KAKA DE LUXE

 

A primeros de octubre de 1977, el colectivo La Liviandad del Imperdible, dedicado a teorizar sobre punk y futurismo entre otras labores, se disuelve cuando estaba a punto de realizarse como grupo musical llevando a la práctica toda una serie de estupendas elucubraciones en las que se mezclaban desde Genesis y William Castle (¿visteis «Matineé»?: pues eso) en el campo escénico, al punk, el heavy metal o la música contemporánea en el musical. La ruptura se produjo con el primer boletín del colectivo aún en la imprenta. El motivo: la diferencia de criterios entre los miembros sobre si el tema «Pero que publico más tonto tengo» era Arte o una estupidez. Joseros y su novia France (ex-miembros de una publicación marginal llamada «Alucinio») tomaron la senda del Arte y el resto, Olvido «Alaska» (único amago de punky residente en España en aquel momento), Enrique Sierra «Sir Henry» (guitarrista heavy que venía de un grupo llamado Vibraciones) y Fernando Márquez «El Zurdo» enfilamos rutas más banales y speédicas, abandonando la trascendencia intelectualoide anterior (culpa mía en gran parte, lo reconozco -como ya se habrá sospechado-) para hacer pura y simplemente un grupo de punk.

¿Qué referencias teníamos sobre el particular?: Olvido, la que más. De su último viaje a Londres se había traído una singular mezcolanza donde brillaban restos de rock machaca (caso de AC/DC o UFO), muestras de surf minimal (Ramones) y alboreos de punk más o menos puro (Clash, Sex Pistols, Damned). Sin embargo, nuestra atención se centró al principio en un grupo femenino no demasiado innovador pero con una versión de Kim Fowley que cautivó a nuestra dama. Este grupo eran las Runaways y el tema «Born to be bad», cuyo texto habla de una chica que se va de casa y da un disgusto a sus padres porque «nació para ser mala».

Olvido se compró una guitarra eléctrica en forma de flecha y, unida a la de Enrique, metía bastante caña en los tres días siguientes a la escisión cuando iniciamos nuestros ensayos en casa de éste último. Mientras, yo me quedaba afónico intentando poner voz de Ramoncín. En aquellos momentos, nuestro repertorio, aún como La Liviandad..., consistía en «La tentación» (un tema de Olvido con influencias de Masoch y Ramones), el controvertido «Pero que público más tonto tengo» (tema mío que ganó bastante con el arreglo a lo WHO que le hizo nuestro guitarra solista) y varios intentos más bien fallidos de versionear el dichoso «Born to be bad» y el «Ponte las gafas» ramoncinesco.

A los tres días de la ruptura de La Liviandad..., una mañana dominical en el Rastro nos lanzamos Olvido y yo a la caza y captura de bajo y batería. Nos encontramos a los pestosos de siempre (algunos hoy reciclados y por ello no menos pestosos -de la cochambre indumentaria se ha pasado a la mucho más antiestética cochambre espiritual de la integración y la profesionalización, que acaba por hacer deseable la primera-) y nuestro desánimo era un poquitín gordo hasta que... 

-¿No es ése Keith Richard?

-Perdona, no te oía... ¿Te has fijado en ese puesto?... VENDEN UN DlSCO DE LAS VAINICAS!!

Los dos mirábamos al mismo sitio: una mantita cubierta de discos yeyés, revistas juveniles camp, material pre-punk, el mentado vinilo vainiqueño y, tras la mantita, un tipo menudo, con cara de Keith Richard y pelo ramoniano, vestido de cuero y lleno de chapas y, junto a él, otro individuo más largo, más tímido y nada punk, responsable de los toques retro y vainicosos del puesto. El primero respondía por Nacho, acababa de comprarse un bajo violín y quería formar un grupo. Su amigo, Carlos García Berlanga, había lanzado con un hijo de Vizcaíno Casas un fanzine llamado «Terry» dedicado al comic clásico y le gustaban las Vainicas, el grafismo y lo yeyé. Olvido me hizo una seña, yo le respondí con un guiño y...

-Bueno, ya sólo nos falta un batería. 

La semana empezó, irónicamente, yendo a recoger el boletín de La Liviandad... y grapándolo en mi casa mientras hacíamos planes. Decidimos sacar un fanzine del nuevo grupo con una línea opuesta al que teníamos entre manos, o sea, mucho más banal y concreto, sólo música y cómix... «La Liviandad...» se vendería en el Rastro pero ninguno iba a hacer la menor promoción del cuadernito, que se nos hacía más y más ajeno: postura que hemos mantenido hasta la fecha.

Altemamos los ensayos en casa de Olvido y Enrique, aunque al poco ocupamos también la de Nacho. Carlos y yo desarrollábamos en esos momentos una labor de proyectistas de marketing, volcándonos en la imagen que debía tener el combo. Surgieron temas nuevos: «La alegría de vivir» (tema mío en plan yeyé) y «Como bolas de billar» (una cosa de Enrique y mía medio funky, medio jazz-rock, que no tuvo mucha aceptación a posteriori).

La casa de Nacho en Núñez de Balboa, con su monumental discoteca, nos motivaba bastante para crear, empezando lo que sería la primera entrega del fanzine del grupo, cuyo nombre aún estaba por ver. Se me encargó, conocida mi facilidad para tal cometido (así, PREMAMA -PREnsa MArginal MAdrileña- o LACOCHU -LAboratorios COlectivos CHUeca-), una lista de cien. Un miércoles, en la sala M&M, mientras actuaba Ramoncín, discutimos hasta dar con el adecuado: Kaka de Luxe, originalmente Shit de Luxe, hispanizado a instancias de Carlos, y con bastante acierto (uno de los primeros usos de la K antes de la inflación radikal -cuyos miembros todavía estaban con la teta y el sonajero-).

Ya había nombre, un mínimo repertorio y proyecto de publicación pero ni local ni batería. La formación vocal corría de mi cuenta, ya que Carlos se negaba en redondo a ponerse frente a un público. Esta formación se amplió aquella misma semana (muy densa, como puede apreciarse) con la incorporación de Manolo Campoamor, dibujante (curiosamente, también ex-miembro de «Alucinio» -por fortuna, con unas opiniones sobre los valores artísticos menos esclerosadas que sus antiguos colegas-), recién llegado de unas vacaciones por Suiza. Manolo, bisexual confeso, era el elemento perverso que unir a la punkytud de Olvido, el ramonismo de Nacho, el heavy de Enrique, el snobismo elegante de Carlos y mi imagen de excéntrico clon de Tip. Con Manolo, y eso lo saben muy bien todos ellos, llegó «el escándalo». 

···

Escándalo y primeras actividades promocionales, con el lanzamiento del fanzine «Kaka de Luxe», unas fotos en «DiscoExpress» acornpañando una entrevista de casi una página con Ordovás más una propuesta de Mikel Barsa para presentarnos en público. Porque, a todo esto, de actuar nada: sin batería, ya me contarán. Conseguimos al fin un cubículo en el Nuevo Ateneo de Mantuano (más tarde llamado de La Prospe -ya saben, ese sitio al que los poderes llevan intentando tirar desde hace lustros y por ahora resiste-) y allí, con un batería de prestado, rnontamos en un par de días un repertorio para media hora de show: «La tentación» (cantada por Manolo: yo, por entonces, me negaba a cantar ambigüedades -no por homofobia sino por simple complejo de inferioridad: en mi visión idealizadamente viscontiniana de la cosa gay por entonces, si uno no reunía un mínimo de apostura física, mejor no dar mucho la nota, por prurito estético; en parte, sigo fiel a esta visión y las mariconas feas con vocación bufa me suelen producir bastante grima; claro que, si eres fea pero, como en el caso de Foucault, te compensa el carisma intelectual, la cosa cambia, al menos en épocas, no como la actual, en que un Arthur Miller, un Sartre o un Foucault puedan resultar sexys por su coco-; Manolo, con su aire entre Leonard Cohen y Paul Henreid, poseía apostura bastante para darle a lo ambiguo sin resultar risible), «Pero que público más tonto tengo», «La alegría de vivir», «Como bolas de billar», «Yo no quiero caminar contigo» (versión de un tema ramoniano), y dos temas de Enrique, cantados por Manolo, con títulos como «Huye de mi, te puedes contagiar (tengo en mi cuerpo música para enrollar)» y «Pondré 1000 voltios en tu lengua».

La presentación, con el batería prestado, fue en People, un pub de Argüelles. El sonido, atronador, traumó a los alcoholizados ejecutivos presentes (antes de nosotros habían actuado unos blueseros con acústicas y el inefable Mikel había hecho unos sorteos de no recuerdo qué a lo Gran Musical) y colmó de gozo a los cuatro punks que nos jalearon. Enrique lució un bello modelo espacial, Manolo inició su Lou look, Olvido salió con ropa de calle (su ropa de calle), Nacho igual, el batería pintado de negro (cada cual entiende el punk a su aire y, en su caso, ni flores) y yo engominado y en colores rojo y negro.

Resultado de esta presentación fue que «Interviu» nos hiciese una ídem en la que un sudaca nos acusó de «fasittaburguesse» y nosotros dijimos, un par de años antes de El Aviador Dro, que «nuclear, sí, por supuesto» (bueno, Nacho sugirió -viperino él y de ahí la acusación del conosureño- un SI, POR SUPUESTO de connotaciones más castrenses; más que nada para encabronar al entrevistador, quien, tras hacernos una andanada de preguntas atentatorias contra la dignidad, la inteligencia y el buen gusto -anticipadoras en dos décadas a las destinadas hoy a una Yola Berrocal o a un Luixxy Toledo-, se puso serio y nos contó sus penalidades en Argentina, como dormir en un cubo de basura -lugar idóneo, por otra parte, para alguien que practica con tal denuedo el periodismo basuril: si quieres que respeten tus penas y no te respondan con salidas de tiesto como la de Nacho, empieza, pibe, por respetar a quien tienes delante o, al menos, no pretendas que escuche tus batallitas tras haberle espetado tú un momento antes toda una batería de preguntas insultantes, so mamón-). El sujeto, absolutamente fuera de sí, tras la insinuación de Nacho, nos echó de su casa. La entrevista no apareció jamás, por supuesto.

Vuelta a Mantuano y cesión de local fijo... con batería incluido. Lo cogemos sin muchos remilgos y empezamos a trabajar de firme. Sale «La pluma eléctrica» (letra mía sobre un riff de Nacho basado a su vez en el «Shalala» de Micky y los Tonys) y Carlos sigue sin cantar. Pablo, el batería, suple su escasa técnica con un odio visceral por lo que hacemos.

En una inolvidable comida en un chino del Rastro, conseguimos que Eguillor, el dibujante tan ligado a las Vainicas, nos prometa colaborar en la segunda entrega del fanzine. Mientras, Carlos, Manolo y yo parimos sendos cómix y el primer cuaderno de Kaka se vende como donuts en el Rastro y algunas tiendas (bueno, bastantes: Tony Martin, Aldecoa, La Oveja Negra, Discobarsa, Cinestudio Griffith, Forum, etc) pese a no recibir el menor apoyo crítico.

¿De qué iba exactamente el número?... Eso, música y cómix. Música: noticias fusiladas de revistas inglesas por Nacho y Olvido, un par de temas de Ramones con letra y posturas para sacar en guitarra, un dossier Bowie con una completísima lista de su discografia y una relación de material punk aparecido en nuestro país. En cuanto a cómix, se incluía material de Don Martín procedente de «Mad», tiras de «Florita», una historieta de Eguillor aparecida en «Mundo Joven», algo de Crurnb y del gato de los Freak Brothers, más el material propio. La cosa se completaba con un cuento mío y una portada antológica de Carlos, reproducida posteriormente en el «DiscoExpress». Sin duda, la publicación poseía un interés, tanto en contenido como en imagen, mucho mayor que el resto de la prensa contracultural, la cual daba a finales del 77 sus últimas coleadas como movimiento coherente para pasar a las micro-revistas oligo de un solo número y otras pajas, minuciosamente reseñadas por «Star» en un alarde irónico-masoquista.

