“Hay
dos Jardieles, dos hermanos gemelos, injertados en un
solo diminuto cuerpo, pero con dos poderosos espíritus: alegre y risueño uno y
triste y sombrío el otro” Ramón Gómez de
UN JARDÍN DE JARDIELES
Guillermina Royo-Villanova (AKA Clorata de Potasa) lo
recorrió
dedicado a
Esther Peñas de una Clorata
a otra
Introducción improvisada a un
ensayo que no improvisa sino ensaya.
He
plantado un jardín de jardieles en mi cabeza que
cuido y alimento con el mimo del jardinero de Tagore.
Estas letras son la introducción en construcción a un ensayo que escribo sobre
las obras teatrales de Enrique Jardiel Poncela, una deconstrucción de un
proyecto en el que trabajo sin prisas y con cariño, un análisis desde el punto
de vista sociológico y lingüístico analizando el momento sociocultural de
principio del siglo pasado, la forma de expresión, los recursos literarios y
situacionales, la propia vida de Jardiel, las
influencias externas e internas, los miedos y deseos de este incomparable
comediógrafo que es una idea, un gas de alma para sus seguidores, los que nos
consideramos Jardielófilos, Jardielinos,
Jardielistas y vemos la vida como una de sus obras,
drama y humor, vida que es muerte, realidad y fantasía. Ya lo dijo Calderón, la
vida es sueño y los sueños, sueños son. Jardiel es el
sueño más real, es uno de los autores más geniales que ha dado la dramaturgia
en todo el mundo.
Que Jardiel no necesita
explicación, que se lo digan a él que escribía con energía y desgarro la
introducción y autocrítica de todas sus obras. ¿Por qué este empeño de Jardiel en explicarse? A Jardiel
le salió un grano en las posaderas, un sector radical de la crítica que le da
la espalda, porque todos los genios son adorados u odiados, todo menos quedar
en la indiferencia. El carácter de Jardiel no podía
soportar esto, no quiso dejarlo estar y pensar que para bien o para mal lo importante
es que se hable del autor, ya que a la larga queda lo bueno, pero no, Jardiel se enfrentó a estos críticos en una guerra que
duraría toda la vida, eso si, alimentaba el fuego y la polémica que le mantenía
en boca de todos, un trabajo agotador que no creo compense dirigido por el ego
del autor. Jardiel, convencido de la honestidad y
calidad de su trabajo, no podía condescender ni comprender que algunos no lo
vieran. He llegado a pensar que sus autocríticas son una prolongación de su
obra: decía
“Su
teatro, que es cine. Sus novelas, que son teatro. Su vida que es novela…” Gustavo Pérez Puig
Ni misoginia ni machismo.
No
soy machista, no soy feminista, no soy un paraguas, tal vez un ready-made, creo en las personas y hablando de arte en su
capacidad y sensibilidad de asimilarlo. La mujer, en general, o no entiende a Jardiel o lo rechaza por machista. Claro que era machista,
España era machista. ¿Y qué? Disfrutémoslo bailemos con el machismo virtuoso y
sin dobleces de Jardiel, un machismo totalmente comprensible
en una vida en la que recibió de las mujeres más palos que besos. Jardiel vivió siempre entre mujeres, su madre, sus dos
hermanas y sus treinta y cuatro amantes, un número marcado por su sed de
ternura y por la constante búsqueda del ideal femenino al que aspira, el
protagonista de Las cinco advertencias de Satanás un hombre decepcionado por
sus amantes de las cuales siempre se cansa es un calco de Jardiel.
En contra de lo que pudiera parecer Jardiel siempre
tuvo devoción por la institución familiar y un gran sentido de la
responsabilidad hacia esta.
