El poder de la sugestión

Por Esther Peñas


Tal vez muchos de ustedes hayan comprado en alguna ocasión una de esas pulseras que prometen, con sólo llevarlas puestas, mejorar el equilibrio, ayudar a perder peso o controlar el estrés. Incluso tal vez muchos de ustedes se hayan beneficiado de sus efectos. Enhorabuena, su poder de sugestión goza de buen salud.


Es lo que en medicina se conoce como efecto placebo. Éste se produce cuando “los síntomas de un paciente mejoran tras la aplicación de una sustancia inocua, una sustancia que no actúa sobre la sintomatología porque no es un fármaco”, explica el doctor Alciades A. Greca. “Los efectos curativos que le reportan al paciente se los procura él mismo, a través del poder de sugestión. Cree que algo le aliviará y, efectivamente, le alivia”, completa Isabel Román, enfermera del hospital Clínico San Carlos.


El enfermo proyecta una serie de expectativas positivas en el supuesto medicamento, activando así la zona del cerebro conocida como ‘accumbens’, que es la encargada de producir dopamina. La dopamina es la sustancia responsable de nuestra sensación de alivio y de placer.


El placebo “funciona del mismo modo que los amuletos. Tuve un paciente que era incapaz de dormir completamente a oscuras hasta que su hermana le trajo de Nicaragua una cruz decorada con pinturas indígenas para combatir ese miedo. Ella creyó realmente en el poder de aquel objeto y, desde entonces, dormía como un bebé”, explica la psicóloga Soledad García Cruz.


ENSAYOS CLÍNICOS

En la actualidad, ningún principio farmacológico activo puede ser aprobado para su utilización en humanos si no ha demostrado ser superior a su efecto placebo. Se sabe desde antaño que algunos individuos, con independencia de su sexo y edad, de su nivel educativo o socioeconómico, obtendrán efectos terapéuticos que no dependen del medicamento en sí.


Por eso, en las investigaciones de laboratorio se utilizan dos grupos de personas, uno de ellos recibe la medicación (el llamado grupo experimental) y el otro, el placebo (denominado grupo de control). Para que el experimento sea fiable por completo, ni el paciente ni el médico saben qué grupo está tomando el fármaco y cuál la sustancia inocua. Es lo que se llama ensayo ‘a doble ciego’. Si el principio farmacológico funciona, la mejora que se produce en el grupo experimental es mucho mayor que la provocada en el grupo placebo.


TIPOS DE PLACEBO

El principio activo del placebo es la sugestión, y ésta tiene sus preferencias. Distintos estudios han confirmado que el tamaño, el color y el modo de administrarlo están directamente relacionados con su eficacia curativa. El contenido de estos falsos medicamentos suele ser lactosa, azúcar, sustancias salinas y almidón. En general, se ha comprobado que:


Además de las peculiaridades de placebo en sí existen otra serie de factores que influyen en los beneficios del mismo, sobre todo la relación paciente-médico. “Cuanta mayor confianza se deposite en el profesional, mejores serán los resultados. El contacto físico, por ejemplo, tiene un efecto terapéutico demostrado, al igual que la seguridad y el aplomo con el que el médico le hable del supuesto fármaco al paciente”, asegura la doctora Catalina Serrano, emérita de la Universidad Complutense.


Los estudios revelan que la eficacia de los placebos se sitúa entre el 33 y el 37 por ciento de los casos en los que se aplican. Por supuesto, siempre dentro del ámbito de las enfermedades reversibles. Los trabajos de psicología experimental demuestran que la influencia de los placebos se observa, sobre todo, en la corrección del ritmo cardíaco, la curación de úlceras y resfriados, la desaparición de algunos síntomas psiquiátricos y el alivio de las alergias (sobre todo la rinitis), de las migrañas y de numerosos dolores erráticos.


ALGUNAS CURIOSIDADES

La Iglesia Católica tuvo la culpa. Con perdón. Durante el siglo XVI se produjo una epidemia de posesiones demoníacas. Muchos eran los que creían estar poseídos por el mismísimo diablo. Y más, los que creían que podían expulsar a Belcebú a cambio de un puñado de monedas. Para desacreditar a estos exorcistas de pacotilla, la Iglesia comenzó a tratar a los supuestos posesos.


Les mostraban falsos objetos sagrados. Si, tras la visión o la proximidad de estos, convulsionaban, los sacerdotes le explicaban la charada. No había peligro, el diablo no estaba en ellos.


La idea se extendió en la comunidad científica y, durante el siglo XVII, se aplicaron medicamentos inocuos para aliviar a los pacientes. Pero la consolidación definitiva del placebo habría de esperar a que finalizase la II Guerra Mundial y se asentasen los ensayos clínicos.


La palabra, placebo, es la conjugación en futuro de indicativo del verbo latino ‘placere’, que significa complacer. Se encuentra en la Biblia, en los salmos 114 y 116, para aludir al alivio de haber sido liberado de la muerte y, durante la Edad Media, se utiliza para designar los lamentos de las plañideras profesionales, que lloraban en velatorios y entierros previo pago. En el siglo XVIII aparece por primera vez recogida en un manual médico, en el Diccionario de Hooper, donde se definía como “toda medicación prescrita más para complacer al enfermo que para resultarle útil”.


Por cierto, no sólo funciona en humanos. En la década de los 80, el doctor Robert Ader realizó una investigación en la Universidad de Rochester, en Nueva York, para demostrar hasta dónde puede llegar una respuesta condicionada.


Inyectó a varias ratas ciclofosfamida, una potente droga que debilita el sistema inmunológico. Al cabo del tiempo, lo que les suministraba vía intravenosa era sacarina, pero provocaba el mismo efecto en los roedores que la droga.


EL REVERSO DE LA SUGESTIÓN

La sugestión, como hemos visto, puede tener efectos positivos. Pero el efecto observado tras la administración de una sustancia inactiva no siempre es beneficioso. Es lo que se conoce como efecto nocebo, del latín ‘noccerum’, que significa daño o enfermedad. Uno de los principios hipocráticos de la medicina es “primun non nocere”: lo primero, no dañar.


En mi práctica médica he visto cómo funciona el efecto nocebo: Hay gente que coge manía a un medicamento. Al cambiar el fármaco de una marca conocida por uno genérico, el paciente empeora y, una vez vuelto a recetar el original, se recupera, aunque el principio activo de ambos sea idéntico”, asegura el doctor Federico Arranz.


No es lo contrario al efecto placebo, sino el aspecto negativo del mismo. “Si el paciente desconfía de la medicación, se sugestiona hasta provocar diversos síntomas, siendo los más frecuentes insomnio, cansancio, molestias gástricas o intestinales, dificultades de concentración, dolores de cabeza, sofocos y temblores”, aclara la enfermera Isabel Román.


Por eso, “si el enfermo es aprensivo, suele ser contraproducente que lea los prospectos de las medicinas que toma, porque tenderá a psicosomatizar los efectos secundarios que, de desconocer, no lo haría”, apostilla la psicóloga García Cruz.

Placebo o nocebo, lo que está claro es que el ser humano presenta un cuadro clínico complejo en cuanto al funcionamiento de la mente se refiere.