Aparte de ensayar y de preparar el segundo número del fanzine, las semanas de Kaka transcurrían con algo más de método. Por ejemplo, los viernes nos reuníamos en casa de Olvido, a bastantes pisos sobre el VIP'S de Princesa, y veíamos todos juntitos el «Popgrama» y los Teleñecos, tragando patatas con cachup, caramelos de goma y muchas latas de Coke. No sólo estábamos los del grupo -salvo Pablo y Enrique-, sino unas encantadoras amiguitas del colegio de Olvido llamadas las Carpias, cuya aspiración era atracar en las esquinas a señores con loden. También se nos pegaba bastante Bemardo Bonezzi (frustrado por no haber sido admitido en La Liviandad cuando ésta tomó giros musicales) y nos machacaba en el pick-up sus cuelgues del momento (Doors, Stooges, Zappa) o nos mostraba sus primeras canciones, con letra en plan Velvet a base de mucha sangre, siniestrez y oscuridad. Y los domingos montábamos tenderete en el Rastro, donde vendíamos la revista, discos, prensa musical inglesa, ropa usada y piedras pintadas por Carlos y Manolo. Pronto se convirtió en uno de los puestos más animados.

¿Qué hacíamos además del grupo?: bueno, la mayoría estudiaba (Olvido,  BUP; Carlos, Derecho; Nacho, Biológicas; luego estaba Enrique, que trabajaba en el drugstore de su padre -el de Velázquez- como encargado del  burger; y, por último, Manolo y yo, que no hacíamos nada -o sea, Manolo dibujaba y yo alternaba mis pinitos en la narrativa con rollos periodístico/sociales, como cartas al director, entrevistas a los homosexuales concienciados del FLHOC, artículos sobre las Vainicas, contactos con cofradías más o menos falangistas y lecturas intensivas de libros incorrectos-).

Veamos ahora la cosa de los seudónimos: aparte de Olvido «Alaska» (por la frase «hace frío en Alaska» del «Caroline says» de Lou Reed), Sir Henry y mi zurdez, Manolo optó por su apellido Campoamor (glamouroso de por sí), Nacho se bautizó «Zink Alloy» en memoria del a la sazón recién fallecido Marc Bolan (uno de sus mayores mitos -al menos, por entonces-), y Carlos se transformó en «Darío Castro», cosa que no le sirvió de nada, ya que se corrió como la pólvora que un hijo de Berlanga estaba metido en asuntos punk. También hay que señalar nuestras fuentes de subsistencia para ir haciéndonos con un equipo algo decente. Estaba la venta en el Rastro y los quinientos ejemplares del fanzine más un proyecto ambicioso pero fallido de cintas caseras con todo el material discográfico que poseíamos, unos cinco mil álbumes o más. Este proyecto lo intentamos desarrollar por medio de unos catálogos impresos que podían pedir los lectores de Kaka a un apartado postal heredado de La Liviandad... Apenas hubo demanda y la cosa no prosperó.

Y ya situados los detalles básicos de infraestructura, vida cotidiana y look del grupo, volvamos a la carrera, tras la presentación en el pub y la aparición del primer cuaderno kakoso.

Aprovechando lo relativamente establecido de nuestra situación, con local y batería fijos, nos dedicamos durante un tiempo a ensayar en firme, perfilando un total de ocho temas con los que llenar unos cuarenta minutos de actuación. Se alternaban los flashes supercortos («Yo no quiero caminar contigo» o «La pluma...») con cosas más largas y barrocas (casi todo lo arreglado por Enrique) pero logramos algo importante de cualquier modo: ser el grupo más rápido de España, sin desmerecer en velocidad de nuestros mentores máximos en aquel momento, los Ramones (esto es un moco, pero me gusta). 

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Por fin, el 8 de enero del 77, de la mano de Mikel Barsa, actuamos en Aluche junto a Cráter y Don Falismin. Fue una actuación muy superior musicalmente a la primera, cosa que no pudo apreciarse gracias al descarado boicot que desde la mesa nos hicieron los Falismin de marras, estrellas del concierto según propia opinión. A pesar de todo, la gente alucinó bastante con el rostro maquillado en blanco de Manolo, la estática mala leche de Nacho, el aspecto punky/Temple (por Shirley -¿cogen la gilipollez?-) de Olvido, los disfraces faroleros de Enrique y mi cojera (acababa de torcerme un tobillo justo al entrar en la sala, lo que acentuó aún más mi aura de aquellas fechas -monstruoso feto híbrido entre Tip y Steve Harley-). Aquella tarde, unos cuantos temas se elevaron para la afición a la categoría de himnos -«Pero que público...», el tema de Ramones, «La tentación» o «La pluma...»- y yo di rienda suelta a mi manía de tirar objetos diversos al público, sobre todo libros y aviones de papel (manía que abandonaría tras tirar vísceras de animales en el frustrado concierto de Pop Deco del 81, porque sólo hubiese podido superarse la cosa emulando a Freddie Krueger -emulación inviable en el campo de la escena poprockera por molestos condicionantes legales: aunque no sé si Boyd Rice me podría asesorar al respecto...-). Ordovás nos dedicó la columna habitual y Madrid se empezó a preguntar qué éramos. Carlos seguía oculto tras las candilejas y no había fuerza divina que lo sacase.

Vista nuestra consagración, nos decidimos a lanzar la segunda entrega del fanzine, mucho más punk que el primero. Ya empezando por la portada, obra de Manolo, basada en los fanzines nuevaoleros londinenses. En el apartado musical, ofrecimos un suculento programa: la habitual sección de noticias, un artículo sobre punk en Suiza, un mini-dossier Ramones, un trabajo sobre las Vainicas y una merecida loa a «DiscoExpress». De material fumettoso, el prometido original de Eguillor, «Florita», Don Martin, el gato de los Freak Bros, una divertidísima historia sobre psicópatas asesinos titulada «Zoonoz», y los cómix propios, destacando el space-ópera de Manolo: «El caballero más romántico del espacio», muy Vadim (habíamos ido a ver «Vampirella» a un cine cercano a la plaza de Atocha y nos prendamos de La Reina Negra), muy Morrissey (ciclos en la Filmoteca -sita por aquel tiempo en el Covadonga y dirigida por el padre de Carlos-), muy «Rocky Horror Show» (otra de nuestras liturgias -desde entonces, siempre he considerado al Tim Curry del film como una de las caras de Dios-).

Ramoncín hizo su presentación en el Barceló (más tarde Pachá), tras su firma con la EMI, y comenzó su decadencia (o su irresistible ascensión -a lo Arturo Ui, se entiende-) con el show de los huevos y su liason con Umbral escribiendo en «La Codorniz». Sus incondicionales en Kaka, Nacho y Olvido, pidieron el divorcio y Carlos sentenció cue su voz en disco se parecía a la del pato Nicol (sí, el de Mari Carmen y sus muñecos). Una vez más tenía razon. A finales de enero hicimos nuestra tercera actuación, en un gimnasio de San Blas, con un público deliciosamente teen. Manolo, con «La tentación», se consagró como sex simbol ante las colegialas. Estrenamos un nuevo tema, «¿Y por qué no?», mío y del guitarra solista, con letra apocalíptica y aire blues, que acababa con mi muerte en escena. A nuestra cohorte de fans escogidos se sumó una compañera de colegio de Bernardo, con porte altivo, espigada androginia y cara de Tadzio, llamada Betta, que fue seducida ipsofacto por Manolo.

Durante el mes siguiente los ensayos se sucedieron, así como las ventas dominicales y, pese a no actuar, resultó un mes agitado: iniciamos conversaciones con el sello Chapa (formado en un principio por Ordovás y el Mariscal Romero -nuestro Job perdería la paciencia y se desmarcaría rápido del business, saturado de la macarrez de su compadre-), que acabaron en firma de contrato; sacamos tres temas nuevos, «Viva el Metro» (siguiendo una sugerencia de Nacho de hacer rnención a la reciente subida de tarifas, consejo al que dimos forma entre Enrique y yo), «Toca el pito», (primera composición de Nacho y Carlos), y «Rosario» (con letra de Manolo y música de Nacho y Olvido); se intentó montar una cosa dedicada a Makoki que yo había publicado en forma de cómix en «DiscoExpress», pero la dificultad de su ejecución hizo imposible el proyecto (tiempo después, yo lo montaría con Paraíso). De cualquier modo, se logró algo importante: que Carlos cantase de una repajolera vez (que ya era hora, recórcholis).

En marzo actuamos en Psicología con un agüero más bien funesto: al público no le gustó la cosa y nos llamó «imperialistas» e «integrados» (la mayor parte hoy andarán orbitando con el PSOE o, mejor, con el PP y defendiendo la Tercera Vía de Tony Blair -pronúnciese a lo Tele Guiñol-), a lo que yo respondí con los habituales libros, aviones, imperdibles y bombas de mano; aparte, el sonido resultó espantoso debido a la resonancia del local. Como colofón del día negro, los Leño, que tocaron después, se electrocutaron bastante y tal. Maravilloso todo. Entre el 31 de Marzo y el 2 de Abril hicimos tres días seguidos en el Colegio Mayor Loyola, junto a Cucharada y Roque Narvaja. En esta ocasión, la cosa sonó bastante redonda y puede considerarse la puesta de largo del grupo. El público resultó no poco heterogéneo y menos tonto que de costumbre. O sea, que le gustamos. Como único detalle triste del evento, unos gitanos le robaron a Olvido el bolso.

El resto de abril no estuvo mal. Dos actuaciones, una en el San Isidro, donde estuvimos a punto de defenestrar a los organizadores porque no querían pagar, y otra en Teleco, con Magna Mater (después, Mamá) y alguna otra gente. Se estrenaron temas nuevos como «Sé una chica de hoy» (tema mío), «Me aburro» (de Nacho -amuermado porque le había llegado la notificación de la mili), «Nosotros somos peligrosos sociales» (de Manolo y Enrique) y el último que sacamos, «Alarma» (otro apocalipsis privado de mi cosecha con música inspirada en la sintonía de «Mazinger Z»  y un arreglo de 6 minutos -intentando acercarse al «Polices and thieves» de los Clash o al «On the run» de Eddie and the Hotrods-). En las actuaciones del Loyola y el San Isidro hizo coros Pablo Gazme, punky doiiostiarra que, poco después, se suicidaría. Finalmente, grabamos la primera maqueta kamikaze (todo el repertorio en... 2 HORAS!!!) bajo la undervisión (lo de supervisión sería un chiste macabro -dado que su único cometido fue rascarse el paquete y azuzarnos para que fuésemos más rápido y así ahorrar horas de estudio-) del Mariscal. Olvido pasó la Semana Santa en Londres y volvió cargada de cosas, empezando por una influencia que le sería capital a corto plazo: Poliestyrene, la licenciada en Bioquímica líder de X-Ray-Spex. 

Mayo, sin duda, es nuestro mes. Se graba el ep, es decir, «Rosario», «Toca el pito», «Viva el Metro» y «La pluma...», y Enrique tiene la feliz idea de firmar las canciones colectivamente (siete personas), con lo que las ganancias kakosas de Autores, que nunca han sido muy allá, de esta manera se convirtieron desde el primer momento en un eufemismo. La grabación fue caótica, llegando a pedir consejo el Romero a un amiguete que estaba allí de mirón sobre el asunto de las mezclas. Este caos lo aprovechó inteligentemente nuestro guitarra solista para meter mano en las mezclas de «Viva el Metro», consiguiendo uno de los sonidos de punteo más sucios del poprock español. Yo canté afónico y el espectro de Ramoncín cabalgó de nuevo sobre mis cuerdas vocales.

