El masoquismo mesiánico



por Andrea Byblos


He apurado los días para escribir esta colaboración porque esperaba un desenlace, pero el asunto del Catalexit se parece demasiado a un antiguo culebrón venezolano -de esos que ya no existen- en los que aparecen hijos ilegítimos, hay muertos que están vivos, desmayos, oscuros secretos, respuestas ambiguas que llevan a que señoritos y criados se vuelvan locos, amores pasionales desmedidos y muchos desengaños. No parece que la tragicomedia de Cataluña tenga un final próximo, sino que más bien la recompensa de los espectadores está en el camino, en ir capítulo a capítulo, semana tras semana contemplando el panorama. Desenlace no hay, pues.


Lo mismo me equivoco y hay un desenlace en los próximos días encontrándonos una flamante Cataluña independiente reconocida internacionalmente por Nagorno Karabaj, Vanuatu y Somalilandia. Pero tiene más bien pinta de que los próximos capítulos serán de despellejes mutuos entre indepes de distinto pelaje ideológico. Algo muy común en los antiguos y narcotizantes culebrones venezolanos, los despellejes.


Lo que más me ha llamado la atención en este asunto es el masoquismo mesiánico de teletubbies que con sonrisas de éxtasis bobalicón esgrimían bastantes participantes en el referéndum ilegal. El caso es que responden a una corriente muy moderna, mucho más que la anticuada y recia Castilla, responden a la generación Snowflake.


Sólo eso puede explicar la total ausencia de desconfianza hacia una independencia que no tiene pintas de ser reconocida internacionalmente.


Porque este proceso de independencia es, ante todo, guay, pareciera que no importan los resultados con tal de mostrar al mundo el momento guay, más moderno y más avanzado que TriBeCa. Y contrasta con el sufrimiento real de otros pueblos, que huyen de las persecuciones reales, como los desarrapados y míseros rohingyas, que no tienen posibilidad alguna de ser guays con esas miradas de terror ignorante, de labriegos harapientos que se saben insignificantes para el mundo.


Estos días pasados leí el testimonio de una estudiante que hablaba de que en una Cataluña independiente tratarían mejor a los animales, como si el asunto de la independencia tuviera que ver con llevar a tu mascota a la mejor peluquería canina y darle pienso vegano de comercio ético producido por ciudadanos del tercer mundo apadrinados por miembros de una ONG. Eso me hizo pensar que lo que saben del mundo estas generaciones sobradamente preparadas a base de aplicaciones “cute” de mascotitas en el teléfono móvil es muy poco.


Un territorio puede declararse nación cuando le dé la gana, pero sólo es una nación a efectos internacionales cuando es reconocida por otros países y se establecen relaciones diplomáticas y tratados comerciales. Y la razón por la que estas naciones reconocen a una nueva nación es porque les interesa para algo.


En política internacional, la democracia (ni la de verdad ni la hipermoderna catalana de votar ilegalmente 4 o 5 veces –debe ser que ellos valen por 5 porque son más democráticos-) suele ser anecdótica cuando se trata de reconocer la soberanía de un país. Una gracia más, algo que puede ser “cute”.


El caso de China y Taiwán demuestra que todos los países que en un momento reconocían a Taiwán como nación, dejaron de hacerlo en cuanto China les interesó más. Es decir, poco les importó que Taiwán fuera una democracia y China una dictadura comunista. En 1973, para una gran cantidad de países (incluída España aún con la dictadura de Franco), China pasó a ser reconocida y Taiwán pasó a ser considerada una república provincia de China. Después, otros muchos países se unieron en el rechazo a Taiwán como estado soberano viéndose obligado Taiwán a tener relaciones internacionales y comerciales a través de oficinas no oficiales en plan medio escondido. Actualmente, a China la reconocen la mayor parte de los países del mundo y a Taiwán la reconocen una veintena de países de poco o nulo peso internacional, y eso que es una democracia. Taiwán no interesa. es una democracia, pero interesa más China, que es una dictadura.


Todas estas cositas las saben los mesías que han abierto el camino a los indepes, casi todos con estudios de derecho, pero que se han callado sacando un provecho fácil de la bobería snowflake. Saben que Cataluña independiente no interesa ni a la UE, ni a la OTAN, ni a ningún país de los tropecientos que hay con territorios independentistas, pero dejan que la gente siga con su sueño de mascotas felices en un país muy guays.


Los tiempos son duros, tienen que poner a los abuelos en primera fila en el referéndum ilegal para demostrar lo que sufren, así hay foto de un poli malo zurrando a un abuelo que no tendría que estar allí. Es un masoquismo mesiánico. Juegan con ese masoquismo de ser víctimas del Estado español y disfrutan con él mientras siguen a unos angelicales líderes que desean lo mejor para ellos sin un ápice de desconfianza.


Me pregunto cómo reaccionarán cuando el masoquismo mesiánico consista en soportar las decisiones de los mesías de dejarlos en el limbo internacional, sin reconocimiento alguno, en una fantástica y flamante república independiente de democracia hipermoderna y con preciosas mascotas tratadas con adoración, de la que huyen bancos, empresas, países y todo aquello donde haya un poco de dinero. Suele ser la mejor cura para los sueños bobalicones, que se cumplan.