejo de Edipo designa todas estas
relaciones, conocidas tanto por su intensidad como por las extremas
consecuencias que tiene para la estructura familiar y el entorno social. El
niño dirige sus primeros impulsos afectivos genitales hacia las personas más
cercanas, generalmente los padres. Típicamente el niño ama a su madre y odia a
su padre, mientras que la niña hace lo contrario. Estos sentimientos de odio y
de celos se impregnan pronto de temor y de culpabilidad. La imposibilidad de
satisfacer el deseo incestuoso obliga a la represión del deseo, y de esta
represión nacen casi todos los trastornos de la vida sexual posterior. Sin
embargo, no hay que olvidar dos hechos de la máxima importancia para el
desenlace de esta experiencia infantil.
En primer lugar, no habría represión si el muchacho, aunque forzado a renunciar
al incesto, pudiera practicar el onanismo y los juegos genitales infantiles.
Los adultos no admiten con agrado este tipo de juegos sexuales (el de los
médicos, o el de ser novios) que aparecen de modo espontáneo cuando los niños
permanecen largo tiempo reunidos a solas; y como ellos saben que a los mayores
no les gustan, lo hacen a escondidas y con sentimientos de culpabilidad que
determinarán fijaciones lúbricas perjudiciales. El niño que no participa en estos juegos cuando
tiene ocasión demuestra ser un buen alumno del sistema educativo familiar, y al
mismo tiempo un candidato seguro a sufrir graves trastornos en su futura vida sexual. Ya no es posible
cerrar los ojos ante la evidencia de estos hechos ni escapar a sus
consecuencias, imposibles de evitar por la educación autoritaria. La represión
de los impulsos sexuales primarios está condicionada, cualitativa y
cuantitativamente, por la manera de pensar y de sentir de los padres, según
sean más o menos severos, con una actitud más o menos contraria a la
masturbación, etc. El hecho de que el niño desarrolle su genitalidad en el
hogar paterno, en la crítica edad que va de los cuatro a los seis años, le
impone las soluciones típicas de la educación familiar. Un niño que desde los
tres años fuera educado en la compañía de otros niños y sin la influencia de la
fijación a los padres, desarrollaría una sexualidad completamente distinta. No
se debe pasar por alto tampoco que la educación individualista de la familia
malogra la educación colectiva, aun cuando el niño pase varias horas al día en
la guardería. En realidad, la educación familiar tiene mucha más influencia
sobre la guardería que al revés. El niño no puede aludir, entonces, la fijación
sexual y autoritaria a los padres. La autoridad paterna, severa o no, le
oprime, aunque sólo sea por la desproporción extraordinaria que hay entre su
talla y la de sus padres. Muy pronto, la fijación autoritaria se desembaraza de
la fijación sexual y la reduce a la existencia inconsciente; luego, cuando los
intereses sexuales se dirijan hacia el mundo extrafamiliar, esta fijación
autoritaria se alzará entre los intereses sexuales y la realidad como una
barrera inhibitoria infranqueable. Precisamente porque esta fijación
autoritaria es en gran medida inconsciente, se sustrae a la voluntad. Poco
importa que esta fijación inconsciente a la autoridad de los padres tome a
menudo la apariencia de rebelión de tipo neurótico. Esta no puede suprimir los
intereses sexuales si no es, quizás, bajo la forma de acciones sexuales
impulsivas que muestran una conexión patológica entre sexualidad y los
sentimientos de culpabilidad. Desarraigar esta fijación es un prerrequisito
básico para una vida sexual sana; pero tal como están las cosas hoy en día,
pocos lo consiguen. La fijación a los padres, en su doble aspecto de fijación
sexual y de sumisión a la autoridad paterna, hace muy difícil, si no imposible,
que los púberes accedan a la realidad sexual y social. El ideal conservador de
muchacho pacato y de la muchacha irreprochable, momificados en el infantilismo
hasta bien entrada su vida de adultos, es diametralmente opuesto a la idea de
una juventud libre e independiente. Otro signo típico de la educación familiar
es que los padres, y en particular la madre, si no está obligada a trabajar
fuera de casa, buscan en sus hijos, para gran desgracia de ellos, la gran
satisfacción de su vida. Los niños se convierten entonces en animalitos
domésticos, a quienes se les puede amar, pero también maltratar a voluntad. Que