Pero pasemos a las actuaciones. El 13 de mayo, en el Nuevo Ateneo, con Mermelada, con Ceesepe dando la murga con un tambor y una armónica (hay que agradecer al Mariscal el pararle los pies cuando intentó tocarla en el disco -obviamente, Kaka de Luxe, como cualquier otra historia en la que yo anduviese involucrado, le importaba un carajo: la cosa era chupar plano; ya estaba despegando del underground al estrellato de grafista postmoderno...-), yo, cabreadísimo, y el sonido, horrendo. Una semana antes habíamos hecho acto de presencia en la primera selección del Villa de Madrid y la estatua de Colón bailó con «Rosario», según aseguran Ordovás y otros testigos presenciales. El 15, la Final, Kaka de Luxe en la Casa de Campo, emoción, suspense, polémica y, lo increíble, el alcalde José Luis Alvarez le da un besito a Olvido acompañado de un trofeo horrible que ponía «II Premio». El resto de los grupos intentó linchar al jurado, al alcalde y a los propios homenajeados y, con el cheque de guarnición al trofeo y al beso del alcalde, volvimos al centro a toda velocidad, no fuera que se arrepintiesen. El 20, el PTE (poco después, engullido masivamente por el PSOE -pero en aquel momento aún tirándose el moquito de la extrema izquierda y los resabios maoístas-) nos metió vilmente engañados en una fiesta privada (nadie nos había advertido que era un acto partidista) y descargamos con bastante mal yogur por la manipulación, cantando yo el «Pero que público más rojo tengo» (convenientemente protegido detrás de un bafle) y arreando guitarrazos Olvido (en pleno subidón anticastrista) contra los que intentaban hacerle juicio popular (me acuerdo de su surrealista frase: «¡¡¡Terroristas, que sois todos del GRAPO!!!»). Nacho cogió el primer macropedo cervecero de su vida y Alberto García Alix nos hizo lindas fotos. A la semana siguiente, tocamos en Moratalaz al aire libre y llovió. Fue deprimente. Los tres últimos días del mes hicimos presentación de gala en M&M junto con la primera formación de los bernardescos Zombies. Nos fue a ver la vainica Carmen Santonja, nos filmaron, Juan Pablo Silvestre intentó seducirnos en el camerino, Nacho salió con la chaqueta que su padre se había comprado en Miami, yo hice stríptease tras una dosis de bloody mary, Carlos volvió a no querer salir, Manolo estrenó su traje transparente (chaqueta, camisa, chaleco, corbata y pantalones de plástico transparente confeccionados por su hermana, con lo que el público sólo veía más allá de los reflejos del plástico como única prenda un tanga atigrado), Olvido su malla de leopardo y, en definitiva, la gente nos amó y odió un poco más.

Hagamos un pequeño lapso en la frenética danza de la fama para ver cómo iban las cosas en la trastienda. Empecemos por Nacho, que, cada vez más traumado por la inminente mili, se volvió un poco hostil, alejándose de la cada vez más creciente sofisticación que nos estaban inoculando por momentos las amistades de Manolo, ya libre de Betta (que había pasado a otro Manolo, el de Cucharada -o sea, Manolo Tena-). Estas amistades se agrupaban en dos carpetas: por una parte, las Pepis, reducido grupete de pintores, escritores y bon vivants (por usar un eufemismo amable), que enajenaron a Carlos y a Manolo, disociando el núcleo kakil; de estas Pepis se puede destacar como único sujeto válido (o sea, con cierta personalidad y sin vocación amebiana) a Juan Pérez de Ayala, y el resto fueron pegándose corno lapas a distintos sujetos de la nueva ola, logrando uno de ellos (Miguel Ordóñez, ni pintor, ni escritor, luego...) situarse como «señor-que-da-al-botón-de-la-caja-de- ritmo» en los Zombies; además de las Pepis nos encontrarnos que irrurnpen con inusitada fuerza una extraña pareja, Javier «Teresa» Hamilton (hoy Javier Furia) y Fabio de Miguel. Si las Pepis habían tenido una incidencia fuerte en las relaciones personales de] grupo, Javier la tiene en el aspecto profesional, entrando como corista porque sí. Inicialmente, hizo una fugaz labor de management, buscándonos alguna cosilla y haciendo proyectos para un futuro en el que tanto Nacho como Enrique estarían con el fusil al hombro. Todo esto a mí me alejaba vertiginosamente de Kaka (ya he mencionado antes mi grima por la mariconería bufa e intrascendente; si se va de desenfrenado, que se aspire, al menos, al bigger than life: Tim Curry en «The Rocky Horror Show», los morritos de Sebastian Flyte en «Retorno a Brideshead», Bowie en general -teóricamente, el primer objeto de emulación de Olvido-, las fiestas privadas de Tommy Lee Jones -too much golden, golden- en «JFK» o mecenas bávara de Wagner pero no añadamos más caspa de la que ya asola el mundo), ayudado por mis mogollones ideológicos (en realidad, no importa la calidad de esos mogollones: si en vez de falangismo, me hubiese interesado en aquel momento por el maoísmo o por los abertzales -como me ocurriría mucho más tarde-, el desencuentro habría sido idéntico; tal vez el único punto de sintonía políticamente hablando se habría producido de darle yo bola a Olvido con su anticastrismo -el único momento en que asumía una postura política y perfectamente lógico dadas sus circunstancias familiares: ahora, como estudioso de Ayn Rand lo puedo entender mejor que cuando nos tratábamos- pero, sin emocionarme Castro en lo más mínimo -ni antes ni ahora-, el mundo de Miami me daba -y continúa dándome- aún más repelús). A todo esto, Olvido se mortificaba con el alejamiento de Nacho y estaba cayendo en una neurosis galopante. El grupo estaba tocado del ala.

La decepción que tuvimos con Chapa y su ínclito Mariscal no ayudó en absoluto a levantar los ánimos. No había dinero para sacar nuevos fanzines y la actividad gráfica se detuvo. Y el ganar el Villa de Madrid nos convirtió en un blanco fácil para nuestros detractores, que aprovechaban nuestro auge para arremeter, como si nuestro caso fuera el de Ramoncín, y no había comparación posible. La portada del disco fue idea de un fotógrafo de la casa, que nos impusieron en vista de la tardanza de Carlos en presentar un proyecto. Bueno, la trama rosa de la cubierta se inspiró en un boceto suyo, pero era mejor el boceto. La bilis acumulada hizo que nos fijásemos más en lo malo, o sea, en Pablo, el batería. La idea de botarlo, estrangularlo o, simplemente, abandonarlo en un portal, se nos metió poco a poco en la sesera. Los problemas que tuvimos en la grabación para que llevase el ritmo sin patinar demasiado fueron asaz fuertes, llegando el Romero a la histeria y nosotros al asco.

En junio salió el ep, a la vez que el single de Mermelada, y, al oírlo, la bilis empezó a desbordar nuestras mentes. Una sensación de fracaso nos agotaba: la media de cretinos nos acusaba continuamente de bluff, y, encima, nacía una competencia muy directa con los Zombies, el segundo grupo de nueva ola tras nosotros. Javier nos buscó una actuación en Nerón, un club gay, donde nos fue a ver la madre de Olvido con sus amigas y donde hicimos el «Pero que público más rosa tengo». Hubo intentos de actuar en el Gay Club pero no se consumaron. Días antes, habíamos actuado en el Nuevo Ateneo y en un colegio de Cuatro Caminos con Cucharada. Hubo coqueteos con LACOCHU para que nos buscasen actuaciones en verano (coqueteos que acabaron mal -tal vez por la condición, tanto de Olvido como mía, de escindidos de dicho colectivo cuando montamos La Liviandad...-). El 22 volvimos a M&M y el 24 actuamos por primera vez fuera de Madrid: la cosa fue en Castelldefelis, en un camping, junto con Melodrama, Els Masturbadors Mongolics, La Morgue y otros punks del nordeste. «DiscoExpress» nos hizo una entrevista de una página en plan balance y «Ajoblanco» otra (como equipo gráfico, sobre el fanzine). «Star» dijo alguna grosería (firmada por un@ tal Estrella La Muerte) sobre con cuál de sus tetas tocaba Olvido la guitarra y Carlos se fue de vacances, entrando como coristas, aparte de Javier, Juan Luis Lozano (luego en Paraíso) y Carlos Entrena (también más tarde en Paraíso y posteriormente líder de Ejecutivos Agresivos y Décima Víctima) junto con su hermano Sergio.

Se ensayaba cada vez menos. Llegó julio con la marcha al cuartel de Nacho y Enrique y la entrada provisional de Bernardo como guitarra solista. Intentamos echar a Pablo y por poco nos echa él a nosotros gracias a la abulia dialéctica con que se le expone el asunto (le vinimos a decir, a ver si colaba, que «íbamos a disolver el grupo» a lo que respondió que «no importa, yo sigo con él» -un poco lo del tigre y Pedro Picapiedra gritando «¡Wilma, ábreme!»-). Javier, con su hiperactividad gay, parecía haberse convertido en el líder y yo decidí dejar el grupo en septiembre. Incluímos en el repertorio varios temas de Zombies, tiramos casi todos los de Enrique y trasformamos, arreglada por Bernardo, en reggae «La alegría de vivir». Bonezzi era el único músico auténtico en una Kaka agonizante y, si tenía alguna espinita de cuando La Liviandad..., se la estaba sacando a pulso. Después de las tensiones sufridas, julio y agosto fueron simplemente un dulce pasar. El día 13 y 19 de julio hicimos las últimas actuaciones: en un party de los comuneros castellanos en Peñafiel junto con Cucharada, La Fanega y Agapito Marazuela (la gente no se cree este elenco cuando lo comento), dedicando el show a Elvis, recién muertito; la otra fue en Soria, con Burning, ante un público con tapas de water en el cuello que intentó agredirnos a la salida por un pique con Bernardo. Este se portó bastante bien en el tiempo que nos acompañó, ayudándome a sacarle la pasta al tío de Peñafiel, que, cómo no, se excusó a la hora del pago. El broche irónico fue el «DiscoExpress» de agosto, con un maravilloso reportaje de cuatro páginas sobre Olvido, una Olvido eufórica y sonriente cuya relación con el original en aquellos momentos era sólo... mera coincidencia. Pero, tras mi marcha, el resto pertenece ya a la génesis de Alaska y los Pegamoides. 

 

 

 

 

 

 

PARAISO

La idea de Paraíso nace como continuidad de Kaka, en un principio. Continuidad no exenta de superación, por supuesto. Aproximadamente, al empezar junio, días antes de salir el ep, anuncio mi marcha del grupo tras las actuaciones de verano y mi proyecto de formar un nuevo asunto. 

A Javier Hamilton, el corista, esto le pareció de perlas, ya que, confirmada la marcha al Servicio no sólo de Nacho y Enrique, sino también de Manolo, el largarme yo le dejaba a solas con una Olvido abúlica y un Carlos Berlanga desplazado a... 

Pues, aunque resulte paradójico dado mi progresivo alejamiento de los nuevos focos de intereses kakiles, hacia mis rollos. Quedamos en que estaba bajo la influencia de Pepis y similares. Pero esta influencia resultó condicionada por el desolador panorama que ofrecía Kaka y la incorporación de Nacho y Manolo a cumplir con la Patria, con lo que Carlos intentó buscar algo que no estuviese muerto o agonizante por aquellas fechas y qué mejor que mi puesta en movimiento bajo su órbita. 

Sí, bajo su órbita. Echemos un vistazo al mensaje que inserté en «Disco-Express» buscando músicos: 

«Si te gustan los Modern Lovers, Sparks, Vainica Doble, Brian de Palma, Juan Buñuel, Blondie, Patti Smith, Incredible String Band, Lovecraft, el Realismo Fantástico, Sisa, Juan Perucho y Woody Allen, tienes menos de 18 años y tocas guitarra o bajo, un ex-vocalista y letrista de KAKA DE LUXE te busca para formar grupo»

Bastantes de estas referencias las compartía con Carlos y la concepción de la nueva banda pretendía seguir la formación Modern Lover del «Egyptian reggae», descubrimiento capital para motivar a nuestro tímido corista a coger descaradamente una guitarra. Este fue el motivo de que no buscase batería, ya que yo pensaba encargarme de la percusión. Antes de que nos separasen sus vacaciones, dimos unas cuantas pinceladas al nuevo boceto, desde sacar los primeros temas («No te equivoques» y «Crimen pasional» -con música suya y letra del menda-) a elucubrar sobre la futura imagen. 

Pero Paraíso estaba predestinado a salirme rana. Ya se había ido Carlos y yo me dediqué a seleccionar temas para el nuevo grupo. En la última actuación de Kaka, Juan Luis Lozano, corista suplente en la Kaka terminal (uno de los forofos con vocación de John Belushi), me pilló en pleno pedo de anfetas, y, aprovechando mi euforia, entró en PARAISO. 

Cuando volvió Carlos y se enteró del fichaje, no le hizo ninguna gracia. A partir de este momento, comenzó a inhibirse del proyecto, sin decidirse a dejar Kaka. Yo, por mi puñetero natural reactivo, me volqué en Juan Luis sin darme cuenta que metía la pata a la velocidad de la luz. 