Se habla de misoginia, un misógino no tropieza
treinta y cuatro veces con la misma piedra de curvas femeninas. Lo de Jardiel es un machismo sano, tal vez con base en un
complejo de Edipo que frustra cada relación, un machismo directo, que no se
oculta. Más dañino es el de otros autores como el de mi también admirado
Jacinto Benavente, un machismo intrínseco en los diálogos, en el que se da por
sentado y asumido que la mujer es feliz comprándose un sombrero, casándose con
alguien de buena posición y paseando todo esto en sociedad. Para los más
jóvenes y jóvenas que consideran a Jardiel machista ¿Pueden ver un capítulo de una serie
llamada Sexo en Nuevo York sin vomitar y después
tachar a Jardiel de machista? Hago referencia a esta
serie, porque me fascina como obviamente siendo dirigida a un público femenino
insulta a la mujer y a sus valores en cada una de sus secuencias. Nunca he oído
ni una queja al respecto. ¡Ay Jardiel, hemos
terminado insultándonos solitas y la gracia que nos hace! Más gracia hace un
diablo vestido de Juan Manuel de Prada, bien
apretadito en latex rojo, que vestido de Prada, pero bien lo expresaste en tu obra Las
cinco advertencias de Satanás, el diablo advierte y Jardiel
divierte, como el público paga y la crítica pega. Tu machismo no ofende, no se
oculta, ironiza y nos habla de una mujer que ciertamente existía como producto
de una sociedad a la que empezó a curar la democracia. Sólo una mujer frívola
puede ofenderse ante el espejo de Jardiel y quedan
muy monas debajo de un almendro. Mucho han cambiado las cosas desde entonces
pero no todo para bien, ya podría volver la pasión que España tenía entonces
por el teatro, una buena razón que aprovechaban la mujeres para vestir sus
mejores galas y mirar con el rabillo del ojo a la de al lado como si fueran
parte de la obra.
Jardiel no gustaba del
romanticismo en escena y es que no hay nada más aburrido sobre el escenario
exceptuando la ópera que tiene otros muchos recursos para salvarlo. Cuando
tiene que decidir el corazón mejor que lo haga la cabeza, por ello no sucumbe a
tratar el amor como tal, sino como un sentimiento cotidiano y frívolo tratado
con ironía. El propio Shakespeare en el peor se sus
dramas se valía de la ironía. Como dice mi amigo Hipólito García, “el romanticismo es un amigo íntimo muy
amable” a lo que yo añadiría “y muy
aburrido”. Por otro lado Jardiel, gracias a su
destreza con la pluma, daba una pincelada de romanticismo a golpe de invisible
tinta de limón haciendo juegos malabares con el erotismo sin llegar a caer
nunca en la pornografía.
“He
mejorado a pesar de la penicilina”
Es
conocido el escepticismo que Jardiel sentía hacia los médicos. No sólo es
latente en todas sus obras como iremos viendo a lo largo del ensayo sino que
fue una convicción a lo largo de su vida, desde que muriera su madre de cáncer
cuando el tenía dieciséis años, invadiéndole desde entonces ese remordimiento
que le llevó a estudiar él mismo libros de medicina para a partir de entonces
diagnosticarse a sí mismo y a su familia. Jardiel
tendía hacia la medicina homeopática basándose sobre todo en el poder diurético
de los espárragos, para terminar siempre siendo atendido por los médicos
tradicionales, a excepción de su última enfermedad, de la que no quiso
tratarse. Pero esta vez no fue por su rechazo a la medicina, Jardiel no quiso tratarse llevado por una depresión.
Muy jardielesca es La
defunción del profesor Lerghundi de EL
LIBRO DEL CONVALECIENTE, un “horrendo drama” de medicina moderna
donde el protagonista es un sabio médico e inventor que crea el “cardiómetro
vital”, destinado a averiguar la fecha en la que uno va a morirse. Así pues
hace él mismo de paciente o mejor dicho, de impaciente y decide experimentarlo
en sí mismo y en su esposa descubriendo que va a morir nueve años antes que su
mujer, con la impresión de la noticia al profesor Lerghundi
le da un patatús y se va al Triana muriendo once años
antes del que tenía que morir.
El hombre que nació antes
de tiempo…
Un
título resultón que he oído mucho y con el que no comulgo. Jardiel
nació cuando debía nacer y el resultado de su obra es la consecuencia de ello.
