LA MUSA


Beatriz Alonso Aranzábal



Dos mujeres se disputaron muchos años ser las destinatarias de una célebre canción romántica. Una, por su larga relación con el cantautor que la escribió. Otra, por su breve pero apasionado noviazgo. Éste nunca quiso aclarar a quién iba dirigida y se llevó el secreto a su tumba. Durante un tiempo llovieron claveles y rosas sobre la lápida, donde quedaron grabadas sus palabras de amor. Sin embargo pronto el polvo se fue acumulando, junto a las flores secas y la hojarasca empujada por el viento de otoño. Y sólo un hombre, de vez en cuando, se acercaba a depositar un nardo.