Durante septiembre y octubre fueron apareciendo los músicos (que, como siempre ocurre cuando uno pone un anuncio lleno de referencias, no respondían a ninguna de las que yo había dado). Primero llegó Mario Gil, el teclista, un chico de 16 años nacido y residente hasta hacía poco en Suiza y cuyos mitos eran los Rezillos. Días después llegó Isabel San Gabino, la guitarra rítmica, tras fallidos intentos de montarse un combo femenino. A ésta le gustaban bastante Los Salvajes y Bijou (punks franceses a los que había visto aquel verano en Canet). Luego vino Antonio Zancajo, el guitarra solista, un señor a la sazón de veinticinco tacos con una larguísima experiencia en jams con gente como Dave Thomas, los hermanos Pardo, César Fornés, Paracelso o La Teta Atómica. Sus gustos eran eclécticos y coincidimos en pasión mutua por las Vainicas y Aute. Por último, entraron Paco Díez de Velasco, batería fan de Lou Reed, y su amigo Gregorio Pérez, bajista aficionado al rock sinfónico (que llegaba sin mucha convicción, un poco a remolque de Paco). 

Habíamos cogido un fétido sótano en Lavapiés y allí comenzamos los ensayos. El primer día hubo grandes diferencias entre Carlos Berlanga y los músicos por los arreglos del «No te equivoques» (el abismo entre el virtuosismo instrumental de Antonio y Gregorio y las concepciones infinitamente más naif de Carlos resultó infranqueable). Comprendí que tenía que elegir o las incompatibilidades crecerían como bola de nieve. Elegí a los músicos, cosa que Carlos jamás me ha perdonado (aún me pregunto si hice bien y todavía no he hallado la respuesta -bueno, Antonio y Mario me depararían la grata experiencia de La Mode años después y, de haber seguido con Carlos, dado su carácter en extremo voluble, es posible que me hubiese dejado colgado a la primera de cambio -eso me dicta la razón pragmática y funcional pero el corazón ebrio de amores fous me sigue machacando con que hice mal, pero que muy mal-). Antes de continuar, voy a explicar el origen del nombre Paraíso. Es en homenaje al film «El Fantasma del Paraíso». Yo soñaba, durante la etapa larvaria con Carlos, en salir vestido del fantasma o algo así. De todo ello, en muy poco tiempo, no quedaría más que el nombre. 

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Tras la salida de Carlos, Antonio, que había sacado en su casa unos cuantos temas que le di (los dos ya citados, más el «Para ti», el «Rock para Vitorichi», una versión del «Mongoloide» devónico y otra de un standar de los 30, «Brother, can you spare a dime?»), tomó la dirección musical del grupo. Juan Luis presentó su primera letra, «Jet Acción», que musicamos entre Mario y yo. 

A mí, entonces, de improviso, me llaman a filas, desestimando mis alegatos de miopía enorme y tal. Paranoico perdido, doy mis últimos consejos al grupo, pensando en no verlos durante un año. Pero todo es una falsa alarma y mis dioptrías se imponen. 

Carlos me había hablado de una mítica amiga suya, Natalia Reparaz, estudiante de Opera en Londres y aficionada al punk, para entrar como corista. Aparte de la maravillosa voz que pudiera tener, era rubia como el sol, bastante culta y hacía cómix parecidos a los de Carlos. El local de Lavapiés no le pareció agradable y no quiso entrar. 

Yo hago en Onda 2 una semanita llamada «Croissant», con la ayuda técnica de Rafa Abitbol y Gonzalo Garrido, quien además me dejó su espléndida colección de plásticos de la Vartan con los que montarnos el último día un monográfico. Juan Luis, molesto con GG por no darle la semanita de rigor, nos trae su segunda letra, «Estrella de la radio», a la que volvemos a musicar el mismo tándem (o sea, Mario y yo). 

En noviembre, salvados todos los percances y sobresaltos, ensayamos sin parar hasta dar forma al primer repertorio, a saber: los dos temas de Carlos más el «Para ti» y el «Rock para Vitorichi», las dos letras de Juan Luis musicadas por Mario y yo, el «Mongoloide», el «Brother…» (adaptada al castellano por un servidor como «Tío, ¿me puedes prestar?»), y sacamos una versión de «La pluma eléctrica» (más rápida que la original, gracias al speed de Mario), una de los Rezillos (el «Top of the Pops»), dos letras más de Juan Luis musicadas por mí («Vacaciones en la Morgue» y «El horror de Jonestown» -ésta última con un arreglo psicodélico de Gregorio basado en «Careful with that axe, Eugene» de Pink Floyd, arreglo que yo alenté, además de para que el bajista se integrase mejor en lo paradisíaco, por el morbo un tanto snob de la aparición de grupos neopsicodélicos en Londres-) y «Algo le pasa a mi beibi» (tema mío sobre la muerte de la novia de Sid Vicious en la bañera de su casa -con el tiempo y otra letra, daría pie al «Taquicardia» que hice para Paco Clavel-). 

Ante el panorama de actuar y queriendo demostrar al mundo que Paraíso era algo muy serio y profesional, tomamos la decisión de pasar un período de rodaje usando seudónimos para no quemar el nombre. En el primer concierto, el 22 de diciembre en Psicología, salimos como Rudy Soplapollas y los Obtusos (parodia de Ian Dury & the Blockheads) y colaboraron varios amigos de Juan Luis, como los hermanos Carlos y Sergio Entrena (coros), y de Antonio, caso de Dris (guitarra acústica), de un señor que tocaba el saxo (¿el difunto Ulises, por entonces en La Teta Atómica?), de Juan Manuel Ibeas (que tocó la armónica) y de María Portuondo (esposa de Antonio que se sumó a los coros). La actuación fue asquerosa y la gente nos tomó por un grupo de payasos freakies a lo Tribu de Santi Arisa, pero en malo (el sonido fue demencial y el caos entre quienes se sabían los temas y los invitados que improvisaban, cada cual a su bola, no ayudó precisamente), aunque yo tiré muchos libros, siguiendo el hábito ya desarrollado en Kaka (por primera vez me los devolvieron, y con bastante violencia), y algún sector del público (no precisamente femenino) intentó estuprar al batería, sin el menor éxito. De resultas de este caos, entran en Paraíso María y los hermanos Entrena. Ahora somos diez. 

Ordovás nos mete en el local a Zombies, Alaska y los Pegamoides y Nacha Pop para hacer un artículo amplio para «Disco-Express» sobre la incipiente nueva ola madrileña. Paraíso somos la estrella del trabajo y mis declaraciones, absolutamente estúpidas, como que el nombre viene del contraste con Kaka, que era un infierno. Las relaciones con el clan Pegamoide se hacen muy tirantes por una cascada de malentendidos que venían desde la marcha de Carlos y la mutación del otrora plasta impúber Bernardo Bonezzi en «el zombi más elegante de la corte» acaba de excitar nuestra capacidad satírica (cuando apareció -para la entrevista de marras- por nuestro pútrido local con toda la pluma rampante y tapándose las narices ante el hedor de las catacumbas, el bueno de Antonio -no acostumbrado a esa estética- lo miraba de hito en hito una y otra vez intentando reprimir la risa). Y los Nacha, antiguos compañeros de Liceo Francés de nuestros bajo y batería, y a quien los músicos tenían en muy buen concepto, sueltan una inesperada andanada contra Paraíso y nos dejan la moral por los suelos. Situación: Paraíso versus la nueva ola madrileña. 

El 79 empieza con una actuación en M&M. Esta vez usamos el seudónimo de Cadillac Mentolado y sonamos un poco mejor. En escena ofrecíamos un rudo contraste, desde los trajes de ejecutivos de los hermanos Entrena (recordemos que Carlos Entrena acabaría, obsesión recurrente, fundando el grupo Ejecutivos Agresivos) hasta el aire claptoniano de Antonio, pasando por el aspecto hippioso de Gregorio, las pintas teen de Mario y Paco, la punkytud rezillosa de Isabel, la sensualidad ubérrima de María (objetivo de toda clase de piropos por parte de los borrachos de las primeras filas), el belushismo militante de Juan Luis y, finalmente, yo, más comedido que en Kaka. 

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En febrero, Cadillac, en el Nuevo Ateneo de Prosperidad, junto con Tos (los futuros Secretos), a los que ayudamos bastante en sus comienzos, llevándolos a todos los conciertos que nos era posible. Nos ponemos en contacto con Mikel Barsa, que nos busca una cosa en el mismo local de Aluche donde actuó Kaka. Hacemos el show con los Pegamoides, con quienes deseamos limar asperezas. El equipo era magnífico pero los Pegamoides se nos comeron por completo. Seguimos con el mismo repertorio, salvo un cambio de dedicatoria de la «Estrella…», ahora endosada a Paco Pérez Bryan por unos mosqueos en Radio Juventud entre locutor y grupo. 

Un pequeño inciso para hablar de la vida cotidiana. En Paraíso abundaban los desocupados y bohernios (Juan Luis, los hermanos Entrena, María y Antonio, yo). El resto estudiaban: Paco e Isabel, Geografía e Historia; Gregorio, Filología Hebrea; y Mario, BUP. El nivel social era medio, con un alza en el caso del bajo y batería. El principal centro de ocio, los bares de Lavapiés, dada la afición etilica de Juan Luis, los hermanos Entrena y Antonio, en especial. Los Entrena y Juan Luis eran expertos en el mangue de discos. Paco y Gregorio se movían en aquellos momentos en ondas politicosas, alrededor de las Juventudes Socialistas. María y Antonio vivían la bohemia a tope. Isabel se mantenía absolutamente al margen en cuanto a convivencia extramusical. Y Mario tardó mucho en integrarse. 

Y ahora pasemos a dos crisis casi seguidas. Primero, Mario no se adaptaba al excesivo eclecticismo. A él le gustaba le new wave, no la psicodelia ni las baladas a lo «Para ti» y estuvo a punto de pasar a Pegamoides, cosa que se repensó en el último minuto, ya que las plumas de Javier Hamilton no le convencían demasiado. La otra crisis, ésta consumada, fue la expulsión de Isabel a sugerencia de los demás músicos, que la veían muy poco preparada. Fue un trago muy gordo, sobre todo para mí, ya que la chica me gustaba más que un pimiento relleno. Pasó a sustituirla Enrique Sánchez, un amigo de Antonio, con experiencia en grupos de barrio. 

Antes de seguir la carrera paradisíaca, una puntualización sobre la bohemia de Antonio. Este no puede considerarse un desocupado, y era el único con casa propia, que pagaba con trabajos eventuales en la fábrica de su padre, dedicada a equipos de sonido, trabajo que también hacía Enríque. Ambos serían despedidos por su progresivo desinterés a medida que crecía la actividad del grupo. 

En marzo nos embarcamos en la compra de equipo base, gracias al padre de Gregorio, que paga la mitad. Hacemos un concierto organizado por LACOCHU en el San Juan Evangelista donde cantamos por primera y última vez «No te cueles, por favor, asqueroso freakie» un tema satírico a base de guitarras acústicas dedicado a los organizadores, por no dejar colarse a Juan Luis en sus eventos. Y nos preparamos para la presentación oficial, ya como PARAISO, en el Teatro Martín y de la mano de Mikel Barsa. Corre el 28 de marzo y editamos unos quinientos programas de mano que distribuimos por Madrid y Barcelona convocando a toda la prensa y competencia de la capital. 

Estrenamos más temas, como una versión del «Just what 1 needed» de los Cars, dos de Kaka («La alegría…» -ahora «La alegría de morir», por aquello de remachar en la tónica macabro/jocosa- y «Sé una chica de hoy»), el primer tema letra y música de Juan Luis («Drama en spray»), otra letra suya musicada por Mario («Lipstick») y un cambio de letra en la canción dedicada a Sid Vicious (que pasó a llamarse «¿Qué es lo que me pasa, beibi?»). Despedimos a Isabel y, con ella, la versión de Rezillos, que hacía como voz solista.

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La crítica vapuleó el arreglo progresivo de «El horror de Jonestown», que llegó a durar hasta doce minutos, con solos enormes de Antonio, invocaciones a Satán de los hermanos Entrena y órgano Vainilla Fudge para dar mayor clima a la catástrofe de Guayana. El resto de] repertorio gustó, consagrándose el «Para ti», la «Estrella…», el «Vacaciones…» y reflotándose la «Chica de hoy» (herencia kakosa que también los Pegamoides habían mantenido en su repertorio y a la que añadimos, en plan delirio metalingüístico, la introducción a capella del californiano «Monday, Monday» y el «Gabba, gabba» final de Ramones. La opinión se quejó de que éramos mucha gente en escena, que daba a Paraíso un look catalino (Orquesta Platería, Tribu) nada recomendable si íbamos de nueva ola. 