Yo no creo en las casualidades, no pienso que lo casual sea una explicación a
nada sino una consecuencia. Este grupo de autores del que venimos hablando
surgió al refugiarse de la realidad a golpe de humor, una nueva dramaturgia que
comenzó antes de la guerra civil. Más allá de divagaciones existenciales, Jardiel aún hoy por hoy no es recibido ni entendido como
merece. Transgresor y atrevido rompe con una
conciencia social que dudo cambie nunca: las bases de la sociedad, la gran
mentira nunca entenderá a Jardiel. Un hombre que nos
explica el teatro de la vida a base de situaciones absurdas mantenidas sobre
las tablas de la realidad. España pasaba los años más duros de la historia
reciente, esa no es época en la que nadie desee nacer, pero el español es muy
diferente al resto de los europeos, el español tiene intrínseco en su ADN la
picaresca, el humor, folclore y vitalidad (o tenía, tal vez nos haya afectado
el agujero en la capa de ozono). Lo que hizo Jardiel
junto a otros integrantes de la llamada por López Rubio “otra generación del
A los que afirman que se adelantó a su tiempo,
como si de un piropo empático se tratara, les diría
con el fanatismo jardielesco que me arrasa, que
Enrique Jardiel Poncela
nació cuando debía nacer (eso sí, se adelantó a todos los tiempos).
“Sin Ramón Gómez de
Enrique
Jardiel Poncela
Vivía
España un momento muy especial y eso se reflejó también en la literatura. A principios
del siglo pasado nacieron y se unieron en vanguardia una serie de escritores
con ganas de renovación, Dios los crió y ellos se juntaron. Miguel Mihura, Alejandro Casona, Javier López Rubio y Neville serían algunos de sus compañeros en esta aventura. Jardiel sería de los primeros tras la estela de Lorca en introducir el surrealismo en el teatro, para
llegar a lo que se terminaría llamando el teatro de lo absurdo, que nada tenía
de absurdo. Antes de llegar la otra generación del 27 en el Teatro español
imperaban dos vertientes, la seria con Jacinto Benavente (que de seria no tiene
nada pero así era entendida), decir que su crítica social es de las más
humorísticas y descarnadas que he encontrado en la literatura española. Junto a
Benavente, Linares Rivas y los neorrománticos Marquina
y Villaespesa o los hermanos Machado. El genial Valle
Inclán, Unamuno, el humor
intelectual de Azorín, el humor surrealista de Lorca… un teatro que no hacía taquilla. Por otro lado
encontramos el teatro cómico convencional, el del chiste, el doble sentido y
juegos de palabras como el de Arniches o los hermanos
Álvarez Quintero y el Teatro que seguía la astracanada de Muñoz Seca y de Pedro
Pérez Fernández, pero el retruécano re-cansa (sic) y fue entonces cuando
apareció Jardiel, bien heredado de su amigo Ramón
Gómez de
El salto de esta generación fue del teatro cómico
al teatro del humorismo, el humorismo evita lo cómico ya que lo cómico es la
tumba del humorismo, el humor es puro sentimiento, una situación trágica que
termina en sonrisa o una alegre que termina haciéndote llorar para volver a ser
rescatado por la tragedia de la risa. Cuando Ortega y Gasset
dijo que “el arte nuevo era
fundamentalmente cómico” tal vez debió decir humorístico. Este nuevo teatro
desaparecería en los años cincuenta con Buero
Vallejo, cuya lucha contra la injusticia se plasmaría de una forma más
comprometida y dramática.
Jardiel era un
experto en complicar las situaciones para luego arreglarlas e introducir el
temor con humor unido a lo imaginario aunque en todo momento se mantiene la
conexión con lo real, esto es lo que el mismo Jardiel
llamaba ” la locura en libertad vigilada”.
