ILEGALES TERZA PUNTATA

 

ilegales.jpg

 

Entrevista con Jorge Martínez

by Esther Peñas

fotos: Javier Lorente

 

Los orígenes de esta banda hay que buscarlos a finales de los setenta en el trío ‘Madson’, y después, con mutaciones de por medio, en ‘Los metálicos’. Con esos progenitores se presenta ‘Ilegales’, que en 1981 ganan el concurso rock Villa de Oviedo, lo que les permite grabar tres temas en un disco colectivo. Su vocalista, Jorge Martínez, se caracteriza por unas letras sin ambages, cargadas de retranca, también en ocasiones de esencia lírica –y lisérgica-, que refleja los mundos callejeros, las paredes marginales de la vida y el intento último de los ignorados por el comercio para sobrevivir. En 2011 la banda se da por disuelta y Jorge emprende una nueva andadura musical con el grupo ‘Jorge Ilegal y los Magníficos’. Para sorpresa de todos, cinco años después, Ilegales regresa con un gran disco, en el que la contundencia, la chulería, y el susurro onírico (¿etílico?) reivindica la marca de la casa, como en sus mejores momentos.

 

¿Cómo es posible que estemos en una sociedad a punto de ser engullida por corruptelas, refugiados desatendidos, recortes sociales y no hayamos tomado las calles?

Los movimientos son siempre pendulares, ahora estamos en el momento más álgido, económicamente hablando, y en este momento, todo está condicionado por las leyes del mercado, las autoridades bancarias europeas dicen a los políticos qué tienen que hacer, se mueven por el dictado de los mercado, pero las páginas de la historia ya están temblando porque el péndulo tendrá que moverse en la otra dirección, hacia una economía keynesiana, con más intervención. El equilibrio es difícil. El gran momento keynesiano viene tras la gran depresión norteamericana, cuando el New Deal. La gente ni se preocupa ahora porque estamos anestesiados, y eso que hubo condiciones más  fuertes, como el Chile movido por la Escuela de Chicago, a la que no le interesaba estudiar las páginas de la historia manchadas por sangre, una universidad un poco extraña...

 

Después de cinco años de disolver una banda, ¿uno la vuelve a convocar para hacer un disco irremediablemente inevitable?

Sí, eso es, es un disco inevitable. Tenía una colección de 21 canciones urgentes, a las que darles salida, en el otro proyecto en el que estaba embarcado no tenían salida alguna, por eso tuve que llamar a mis compañeros de Ilegales y fluyó todo muy fácilmente, como si hubiésemos estado tocando el día anterior; todo resulta fácil cuando hay buenas canciones. Cuando se disolvió la banda hacía tiempo que no teníamos temas nuevos, por eso tuvimos que abandonar el proyecto. Hay otro disco más preparado, y la banda sonora del documental ‘Mi vida entre las hormigas’, un documental sobre Ilegales, en el que no tenemos parte económica ni nada, realizado por Juan Maya y Chema Veiga, en el que quizás oiga cosas que no me gusten, pero tiene que salir así, sin censura. A pesar de que soy de quienes piensan que toda la verdad del rock no debe contarse, pero sí dejar una buena parte.

 

Durante estos últimos cinco años, ¿nunca se le pasó la cabeza el regreso de la banda?

No, la verdad es que no, me pareció poco realista pensar en que, con 60 años, iba a asumir un concierto de Ilegales como el que vamos a asumir ahora, tan intenso, con canciones que no permiten casi sin respirar... me exijo mucho en el escenario, pero la muerte no hace bien su trabajo y aquí estoy, con buen aspecto, con ganas.

 

¿Con 60 años se pierde frescura?

Con 60 años soy igual de desastre, sigo igual que a los 16, creyendo en las mismas cosas, portándome igual, igual de cretino que entonces... Y eso que cuando más vivo, más cambio, pero cambio muy poquito, porque esto de morderse la lengua duele mucho. En fin, trato de mejorar...

 

¿Qué es mejorar?

Ser más tratable, a veces soy intratable... si hubiese más intratables, el mundo hubiese cambiado a mejor... de alguna manera he intentado ser ángel, pero me ha tocado ser demonio, pobre diablo, más bien.