Desde el primer momento comenzaron los problemas con Enrique, ya que su manía de subirse el volumen de la guitarra nos traería constantes problemas de sonido que añadir a los ya existentes. Luego estaban los larguísimos y tediosos afines de cuerdas entre tema y tema, las roturas de cuerdas y una serie de detalles que fastidiaban la marcha de los conciertos, sobre todo cuando, como en esta ocasión, tocábamos con los Pegamoides, que empalmaban todo el repertorio sin dar tiempo a aplaudir. Sin olvidar los pedos chungos de Juan Luis, unas veces cabreado con el público y otras con el grupo, y mis propias histerias en algunas actuaciones, viendo la gente como en un espejo las tensiones por las que pasábamos. 

Ordovás nos dedicó una página en «Disco-Express» y Onda 2 nos puso bastante bien. Pero la tragedia ya habla comenzado: Paraíso carecía de imagen, el contraste ofrecido era disarmónico, sin común denominador (algo que no había ocurrido en Kaka, a pesar de nuestras muy diferentes personalidades). La gente elegía a sus Paraíso, pero nadie seguía al grupo como tal. A todo el mundo le parecía que sobraba gente: o músicos, o cantantes. 

Pero había una cosa clara: estábamos en plena ascensión. Véase abril. El 4 somos los teloneros de Sniff'n'the Tears en el Martín, teatro que pisaríamos repetidas veces, como se irá viendo. Fue la vez que mejor sonamos junto con un par más. La cosa gustó tanto al empresario del teatro, Paco Carvajal, que regresamos la semana siguiente, acompañados de Nacha, Alaska y Tos. Ahí fue la debacle ya que el teatro no sonorizó, teniendo que apoyarnos exclusivamente en el equipo propio de los grupos, sin siquiera juego de voces. 

El 17 grabamos en Audiofilm una maqueta de cinco temas costeada por el padre de Paco (excmo presidente del Tribunal Constitucional). Incluía el «Para ti», la «Estrella…», el «Mongoloide» (con uno de los más imaginativos solos de teclado de Mario en toda su trayectoria), el «Vacaciones…» y la «Chica de hoy». El sonido era regular pero las mezclas estuvieron francamente bien, mucho mejor, al menos, que el ep de Kaka. La maqueta se programó bastante en Onda 2 abriendo la puerta a un montón de grabaciones privadas de grupos noveles. Pero no todo fue dorado en abril. Hubo muermos, como la crisis con los Entrena, provocada cuando intenté que entrase como solista Carmen Madirolas (amiga de Antonio y más tarde cantante en Bólidos, el grupo que formaría Isabel tras su marcha de Paraíso) y los coristas se mosquearon con no poca razón, aunque saliéndose de madre hasta el punto de intentar una criba salvaje del repertorio, según ellos demasiado amorfo y poco pop (sin pensar que, por ese camino, algunos miembros -concretamente Gregorio, Paco, Antonio y Enrique, o sea, todos menos Mario-, podían acabar bastante desmotivados al estrecharse el espectro de estilos: de hecho, la ya considerable inhibición de Gregorio se acentuó al mutilar su arreglo de «El horror de Jonestown», su única contribución creativa a Paraíso-). Aquí los músicos, como era de esperar, se pusieron de mi parte y el grupo se redujo a ocho miembros. Otro muermo fueron las ilusiones (alimentadas por Rafa Abitbol) que nos habíamos hecho de entrar en el sello Chisswick y cuyo primer paso habría sido ese teloneo con los Sniff. La cosa quedó ahí.

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En mayo incluimos, por última vez, temas nuevos: «Y al final (Carolina)» (tema mío lento replicando al «Caroline says» de Lou Reed y dedicado a Alaska, en plan apólogo moral -años después volvería a las andadas con «Aquella chica»-) y «No quiero mirar (otra vez atrás)», letra y música de Juan Luis (palo a su roneo del momento, una Ana Curra pre/Pegamoide y aún no integrada en la crema de la modelnez). Se pasa del «Drama en spray» (que tocarían durante una breve temporada los Pegamoides) y se reduce el «Horror…», transformando el arreglo en algo más pop (pero, a mi juicio, más soso -a fin de cuentas, el alma del tema estaba en los enrrolles de Antonio y Gregorio, en esa única chispa de entusiasmo que éste aportó al grupo-). El 6 participamos en la preselección del II Villa de Madrid, llegando una semana mas tarde a la final, donde conseguimos el 2º Premio, momento inmortalizado por Ordovás y por «Popgrama»

Por estas fechas nos hacen una entrevista para «Star» en la que comunicamos nuestro deseo, tras la experiencia con Tos, de ayudar a nivel de management a los grupos que empiezan. Isabel acababa de formar Bólidos y ensayaba en nuestro local. Sólo recibimos una llamada a nuestra oferta filantrópica y fue de unos tíos rarísimos que ensayaban en una casa de Prosperidad: El Aviador Dro y sus obreros especializados. Nosotros entramos en conversaciones con el Colectivo María (dedicado a tareas de contratación), que ocupaba la oficina de los desaparecidos LACOCHU, y nos asociamos, hablando a esta gente no sólo del Aviador, sino de muchos otros grupos, caso de Tos, Pegamoides o Bólidos.

Al día siguiente del Villa de Madrid, actuamos en la Plaza Mayor, con muchísima más afición. Y el 25 nos montamos un concierto pequeñito en Bellas Artes, con más pena que gloria. 

Por esta época se desarrolla una crisis de índole personal entre Antonio, María y Gregorio que marcaría para siempre al grupo. Fue algo muy destructivo para Antonio (la víctima propiciatoria de dicha crisis) y demasiado íntimo para tratarlo aquí en plan reality show (aunque tienen algo que ver películas de la época como «Opera prima» o «Pares y nones», visto el asunto con una cierta distancia -supongo que Antonio, ya curtido en desgracias incluso peores que la vivida entonces, me dará la razón-). Solo hago mención de este affaire porque lo creo necesario para entender, entre otras causas, el declive de Paraíso (y cada vez estoy más convencido de que, de haberse mantenido el amplio abanico de estilos que permitió al principio que existiesen temas inspirados en Pink Floyd junto con otros en plan punky, la atención de Gregorio se habría centrado más en las tareas musicales y su sentimiento de camaradería y de integración en el grupo desarrollado lo suficiente como para no dar tan inescrupulosamente el paso que dio, sabiendo las consecuencias que ello podía acarrear). 

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El 12 y 13 de junio actuamos con Cucharada en el Martín, actuación, junto con la de Sniff'n'the Tears, realmente buena. Quizá la última buena. 

Después tenemos que abandonar el local de Lavapiés tras un largo tiempo sin pagar. El crack llega a su auge en agosto y a mí se me funden los plomos al ver cómo todo se me escapa de las manos. Doy vueltas a la idea de formar un grupo paralelo. Actuamos en un pueblo de Huelva y los teloneros locales nos hacen faenitas de sonido. En Paraíso, todo el mundo no se puede ni ver: Mario y Paco, hasta entonces bastante ajenos al mar de fondo, caen de la higuera y descubren cómo está el patio.

En julio firmamos con Chapa y grabamos una maqueta. Debo aclarar que no reincidimos con la misma casa por masoquismo (tras la negativa experiencia de Kaka con el Mariscal Romero): la cosa es más sencilla. Tras el fiasco de Chiswick, esperamos alguna oferta golosa de CBS o RCA, por ejemplo. No vino nada. Manolo Tena, a la sazón en Cucharada (artistas de Chapa), tras los conciertos del Martín se entusiasmó y se empeñó en producirnos. Así volvernos a Chapa, con un carisma que duraría muy poco, ya que las alfombras rojas que nos tendieron al entrar nos las quitarían pronto. Por supuesto, Manolo no produjo nada (perdón, sí produjo pero oficiosamente y sumamente condicionado): el productor oficial fue el mandao de la casa aparte de Romero, o sea, Luis Soler. 

En septiembre cogemos nuevo local en Embajadores, donde ya estaban Cucharada y Rarnoncín. Al poco de llegar, tenemos una agarrada con este sujeto, molesto por la mención que se le hace en «Sé una chica de hoy» (poco después él y su novia Diana Polakov practicarían un conato de wrestling en la sala Sol contra Alaska y Eduardo Benavente a colación también de la misma canción). Los ensayos están cargados de violencia y el mal yogur y la abulia es casi completa. El 16 tocamos en el pub Raíces, donde yo vuelvo a tornar contacto con Carlos Berlanga y los Pegamoides y me evado un poco del muermo. 

El 11 de octubre Manolo Tena nos avisa que ha descubierto en Estrecho unos locales rnaravillosos, recientemente abiertos. Nos ponemos en contacto con los Pegamoides y junto con los Bólidos, nos trasladamos. Los locales no están nada mal y las condiciones parecen de primera. El primer día reunimos a varios grupos con el Colectivo María para que nos busque actuaciones a todos. Paraíso deja de ser la bestia parda entre la competencia y todos nos queremos mucho, salvo los del grupo entre sí. María, la mujer de Antonio, nos deja para evitar que la crisis a tres vaya a más. El 18 y 19 grabamos el single («Para ti» y la «Estrella de la radio») y conseguimos una colaboración corista de excepción: Alaska y Carmen Madirolas. Esta colaboración se mantendría durante unos cuantos meses. 

La marcha de María no arregla nada ya que entre Antonio y Gregorio la tensión sigue su crescendo. El mes acaba con una actuación en el Alfil junto a Cucharada. Los ensayos son cada vez más rutinarios e incómodos. La frescura que aporta la presencia de las coristas no es suficiente para borrar tanto desánimo. Yo rnonto dos grupos paralelos, uno, con Carlos Berlanga y Nacho Canut (Piernas ortopédicas), y el segundo (Biscúter), con Antonio y Gregorio (en un intento desesperado por mi parte de superar los enfrentamientos personales a través de estilos -blues, folk/rock- que pudiesen satisfacer a ambos sin concesiones). Piernas… serviría de caldo de cultivo para nuevos temas de los Pegamoides (caso de «Tokyo») y, tras una docena de ensayos, desaparecería al firmar el grupo madre con Hispavox y carecer de tiempo. En lo que hace a Biscúter, llegamos a actuar en un par de ocasiones como teloneros de Paraíso. Luego... 

El 29 de noviembre, actuación en Caminos con Pegamoides. El 10 de diciembre, en la Autónoma. El 26, en el Martín, una manipulación parecida a la del PTE con Kaka (o sea, meternos en una historia política sin aviso previo de las intenciones del evento) pero esta vez «a beneficio de los presos de Herrera de la Mancha». Yo, ya molesto por la jugarreta, llegué a la histeria más absoluta ante la no comparecencia de las coristas (la única satisfacción me la dio un espectador que me dijo más tarde cuánto le había gustado mi actuación porque despedía tan mal rollo -anticipando al Jack Nicholson de «El resplandor» o recordando a Hitler en alguno de sus prontos- que, a mi lado, Ramoncín era un baboso). 

1980 empieza arrastrándose. El 5 de enero actuamos en Zaragoza y la crisis se aviva de un modo tan absurdo que…. bueno, ya lo verán en alguna cinta de Trueba, Colomo o Gómez Pereira. El sonido, de pena. Estamos demasiado cansados para buscar culpables, Poco después participamos en la presentación en Lavapiés del fanzine literario «La Campana», junto al juglar urbano Pulgarcito, su juglaresa hermana y los Clavel y Jazmín. Con éstos últimos repetimos en el Nuevo Ateneo de Prosperidad.

Quizá sería interesante hablar un momento de los fans fijos que nos jaleaban por todo Madrid. En un principio fueron amigos de Antonio (a destacar Juan Manuel Ibeas y Carmen Madirolas, José Antonio Lago y sus compinches de «La Campana», Ulises y Julio de La Teta Atómica). Después se añadieron Ordovás, Garrido (por rachas) y otros de Onda 2, más Carlos Tena y, durante una temporadilla, Manolo Fernández y Julio Ruiz (también amigo personal de Antonio). A partir de los pases en el teatro Martín, Manolo Tena y Eduardo Haro lbars. De todas estas pasiones, sólo mantuvieron la llama enhiesta Ordovás, Tena y Eduardo.

En febrero, vista la insostenible situación, planteo la expulsión de Gregorio ya que, musicalmente, era mucho más fundamental Antonio y la cosa ya obligaba a la disyuntiva. Tras una violenta y surreal tarde en la que Joe Borsani (se me olvidó citarlo en la lista de fans) hizo de árbitro, nos quedamos sin bajista. El 9 participamos en el homenaje a Canito (batería de Tos muerto en accidente), que fue filmado por TVE y donde Olvido y Carmen colaboraron por última vez con el ahora sexteto paradisíaco. Grabamos en Zafiro unas maquetas para un hipotético lp en las que Enrique toca varias guitarras y todos los bajos. Al acabar las maquetas, descubrimos que nos han echado del local por no pagar. 

