Una confesión. No suelo ver películas de terror, y es porque casi todas, se reducen a pelis de sustos, que no es lo mismo. Comprendo que sean divertidas y al público teen —y no tan teen— les guste. Cuando ya es mezclado con suspense, pues sí. Esta cinta me la recomendaron y puse un ancla en mi cerebro, incluso olvidando que me la había recomendado Maronda, uno de esos amigos de los que sólo te dicen algo cuando sabes que te va a gustar. “A ti —me dijo—, que eres tan de Bergman y de cosa intensita te gustará LA BRUJA”. Y ahí lo dejé. Unas semanas más tarde buceando en ese espacio alegal, lleno de spam y ventanas que se abren, y te dejan el ordenador lleno de troyanos, la vi. Contemplé el póster y leí la somera sinopsis. Nueva Inglaterra, puritanos, brujas y bosques. O sea, que es una mezcla entre el malsano paisaje descrito por nuestro amado HPL en sus relatos sobre brujos y colores que vinieron del espacio, con toques bergmanianos —o haneckianos según dicen, pero de eso no puedo hablar porque no controlo el cine del buen hombre este—, y pasando en los lejanos albores de ese siglo tan molón que fue el XVII.

 

 

Nueva Inglaterra

Un señor que vive en una colonia en el Nuevo Mundo anglosajón es tan puritano, que incluso sus vecinos lo ven como un radical de lo suyo. El buen señor se compadece de ellos por ser falsos cristianos, pero la cuestión es que se tiene que ir con su mujer y sus chiquillos a vivir al bosque, que lo largan rápido.

 

Líder colonia: ¿Qué es lo que vinimos a buscar a estos bosques dejando nuestro país, parientes, las casas de nuestros padres? Hemos cruzado un vasto océano. ¿Para qué?
William: ¿Para qué?
Líder colonia: ¡Te ruego que guardes silencio!
William: ¿Para difundir de... manera pura e incondicional, el Evangelio... del Reino de Dios?
Líder colonia: ¡Basta! ¡Nosotros somos tus jueces y no tú el de nosotros!
William: No puedo ser juzgado por falsos cristianos, puesto que yo no he hecho nada... sólo predicar el Evangelio de Dios.
Líder colonia: ¿Continuarás deshonrando... las leyes de la comunidad... y de la iglesia, con tu orgullosa presunción?
William: Si mi conciencia lo permite.
Líder colonia: Entonces, ¡serán expulsados... de los terrenos de nuestra colonia!
William: Estaré feliz de irme.
Líder colonia: Entonces, váyanse y no nos den más problemas.

 

 

La vida es dura. La cosecha da maíz malsano. Los animales no producen, pero este señor es como el Santo Job y tiene mucha paciencia. Un día, le roban al bebé que ha parido su mujer en esa tierra extraña, y ahí empieza una pesadilla para la familia. Thomasin, la hija mayor, es el centro de todas las culpas. El ambiente empieza a enrarecerse. La chica y su hermano menor, Caleb —que le mira el escote mientras duerme el muy tunante—, se escapan al bosque en busca del crío chico. Con el caballo de la familia. Thomasin, aturdida, vuelve sin hermano. Y sin caballo. Su madre la odia, pues no sale de la cama desde que su bebé desapareció. Rezan, rezan y reza y vuelven a rezar. Y el padre, jo, el padre es el tipo más inútil de la Creación. Los hermanos pequeños Mercy y Jonas empiezan a decirle a su hermana que hablan con un macho cabrío que tienen en la granja, más negro que el hollín, y esta le responde para asustarlos que ella es la bruja del bosque.

 

Thomasin: Yo soy la bruja del bosque.
Mercy: ¡Mentirosa! ¡Mentirosa!
Thomasin: Lo soy.
Caleb: ¡No le hagas caso Mercy!
Thomasin: Yo soy esa misma bruja. Y cuando duermo, mi espíritu siempre abandona... mi cuerpo y baila desnudo con el Diablo. Así es como firmé en su libro.
Mercy: ¡No!
Thomasin: Él me pidió un bebé que no estuviera bautizado, por eso robé a Sam, y luego se lo entregue a mi amo. Y haré que cualquier hombre o cosa desaparezca si yo quiero.
Mercy: No.
Thomasin: Si. Y te robaré a ti también, si me molestas.

 Ante sus padres la acusan de bruja. Y pasan muy malos ratos.

William: ¡De rodillas! Mírame a los ojos hija. ¿Amas la palabra de Dios?
Thomasin: Sí.
William: ¿Amas la Biblia? ¿Amas las oraciones?
Thomasin: ¡Sí! ¡Sí!
William: Todos somos hijos del pecado, pero, yo no he criado a ninguna bruja en esta casa.