 

¿Qué aporta la edad?

No lo sé... sigo con el mismo ansia de aventura que siempre, y eso que he conseguido mis deseos más primitivos e infantiles, tener un molde para hacer mis propios soldaditos de plomo, las guitarras que miraba en los escaparates... me gustaría aportar algo a los demás, porque soy de naturaleza generosa, ser como los cubitos de hielo en el güisqui, que se derriten pero modifican el ambiente. Algo se consigue... desconfiaba en la capacidad del rock para cambiar las cosas, pero pienso en Ecuador, un país donde Ilegales tiene una gran proyección, y me doy cuenta de que son un poco más libres gracias a nuestra influencia. En España me equivoqué al elegir discográfica, y la influencia que ha pervivido ha sido la de Mecano... Mecano no libera mucho, la verdad...

 

¿Que la vida ‘sea fuego’ estimula, acobarda, provoca..?

La vida es fuego y te acaba haciendo cenizas, la vida es una combustión, un proceso de oxidación, lo que hace que merezca la penas son los momentos, porque la vida es un accidente único, no es un ensayo, esto es la vida misma, hay que aprovecharla, incluso arriesgándola. Yo he vivido por el método suicida siempre, pero no conozco una manera mejor de vivirla. Quienes se han resguardado han vivido menos. No se puede guardar la ropa demasiado, hay que asumir riesgos si no, no se vive.

 

La violencia, de una u otra manera, está presente no solo en el disco, es obvio, sino en el ser humano. ¿Por qué tratamos de continuo de dulcificarla?

La violencia está en la naturaleza humana, los grupos y las personas bienpensantes me producen un verdadero asco, la realidad es eso que cantábamos: “Esta es tu pelea, levántate y lucha”, sigo manteniendo ese discurso, la vida no es un vals, lo peligroso es la mansedumbre, si no luchas te matas, esa política de las ovejas frente al lobo no funciona, va en detrimento de la oveja y me niego a ser oveja.

 

También hay violencias no tipificadas: corrupción, impuestos, inmigrantes hacinados...

Eso no es violencia porque entendemos que el Estado tiene el monopolio legítimo de la violencia, pero cuando el Estado cae en manos de toda esta gentuza ellos la practican impunemente, están legítimamente dotados de la capacidad para ejercer violencia sobre el pueblo, por elección. No me lo creo. Ese es uno de los  grandes problemas de la república liberal burguesa, tan sacralizada en este tiempo, no creo en ellas, son un poco más tangibles que las repúblicas psicodélicas, pero menos creíbles.

 

Y los otros, los que han venido, ¿le convencen?

Celebro la llegada de los otros, de las nuevas fuerzas emergentes, ya era hora de que existieran, que alarmen a estos que se cambiaban cromos por debajo de la mesa constantemente, y me parece que tengo grandes esperanzas.

 

Como el libro de Dickens...

Sí, es que es así, la gente de la calle ya se está preocupando de esto, no tanto como del fútbol pero sí estamos más interesados, no como en los tontorronos noventa, la época más estúpida que hemos vivido...

 

Si tuviera que definir su disco diría que es una propuesta del abandono de lo previsible como táctica política. ¿Qué me dice?

Sí, se me acusa, por un lado, de poco amable, por afrontar las cosas tan frontalmente, por ser tan poco previsible, pero también se me acusa de ser muy accesible, como si eso evitase ser una estrella de rock, me dicen. A mí hablar con la gente, de cualquier ámbito, no solo de los intelectualizados, me enriquece mucho, el intercambio es tremendamente valioso, no estoy aquí para ser una estrella sino para hacer la mejor música posible, qué cojones estrella, me repugnan algunos de mis compañeros que van de estrellas, con esa falsa humildad... de hecho, cuando les doy la mano voy y me la lavo después, no puedo evitarlo, es como un asco físico... en ese lado estoy, de alguna manera asusto, pero el rockero de base y algunos intelectuales, como Roger Wolf, me respetan.

 

¿Qué sería de los españoles sin los bares?