El 15 de abril se presenta el single en Sol con una organización vergonzosa por parte de la casa, en la que tuvo su parte de culpa el propio grupo en cuanto a no entender que tratábamos con ineptos. Sonamos de asco, ante toda la crítica nacional y la casa nos castigó retirándonos promoción, distribuyendo mal el disco y quitándose de la mente la más remota posibilidad de Ip. Paraíso volvía a ser la bestia parda, pero ahora, ante muchísima más gente. 

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En la presentación debutaron Manolo Martínez (un bajista amigo de Enrique) y Mar Dorado (una corista quinceañera y ninfómana con voz de niño de San Ildefonso -como se puede comprobar en el «Vacaciones en la Morgue» que editó en el 83 Nuevos Medios-), que no aportaron la menor savia al grupo. 

Entre finales de abril y primeros de mayo, nos sacamos la espina del Sol actuando durante seis días en El Escalón. La gente tuvo muchas ocasiones para comprobar si éramos o no un bluff. La prensa especializada (Ordovás, Costa, Julián Ruiz…) y las FMS (Onda 2 y Radio 3, en especial), que habían clamado indignadas contra la marranada del Sol, pidiendo la cabeza de los auténticos responsables, saludaron satisfechas esta recuperación de crédito. 

En el suplemento de «El País» salió una larga entrevista que me hizo una periodista novel sobre la nueva ola. Poco antes, La Banda de Moebius me publicaba (gracias a las gestiones de Eduardo Haro) el primer libro y, entre unas cosas y otras, Paraíso era motivo de constante actualidad.

Mayo sigue con nuestra participación en la Fiesta de la Primavera, donde adquirimos un par de nuevos fans: Eduardo Benavente, batería pegamoide, y su hermano Javier, solista de Escaparates y más tarde líder de Academia Parabuten. La actuación fue penosa, no sólo para nosotros sino para más gente (Pegamoides, El Aviador Dro…) por la oligofrenia no exenta de sordera del tío de la mesa. Juan Luis y yo nos quitamos la neura en el Martín, viendo una de las mejores actuaciones de Pegamoides, teloncando a las Modettes. 

Los dos últimos días de mayo actuamos en el citado teatro. Nada nuevo, ni en sonido ni en ánimos. De primer plato, Los Coyotes, nuevos protegidos (dentro de la reducida capacidad que nos quedaba para ayudar a nadie, se entiende). 

El 26 y 27 de junio grabamos para «Popgrama» cuatro temas que se repitieron en dicho espacio, uno de ellos, hasta tres veces. Este tema, «Makoki», se me olvidó citarlo antes, es aquel que desechó Kaka por «problemas de ejecución». En la música, Mario me ayudó a darle el touch definitivo. Junto al resto («Vacaciones en la Morgue», «Carolina» y «Lipstick») se editarían por Nuevos Medios en el 83 aprovechando el tirón de La Mode. 

Tres o cuatro días antes actuábamos en la Plaza Mayor,junto a Secretos, Mario Tenia y Los Solitarios y Radio Futura. Aquí las opiniones se dividen: para unos sonamos espléndidamente; para otros, muy mal.

Pasamos el verano pegándonos con Zafiro pidiendo o lp o carta de libertad. Que si quieres arroz... El mes de junio decido formar un nuevo grupo (la primera piedra de la desastrosa saga de Pop Decó). El 10 de agosto actuamos en un pueblo de Burgos con Escaparates. Me siento muy spéedico con mi rayita de coca y mi trago largo de absenta y (cosa rara en mí, por lo general nulo en asuntos económicos) consigo sacarle la pasta al tío que, tras contrato, nos salió con el «no hay dinero». 

En septiembre, Paraíso no existe. Antonio, Mario y Paco se unen a Rubi. Esta los botaría al poco tiempo por no acatar sus ideas (por lo visto, había un radical malentendido: los músicos veían a Rubi como la nueva vocalista de un remozado Paraíso y Rubi veía a los músicos como la enésima formación de sus Casinos). Yo ensayo con ellos una serie de temas para un hipotético single en solitario, al tiempo que trabajo en mi nuevo grupo. 

El 2 de octubre, Paraíso hace su despedida en Sol y, mejor no haberla hecho: incluimos los temas del ep de Kaka, tocamos casi todo el repertorio y la cosa falló. Juan Luis se olvidó las letras, practicó wrestling con Mario dentro y fuera de escena, dio la nota etílico chunga ante los incondicionales... La corista y el bajista no salieron por considerar el grupo que no eran representativos de los dos años que habíamos tragado quina. El sonido no estuvo mal. 

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¿Algo más? Lo mejor de Paraíso fue, sin duda, permitir un año después de su descalabro que surgiese La Mode. Y conocer a gente estupenda (al menos por entonces: hace ya mucho que no los veo y no respondo de sus pasos posteriores) como Paco Díez de Velasco, como Antonio Zancajo (mi mejor amigo -en el sentido jondo, lawrenciano- durante unos cuantos años), como José Antonio Lago y su hermano Eduardo, como Carlos Entrena (a pesar de su fundamentalismo lúdico/festivo que le alejó de Paraíso -¿quién le iba a decir que dos años tan sólo le separaban de Décima Víctima?-)... O a Eduardo Haro Ibars. O descubrir Lavapiés y Embajadores (que quince años más tarde retomaría -pero sin el brillo del 79- de la mano de Yolanda Alba y su cónclave de adorables brujas).

Y un recuerdo a Juan, el ácrata dueño del bar «La Campana». Dondequiera que descanse en su peculiar e intransferible paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


En septiembre de 1978, Kaka de Luxe agoniza: su bajista y su guitarra punteo están en la mili, uno de sus cantantes acaba de dejar el grupo, otro es llamado también a cumplir con la Patria... En Madrid sólo quedan fijos Olvido Alaska, Carlos Berlanga y el batería. Bueno, sin olvidar a Javier Hamilton, el nuevo coristo.

 
Carlos se mueve entre dos aguas con el proyecto de Paraíso. Manolo Campoamor se dispone a marchar a las trincheras. Olvido repta junto a su ánimo por el caliente asfalto de Princesa. Pablo, el batera, es expulsado al fín para quitarse muermos percusivos. Javier espera, un poco mosca, qué pasa con su nuevo hogar artístico-profesional.


Carlos y Paraíso rompen relaciones. El local de ensayo es asaltado con un hacha y se llevan, no sólo el equipo incipiente de Kaka, sino también lo que había traído Bernardo Bonezzi en el verano. Olvido está dispuesta a internarse en un colegio inglés y olvidar (valga la redun), si puede. Manolo confirma que no se va demasiado pues hace el Servicio en Madrid. Gran jolgorio de Carlos, bastante aburrido con los asuntos de los grupos. Javier, cada vez más mosca.

Olvido no se va y toma un poco las riendas del rollo, logrando que Tos (futuros Secretos) compartan el local a cambio de equipo, y ayuda musical, como ya había hecho Bernardo. Aparte de eso, se coge un nuevo batería, Alvaro, ex-Pájaro Humano, amante de la salsa y el jazz-rock y nada compatible con la nueva ola.


En octubre empiezan los ensayos con la siguiente formación: Manolo y Carlos, a las voces; Olvido, guitarra ritmo; Javier Urquijo (Tos), guitarra punteo; su hermano Enrique, bajo; Alvaro, batería; ah, y Javier, coros y todo el glam. El repertorio se reduce en un primer momento a material kakoso («La pluma eléctrica», «Rosario», «Toca el pito», «La alegría de vivir» -en reggae-, «Peligrosos sociales» y «La tentación») más una nueva versión de Ramones extraída del «Road to ruin», otra de Wayne County (algo así como «Jódeme») y un tema de Carlos, «Bote de Colón».

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En noviembre se decide disolver oficialmente Kaka y se le comunica la noticia a Enrique Sierra (todavía en la mili). La disolución deja durante un mes al nuevo ente sin nombre hasta que a Carlos se le ocurre la eufonía de Alaska y los Pegamoides (en homenaje al blandiblub -sustancia a la sazón muy en boga-).

En estos momentos, la mutación de influencias es total, pasando del puro ramonismo tan caro a Nacho y del heavy impuesto por los arreglos de Enrique Sierra al pop más sintético y gomoso de X-Ray-Spex y su líder la bioquímica Poliestyrene, al pre-tecno de Cabaret Voltaire, o a la pseudo ingenuidad de Wreckless Eric, sin pasar por alto la ostentórea pluma insertada por Javier (y reflejado, por ejemplo, en la versión ya mentada de Wayne County).

 
En diciembre, un poco antes del nuevo nombre, dan un concierto como Kaka a beneficio de los huérfanos de Syd Vicious, fallecido por aquellas fechas, tocando junto a Flor de Basura, Nacha Pop, Cliche, Oso Punk y Pene. De estas bandas, sólo trascendería Nacha Pop, dedicándose el resto a tocar raras veces, armar camorra en Pentagrama o agredir a Eduardo Haro Ibars cuando los sacaba en «Triunfo».

Por fin, en enero del 79, hacen el debut como Alaska y los Pegamoides, junto a Nacha Pop en un Instituto. Ordovás los entrevista en el famoso encuentro en el local de Paraíso y los fans se ponen al día en cuanto a cambios de influencias musicales y de imagen. Es un comienzo bastante incierto, por ser la mitad de los músicos meros eventuales y amenazar continuamente el batería con curiosas sugerencias escénicas y musicales sin la menor relación con lo que se intentaba hacer.

En el aspecto cotidiano, Carlos sigue con su carrera de Derecho y Olvido entra a trabajar de secretaria en una oficina por las mañanas. Se ha perdido la unión que había en los días dorados de Kaka, yendo ahora cada cual por su lado, aunque la competencia con los entonces muy agresivos Paraíso y la perspectiva de una cierta coherencia en la nueva etapa hiciese de tímido aglutinante, en ocasiones.

En febrero, soberbio concierto en Aluche, donde se comieron prácticamente a Paraíso y donde se vio el avance instrumental de Olvido y la buena técnica de los Tos. Manolo cantó como en los mejores momentos kakosos y Carlos y Javier hicieron sus coros casi ocultos a un lado del escenario. Aquí se confirmó la vocación de continuidad de los herederos de Kaka.

Con la misma formación hacen un funesto concierto en el Barceló (más tarde, Pachá) junto a varios grupos de la vieja guardia, como Topo, que resultó un pastiche intragable hasta para los paladares más sufridos.


Desahogan las penurias del momento, añadiendo al repertorio «Muy cerca de ti», aquel gentil tema de Algueró que interpretaba Ana Belén en su primer film, «Zampo y yo». Un tema con ese sabor a tebeos de «Florita» tan caro a Carlos: Javier intervenía como solista cuando Manolo le daba al desafine, pero el responsable de la inclusión seguía haciendo coros escondido tras el palo del micro. Y es que timidez y tozudez riman en todo.

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Nacho vuelve de permiso y la identidad del grupo parece recobrarse un poco, al menos en actuaciones, ya que, como un nuevo ceniciento, tras los aplausos, nuestro cabreado bajista se esfumaba en tren rumbo a Barcelona, a morirse de asco vestido de árbol.

El 28 de marzo, en el Martín, la presentación de Paraíso con su auténtico nombre y, como invitados, Tos y Pegamoides. Estos, gracias a un anuncio, consiguen a Poch, guitarra punteo, donostiarra y demente, muy amigo de los blues brothers paradisíacos (los hermanos Entrena y Juan Luis Lozano), y que hace cosas rarísimas con las seis cuerdas. Poch ensaya poco, repartiendo su vida entre Madrid y el Norte, y, unos meses después, al abandonar Paraíso Carlos Entrena, éste lo reclutaría para Ejecutivos Agresivos, unión lógica por ser temperamentos más afines.

Tras el Martín, los Pegamoides entran en un moroso letargo, al continuar Nacho su mili sin permisos a la vista. Se ensaya poco. Carlos Entrena coquetea con la sana intención de volverse un pegamoide más, reuniéndose la banda en su casa a pasar muchas tardes pero... Olvido tenía presente a Bernardo cuando el origen de Kaka y no picó. Al irse Poch, Carlos Berlanga, lleno de canciones, empieza a preparar junto a Olvido una nueva selección de material. Manolo, de regreso del Servicio, cae en un estado abúlico sin vuelta y Javier, que no ve mucho flote al barco pegamoide, salta a la cubierta de un lustroso crucero: Radio Futura.