la actitud emocional de los padres hace a los hijos ineptos para la tarea
educativa es una verdad tan conocida que no merece más mención. La miseria
conyugal, en la medida en que no se agota en las divergencias de la pareja, se
derrama sobre los hijos; esto ya es en si un nuevo prejuicio para su
independencia y para su estructura sexual. Pero además crea otro conflicto: su
rechazo al matrimonio, por la miseria conyugal que han visto en sus padres. En
la pubertad se producen frecuentes tragedias cuando los muchachos, felizmente a
salvo ya de la peligrosa educación sexual infantil, intentan también liberarse
de las ataduras familiares. Así pues, la restricción sexual que los adultos
deben imponerse para poder tolerar la existencia conyugal y familiar, influye
en los hijos. Y como estos, a su vez, por razones económicas, tienen que
zambullirse de nuevo en la vida familiar, la restricción sexual se perpetúa de
generación en generación. Puesto que la familia coercitiva, desde el punto de
vista económico e ideológico es parte constitutiva de la sociedad autoritaria,
sería ingenuo esperar que desaparezcan sus estragos en el marco de esta
sociedad. Además, no hay que olvidar que estos estragos son inherentes a la
constitución misma de la familia y están fuertemente anclados en cada individuo
gracias a mecanismos inconscientes. A la inhibición sexual que proviene
directamente de la fijación a los padres se añaden los sentimientos de
culpabilidad derivados del enorme odio acumulado en el transcurso de los muchos
años de vida familiar. Si este odio permanece consciente, puede desencadenar
una poderosa fuerza revolucionaria; hace que el individuo rompa sus ataduras
familiares y podrá convertirse en fuerza motriz de para intervenciones
racionales contra las causas reales de este odio. Si por el contrario, el odio
es reprimido, conduce a la fidelidad ciega y la obediencia infantil. Estas
actitudes constituyen, más tarde, un inconveniente grave para aquellas personas
que quieran alistarse en un movimiento progresista. Tal tipo de individuos
podrá abogar por la libertad total y, al mismo tiempo, enviar a sus hijos a la
catequesis dominical con la excusa de no hacer sufrir a sus ancianos padres,
aunque todo ello vaya en contra de sus convicciones. Presentará todos los
síntomas de indecisión y dependencia, consecuencia de su fijación a la familia,
y no será un buen militante de la libertad. Idéntica situación familiar puede
producir también un individuo revolucionario pero de raíz neurótica, que
germina frecuentemente entre los intelectuales de clase media. Sus sentimientos
de culpabilidad, mezclados con sus sentimientos revolucionarios, lo hacen un
miembro poco seguro del movimiento revolucionario. La educación sexual familiar
daña, por necesidad, la sexualidad del individuo. Si una u otra persona logra
desarrollar una vida sexual sana, es de ordinario a expensas de sus lazos
familiares. La represión de las necesidades sexuales provoca una debilidad
general en las facultades intelectuales y emocionales, sobre todo en lo que
respecta a la independencia, a la fuerza de voluntad y a la capacidad crítica.
La sociedad autoritaria no se preocupa por la moral en sí; atiende más bien a
las alteraciones del organismo psicológico que determinan el anclaje de la
moral sexual y forman esa específica estructura ideológica que es la base
psíquica colectiva de todo orden social autoritario. La estructura servil es
una mezcla de impotencia sexual, angustia, necesidad de contar con un apoyo,
veneración a un führer, temor a la autoridad, miedo a la vida y misticismo. Se
caracteriza por una lealtad devota, entremezclada con impulsos de rebeldía. El
miedo a la sexualidad y la hipocresía sexual caracterizan al filisteo y a su
ambiente. Los individuos así estructurados
son incapaces de vivir en una auténtica democracia y anulan toda
tentativa de instaurar y mantener
organizaciones inspiradas en principios auténticamente democráticos. Son el
terreno abonado sobre el cual pueden crecer las tendencias dictatoriales o
burocráticas de los jefes elegidos democráticamente. Resumiendo, la función de
la familia es doble:
1- Se reproduce a sí
misma mutilando sexualmente a los individuos; perpetuándose, la familia
patriarcal también perpetúa la represión sexual y sus derivados: transtornos
sexuales, neurosis, alienaciones mentales, perversiones y crímenes sexuales.
