Hallan una segunda versión del texto de Potocki

La doble vida de ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’


Por Esther Peñas


Acaso haya alguien que no haya oído hablar de las peripecias de Alfonso van Worden, protagonista de ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’. Adelante, pues, está a punto de adentrarse en una de las historias más fascinantes, enfebrecidas y fantásticas jamás escritas. Imagine el relato de un viaje. Su protagonista, un oficial de la Guardia Valona, se dirige a Madrid, donde entrará al servicio de Felipe V como capitán. Pero, a su paso por Sierra Morena, una sucesión de encuentros con todo tipo de personajes extraordinarios (desde el Judío Errante a inquisidores, cabalistas, rufianes, poseídos, mujeres hermosísimas, fantasmas…) van trazando una inmensa sinalefa de historias que se entrecruzan, se cierran, se abren, se complican. Esto es, en síntesis, ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’, que muchos han comparado con ‘El Quijote’, ‘El Decamerón’ o ‘Las mil y una noches’ –con esa incontinencia del ser humano a comparar, como si algunas obras no se sustentaran por sí mismas mas que a la sombra de otras mayores-.

Es un crimen de leso olvido no disponer de este libro en la biblioteca personal de cualquier persona culta. El escenario de la España inventada –donde arrancan las aventuras del joven caballero van Worden a partir de los misterios que guarda Sierra Morena- es una fantasía tan fascinante como los episodios de la propia novela, pero además no hay que olvidar que se trata de un texto del Siglo de las Luces, preludio de la novela del XIX y una exploración de la ficción capaz de competir con la novela de nuestros días”, apunta el escritor y crítico José María Guelbenzu.

Escrito en francés –la lengua de los nobles europeos-, las 66 jornadas atrapan al lector desde la primera línea. Situadas en envolventes escenarios (Venta quemada, la Posada de los Alcornoques…) nos encontramos a Pacheco, al que intenta exorcizar un eremita; a los hermanos Zoto, prototipos del bandido andaluz; al enigmático –y resolutivo, como se descubre al final de la novela- Gran Jeque de los Gomélez; a las inquietantes primas Emina y Zubeida… un muestrario imposible y, sin embargo, portentoso y poderoso en su recreación.


EL ARREBATO DEL AUTOR

Antes de seguir ahondando en el texto, es necesario recalar en su autor, Jan Potocki, quizás el último gran narrador de la Europa de las Luces. Jan Nepomucen Potocki de Pilawa. Escogió para nacer –en 1761- una zona geográfica que resultaba ser una crisálida de culturas: Pików, Polonia, un lugar fronterizo entre Europa, Asia y el imperio turco. Su familia, acaudalada, poseía ingentes terrenos. En 1815, cincuenta y cuatro años después, se disparó en la cara –hay quien sostiene que fue en la sien- una bala de plata bendecida por un sacerdote que –según cuentan los mentideros- elaboró él mismo con el mimo propio de un artesano.

Fue un hombre que poseía un saber enciclopédico, pero no sólo a través de los libros sino de los continuos viajes…la arqueología, la historia, la política, el arte, la literatura, las religiones, la etnografía, las ciencias ocultas…se interesaba por todo. Fue escritor, político, diplomático, noble, historiador… sobrevoló en globo Varsovia…además, era políglota y un ciudadano extraterritorial (en expresión de George Steiner), tanto desde el punto de vista apátrida como desde el lingüístico. Empezó muy joven, vivió deprisa y dejó un pronto cadáver, como las estrellas de rock de los años 60. En este sentido, y en otros, es un precedente claro de la globalización, con la diferencia de que él era un ilustrado y los globalizados del siglo XXI no”, retrata Diego Moldes, autor de un ensayo sobre la obra de Potocki editado por Calamar Ediciones.


EL HALLAZGO IMPREVISTO

La noticia. Dos siglos después de su publicación, un profesor universitario francés, Dominique Triaire, entusiasmado con Potocki, decidió husmear en los archivos que se conservan del autor en Poznan, buscando nuevos datos que le permitieran construir una biografía lo más prolífica y exacta posible. Lo que encontró en 2002 sobrepasó con creces sus más ambiciosos propósitos: nada más y nada menos que una nueva versión del Manuscrito, rescrita por el propio Potocki y concluida poco antes de suicidarse. Versión que acaba de ser publicada en España por la editorial Acantilado.