Nacho vuelve definitivamente (septiembre '79) de sus guerras y las canciones brotan como churros, versioneándose dos sintonías de series de tv («Mundo indómito» y «Departamento de Asuntos Archivados») y, en cuanto a nuevos temas propios, uno yeyé de Carlos («No sé por qué»), un homenaje a Lene Lovich de Nacho («La ardillita» -que dura medio minuto con solo incluido-), y las dos primeras entregas del tándem Nacho/Carlos («Otra dimensión» y «Leslie es una médium innata»). Olvido se compra una guitarra, ya que desde el robo del pasado año, tocaba con una que le dejó el batería de Nacha Pop. Pero, amén de la guitarra, se le antoja una caja de ritmos pequeñita y, zas... Alvaro abandona aquel tren en el que nunca confió: la máquina gana.

Dejan el local del Ateneo de la Prospe y se trasladan al nuevo local en Tablada a compartir junto a Bólidos y Paraíso. De vecinos, unos flamantes Ejecutivos Agresivos. En una fiesta organizada por los Radio Futura, Juan Luis Vizcaya, batería de las huestes de Carlos Entrena, abandona todo en pos de los Pegamoides, alegando que su antiguo líder cantaba como el oso Yogui. Manolo Campoamor es una sombra de sus días kakiles y va siendo relegado ante el nuevo furor guitarrero de Carlos, cada vez más puesto en la labor rítmica, y que, no contento, pasa a cantar como solista muchos de los nuevos temas. Olvido saca la lengua a toda una tradición y le da al punteo por la cara y... porque ya son dos añitos de aprendizaje. Y, en el colmo de la locura y el frenesí, van y cogen un saxo con cara de Andy Warhol llamado Javier de Amezua. Así de lanzados, actúan el 13 de noviembre en el Alfil con Radio Futura y convencen, pese a recibir Manolo las primeras críticas feroces de su vida. De bis, con los nuevos temas, incluyen una canción deshechada por Paraíso por las mismas razones que Kaka tiró en su momento el «Makoki»: este tema, «Drama en spray», sólo podía ser interpretado por Pegamoides.

Ese mismo mes entran en contacto con Miguel Angel Arenas Capi con vistas a Hispavox. El productor de Pecos y Parchís parece sinceramente interesado por la nueva ola. Fan de Kaka, acepta una serie de temas de Nacho y Carlos que guarda en su cartera para el futuro lanzamiento de un Bosé... más en onda.

Pero no acaba noviembre sin dos conciertos más, en Derecho y Caminos, de nuevo con Paraíso y en el que Speedy (batera punky de Las Chinas), se dedicó a derribar focos sobre el personal por eso del genio y figura... Por aquel tiempo Carlos y Nacho paren «Odio por ti».

Graban para «Popgrama» una maqueta con el «Bote de Colón» y «La pluma...» que suena bastante fofa, influyendo en ello la actitud lazy de Manolo.

Pasemos un momento a toques de vida cotidiana. Olvido, desde la primavera del 79 se había trasladado a una mansión más modesta por Chamberí, lejos de Princesa y sus fastos, y estaba a punto de sentirse casi feliz, tras el horrendo período vivido (es un decir) desde el fin de Kaka. Carlos funcionaba a tope, musicalmente hablando, quedándole tiempo aparte para tomarse un poco más en serio su talento como grafista, llegando a preguntarse si no sería ése su auténtico camino. Es la época de «Alien», del rodaje (empezado ya en la etapa letárgica) de «Pepi, Luci y Bom» (donde sólo aparecen Olvido y Carlos -por negativa de un a la sazón riot Nacho a sumarse a la corte plumosa de Almodóvar-).

Y fijémonos ahora en las influencias de¡ nuevo repertorio, donde Carlos, tras su pinitos con Paraíso un año antes, había evolucionado a un estilo muy coherente que amalgamaba nombres en apariencia dispares, como X-Ray-Spex, Eno, Bowie, el funk, el soul blanco mayormente homosexual (Hall & Oates, Steely Dan), la música disco teutónica, o los Roxy, sin olvidar a Jobim o el pop español de los 60, encontrándose restos polietilénicos en el «Bote...» o «Leslie...», un sabor ultrapop en «Odio» y «No sé por qué» o un no sé qué carioca en «Otra dimensión». Esto, relativo a las músicas sobre todo, punto fuerte de Carlos. Nacho, salvo la «Ardillita», dedica su inspiración a los textos, donde una ironía tan fina como certera se disfraza con las más logradas frases de stupid/rock, tan ramoniano y también recogido por Lou Reed en álbumes como «Rock'n'roll Herat», sin olvidar (en temas como «Leslie...» y «Otra dimensión») una atracción por todo lo paranormal que se iría acrecentando a pasos de yeti.

La nueva década les regala como entremeses una maqueta en Hispavox y una terrible actuación en el Martín, donde las cotas de abulia de Manolo Campoamor llegan a su cénit y, siguiendo mis consejos, optan por prescindir de sus servicios, decisión asumida por todo el grupo (incluyendo el afectado) sin la menor polémica. También se deshacen de¡ saxo, el cual, tras un comportamiento bastante informal en cuanto a ensayos, pasa de ser un detalle roxy en la banda a un cierto lastre al intervenir en todo el repertorio, restando con su sonido no muy diverso variedad a los conciertos (tiempo después resurgiría en la formación de los Zombies para el lp «La muralla china»). En cuanto a la maqueta, se hace ya sin Manolo, cantando Carlos todo el material, que consiste en el «Odio», en un nuevo tema del tándem Berlanga/Canut titulado «Terror en el hipermercado» y en las bases jamaicanas de «La alegría...».

Al segundo mes, 1980 les depara más sucesos trascendentes: la firma con Hispavox por un año; la entrada de Ana Curra, una estudiante de Conservatorio aficionada a los teclados; la vuelta de] batería Juan Luis Vizcaya a Ejecutivos, disconforme con la adquisición de la teclista; y el debut de Alaska como cantante solista, harta de su silenciosa labor tras las cuerdas (debo recordar -en plan megalomanía giménezcaballeriana- que sus primeros pinitos vocales los había dado a mi vera, bien en aquellas variaciones de cierto tema de Nico -«It was a pleasure then», retitulado por Olvido «Loa» en homenaje caribeño al folklore haitiano- que ululaba con bastante encanto en la época de La Liviandad del Imperdible -de hecho, fue lo único auténticamente musical que hizo este colectivo, aparte de poner un anuncio buscando instrumentistas-, bien en los coros para el «Estrella de la radio» de Paraíso). En el festival homenaje a Canito (el batería de Tos muerto en accidente), el grupo toca por primera y única vez con caja de ritmos con resultados bastante discutibles por culpa de la mesa de mezclas, no habituada a dialogar con hallazgos de la técnica. Y Olvido se lanza ante el micro posesa por el espíritu de Poliestyrene, emitiendo toda clase de agudos osados que, dada su bisoñez en el nuevo campo, no quedan muy bien, por lo que aprovechó el sector más malquerente del público para vilipendiarla como en los tiempos heroicos de Kaka. Amén de que a la teclista apenas se la oye, el veredicto del respetable queda en suspenso hasta nueva cita. Trabucchelli se dispone a producirlos, como sumo hacedor de Hispavox, pero la causticidad de Nacho, en plan portavoz del grupo, le hace sentirse gagá por primera vez recordándole que las doradas épocas de Angeles/Payos/Mitos pertenecen a otro siglo. En vista del corte, la casa les pide que elijan productor y, tras presentar una terna, se quedan con Julián Ruiz, por las no muy claras motivaciones de haberse encargado de la Orquesta Mondragón.

En marzo, nuevo batería, Eduardo Benavente (ex-Plástico, con un disquito ya en su haber y de aspecto muy atequilado), que se adapta rápidamente al nuevo orden y demuestra ser el mejor rompebaquetas que han tenido desde los inicios. Hacen un concierto en Valladolid junto al Aviador Dro y, a la vuelta, Olvido cae enferma de sarampión. Se saca un nuevo tema de los Ramones. La casa, tan lince ella, se encapricha por la maqueta cantada por Carlos y duda de las capacidades vocales de su compañera, a la que quieren convertir en una cover/girl de su propio grupo (un poco como el de Wham que no cantaba pero que salía en las fotos junto a George Michael). El resultado de estas sucias maniobras es que Olvido llega a dejar la banda por una tarde pero luego se arrepiente y, tras pasar de las sandeces disfrazadas de marketing que les sugiere Hispavox, el grupo logra su primera formación estable: Olvido, voz solista; Carlos, coros, voz solista en algún tema y guitarra; Nacho, bajo; Ana Curra, teclados; y Eduardo, batería.

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Durante el sarampión, los Pegamoides actúan en la presentación de mi primer libro («Todos los chicos y chicas: historias de la nueva ola») y debutan en Sol, sala que pisarán unas cuantas veces. Manolo Campoamor se une a la presentación y recrea junto a un servidor viejas escenas kakosas.

En abril se hace poda del repertorio, tirándose «La alegría de vivir», versiones ramonianas y el «Peligrosos sociales», con lo que el grupo parece alejarse cada vez más de sus orígenes para reafirmarse en una personalidad propia sólo enunciable ya como Alaska y los Pegamoides. La Semana Santa lleva a Nacho y Carlos a Jávea por aquello del relax, Ana se refugia en El Escorial donde medita y Olvido y Eduardo se lo hacen en Madrid.

Al acabar las vacances, nacen nuevos temas, como «En Tokio», tema de Carlos; «Rendivú en el hipódromo», también de Carlos, que fue grabado por los Radio Futura con otro título («Ivonne»), coexistiendo en la SGAE las dos versiones; y, como broche, una maravilla de Nacho y Carlos cantada por éste y que es saludada hasta por los más acérrimos enemigos del grupo como un hallazgo del pop: «El hospital». La mayoría de edad de Pegamoides es indiscutible en estos momentos y casi todos sus temas se convierten en standars por Madrid.

Olvido vuelve a las tablas cantando sin guitarra (ésta ya sólo aparecerá en grabaciones) en el Escalón, donde actúan durante 4 noches con un éxito imprevisto en una banda tan vapuleada desde su nacimiento.


Eduardo, para llenar su tiempo libre, monta junto a su hermano Javier y unos amigos el grupo Escaparates, de factura popy feliz muy evidente y donde desahoga los restos tequileros que le quedaban de su antigua época. Mientras, Nacho y Carlos presentan canciones para Pedro Marín que estuvieron a punto de salir, notándose la presencia pegamoide en algunos textos del primer lp del divino joven.

La revista «Dezine», futuro glosario de la nueva ola local más sofisticada, se presenta en Sol con la asistencia del tout Madrid y la actuación de Chinas y Pegamoides, que muestran el nuevo arreglo hecho para «El terror en el hipermercado», un poco más largo y con un riff de bajo que recoge esencias de «La pluma...». Desde este momento, los Pegamoides, a través de fotos, entrevistas, reseñas y demás notas de sociedad, se convertirán en uno de los principales pretextos informativos de una revista que... también hablaba de cine. En esta fiesta los descubre Paloma Chamorro, directora del espacio televisivo «Imágenes», que cae flechada a sus coloridas plantas, siendo hasta hoy una de sus incondicionales mas fieles. A través de ella, Carlos vuelve a prestar atención a su lado gráfico y se integra paulatinamente en el mundillo de la nueva inteligencia artístico/intelectual que fermenta esa primavera en la capital.

Si gentes como la Chamorro demuestran tener estilo y gusto pese a moverse en las órbitas de RTVE, la casa de discos sigue incólume en su cerrilidad. Una vez grabado el single a principios de mayo (con «Terror en el hipermercado», «Odio» y «El hospital»), uno de los directivos los emplaza en su despacho, coge el acetato recién impreso y lo tira al suelo diciendo que se lo pueden meter por el culo. El motivo de esta pataleta es la rotunda negativa de Pegamoides a prestarse a manejos que van desde la firma con la editora que a la casa le conviene a obsoletas ideas de promoción y a un intento de silenciar las críticas que hace el grupo sobre el single y la producción. La tensión con Hispavox se pone en un grado muy alto que duraría hasta final de año.