2- Es el semillero de
individuos amedrentados ante la vida y temerosos de la autoridad; así, sin cesar, se perpetúa la posibilidad
de que un puñado de dirigentes imponga su voluntad a las masas.
Por eso, la familia
tiene para el conservador esa significación peculiar de fortaleza del orden
social en el cual cree. Es por esa misma razón, una de las posiciones más
encarnizadamente defendidas por la
sexología conservadora
De la regulación moral a la regulación por la economía
sexual
Los conceptos de
economía sexual que expongo aquí tienen su fundamento en la observación clínica
de pacientes que, en el transcurso de un tratamiento analítico individual
llevado a cabo con resultados positivos, experimentan una transformación de su
estructura psíquica.
Con todo derecho surgirá la duda: ¿pueden
aplicarse así, sin más, los descubrimientos relacionados con la transformación
de una estructura individual neurótica en una estructura individual sana, a los problemas que sufre
una estructura colectiva y a sus posibles alteraciones?
En vez de perdernos en
disquisiciones teóricas, vayamos directamente a los hechos, que hablan por sí
mismos. Es evidente que para entender la conducta irracional colectiva
tenemos que partir de las observaciones
y experiencias que extraemos del tratamiento de los individuos neuróticos.
Después de todo, el principio es el mismo que cuando se lucha contra una epidemia:
para acabar con ella lo primero que hay que hacer es examinar concienzudamente
a cada una de las víctimas, con objeto de encontrar el bacilo que causa la
enfermedad y los efectos que produce. Pero la comparación va aún más lejos:
también en una epidemia ocurre que un mal de origen externo actúa sobre un
organismo que anteriormente estaba sano.
En el caso del cólera,
por ejemplo, no nos basta con curar al paciente individual, sino que tendremos
también que aislar el foco desde el que se propaga el bacilo.
El comportamiento
patológico del individuo medio es sorprendentemente semejante al de nuestros
pacientes en cada caso particular: la inhibición sexual en general; el carácter
compulsivo de las exigencias morales; la incapacidad de imaginar que la
satisfacción sexual es compatible con un trabajo de rendimiento aceptable; la
absurda creencia de que la sexualidad del niño y
del adolescente es una aberración o una
patología; la imposibilidad de concebir otra forma de sexualidad que la
monogámica de por vida; la falta de confianza en las propias fuerzas y en la
propia capacidad de juicio, con el consiguiente anhelo de una figura de tipo
paternal, omnisciente, que le guíe a uno... Los conflictos básicos en el
individuo medio son siempre los mismos, y las diferencias en el desarrollo
individual no son más que diferencias de detalle. Si queremos aplicar a la
psicología de las masas lo que nos enseñan los casos individuales, sólo
podremos tener en cuenta los conflictos típicos que se manifiestan en todos los
individuos; de ese modo podremos
aplicar a las masas las observaciones hechas sobre los cambios de estructura
que se producen en el individuo a lo largo del análisis.
Estos pacientes suelen
manifestar ciertos síntomas típicos del trastorno psíquico: su capacidad de trabajo se ve reducida y su eficiencia no
se corresponde ni con lo que la sociedad exige de ellos ni con sus capacidades reales, de las que ellos son
conscientes; la aptitud para lograr
satisfacción genital se ve reducida significativamente, cuando no
anulada por completo; la capacidad natural de satisfacción genital ha sido
sustituida, sin excepciones, por otras formas no genitales de satisfacción
(pregenitales); pueden tener ideas sádicas asociadas al acto sexual, fantasías
de violaciones, etc. A lo largo del análisis siempre se llega a la
convicción de que estos cambios en el
carácter y en el comportamiento sexual alcanzaron su configuración definitiva
hacia los cuatro o cinco años de edad. Los efectos consiguientes en las
actividades sociales y sexuales
aparecen tarde o temprano con toda su crudeza. El paciente carga con un conflicto entre el instinto y la moral, y
este conflicto es irresoluble mientras persista la represión sexual neurótica. Las obligaciones morales, que el
paciente se impone a sí mismo bajo la
presión de una permanente influencia social, aumentan la represión de sus
exigencias sexuales y, en un sentido más amplio, vegetativas. Cuanto mayor es
el daño sufrido por su potencia genital, tanto más se acentúa la desproporción
entre la necesidad de satisfacción y la
capacidad para alcanzarla. Esto a su vez refuerza la presión moral necesaria
para controlar los impulsos reprimidos.