La irrealidad como alma de la realidad y justificada por ella, algo muy
contemporáneo. Jardiel trajo una sonrisa nueva, dio
la vuelta al humor en medio de un panorama ávido de cambios, con sus
consecuentes problemas con la censura. Parece que por aquél entonces la
incomprensión al autor era tan elevada que incluso fue tachado de franquista
por los exiliados políticos en América, lo que le llevó a consecutivos fracasos
y problemas en Uruguay. Se puede pensar que su obra no fuera censurada suena
sospechoso pero Jardiel se cuidó de no traspasar
algunos límites. Tal vez, su libro más arriesgado fue
Hago referencia a estas palabras porque aunque la
tournée no sea una obra de teatro si lo es, porque es una novela dialogada y
uno de los puntos que desarrollaré en el venidero ensayo se centrará en sus
introducciones, auto críticas y en cómo, en contra de lo que defienden algunos,
Jardiel si sometía a su obra a una auto censura tanto
en pro de mantener su público como para no tener problemas con el régimen de
turno. El espectador en general miraba a Jardiel con
escepticismo, recordemos que estamos tras la segunda guerra mundial y en una
España en pleno conflicto.
“
…El Teatro es un instinto, no un arte: porque el Teatro, para ser, tiene que
gustar a las masas espectadoras, y si no gusta a las masa espectadoras, no es,
tanto que las artes lo son sin requisito, incondicionalmente: per se” Enrique Jardiel
Poncela en una carta a Alfonso Sastre
Para Jardiel una obra de
teatro escrita no existe hasta que es representada, necesita a su público, lo
que por un lado parece respeto a este público estoy segura que enervaba terriblemente
al autor, esa condescendencia obligada que le llevaba a hacer las obras más
comprensibles o masticadas debía de sentirlas como una amputación a su
imaginación desbordada. Jardiel llegó a modificar
textos, diálogos, situaciones y auto censurarse actos enteros para llegar a
todos los públicos, una pena, pues talvez el público del auténtico Jardiel no fuera mayoritario pero si fiel y agradecido. No
quiero decir con esto que cayera en absoluto en los tópicos y chabacanería
popular, porque a pesar de los cuidados y moderaciones que tuvo Jardiel en sus obras mantuvo siempre un humor inteligente
jugando con la inteligencia y la razón, esto unido al don del verbo fluido y
preciso hace que sus trabajo sea de una calidad exquisita.
Reincido en que, consciente de la importancia
del espectador, siempre lo tuvo presente a la hora de escribir sus obras,
incluso en alguna los actores se pasean por el pasillo haciendo sentir a la
concurrencia ser parte de la obra. Lo que sentía Jardiel
hacia su público no era tanto respeto como obsesión y deseo de taquilla, el
público es el alimento de una obra y de la que aún está por escribirse. Intuyo
una relación de amor y odio con su público, con independencia de sus fieles,
porque gracias a Dios (ese Dios que se pasea por la tierra en Tournée) siempre
tuvo seguidores que no dudaban de su talento, palabra que se nos hace epíteto
acompañando el nombre de Jardiel. Aun así fue y
continúa siendo un gran incomprendido. Casi puedo oírle pensar “Si estuvierais preparados para lo que tengo
en esta cabeza y lo que siente este corazón, todo sería mejor, el mundo sería
mejor, mi obra sería mejor, si cabe”
Esta obsesión con el público puede parecer
contradecirse con la propia opinión de Jardiel sobre
su Teatro: admirador de Lorca, ambos declaraban
querer romper con el teatro clásico y así lo hicieron. Federico trajo el Teatro
“bajo la arena”, lo que hoy se
entendería como un Teatro underground con una Barraca
itinerante que viajaba por la península; Jardiel por
su parte quería combatir el teatro que nace para complacer el gusto del
público, lo que llamaba el teatro asqueroso. Rompió y alumbró la herencia de
Ramón Gómez de
Otro
ejemplo de su inteligente moderación es el retrato de las diferentes clases
sociales, cosa que hace con gracejo y sin exageraciones, cuidándose de no ofender
a nadie. Este recurso apareció en general en toda la generación del 27, pues
según se caminaba hacia la democracia fueron apareciendo nuevas clases sociales
como el estraperlista, el burgués pobre, el militar bien avenido…Uno de los
personajes repetidos por Jardiel en sus obras es el
mayordomo que en general desempeña con frases ocurrentes y chisposas la labor
de vínculo entre las clases. Las situaciones disparatadas caminan sobre las
reales en una comunión que nunca deja indiferente al espectador, las puestas en
escenas y la interpretación continuaban siendo tradicionales, tal vez sus
escenografías y el diseño de sus decorados cambiaron tras su aventura en Hollywood, llegando a jugar un papel más importante sus
obras.