Si, ya sé que la sinopsis que hago en enmarañada, que me salto muchas cosas, y que a la postre, no sirve para nada, pero es que hacer spoiler está feo. Es lo que hace el Demonio.

 

 

Lo mágico

Formalmente la película es hiperrealista. Desde las vestimentas a los sucesos, aunque no todos sean corrientes al uso, aunque haya algunos sobrenatura. Basados en cuentos del folklore de Nueva Inglaterra, en tradiciones orales y en sumarios de casos reales de brujería, el impecable guion, al no ser original —quiero decir, al no tratar de llevar una ficción a la pantalla, sino lo que se decía en tiempos sobre brujería— resulta tremendamente veraz. Por poner un ejemplo. Cuando habla el padre con el hijo, en la búsqueda del bebé perdido, la oprimente teología puritana da exactamente igual de miedo que cuando salen signos de Lucifer, ya sea en forma de cuervo, cabrones, liebres o señoras viejas en casas perdidas. Acojona igual. Diálogos intensos sobre la salvación, la condenación eterna, sobre el pecado, entre un padre cobarde muy pagado de sí mismo y un muchacho curioso que aprende a ser lo mismo que el progenitor.

 

 

William: ¿Naciste siendo un pecador?
Caleb: Si. Fui concebido en el pecado, y nacido de la injusticia.
William: Sí. Y, ¿cuál es tu pecado de nacimiento?
Caleb: Adán me lo ha traspasado a mí, y también es mi pecado, porque es parte de mí.
William: Recuerdas bien Caleb. Muy bien. Y, ¿puedes decirme cuál es tu naturaleza corrupta?
Caleb: Mi naturaleza corrupta privada de gracia, se rinde ante al pecado, sólo ante el pecado, y lo hace continuamente.

 

Esas cenas y conversaciones, tan cotidianas, llevadas a la pantalla con profundo tenebrismo, con intensos claroscuros —como si de un Caravaggio o un Españoleto se tratase—, esas sospechas de todos sobre todos —auténtica caza de brujas—, el fingimiento de estar embrujados de los pequeños para acusar a la hermana —nos recuerda a El Crisol de Arthur Miller—. Un momento álgido de la película es un arrobamiento místico. Las palabras utilizadas, de profundo carácter religioso, la genial actuación del muchacho y ese llamar a Dios de tú a tú —aunque desconozcamos si se trata del Maligno, ya saben que le gusta mucho copiar a su némesis— nos recuerda a nuestros místicos del Siglo de Oro, y a otras místicos luteranos desconocidos por estas tierras, pero que tanto juego dieron en la división americana del protentantismo a los largo de los siglos XVIII y XIX. Como he dicho, la opresión religiosa es tal, que el pecado de soberbia del que hace gala el padre —y del cual es muy consciente, muy a su pesar— es constante. Los planos de Thomasin, la hija adolescente, interpretada magistralmente por Anya Taylor-Joy, traen la lujuria a la cinta. Un tipo de lujuria de la inocencia, pero no deja de ser sintomático que su hermano Caleb la mire con deseo. Normal, viven retirados en el campo, y es la única chica deseable que tiene a mano. Como tantas y tantas veces, la joven, la concupiscente, es la tachada de bruja. Malos ojos son los que miran desde el puritanismo y la represión. Como he comentado todo está en las historias que se contaban en voz baja junto al fuego en las austeras casas de los colonos. El centro de la película es ella, claro. Objeto de deseos, envidias, odios, la juventud lozana está abocada a hacer el pacto sacrílego con Satán.

 

Thomasin: Negro Phillip. He venido aquí a pedirte que me hables. Quiero que me hables como a Jonas y a Mercy. ¿Puedes entender mi lengua en inglés? Respóndeme.
Negro Phillip: … ¿Qué es lo que quieres?
Thomasin: ¿Qué puedes entregarme?
Negro Phillip: ¿Quieres sentir el sabor de la mantequilla? ¿Un lindo vestido? ¿Te gustaría vivir de manera, deliciosa?
Thomasin: Sí.
Negro Phillip: ¿Te gustaría conocer el mundo?
Thomasin: ¿Qué es lo que quieres de mí?
Negro Phillip: ¿Puedes ver el libro ante ti? Remueve tus vestimentas.
Thomasin: No puedo escribir mi nombre.
Negro Phillip: Yo guiaré tu mano.

 

 

A los amantes del cine de terror explícito aviso, nada o casi nada de eso os vais a encontrar. Pasajes malrrolleros muchos. Por eso apelaba a Bergman desde un principio. Y es que como Jesús Palacios bien decía, títulos del sueco como La Hora del Lobo son más terroríficos que cualquier peli de Viernes 13. El horror te posee en tu cabeza. Casi todo lo que sale en la película es cotidianidad aplastante. O lo que se supone que era lo cotidiano. Pero ¿qué es más terrible que lo cotidiano?