Una temporada en el Panteón



Andrea Byblos



Hace un mes, exministros de cultura franceses, intelectuales y otros arrejuntaos a la sopa boba de la gauche divine, hicieron llegar una propuesta muy guaya a la actual ministra de cultura de Francia (que la aceptó con gran entusiasmo). Se trata de trasladar los restos mortales de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud desde sus respectivos cementerios al Panteón de Hombres Ilustres de Francia, donde están enterradas las glorias nacionales, y enterrarlos juntos y a la vez. La razón que esgrimen para ello es que Verlaine y Rimbaud tuvieron una relación homosexual. Quieren darle “visibilidad”, esa palabra tan de moda para “educar”, esa otra palabra de moda que se debe pronunciar siempre con un gran engreimiento para dejar claro a los demás que deben ser “educados”.



Está el tema interesante porque pone sobre la mesa la jerarquización de las víctimas. Verlaine y Rimbaud, en realidad, son conocidos por ser poetas. Si no lo fueran, si Verlaine hubiera sido un funcionario entregado a sus legajos y Rimbaud un campesino dedicado a alimentar a los pollos y las cabras, como sus orígenes hubieran podido determinar, por mucho que hubieran sido amantes allá en el prado ante la mirada atenta de las vacas rumiando, serían dos seres anónimos y poco interesantes para mamoneos político culturales. Sin embargo, lo que sirve para que pidan el honor de su entrada en el Panteón no es su calidad como escritores, sino que eran homosexuales y fueron pareja, (Verlaine un viejo verde, y Rimbaud un bello efebo), aunque menuda la gracia de enterrarlos juntos si acabaron a tiros.



Se supone que ya sólo por eso, por ser homosexuales y en una época de gran represión, están alejados de todo mal y su moralidad y rectitud es intachable.



Ah, bueno, que va a ser que no.



Resulta que Verlaine, en una bronca con el jovencito Rimbaud, intentó matarlo de un disparo en un desparrame que tuvieron en Bruselas, lugar de muchos desparrames. Y Verlaine se puso tan obsesivo, que Rimbaud, que no quería denunciarlo, al final lo hizo por lo que Verlaine acabó en la cárcel. Eso no puede ser violencia de género, ya que ambos eran del mismo género, aunque lo mismo si algún intelectual descubre que Rimbaud era de género fluido en aquel momento lo mismo estaba en su yo femenino y pasa a ser violencia de género. Pero sí es violencia doméstica.



Por otro lado, cuando Verlaine se lió con Rimbaud, este último era menor…



No acaba aquí el asunto.



Rimbaud dejó la literatura y se fue a Abisinia a probar fortuna. Se dice que allí fue traficante de esclavos negros.



Vaaalee, se dice, pero es desmentido por otros.



Pero lo que no pueden desmentir es que Rimbaud, en una carta de su puño y letra, pedía esclavos para su servicio. Es decir, usaba esclavos y por tanto era partidario de la esclavitud. Y racista…



La propuesta ha sido hecha con mucha alegría, y con esa actitud santurrona que se les pone a aquellos que se disponen a hacer buenas obras, aunque Rimbaud y Verlaine despreciaban ya en aquellos tiempos las instituciones francesas, por lo que más que un honor, sería para ellos una humillación.



Ciertamente, desde una perspectiva histórica entenderíamos la historia de Rimbaud y Verlaine en su contexto, apreciaríamos sus obras por su talento y los dejaríamos en paz. Pero como se estila el no dejar en paz a nadie, en estos tiempos en los que hay otras prioridades verdaderamente urgentes, supongo que insistirán en el tema de rehabilitar memorias y transportar huesos.



Va a ser interesante, porque así podremos ver en directo esto de las jerarquías morales en las víctimas. ¿Qué va primero en el orden de santidad? ¿Por ser homosexuales se les perdona la violencia doméstica y la esclavitud? ¿Tendrán algo que decir los maltratados y los del Black Lives Matter?



Son unos tiempos caóticos que presagian un futuro complicado, pero sobre todo estúpidos. Y no, no es el virus, estaban así de antes.