La era Myshkin: ¿o las buenas intenciones como empedrado infernal?
un ESTO ES LO QUE HAY de Andrea Byblos
El 28 de febrero de 1986, a las 11 de la noche, un hombre salía del cine con su mujer, cuando fue sorprendido y asesinado por la espalda. Era un ciudadano cualquiera, un hombre pacífico, cabal, inteligente, con educación y gustos intelectuales. Se llamaba Olof Palme, y así, de forma casual, tranquila y sin grandes alharacas, como si fuera el librero de la esquina, era el Primer Ministro de Suecia.
Olof no llevaba guardaespaldas.
¿Por qué llevar guardaespaldas, en realidad?
Ronald Reagan había sufrido un atentado en 1981, pero era un odiado capitalista republicano.
Indira Gandhi había sido asesinada en 1984, pero era por sus líos con los Sikhs y las matanzas y complejos conflictos interreligiosos en la India.
Los dos Kennedy, quedaban ya lejos, y bueno, América es América, con sus turbulencias armadas y esa gente tan poco educada.
Juan Pablo II había sufrido en 1981 y 1982 dos intentos de magnicidio, pero, a ver, la Iglesia Católica tiene muchos oscuros secretos e intrigas debidos a su pasado abusivo.
¿Y John Lennon? Sí, bueno, asesinado por un fan en 1980. Un fan, cosas de la música y las chaladuras que alienta y provoca.
Un Primer Ministro socialista, de un país ejemplar en su paz social, no tenía nada que temer.
Su aura estaba por encima de todo eso.
Sólo tenía que mirar con sus ojos, llenos de comprensión, paternalismo, empatía y sabiduría al atacante y preguntarle: ”¿Por qué quieres matarme?” y el atacante no sería capaz de asesinarlo. Y arrepentido, se convertiría en su pupilo, él le enseñaría al pobre atacante, víctima del capitalismo despiadado, la solución del socialismo, y lo sacaría a saludar ante las masas emocionadas, en el balcón presidencial el primero de mayo.
Pero el plan falló. El asesino atacó por la espalda y murió instantáneamente. No pudo mirarlo a los ojos.
Olof Palme creía firmemente en lo que promulgaba y no se le puede acusar de hipocresía (no era como nuestros dirigentes actuales, que se mueven tan bien en los limbos de decir una cosa y hacer la contraria). Lo pagó con su vida.
Quizás porque creer firmemente en una ideología o religión no significa que esta ideología o religión funcione.
Dostoievsky ya describió magníficamente a alguien con cierto parecido a Olof Palme en El Idiota, personaje que, pareciera, hay cierto tipo de izquierdista iluminado que quiere imitar. El Príncipe Myshkin no era idiota, sino una persona firmemente convencida de que podía actuar como un verdadero cristiano y lograr así solucionar los problemas de gente que sufría.
Al final lo jorobó todo, los hizo más desgraciados a todos, con asesinato incluido, y él acabó recluido en un sanatorio al volverse medio loco.
Esta era Myshkin ha gustado tanto en Europa, que sus políticas repetidas durante años nos han llevado a una situación dramática en la que, o desaparecen los dogmas de fe, o desaparecemos todos. Es una lástima, porque no era mala idea esa de vivir en paz, no ser racista ni discriminar por razones sexuales. Pero el angelismo con el que se han hecho las leyes, esa bondad narcisista condescendiente y consentidora con sus favoritos, no ha dado lugar a vivir en paz y no ser racista. Por desgracia (dirigida desgracia), cada vez aumenta más la delincuencia y el racismo y la homofobia se disparan más que nunca. Descuidaron la seguridad e hicieron normalidad consentida que alguien te pudiera asesinar si ese alguien pertenecía a alguno de los grupos Elegidos, revolucionarios de izquierdas, musulmanes, inmigrantes de razas desfavorecidas etc.
Ya no se trata de una cuestión de pureza ideológica o de elegir al dirigente con una imagen más sosegada, sabia, estable, comunicativa y confiable. Se trata de supervivencia.
Algo de lo que todavía mucha gente no se ha dado cuenta.
A pesar de que los asesinatos, atropellos y apuñalamientos se multiplican con rapidez y no da tiempo de preguntarle al asesino con mirada sabia, llena de empatía y conmiseración eso de “¿Por qué quieres matarme?” para que el asesino se arrepienta y baje la mirada y te cuente su triste historia llena de desgracias producidas por el colonialismo, el capitalismo y el racismo, muchos seguirán erre que erre en lo mismo.
Porque han basado su autoestima y toda su vida en su ideología: “En ser muy rojo, superior éticamente a todos”, y si les quitas esa FE no les queda nada.
Y en estas reaparece Trump que es todo lo contrario a Olof Palme.
Ni sosegado, ni sabio ni empático. Más bruto que un arado. Bestial, directo, incisivo y rápido.
Lo contrario del dirigente ideal soñado.
Y más parecido a Churchill que ningún otro dirigente actual, porque se nos olvida que Churchill era un gordito de apariencia cómica, pero capaz de domar a patadas a un camello rabioso.
En los pocos días que lleva de mandato ya tiene a la prensa loca: genera más noticias de lo que la prensa puede procesar y los analistas analizar en detalle.
Yo me entero de la mitad de la mitad de lo que dice el Presidente Correcaminos. Si es que me entero de algo. Aunque sé que sus medidas son brutales y polémicas, sin medias tintas.
Mucha gente pone el grito en el cielo.
En mi entorno, de personas cabales, con estudios, juiciosas, pacifistas etc. su llegada al poder fue vista con una especie de pavor teatralizado (y eso que no vivo en USA) y protestas, indignación en público. Pero, si de estas medidas que está poniendo Trump hay resultados beneficiosos como el fin de la guerra de Ucrania, fin del conflicto actual (allí habrá más) de Israel, políticas reguladoras de inmigración, pactos con Rusia, China y otros países poderosos, se callarán.
Porque Trump no da la imagen de persona sosegada, sabia, empática y cabal que tanto gusta en la Era Myshkin. Y aunque haga cosas bien, es una figura a la que se criticará con sumo desdén. Es un ser para criticar, reírse, burlarse, horrorizarse, seguirlo es de lo menos cool.
Sólo los que ya están en modo de supervivencia lo van a apoyar. Los que aún creen en la era Myshkin seguirán aferrados a su ideal de dirigente de prestigio estilo Olof Palme, aunque estos dirigentes, que pueden servir en tiempos de mucha paz para generar problemas, cuando los problemas ya están generados, no sólo no los solucionan, sino que los hacen más grandes.
Dostoievsky llamó Myshkin a su Idiota querido porque “Mysh” en ruso significa ratón. Un pobrecito ratón en una trampa.
La era Myshkin es la era de los ratoncitos en la trampa.
Y somos nosotros.