Ni contigo ni sin ti



un golpearse contra el muro de ANDREA BYBLOS



imágenes: mujeres de EL GRECO (que al webmeister siempre le han parecido las judías más bellas)



Hace unos días, leía en The Jerusalem Post un articulo en el que instaban a los lectores judíos a apoyar a George Soros, dado el antisemitismo mostrado contra él por Elon Musk.

Curiosamente, en los comentarios de judíos, que, en principio podían haberse sentido identificados con Soros por sufrir también ellos antisemitismo, no había simpatía hacia Soros, sino más bien todo lo contrario. No se identificaban con él por ser también judío y era muy criticado.

De hecho, los judíos de a pie, los pobres, aquellos que se tragaron el holocausto y fueron severamente diezmados, son los que sufrirán el antisemitismo real, el de a pie de calle. Los ricos se pueden escabullir y Soros, pese a ser tan odiado, sigue viajando en jet y pernoctando en sus lujosas mansiones mientras mangonea el futuro del mundo. En las redes crece el antisemitismo, como si todos los judíos pensaran igual o tuvieran el poder de interferir en el poder mundial y manejarnos a su antojo. Al igual que con la rusofobia, se exacerban sentimientos de odio generalizando en los que menos se pueden proteger.

La realidad de la inmensa mayoría de los judíos está en una clase media, o en la pobreza. La clase media son los judíos americanos e israelíes con negocios de éxito y buenos trabajos, o trabajos, simplemente, y la clase baja, la pobreza, los judíos ultraortodoxos, que tienen muchos hijos que mantener, una media de 8 por mujer.

El pueblo más pobre de los Estados Unidos es un asentamiento de judíos ultraortodoxos que se llama Kyrias Joel, cerca de Nueva York. Y la ciudad más pobre de Israel es la Ciudad de la Torá, Bnei Brak, un lugar donde viven más de 100.000 ultraortodoxos.

En estos lugares, la realidad es bien distinta a lo que podemos observar en Europa Occidental. La mayoría de los hombres no trabajan, se dedican al estudio de la Torá y reciben un pequeño sueldo por ello. Las mujeres trabajan fuera de casa y crían a sus numerosos hijos.

Contra lo que podríamos pensar, estas mujeres, cuando se casan (a través de un casamentero que busca marido y esposa a la carta), piden un marido que se dedique al estudio de la Torá, que no trabaje, que ya trabajan ellas. Los más eruditos de entre los judíos “Temerosos de Dios”, aquellos que se saben toda la Torá y el Talmud de memoria y están destinados a ser grandes rabinos, valen más en el mercado de novios. Ciertamente, hay una negociación entre las familias y exigencias en cuanto a lo que la familia de la novia debe ofrecer para tener un rabino que rece por la familia.

Esto es absolutamente fascinante, puesto que, si ya veíamos a los japoneses con costumbres exóticas, los judíos ultraortodoxos (pueblo que está profundamente arraigado en nuestra historia) se llevan la palma de lo misterioso, distinto y exótico.








Europa no se entiende sin los judíos. Sin embargo, los conocemos poco. Bueno, sí conocemos que durante siglos han sido etiquetados de una forma negativa, que hubo persecuciones, expulsiones, matanzas, un holocausto incluso, y que son muy ricos, y muy astutos, y que van a lo suyo, los suyos siempre primero. Para nosotros son una especie de bloque que actúa siempre de forma unánime: Los judíos. Pero nos pasa desapercibido que es un pueblo muy dividido, entre laicos y ortodoxos, y entre distintos tipos de ortodoxos (sefardíes, beta Israel, askenazis, y entre estos lituanos y jasídicos), y entre sionistas y antisionistas. Lo judío siempre es complejo.

De hecho, el mayor problema de Israel para continuar su existencia es la división interna tan profunda entre judíos laicos (los que crearon el país en 1948) y que suelen ser sionistas, y ultraortodoxos, entre los cuales hay sionistas, indiferentes, y antisionistas (consideran que es el Mesías, cuando llegue, el que les va a dar la tierra prometida, pero no debe ser tomada por ellos).

Los laicos apenas tienen descendencia y los ultraortodoxos se multiplican con mucha alegría. Los laicos estudian en la Universidad y se forman en un programa parecido al de todo Occidente, y los ultraortodoxos, apenas tienen educación más allá de la Torá, el Talmud y sus libros religiosos. Los laicos acusan a los ultraortodoxos de vivir de pagas del Estado sin aportar y sin hacer siquiera el servicio militar (hasta ahora han estado exentos de hacerlo mujeres y hombres).

Eso puede significar que en unos años, con mayoría de población ultraortodoxa, no haya manera de que funcione ni el ejército para defenderse, ni las empresas de tecnología y servicios.

La fractura social es muy seria y leyendo la prensa israelí se ve la crispación entre ambos grupos.

La razón de que los ultraortodoxos insistan tanto en llevar la religión a rajatabla creo que se debe a haber crecido siempre en contra de todos. La vida que llevaban estas comunidades en Europa era pobre y en aislamiento, dentro de su comunidad, perseguidos frecuentemente por los poderes de los países que habitaban. Y se defendían y apoyaban unos a otros, por lo que tener unas normas claras y estrictas de comportamiento facilitaba la vida en comunidad. El exterminio les ha marcado tan profundamente, que viven la vida de hace 200 años, como una forma de supervivencia, de decir que no pudieron con ellos y de homenaje a aquellos que fueron eliminados.