Y dado que el conflicto es en su conjunto inconsciente, al menos en sus
elementos esenciales, el individuo es incapaz de resolverlo por sí mismo.
Ante el conflicto entre
instinto y moral, entre el ego y el mundo exterior, el organismo psíquico se ve
obligado a acorazarse, a encapsularse, a protegerse tanto de sus propios
instintos como del mundo exterior. De este acorazamiento del organismo psíquico
se deriva una limitación, más o menos acusada, de la disponibilidad para la
vida y la actividad vital. Es necesario indicar que la mayoría de los seres
humanos están constreñidos por esta coraza; es un muro entre ellos y la vida.
Esta es la principal causa de la soledad que sufren tantos hombres en el
enjambre de la vida colectiva. El tratamiento, a través del análisis psíquico
individual, libera las energías vegetativas de
su fijación a la coraza. La consecuencia inmediata es una intensificación
de los impulsos antisociales y perversos, acompañados de ansiedad social y de
presión moral. No obstante, si se consiguen eliminar al mismo tiempo las
fijaciones infantiles al hogar paterno, los traumas de la primera niñez y los tabúes antisexuales, un flujo cada vez
más abundante de energía se abre camino
hacia el sistema genital, y así comienzan a revivir las necesidades genitales
naturales, o aparecen por primera vez. Si además logramos anular las
inhibiciones y la ansiedad genital, de modo que el sujeto adquiera una
capacidad de satisfacción orgiástica completa, y si el paciente tiene la buena
suerte de encontrar un compañero o compañera que le convenga sexualmente, observaremos un cambio notable,
y a menudo sorprendente en su comportamiento en general. Detengámonos ahora en los aspectos más importantes de
este cambio.
Mientras que antes
todos los pensamientos y actos del paciente estaban sometidos a la
influencia más o menos perturbadora de
motivos inconscientes e irracionales, ahora es cada vez más capaz de actuar de manera racional. En el curso de
este proceso desaparecen sucesivamente y de modo espontáneo las tendencias al
misticismo, a la religiosidad, a la dependencia infantil, a las creencias
supersticiosas, etc., sin que el paciente reciba ningún adiestramiento
específico al respecto. Antes el
paciente estaba completamente acorazado, sin contacto consigo mismo ni con lo
que le rodaba, y sólo era capaz de establecer contactos de compensación no
naturales; ahora se interesa más y más por el contacto natural e inmediato,
tanto con sus propios impulsos como con el mundo que le rodea. El resultado del
proceso es una mejoría visible del comportamiento natural en lugar del
comportamiento artificial de antes.
En la mayor parte de
los pacientes observamos, por así decirlo, una doble naturaleza: hacia fuera se
muestra antinatural, excéntrico, pero detrás de esa apariencia patológica
podemos descubrir al sujeto sano que hay dentro. Lo que hace a las personas
diferentes unas de otras, tal como están las cosas hoy en día, es esencialmente
la forma particular que cada uno tiene de exteriorizar su comportamiento
neurótico. Durante el proceso de curación la diferenciación individual
desaparece considerablemente y da paso a una simplificación del comportamiento.
Esta simplificación hace que los pacientes en vías de curación se asemejen unos
a otros en sus rasgos fundamentales, sin perder por ello sus características
individuales. Por ejemplo, cada paciente inventa una excusa diferente para
explicar su falta de aptitud en el trabajo; sin embargo, si se desembaraza del
obstáculo que le impide trabajar y gana confianza en sí mismo, pierde también
todos aquellos rasgos característicos que le servían para compensar su
sentimiento de inferioridad. En todos los individuos es bastante parecido el
modo en que va aumentando la confianza en sus propias capacidades, cuando ven
que su rendimiento en el trabajo va mejorando; justo lo contrario de lo que
ocurre en los casos de compensación antes mencionados. Igual ocurre con la
actitud que los sujetos tienen hacia la vida sexual. Quien ha reprimido su
sexualidad desarrolla formas muy dispares de autodefensa moral y estética. Pero
si el paciente recupera el contacto con sus propias necesidades sexuales
desaparecen las diferencias neuróticas. La actitud hacia la sexualidad natural
se parece mucho en todos los individuos. Se caracteriza, sobre todo, por la
afirmación del placer y por la pérdida del sentimiento de culpabilidad sexual.
