Ovillo de lana que protege



por Esther Peñas



La orden despierta a los sonámbulos que te esperan como una condena en el ánimo y no rechistan, casi se sienten bendecidos por el imperativo menguante de tu atropello. Hablas como si la verdad fuera una hilera de orugas que saliera de una falsa hendidura que se burla y regresa para que el golpe sea absoluto, larvado en el tiempo sucio en el que tus manos convertían el regalo en amenaza, invocando un cortejo de cuervos en una suerte de conjuro que seca el corazón. Mis ojos no comprenden por qué lloras si tú creaste este incendio de plástico y humo negro de pez. Te daría mi abrazo si hubiera ovillo de lana que sirviera para protegerme, pero ya no te existo. Vienes, sentencias, enjuicias, propagas la sombra y truecas mueca por sonrisa. Tengo escamas en las manos, ya no puedo ser tu esclavo. Es este amor y sus ganas, fuera de tiempo, que no habitas ni conoces. No hay palabra porque tu lengua ha sido cortada y no existe.