Los bares son la verdadera patria, donde se fraguan todas las conspiraciones, los lugares que han cambiado las historias, la economía, la política... socializar es muy bueno, no entiendo eso de la estrella totalmente aislada en su torre de marfil, meando colonia. Me encantan los bares.

 

¿Qué ofrecen los licores de triste calidad?

Antes se consumían mucho, en los 60... ¿Que qué ofrecen? Ofrecen un momento de alienación, un descanso, pero hay que saber salir de ellos, está muy bien entrar pero también hay que saber salir, yo no tengo personalidad adictiva, de puro resbalar he salvado la vida, a veces es cuestión de suerte... los licores son una protección, hay momentos en que hay que caerse inconsciente, no sé qué proceso cerebral genera, pero te aseguro que es bueno, aunque te duele la cabeza.

 

¿Nos asusta lo contundente?

A mí no me asusta, este está lleno de cobardes, no todo los días uno encuentra oportunidades para ser un héroe, pero sí cada día tenemos al menos una oportunidad de no ser cobardes. Yo no soy cobarde, siempre he ido a la pelea despreocupado y alegre, con alegría, joder, siempre por una causa que yo creo justa, a veces habré combatido en el bando equivocado, pero no me he enterado jamás.

 

Para que un bar sea un buen lugar, ¿qué tiene que tener?

Manchas, manchas, me encantan los bares sucios, el suelo tienes que estar lleno de cosas, tienen que estar manchado de vida, los bares de ahora son asépticos, casi mortuorios, joder, parecen sarcófagos que desecharían cualquier momia que se precie...

 

Temas como ‘Hipster’ o ‘El teléfono y el mal’ dan cuenta de cuánto le asquea ciertos aspectos de nuestra sociedad. ¿En qué momento uno debe de dejar el respeto a un lado y utilizar la contundencia? Perder las formas

Siempre, eso de respetarlo todo es un error, hay que respetar lo respetable, lo que no merece respeto tiene que ser escupido, es la manera de ser limpio y bueno, e intento ser limpio y bueno y decir la verdad, otra cosa es que lo consiga, que no es poco.

 

Puestos a elegir entre novia y reloj...

¡Jajaja! soy muy puntual, pero no por el puto reloj, porque aprecio y valoro mucho mi tiempo y el de los demás, eso sí que es respetable, cuando llego tarde a un sitio me pongo loco por intentar llegar a la hora, no juego con el tiempo de la gente, esto no es un ensayo general, es la vida... y me llevo muy bien con las mujeres, se divierten conmigo, cuido de ellas y ellas de mí, han hecho grandes cosas por mí, pero vivir sin novia ni reloj, sin obligaciones, de vez en cuando es maravilloso...

 

¿Existe algo capaz de convertir en legal a estos ilegales?

No, no existió a mis cuatro años y tampoco ahora, me llevaron a un colegio militarizado para muchachos con problemas, para enderezar el árbol, y no pudo ser.

 

¿Me recomienda alguna canción que no sea suya?

Me gustó mucho una canción de Coque Malla, ‘El último hombre en la tierra’, qué buena, me gustó.

 

ilegales_1.jpgilegales_6.jpg

 

BARCELO

23 ABRIL

(impresiones)

 

To be a rock-r o sólo jugar a serlo (esto es, ser nada):  garrotazo (nunca vil –mejor evil-) y ente tieso.

 

No hay público, hay mucho más (y mucho mejor): una multitud en sintonía que silba y corea con vocación de antiplayback.

 

Las ausencias se compensan con una más intensa presencia de los que aún quedan en pie.

 

SER como juego de riesgo: lo contrario de jugar a ser.

 

“Aquella modestia tan vanidosa que se toma a sí misma como mero pretexto para asegurar irrestrictamente el inflamiento y ensoberbecimiento recalcitrante y la autocontemplación en público... para tapar el repugnante autoencomio de la propia y miserable mezquindad bajo el relumbrón de algo que se da en llamar virtud.” (definitivo retrato que hace Heidegger de la viscosidad, del chapapote farisaico –un concierto de ILEGALES jamás pecará de ello-)

 

 

nuestros tributos:

la mueca

la ruleta china

el día después

 

 

entregas anteriores:

su nombre es peligro

un concierto de cagarse

 

ilegales_3.jpg