El antagonismo irreconciliable que había antes entre las urgencias del instinto
y las inhibiciones morales obligaba al paciente a regular todos sus actos según
los dictados de una ley exterior y superior a él. Todo cuanto pensaba y hacía
era medido y pesado por una unidad de valor moral, aunque al mismo tiempo
protestara contra esta imposición. Si en este proceso de cambio el paciente
reconoce, no solo la urgencia sino la indispensabilidad de la satisfacción
genital, es entonces cuando se deshace de su camisa de fuerza moral y, con
ella, de la represión de sus necesidades instintivas. Antes, la presión moral
había intensificado el impulso y lo había hecho antisocial; esta
intensificación del impulso exigía, a su vez, un aumento de la presión moral;
ahora, cuando se equilibran la capacidad de satisfacción y la necesidad del
impulso, el individuo desecha la reglamentación moral. Y desaparece, por
inútil, el rígido mecanismo de autodominio que antes le era indispensable. Se
han anulado las energías antisociales del impulso y ya no quedan más que,
acaso, algunos residuos que exijan control. El individuo sano ya no tiene,
prácticamente, moralidad en sí mismo
porque tampoco tiene impulsos que necesiten una inhibición moral. Resulta fácil
controlar el resto de los impulsos antisociales, quizás todavía presentes, con
tal de que se satisfagan las necesidades genitales básicas. Todo esto aparece
con toda claridad en el comportamiento práctico del individuo que ha conseguido
su potencia orgiástica. Sus relaciones con prostitutas son innecesarias; las
fantasías de crímenes sádicos pierden su viveza y significado; exigir amor como
un derecho o violar con prepotencia resulta inconcebible; la seducción de
niños, impulso que quizás antes existía, es una idea absurda; desaparecen
totalmente las perversiones anales, sádicas, etc., y con ellas desaparecen
también la ansiedad social y los sentimientos de culpabilidad; la fijación
incestuosa a los padres, hermanos y hermanas pierde su interés y se libera la
energía que antes era objeto de inhibición. Resumiendo, todos estos cambios
indican que el organismo psíquico está maduro para su autorregulación.
Los individuos que
consiguen la capacidad orgiástica se inclinan por las relaciones monógamas
mucho más que aquellos cuyo desahogo natural está frenado. Sin embargo, la
actitud monógama de los primeros no se
basa en la inhibición de los impulsos polígamos o en consideraciones de tipo
moral, sino en los principios de economía sexual que abogan por la repetición
del deseo siempre fascinante de experimentar un intenso placer con la misma
persona. Para ello se requiere la completa armonía sexual entre los dos
participantes. En este sentido no existen diferencias entre hombres sanos y
mujeres sanas. Si, por el contrario, falta el compañero o compañera apropiados,
lo que es regla general en las circunstancias presentes, la actitud monógama
degenera en su contraria: en la búsqueda insaciable de la persona adecuada. Si
se encuentra ésta se restablece automáticamente la actitud monógama, que dura
tanto tiempo como duren la armonía y la satisfacción sexuales. Los pensamientos
y deseos relacionados con otras personas, o se presentan muy débilmente o no se
materializan a causa del interés concentrado en la pareja. Sin embargo, la
primitiva relación se marchita sin remedio cuando otra se afianza con la
promesa de una felicidad más elevada. Este hecho incuestionable está en
oposición declarada con todo el orden sexual de la sociedad actual, en la que
los intereses económicos y las consideraciones para con los niños contradicen
los principios de la economía sexual.
Por esa razón, bajo las
condiciones de un orden social adverso a la sexualidad, los individuos más
sanos son precisamente los más expuestos a los sufrimientos más intensos.