La originalidad de Jardiel
consistió en no centrar toda la atención en la palabra como se venía haciendo
sino combinar palabra y acción; consiguió un humor situacional, introdujo
nuevos elementos en la situación dramática, situaciones de romanticismo
escéptico, temor, asesinatos, desapariciones, fantasmas, imaginación, lo
inverosímil que no es tanto como
paradoja, situaciones complicadas, la muerte, el tiempo y sobre todo la
intriga…Jardiel innova introduciendo la intriga
racheada a lo largo de sus actos manteniendo así la atención del espectador que
elucubra con lo que está aconteciendo para terminar siendo sorprendido. Jardiel cuenta con obras que son parodias literarias en sí
mismas, donde la situación teatral pierde importancia y tiran del carro la
ironía y la paradoja al trote de la palabra. A lo largo del ensayo analizaré
las diferentes obras de Jardiel partiendo desde este
planteamiento en cuanto a la importancia situacional hasta la lingüística, así
pues encontraremos tanto obras basadas en planteamientos dramatúrgicos
con un exquisito enfoque y desarrollo y espectacular inteligencia, como es el
caso de Eloisa está debajo de un almendro o Blanca por fuera y Rosa por
dentro, otras entretenidas y enrevesadas, obras que se acercan al
folletín y que no presentan novedades en cuanto a la trama o el desarrollo,
otras en las que pondera la imaginación, en las que introduce personajes
disparatados en un careo con el público, al que desafía hasta el final donde
por fin entiende la obra, como Los habitantes de la casa deshabitada.Y
es que cultivar un jardín de jardieles es cultivar
tanto éxitos como fracasos, hay pájaros que lo devoran por suculento y otros
que lo picotean con sus malas críticas.
El
lenguaje jardielesco
Jardiel tenía confianza en su
capacidad creadora como dramaturgo, basada en su imaginación y rematada en el
don de verbo fluido y precisión de sus palabras, era grande y era consciente de
ello. El lenguaje teatral, el diálogo y la palabra dramaturga buscaban ser
originales tras la estela de la melodía del humor vanguardista.
Uno de los recursos lingüísticos que más me
impresiona es el de reírse de los tópicos, burlándose de ellos, tomándoselos en
serio o al revés que es lo mismo. No hay una obra de Jardiel
en la que no introduzca alguna novedad: mezcla todas las formas del lenguaje y
jergas, que aparecen ligadas a los personajes de tal manera que sin necesidad
de descripción entendemos el extracto social al que pertenece sólo a partir de
su diálogo.
Como
he dicho, el poder situacional de las obras de Jardiel
no deja de lado el poder de la palabra: en ese sentido Jardiel
sigue la tradición escénica y proyecta en el diálogo el instinto humorístico
cuidando el lenguaje con mimo haciéndolo parte de un todo, como el que coloca
un jarrón en el lugar exacto. Jardiel juega con las
figuras literarias mezclándolas todas en este inverosímil jarrón, llegando al
absurdo verbal, confundiendo los elementos lingüísticos mucho más allá de los
elementos situacionales. Es esto lo que a mi personalmente me enamora de Jardiel, un lenguaje que se me hace erótico por su ritmo y
que despierta con una sonrisa la conciencia que nunca debió dormirse. Jardiel entrega el alma cuando derrama su pluma.
a suivre…