Dominique Triaire, ayudado por su colega François Rosset, descubrió seis manuscritos mal catalogados de los archivos de Poznan. El estudio minucioso de los mismos (fechas de fabricación del papel inscritas en las filigranas, grafías de los copistas, forma y lógica de las correcciones autógrafas) les permitió establecer un hecho increíble: no existía una sola versión, sino dos. Una, la primera, de 1804, que es la que hasta el momento se ha utilizado en todas las ediciones aparecidas, que es la que naturalmente se usó para todas las traducciones en lengua española hasta el día de hoy, y otra, de 1810, que es la que presentamos ahora al lector por primera vez en español y que representa la versión más terminada y completa de esta obra cumbre de la literatura fantástica europea”, explican los responsables editoriales de Acantilado.

El resultado es un texto más organizado, en el que los grandes ciclos narrativos no se solapan ni se mezclan, sino que se suceden en un devenir más limpio, más estructurado. Sorprendentemente, en la versión 1810 Potocki elimina todas las referencias –y no eran pocas en la anterior- al Judío Errante.

Claro, que todo tiene su zona umbría. “Esta versión es magnífica, pero reduce las 66 jornadas a 61. No es mejor una que otra, son dos versiones de una misma novela, las dos escritas por el autor, que murió sin publicar íntegras ninguna de ellas. Al suicidarse sin dar indicaciones del modo de editar sus manuscritos, cada editor trata de hacer la que cree que es más fiel al autor. Una tarea imposible, pero que revitaliza a este novelón”, entiende Moldes.


DEL PLAGIO Y OTRAS CURIOSIDADES

Durante el siglo XIX, la novela quedó atrapada en aguas del Leteo, hasta el punto de que muchos autores aprovecharon ese ‘olvido’ imperdonable al que había sido desterrada para ‘tomar prestadas’ algunas de sus jornadas. El editor Roger Caillois, en 1958, quedó asombrado cuando un amigo le prestó un cuento titulado ‘Historia del comendador de Toralva’ –uno de los capítulos del Manuscrito, que circulaban de forma independiente- y observó que era una copia obscena de un cuento de Washington Irving, ‘El gran prior de Menorca’… de no haber sido porque el texto de Irving databa de 1855, fecha en la que hacía cuarenta años que Potocki ya no se contaba entre los vivos.

Pero Irving no fue el único que incurrió en esta práctica deshonesta. Gérald de Nerval –tan educado y pulcro en sus modales, tan exquisito en su estilo- también plagió algunas de las jornadas del Manuscrito, al igual que Charles Nodier (este sí, quizás porque su fama no amedrentaba tanto como la de los anteriores, fue llevado a juicio y condenado por plagio). Asimismo, se publicaron en prensa fragmentos del Manuscritos atribuidos a Cagliostro. Nada más y nada menos.


LA PELÍCULA, UN NUEVO ACIERTO

En 1965, el director polaco Wojciech J. Has traslada a la gran pantalla la novela, con guión del poeta y dramaturgo Kwiatkowski (amigo del papa Wojtyla) y una música más que atractiva de Penderecki. El resultado, un filme tan hipnotizador como el texto. No tarda en convertirse en una cinta de culto, máxime cuando Luis Buñuel la califica de “excelente”.

Hasta la fecha, no ha vuelto a ser adaptada en cine, aunque existe una versión televisiva, la miniserie francesa ‘La Duchesse d’Avila’, de 1973, dirigida por Philippe Ducrest. Por cierto, en 2003, el dramaturgo Francisco Nieva realiza una adaptación teatral.

A principios de los años 90, Jerry García, guitarrista del grupo musical ‘The Grateful Dead’ y uno de los poetas de la contracultura de los sesenta, se entera de que el original está en unas condiciones que, de no ser restaurado con prontitud, podría perderse para siempre así que, pagado de su bolsillo, inicia el proceso de restauración, pero muere antes de ver los frutos de su mecenazgo. Entonces, Scorsese y Coppola asumen la tarea y consiguen editarla en DVD en 2001.

El gran acierto de Has con la película radica en “la condición visionaria e iniciática el texto original, combinada con las vanguardias de las tres primeras décadas del XX, sobre todo simbolismo y surrealismo, y el nuevo modo de narra en el cine. Se ha dicho que es la mejor película de la historia del cine polaco”, apostilla Moldes.

En cualquier caso, el Manuscrito es –en su versión de 1804, en la recién hallada, de 1810- un libro endiabladamente atractivo, por la cantidad de planos narrativos, por su estructura laberíntica, onírica, en la que ficción y realidad nunca se independizan –ni falta que hace-, por unos personajes que cautivan, engañan y seducen al lector. Con permiso de Sade, ¿por qué no afirmar que ‘El manuscrito encontrado en Zaragoza’ inaugura la modernidad de la literatura francesa?