Nada entre dos platos
nuevo balance de Martina Uwe (uwe de don Wenceslao, el hombre que acotaba lo que oía)
Qué tiempos aquellos en los que había vergüenza, y pudor, recato, decoro, dignidad. Tiempos en los que, si alguien no hacía bien su trabajo, y por descuido u omisión de su impericia devenían consecuencias nefastas, dimitía. Dimitir. Cosas del pasado. Obsoletas. Esta semana asistimos, cada vez menos estupefactos ante los desmanes que acontecen en el Hemiciclo, a que dos partidos votasen a favor de algo que supone el eje de su confrontación con el Gobierno. Quien tenía que leer la ley no lo hizo, o no supo entender qué ponía en ella (cada vez nos cuesta más comprender los textos, las películas la complejidad ya no estimula, sino que se rechaza como sarpullido de ortiga). Qué descaro. Imagino la estupefacción de la bancada de izquierdas cuando la derecha votaba, en bloque, a favor. Así, a lo tonto modorro. El gallego va a estallar de resentimiento. Debería leer el Tiberiode Marañón para darse cuenta de que es una pasión similar a la carcoma, pero que, en vez de madera, se alimenta del alma humana.
Claro que aquí nadie puede lanzar la primera piedra. La mujer del presidente, cercada, la presidenta de la capital, diciendo estupideces encadenadas (el pareado es consciente), la monarquía (delenda est, que dijo Machado) en los mentideros de los contenidos de baja estofa, restregándonos los besos del monarca, sus arrumacos y (esto es lo grave, lo anterior, para despiece y moral de cada cual) sus confidencias a una vedette («el general Armada era un hombre; siete años en prisión sin decir nada…») aquí nadie se viste por los pies. Hobbes se queda corto. Maquiavelo, un aprendiz. La banalidad del mal se erige en dialéctica e ideología.
La disputa Brocano/Motos mitigará esta democracia resquebrajada. ¿Para qué hemos hechos revoluciones si no es para competir por audiencias entre programas prescindibles, que afean el alma —carcomida o no—? Aquí lo que importa es que Nadal se va, se jubila. Nadal, gran inversor en fondos buitre que promueven la gentrificación de Madrid. Nadal. Gloria in excelsis deo.
En el entretanto, la potestad de descalificar a Trump nos hace mejores personas. Porque Trump es el mal. El único presidente norteamericano que ha mantenido sus pies en casa, pero malo. Malo, malísimo. Kamala Harris ya se desdice, y eso que no ha llegado al poder. Con el fracking, por ejemplo. Tampoco sabemos qué hará con Israel. Ni con Gaza. Me perdonarán, pero ambas cuestiones tienen visos de resolverse solo con Trump al mando. Porque la política de Biden ha sido nefasta.
Cretinos, cínicos, idiotas, estúpidos, gilorios, mensos… todos dirigen las naves. A la gente, decirle lo que tiene que ver, leer, decir y hasta pensar. Hasta donde recordamos, el libro de Leon Bloy La salvación por los judíos se escribe contra un libro antisemita. Bloy no era un entusiasta de los judíos (quién en su época), pero desmonta el argumentario de su rival. Por no ser complaciente con el pueblo elegido, el libro sigue prohibid en Francia. ¿Pero es que somos retrasados mentales? ¿De veras se tienen que prohibir libros? Restablezcamos el Index librorum prohibitorum. Pero también otro de personas de las que no se sale indemne.
Europa, indignada por el ataque a los cascos azules por parte de Israel. Pero, ¿qué hace? La noticia no es que sienta indignación, sino que no se hubiera indignado. ¿Qué va a hacer? ¿Tal vez la solución no sea una anarquía, una forma de poder que recaiga entre los más desfavorecidos, entre los obreros? En última instancia, llegaremos a lo mismo, pero mientras cambiaríamos de contexto y modo, de imágenes y símbolos. Ya ni los malos despierta admiración. Son tan plúmbeos como el resto.
Casi no quedan salas de conciertos en las grandes ciudades. Los macro espacios ofrecen macro precios, con gastos de gestión inverosímiles. Uno escoge su butaca, se imprime las entradas, pero se le exigen ‘gastos de gestión’. Cada vez hay menos salas de cine en las ciudades, cada vez menos locales donde echarse un baile. Nos colonizan los asépticos e impersonales restaurantes, salas de copas, cafeterías de a tres con cincuenta el café con leche. Pero Broncano/Motos.
De la vivienda, ni hablamos. Por cierto, ¿ninguna feminista en la sala a la que le indigne lo bellas que han quedado retratadas Hildegard Rodríguez y su madre, Aurora, en La virgen roja? Porque la historia es magnética, pero los rostros son los que eran. Pero el retiro de Nadal.
Nos consuela el origen patrio de Colon. Así, rebelado sin pruebas en un documental. Pumba. Un judío sefardí de la península. Toma del frasco. Valenciano. Pues muy bien. ¿Jugamos, ahora, al caso Koldo? No, mejor veamos La sustancia, una película que denuncia cómo las mujeres, a cierta edad, se vuelven invisibles en determinados ámbitos. ¿Quién la protagoniza? Una recauchutada Demi Moore. Señor…
Tengo un amigo que dice que tal vez está llegando el momento en que «empieza lo bueno». Creo que no se puede caer más como civilización, pero esto lo digo bajito, no vaya a ser que la Yoli me mande a…