Los inspirados



De Esther Peñas para Lourdes Martínez, que prendió esta lumbre (*)



Como pálpitos de arena trazan rastros audaces en las noches mudas, los inspirados. Se sitúan en el centro preciso del mundo para sentir el infinito respirando desde sus branquias; besan presagios, queman congojas, alumbran constelaciones hipotéticas. Llevan tatuados en la punta de la lengua antiguos astrolabios.

Los inspirados siempre aman. En el reducto del vértigo, allí donde brotan los cantos dementes de quienes se abandonan, se consagran sin soga que asome ni jubones que preserven el pudor último, aquel que estremece; insomnes, dan pasos de lumbre para embridar el cáliz de la entrega y juran en lo alto de una estrofa los feroces himnos de los hombres.

Los inspirados asumen su hueco, profundo como un invierno sin cierres; confían en la bujía de su deseo, se embriagan de cuanto contiene leguas de vida, dibujan con pan el territorio que habitan. Se les desprenden las algas de los labios como resbalan los augurios de los profetas.

Porque aman, los inspirados se hacen tango y esculpen el pórtico del templo. Son sagrario y lápices de hoguera. Porque aman, son jinetes de respuesta, instrumento de viento en salmo de apocalipsis, sal de puchero. Cabalgan la sombra para llegar a tiempo. Ellos, alba sostenida que abre el contorno y retrasa la muerte, voz en siembra, trueno exacto, tormenta alada, relámpago de cepa.

Inspiradamente viven. Son. Y se cumplen. Aman siempre.



* Lurdes Martínez es autora de ‘Los inspirados del borde del mar’ (El ojo de buey)