Recato de fruta



Por Esther Peñas



La enagua de lo cierto es pudorosa. Desciende por la orografía del silencio para pasar inadvertida, va de puntillas por la tierra y deja el rizo sobre su rostro para que sólo luzca la sonrisa con luz de domingo. Lo aerostático busca la falla para humear ternura y que no cueste, porque la intimidad de lo cierto guarda el recato de la fruta que derrocha deseo, por eso entreabre la boca y ensaliva el verbo.

Es imposible no prenderla el requiebro. Es tan bonita como lo que se nos fue de las manos y se ensancha, tan hermosa como un eclipse de versos que se contestan y buscándose se aman en el margen del silencio. Hay rastros de lo cierto en los ojos que se entornan y no acusan, trazas de lo cierto en las manos que buscan, que no se aprietan en el triunfo, que no golpean ni siendo voz.

Hay hayas en lo cierto y un bosque de manzanas que espera en la esquina que se pierde, un sendero de arbustos frondosos que escondes ardillas, árboles de tala imposible, radicales, altos como el humo del socorro y extenso como reguero de vino del origen. Se explica sólo en plantillas de pauta clásica, por no torcerse, y después vuelve la cara y se hace otoño. Tampoco se explica. Hay que quererlo.

(Y quererse)