UN PLAN FALLIDO
Beatriz Alonso Aranzábal
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El conde de
Matorrales salió de casa aquella mañana con un propósito firme: conquistar a la
dama que le tenía embelesado desde que la vio cruzar la calle con su vaporoso
vestido, tropezar levemente y proseguir su camino hacia el comedor social.
Había comprobado que entraba allí todos los días a la hora del almuerzo. Por
eso, tras vestirse despacio, perfumarse y peinar su rala cabellera hacia atrás,
dio una vuelta alrededor del edificio para tener un aspecto más relajado. Pero,
por el contrario, el paso rápido le produjo una respiración un poco afanosa y
al entrar en el comedor parecía realmente fatigado. Como todo el mundo, el
hombre se puso a la cola, y esperó su turno para recibir un tazón de caldo
caliente y un trozo de pan. A medida que se aproximaba a la encargada,
descubrió que era ella la dama deseada, y pudo observar con más detenimiento
sus formas, sus labios pintados de carmín y el delantal que protegía el vestido
de seda. Cuando llegó su turno, antes de que pudiera decirle nada, la mujer
exclamó sorprendida:
- ¿También usted
pasa hambre?
El conde de
Matorrales, presidente de una conocida fundación y coronel retirado, se
ruborizó violentamente.
- Tranquilo -continuó
con una dulce sonrisa- son momentos difíciles para todos. Tómese tranquilo su
comida, nadie sabrá que ha estado aquí.
El conde, sin
levantar la vista, se sentó en una mesa próxima. Sabía que había metido la
pata. No había sido una buena estrategia. La miró furtivamente y le dijo adiós
con una triste mirada, antes de quemarse la boca tomando de un trago todo el
caldo y salir escopetado de allí.