Sin embargo, los judíos poderosos que pretenden influir en la política mundial no son estos. Tampoco los judíos laicos que trabajan como cualquier otra persona, o los tenderos, o los genios, o los artistas judíos.








En The Jerusalem Post, en un artículo aparecido hace varios meses en el que se hablaba de la ayuda que algunos rabinos hacían llegar a Ucrania, pude leer los comentarios de los lectores, en los que hablaban de cómo los judíos fueron tratados por los ucranianos durante la Shoah. Muchos comentarios hacían hincapié en el exterminio de judíos por parte de los ucranianos y de cómo posteriormente a la caída de la URSS se han hecho homenajes y estatuas a Simón Petliura, Stepán Bandera, y otros nacionalistas ucranianos, colaboracionistas con los nazis alemanes, que ordenaron esas masacres. También se acordaban de que los ingleses intentaban impedir que los judíos que escapaban de la aniquilación se fueran a Palestina, y que a los que pillaban en el trayecto los devolvían a Europa, con grave riesgo para sus vidas.

La prensa sigue una línea, pagada por quien sea (quizás por Soros u otros judíos de la conspiración, aunque también hay intereses de poderosos no judíos), que tiene determinados intereses, pero los judíos de a pie, que conocen la historia y la han vivido en sus familiares (con familias aniquiladas casi por completo) no se creen el panfleto oficial de ocultar la historia para adaptarla a una versión edulcorada de paz y amor conforme con nuestros tiempos mentirosos y guays donde la memoria no va más allá de un tiktok. Y tienen grabada la Shoah a fuego. No lo olvidan, ni tampoco siglos de expulsiones, pogromos y escarnios.

No se fían. Saben que ellos son siempre candidatos a recibir las iras de “las naciones”, y no tanto por ser religiosos como por ser judíos, por tener esa cultura de saberse desenvolver astutamente con los negocios y obtener dinero y poder para medrar. Saben que hasta ahora han tenido el apoyo de USA, pero eso puede cambiar en cualquier momento, según los intereses. Históricamente, los apoyos nunca han sido eternos. Y el amigo de ayer puede ser el enemigo de mañana.

Creo que los sionistas deben saber, que lo de la creación del Estado de Israel no es, digamos, todo lo santa y justa que ellos parecen creer. Pero me temo que su miedo a estar expuestos en países de los goyim sin tener un escondrijo donde meterse cuando vengan los momentos de los cuchillos largos les da mucho más miedo que matar infieles para mantener suyo el desierto que 3.000 años atrás se les prometió en un libro. Al final, su decisión de ser brutales con las armas, es lo que les ha permitido, hasta el momento, sobrevivir y ser temidos.

Su relación, con nosotros, los goyim, naciones no elegidas por su Dios, lleva ya dos milenios siendo complicada, atormentada y muy fusionada. No se puede entender el avance del mundo occidental sin los judíos, de gran inteligencia muchos de ellos, que tanto han dado a las artes y las ciencias, teniendo en cuenta, además, lo poco numerosos que son en comparación con la población mundial. Y ellos tampoco pueden vivir sin nosotros, porque ni un Shabbat podrían hacer, ni un negocio tampoco, ya que con sus hermanos judíos tienen determinadas obligaciones morales de no hacer demasiados beneficios, pero con nosotros no. Es un “ni contigo ni sin ti, mis penas tienen remedio”.

Estos judíos de a pie, tienen los mismos problemas que cualquier goy, y son tan condescendientes con nosotros como nosotros lo somos con ellos. Porque aquí nadamos en la abundancia de la condescendencia hacia otras culturas y formas de vivir, y ellos llevan ya en eso 3.000 años. Para ellos somos un poco subnormales, manejables hasta que se nos sube la bilis y nos ponemos a matar, como tantas veces ha sucedido en la historia, y por eso Dios nos pone normas simples, para tontos. Somos los tontitos de su Dios y no les falta razón, que menudos ejemplos de subnormalidad estamos dando últimamente. Pero nosotros somos igualmente condescendientes desde nuestra superioridad moral, así que: lo comido por lo servido. No los culpo. La condescendencia es el mal de todos nosotros, seamos judíos o no.

Por desgracia, toda esta situación en la que nos vemos envueltos y que está dirigida por no se sabe quién, hará que el antisemitismo comience de nuevo a fluir al identificar a todos los judíos con aquellos que tienen poder y toman decisiones catastróficas para los demás. En esta ocasión los judíos tienen una ventaja, y es que, aunque los ultraortodoxos de los ghettos actuales sean igual de pobres que sus antepasados polacos, por el momento, tienen un territorio donde meterse, defendido a lo bestia, pero, presuntamente avalado por su Dios, que lo dijo en un libro hace mucho.

Y tienen la ventaja también de tener memoria y honrar a sus antepasados, no olvidar y ser conscientes de lo que son, sin esa pérdida de identidad nuestra que está degenerando cada vez más y más y nos convierte en una sociedad decadente y moribunda.

Tanto ellos como nosotros, en unos años, nos vemos enfrentados a un futuro incierto por la demografía. Es posible que haya mucha violencia al respecto y es posible que nos necesitemos unos a otros porque ellos siempre han sido parte importante de nosotros, aunque la relación de siglos, haya sido como escribía Antonio Machado: “Ni contigo ni sin ti, mis males tienen remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero”.