En un programa de Gonzalo Garrido, Olvido lleva sus discos favoritos y habla sobre lo divino y lo humano, desde nuestra época en común a sus momentos más recientes, sin olvidar los floretazos de rigor a la encolerizada casa de discos.

Poco después tocan con un sonido horripilante en un no menos horripilante evento del PCE en unas cocheras junto a Bólidos y el Aviador Dro. Se resarcen a los diez días con su mítico teloneo a las Modettes en el Martín, donde durante cuatro noches mantuvieron uno de sus mejores sonidos en escena y muchos detractores tuvieron que morderse un poco más la lengua. Eduardo va y se ayunta con una Modette y, pegado a su minifalda, la sigue a Londres, donde muta violentamente al descubrir en el film «Syd & Nancy» que Syd Vicious VIVE!!!... No vean cómo vuelve el antaño tequilette. Olvido, ante el cambio, maravillada, encantada, repleta y feliz.

En junio sale el disco. Ana Curra y Olvido toman las riendas de la promoción pues la causticiad de Nacho lleva a la casa al borde de la masacre, retirándose el bajista de actividades promocioneras tras su primera y última visita a la SER. En el Martín hacen su despedida de temporada y graban en Fresas y Nata unos temas para «Musical Express». Nueva remodelación de repertorio, con vistas a después del verano, estrenándose «La rebelión de los electrodomésticos» y «Rosa y verde» (dos temas del tándem Nacho/Carlos) y «La tribu de las chochoni» (música de Carlos con letra de Fabio McNamara -aquel amigo de Javier Hamilton, que, gracias a «Dezine», la película de Almodóvar y sus presentaciones de Pegamoides y Goma de Mascar estaba adquiriendo tanta notoriedad como su antiguo colega-). Nacho, antes que amuermarse por el veto de Hispavox a su persona, se va a Miami con la familia. Javier (bajo de Bólidos) le sustituye en los playbacks que hacen para televisión, así como en «El Gran Musical», donde, insólitamente, suenan bien ante toda España.

Tras esto (summer del 80), Carlos se va también a Miami, Eduardo sigue con Escaparates y, transformado en un nuevo Hyde (desde su nueva identidad punk), se mete en bastantes líos; por lo que hace a Ana Curra y Olvido pululan por la ciudad hechas unas rodríguez. En Briviesca actúan mezclados con Escaparates junto a Paraíso. La extraña jam suelta muestras de Kaka, Pegamoides y Escaparates y los señores de Burgos se lo pasan bien, pese a no enterarse de nada.

En septiembre vuelven Nacho y Carlos. Este, cada vez más metido en sus ambientes gráficos, no participa en la nueva alianza surgida entre Olvido, Nacho y Eduardo, que, teniendo como mentores al sonido negro londinense de grupos psicópatas y asesinos en perpetua eclosión comienzan a parir una serie de temas donde la plástica Poliestyrene deja paso a una Siouxie supersatánica, flanqueada por vapores sulfurosos de Dead Kennedys y Killing Joke. Estos temas llevan todos textos de Nacho y el inquietante clímax de «Terror en el hipermercado», «Leslie es una médium innata» o «La rebelión de los electrodomésticos» aquí es mucho más cortante, menos humorístico y nada polícromo. Negro, todo negro. Influye muchísimo un nuevo viaje de Eduardo a Londres con Ana Curra y Olvido donde muta por segunda vez dejando en un basurero la piel del Vicious para coger otras (afterpunk) mucho más temibles. Todo el material realizado pasa a Escaparates, radicalmente cambiados hacia parámetros oscuros desde su última actuación veraniega. Carlos no quiere en absoluto esta ola de tinieblas y pronto sobrevendrá una crisis.

Eduardo actúa con los nuevos Escaparates en Carolina y la tensión producida por fallos de sonido y mosqueos con la gente provoca una reacción violentísima por parte del grupo donde se van al cuerno, instrumentos de Radio Futura y Ejecutivos Agresivos (que también tocaban y que persiguen al enfant terrible de los Pegamoides con la sana intención de abrirle el cráneo). Eduardo no sólo ha importado un nuevo estilo musical sino también la violencia que lo ampara y motiva. Y es curioso qu sea en este momento cuando Pegamoides son vitalmente punks por primera vez, currándose con Ramoncín en Sol cuando el capo del pollo frito se mosqueó («ma como questa falta de respetto?») por «Sé una chica de hoy», tocada en su honor. La pelea felina de dos hechuras femeninas tan dispares como Olvido y Diana Polakov (por entonces, consorte de Ramoncín) pasará a los anales de la mitología doméstica.

En una fiesta organizada por «Dezine» en Sol se estrena un nuevo tema. «Quiero salir», bastante negro, con letra de Nacho y música de Carlos y Olvido (una Olvido muy obsesionada a la sazón con el «Join hands» de Siouxie). Nacho, viendo a los Ramones en Vista Alegre, coge y, de la emoción, se parte una pierna. Pegamoides y Bólidos, que ensayaban por entonces en el local de Escaparates, se tiran de los pelos por el fuerte carácter de Eduardo, cada vez menos sociable. La cosa está que arde. Olvido y Ana Curra dan un autogolpe vestal y demetérico y matriarcalizan Pegamoides para evitar que corra la sangre.

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En octubre les sale una gira por Aragón y Cataluña con Greta, Sissí y Trastos, que tiene de todo, empezando por el ligue de Ana Curra con el cantante de Trastos, la imprevista química entre los dos Carlos Gª (Berlanga y Vaso, al respective), la actuación sorpresa de Ultimo Resorte (punkys layetanos) en Barcelona gracias a los buenos oficios pegamoides, el entusiasmo del público con nuestros héroes frente a la muy distinta actitud tomada con el resto (a Greta y a Sissí los recibieron con distintos productos de la huerta del Ebro), para acabar con el épico asalto al despacho de los organizadores en Zaragoza cuanto éstos, negándose a pagar, se pusieron bordes. Los grupos, capitaneados por Greta (no en vano Carlos Gª Vaso era, por esas fechas, oficial en activo del Ejército de Tierra y había leído a Clausewitz), destrozaron el piso y esperaron tranquilamente la llegada de la policía que se llevó a chirona. . . al organizador, al comprobar que las drásticas medidas tomadas por los músicos tenían plena justificación. Por primera vez, hay un mínimo de justicia en este vapuleado pop-busines local.

Se graban nuevas maquetas para el segundo single. Las relaciones entre casa y grupo se hacen más tirantes que nunca. Nacho se niega a darle la mano al supremo de Hispavox delante de sus cien secretarias y éste clama venganza. Se suspenden las maquetas. Carlos amenaza con abandonar el grupo si Nacho sigue en la línea dura alegando que se están jugando el futuro y que no está dispuesto a acabar como Paraíso (recién descangayados a la sazón). Eduardo se pone al lado de Nacho pero aún más radical. Carlos establece condiciones para seguir en Pegamoides: que se eche al batería y que Nacho enmudezca ante los medios y la casa de discos. En diciembre, tras grabar para el espacio televisivo «Gente hoy», el grupo se disuelve.

Nacho y Eduardo forman, junto al hermano de éste (que pronto abandona y es sustituido por Jaime Urrutia -por entonces, entre unos terminales Ejecutivos Agresivos y unos incipientes Gabinete Caligari-) y a uno de los hermanos de aquél (Johnny -posterior batería en Dinarama-), Parálisis Permanente, grupo super negro.


Ana y Olvido están demasiado cerca de los escindidos para consentir por mucho tiempo tal situación. Logran acercar de nuevo a Nacho y Pegamoides resucitan, con la idea de coger otro batería. Carlos, tras su primera actitud intransigente, cede y la crisis se empieza a superar.

Los baterías no salen y los que salen, no valen. Parálisis, ahora grupo paralelo, se presenta en El Jardín. Acogida gélida de¡ público ante el clima negro, la violencia latente y el pedo mayestático que coge Eduardo y que le impide hacer algo a derecha en la primera sesión, resarciéndose en la segunda donde todo suena bien, dentro de las lógicas limitaciones técnicas de equipo. De cualquier forma, Parálisis no convence: quizá sea el eterno problema de la anticipación...

Pegamoides se mudan de local. Bólidos echan a Escaparates y Parálisis a la primera de cambio y ambos grupos paralelos se hunden en el marasmo. Eduardo vuelve (sin abandonar sus otras aventuras musicales) al grupo madre tras probar éste varios baterías más bien funestos. Empieza el 81 con perspectivas inquietantes: la casa les renueva contrato sólo a Olvido, Ana Curra y Carlos, figurando el resto como «músicos de sesión».

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[Aquí terminaba el capítulo sobre Alaska y los Pegamoides en el libro «Música moderna»: lo posterior (la marcha definitiva de Carlos de Pegamoides tras la salida del lp «Grandes éxitos»; la última etapa Pegamoide hipernegra bajo la férula iluminada de un Eduardo noche a noche más luciferino y la adhesión férvida de Nacho, Olvido y Ana Curra -«El jardín», «Volar», «Reacciones»-; el abandono de Nacho de Parálisis -donde entra Ana Curra y, más tarde, un par de ex-Derribos Arias-; los primeros pasos de Alaska como autora -tras el eventual intento de «La tentación» con Kaka- recuperando sus influencias oscuras más primigenias -Velvet, Nico, Doors: aquel maravilloso «Loa» de La Liviandad...- a lo que añadir la sombra rectora de Siouxie -en temas como «Quiero salir», «Redrum», «Quiero ser santa»-; la muerte ballardiana de Eduardo; la reunión de Carlos, Nacho y Olvido en Dinarama; la posterior marcha de Carlos y su guadianesca carrera en solitario; la consolidación -a partir de «La bola de cristal»- de Alaska como juguete mediático para consumo de masas -con ese glorioso colofón nupcial en Las Vegas-; la irregular pero loablemente empecinada senda de Fangoria; las nuevas aventuras paralelas de Nacho -Vegetales, Intronautas-; los diversos descubrimientos personales -algunos más luminosos, otros más destructivos- de Carlos, Olvido y Nacho del 81 hasta hoy; el enésimo reencuentro de Olvido y Nacho con Carlos en uno de sus discos en solitario...), en su inacabable ciclotimia, creo ya está recogido en los párrafos precedentes] [En el libro/entrevista de Mario Vaquerizo a Alaska, ésta desmitifica con bastante ferocidad -y de manera no poco sorpresiva para los profanos en los intríngulis pegamoideos- a Eduardo Benavente: dado que algunos de sus comentarios parecen contradecir parte de lo dicho aquí párrafos arriba, convendría que os asomarais al citado libro para tener una visión más objetiva de la saga pegamoide -dar al dedito aquí para mayor información-; personalmente, me ratifico como fan fatal de Eduardo, y me permito romper una lanceta en su memoria: era un cachorro lleno de voluntad de poderío que tal vez, de haber sido tratado con más paciencia y empatía -al menos una décima parte de la paciencia y empatía que, según Alaska, tuvieron ella y Nacho durante mucho más tiempo con Carlos Berlanga- habría podido sacar lo mejor de sí -no sé, pero estos palos póstumos de Olvido a quien alguna vez se supone que la hizo no poco tilín me traen a la memoria determinados momentos de Kevin Stacey en esa magnífica película de Clint Eastwood localizada en Savannah, «Medianoche en el jardín del bien y del mal»-; no pretendo ser impertinente ni juzgar situaciones que no viví, pero a mí me sigue doliendo Eduardo Benavente, casi tanto como el otro Eduardo de la movida -ese otro cachorro, algo más mayor según el DNI, pero también pendenciero e incómodo, de quien en las fiestas mayores de Chueca tan poco se suelen acordar-]

 

 

referencias en «EL CORAZON DEL BOSQUE»:

«HISTORIA DE LA MOVIDA» (nº 6/7) · reseña de «EDIE», biografía de Edie Sedgwick (nº 4)

 

si queréis completar la información sobre la trayectoria musical de Fernando Márquez podéis, aparte de pasaros por estas remembranzas del batería Paco,  recurrir de nuevo a «EL CORAZON DEL BOSQUE» por los siguientes artículos: «TODO LO QUE QUERIAS SABER SOBRE LAS CANCIONES DE LA MODE Y NO TE ATREVIAS A PREGUNTAR» (nº 2/3) · «PROYECTO BRONWYN O LO MALO DE ANTICIPARSE» (nº 5)

 

 

 

 

 

 

 


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