Muy diferente es la
conducta de los individuos cuya capacidad orgiástica está perturbada, es decir,
la de la mayoría de los individuos; dado que experimentan menos placer en el
acto sexual, pueden pasar un periodo de tiempo más o menos largo sin formar
pareja; por otra parte son menos exigentes, porque el acto sexual no tiene para
ellos gran significación. La relativa indiferencia en la elección de sus
relaciones sexuales es una consecuencia de la perturbación que les afecta. Los
individuos así perturbados sexualmente pueden someterse a las exigencias de un
matrimonio de por vida; sin embargo, su fidelidad no se basa tanto en su
satisfacción sexual cuanto en sus inhibiciones morales.
Cuando el paciente en
vías de curación consigue formar la pareja que conviene a su vida sexual,
desaparecen los síntomas nerviosos y es capaz, además, de ordenar su vida con
una facilidad sorprendente, antes desconocida. Se libera de sus conflictos
neuróticos y gana una seguridad benéfica que le permite ser dueño de sus actos
y mejorar sus relaciones sociales. En todo caso, sigue de modo natural el
principio del placer. La simplificación de su actitud, que se manifiesta tanto
en su estructura física como en su pensamiento y en sus sentimientos, hace que
aleje de su vida muchas causas de conflictos; al mismo tiempo, adopta una
actitud crítica frente al orden moral
vigente.
Así pues, parece claro
que el principio de regulación moral se opone al de autorregulación por la
economía sexual.
En nuestra sociedad,
sexualmente enferma y que al mismo tiempo se opone a promover la salud sexual,
la completa recuperación de un paciente neurótico es muy difícil, por no decir
imposible. En primer lugar, hay un número muy reducido de individuos
sexualmente sanos que puedan formar pareja con el paciente en vías de curación;
además, están las barreras levantadas por la moral sexual coercitiva. La
persona que ha recobrado ya su salud genital cambia necesariamente su
hipocresía inconsciente por una hipocresía consciente con respecto a todas esas
instituciones y situaciones sociales que le impiden el desarrollo de su sexualidad
sana y natural. Otras personas logran modificar de tal modo su entorno que
reducen el influjo de los obstáculos sociales e incluso los anulan.
Me he limitado aquí a
ofrecer una exposición general de los hechos; para un estudio más detallado del
tema remito al lector a los libros La función del orgasmo (1927) y Análisis del
carácter (1933). Las experiencias clínicas mencionadas en ellos nos autorizan a
formular conclusiones generales sobre la situación social. Es cierto que pueden
desconcertar a primera vista la amplitud de estas conclusiones, que abarcan
temas como la prevención de la neurosis, la lucha contra el misticismo y la
superstición, el sempiterno conflicto entre la naturaleza y la cultura, el
instinto y la moral, etc. Pero tras muchos años de revisar trabajos etnológicos
y sociológicos, hemos llegado al firme convencimiento acerca de la exactitud y
la validez de estas conclusiones fundadas en la observación del cambio
producido en la estructura psíquica de los individuos que abandonan el principio
de moralidad por el de la economía sexual. Supongamos ahora que un movimiento
social consigue modificar las condiciones de tal manera que, en lugar de la
negación de la sexualidad, reestableciera la afirmación de la sexualidad, con
todas sus implicaciones económicas- En ese caso podría operarse un cambio en la
estructura psíquica de las masas. Desde luego, esto no significa que fuera
posible someter a tratamiento a todos los miembros de la sociedad, error
frecuente entre los malos intérpretes de la economía sexual. Significa
simplemente que las experiencias obtenidas en la transformación de la
estructura individual nos sirven para formular principios válidos que sirvan de
fundamento para una nueva educación destinada a niños y adolescentes, educación
que terminaría con los conflictos existentes entre naturaleza y cultura, entre
individuo y sociedad, entre sexualidad y sociabilidad."
¿Pensaría
Kent Zurdman en el carácter genital de las pinturas de Gaugin, cuando le citaba
en "Cita en Hawai"?
Y -last
but not least- señalar que la obra de Reich está disponible íntegramente en
castellano y es posible conseguir gran parte de su bibliografía de forma
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artículos de opinión publicados en la red sobre la figura de Reich para
cualquiera que esté mínimamente interesado en el personaje.