Instrucciones para abrazar a una princesa



Esther Peñas


imagen: REMEDIOS VARO


El abrazo es recibir un cuerpo ajeno como propio y entregar el propio al ajeno. Ajenjo, clavo, maicena, eneldo, vino de cosecha en porvenir. Los ingredientes del abrazo escrito. Atentos. Parece fácil, pero una princesa requiere sus detalles. Lo primero, comprobar que es una princesa (véase sus lunares –destacan por su gama de tintes y por su disposición de lluvia; si no procede desvestir a la princesa, fíjese en sus labios: verá en ellos rastro de túnica, minarete de poema).

Una vez reconocida la princesa (la última gran cosecha fue la del 62) disponga el ánimo. Sea trascendente, generosa, hedonista, incendiaria. Inaugure el prodigio, confíe en que se producirá el milagro. Abra la puerta, avive la sed del brocal, sea boca de riego, prenda un ruego (su nombre hecho ya verbo, carne, sal, acontecimiento).

Cuando esté llegando la princesa, descorche una sonrisa pro indivisa, que sea única y sincera, esto es crucial. La sonrisa persigna el alma. La princesa se acerca, usted ya está presta a envolverla en piel. Ella hace lo propio pero principescamente, claro.

Se abrazan. Dos, veinte, tres, cuarto menguante. No están desnudas, pero lo parece. Los relojes no han desfallecido, pero sí la percepción de lo que anuncian. Se abrazan. Velero, fronda, emboscadura, goce. Está sucediendo. No piense, déjese sentir. Si cierra los ojos, se abre el campanario interno. Sístole. Borbotón. Corrientes circulares. Está sucediendo.


Fin. No. Un abrazo ya siempre sucede.