LA MASCOTA


Por Luis Landeira Caro



Despertó confuso y entumecido como quien resucita de una profunda anestesia general, sin tener ni pajolera idea de dónde estaba. Se levantó, estiró sus extremidades y olfateó el aire rancio. Miró hacia abajo: el suelo era de plástico azul. Miró hacia arriba: el techo era de rejas metalizadas. Obviamente se encontraba en una jaula. Pero, ¿por qué demonios lo habían metido allí? O, mejor aún, ¿quién coño lo había hecho?

Se puso a explorar la jaula con desgana. En una esquina, descubrió un recipiente con líquido, otro con comida y otro con piedrecitas blancas, que solo podía servir para enterrar sus deposiciones. Además, había una máquina de correr, cosa que era muy mala señal: sin duda, pretendían tenerlo encerrado durante mucho tiempo. Sin otra cosa mejor que hacer, se subió a la máquina y se puso a andar. Pero cuando comprobó que no llegaba a ninguna parte, se aburrió y lo dejó.

Siguió inspeccionando la jaula hasta comprender que no había ningún punto de fuga. Y entonces lo embargó la desesperación. Empezó a chillar y se lió a golpes y mordiscos con los barrotes. Hasta que vio los ojos. Ocho inmensos ojos negros que lo miraban con suma atención. Primero no sabía bien lo que eran, pero en cuanto lo dilucidó, pegó un bote del susto y cayó de espaldas sobre el suelo azul. Durante un rato largo, se acurrucó haciéndose el muerto. Y como no pasaba nada y estaba agotado de tanto sobresalto, se quedó traspuesto. A los pocos minutos despertó con un respingo y los ocho ojos se habían convertido en tropecientos: el exterior de la jaula era una constelación de globos oculares negros y acuosos. El recluso solo pudo gritar y patalear de puro terror.

-Parece asustado.

-Es normal. Estos bichos siempre tardan en acostumbrarse a vivir en cautividad.

-No sé, cariño, veo un poco cruel lo de coger a un ser vivo y enjaularlo así por las buenas.

-¿Qué dices? Querida, sabes de sobras que los humanos no son seres, son infraseres: se encuentran por debajo de las plantas en la escala evolutiva universal. ¡Hasta las piedras tienen más sentimientos!

-Lo sé, pero es que no sé, lo veo tan frágil… Me da cosa. Juraría que está sufriendo de verdad.

-Eso es imposible. Tú has visto conmigo los documentales del Canal Historia. Llevamos milenios estudiando a estos bicharracos y solo valen para pelearse entre ellos y hacer el tonto. ¡No tienen remedio! En la Edad Media iban por buen camino, pero a partir de la Ilustración empezaron a degenerar y en el siglo XXI ya se habían cargado medio planeta y casi se extinguen por culpa de su propia idiocia. ¡Si hasta le dieron la espalda a sus dioses! Después de la Gran Bomba, cuando los arácnidos aumentamos de tamaño y pudimos intervenirlos, ya estaban completamente desquiciados: la mayoría eran suicidas o maníaco-depresivos. Eso por no hablar del brutal genocidio que perpetraron contra nuestro pueblo.

-Bueno, los Sagrados Preceptos dicen que hasta los seres más ínfimos de la creación son criaturas de la Diosa Aracne.

-¡Paparruchas! Hay que saber interpretar los Preceptos, por muy Sagrados que sean, y adaptarlos a nuestro tiempo. No podemos tomarnos unos textos milenarios al pie de la letra o acabaremos enfrentados como moros y cristianos. Pero no hace falta tanta gaita para ver la verdad, tan solo haz caso a tu instinto. ¡Mira lo feo que es! ¡Esa cosa no puede tener alma!

-En eso llevas razón. Tiene solo dos patas y dos ojos. Pero también es negro, como nosotros, por eso me da más penita. A los blancos como los venden empaquetados ya no los veo como seres vivos, sino como productos alimenticios.

-Papá, papá, ¿puedo comerme al humano?

-¿Pero qué dices, insensato? A ver, ya te tengo dicho que debes diferenciar entre los humanos-mascota, que son los negros como este, y los humanos-comida, que son los blancos como los de la tela. Teniendo como tenemos humanos blancos homogeneizados y liofilizados, sería un disparate comerse a un negro vivo y lleno de pelos. ¡Está prohibido y además te podría dar un jamacuco!

-Papá, papá, ¿entonces puedo sacar al humano de la jaula para jugar con él?

-Nooooo. Nene, ten paciencia, que el bicho aun no está amaestrado y te puede pegar un mordisco. Además, ya es hora de comer. ¡Vamos a la tela!

La adorable familia de arañas gigantes correteó con sus veinticuatro patas hacia el techo de madera, bajo el que se extendía una inmensa membrana repleta de personas blancas envasadas al vacío. Sonriendo a su manera, los tres artrópodos sisearon una breve oración y empezaron a libar los cadáveres con sus apéndices bucales.