En el lado correcto de la histeria.
O las últimas boqueás.
Nuevo zurriagazo de Andrea Byblos (porque no hay nada más intempestivo que la realidad)
Hay una película de cine negro llamada “Sunset Boulevard” -que en español se tradujo como "El crepúsculo de los dioses"- que me recuerda a lo que le pasa a la izquierda actual. En la peli, una actriz de cine mudo, que fue una gran estrella de Hollywood, sigue obsesionada con seguir siendo una gran estrella, pero el tiempo ha pasado, el cine es sonoro y ella ya es una mujer mayor, no una belleza joven.
Es lo que le pasa a la izquierda actual, un divismo que no se corresponde con su posición actual en el mundo. Es una vieja estrella pasada de vueltas, que se cree bella y atractiva y se maquilla como puede mientras vive en la ilusión del pasado.
Cuando hay cualquier problema, que muchas veces ellos mismos han creado, lo que hacen es repetir el mantra aprendido, indignarse cual divas y pedir que se haga más aquello que ha salido mal.
Un ejemplo de este divismo ha sido lo de la flotilla basurilla, con una panda de héroes que, mintiendo sobre la ayuda que llevaban a Gaza, se pasaron un mes de isla en isla hasta ser gloriosamente secuestrados y torturados, algo que buscaron con afán, para regresar a los dos días del secuestro, como héroes, felices y sin un rasguño, diciendo que su sufrimiento y tortura era comparable a Auschwitz.
El sumun de la política de gestos ha acabado en esto.
El narcisismo de la política de gestos, creada por los políticos para su uso personal de manipulación de masas, una vez extendida a la plebe como moda da lugar a estos esperpentos.
Pero este esperpento que vivimos es tan lejano a la realidad humana, a lo que históricamente hemos sido por milenios, que no puede durar demasiado.
Las últimas boqueás de la izquierda serán convulsas. Como el pez que se revuelve al ser pescado.
Es una ideología que presumía de ser siempre joven, pero ha envejecido mal.
Funciona aún en los cerebros de gente que ha basado toda su autoestima no en ser ellos, sino en ser “de” izquierdas, ser rojos, ser del Barça, del Real Madrid, o “ser de”. Pero por muy bonita que sea la utopía, y muy mágico el sentimiento de la superioridad moral, la realidad es lo que cuenta. Y los desvaríos de la izquierda no hacen más que empeorar la realidad.
Se dice mucho eso ahora, con gran engolamiento, de: “estar en el lado correcto de la historia”. Es lo más del engreimiento moral.
En realidad, el lado correcto de la historia es siempre el lado del que gana la guerra. Porque es el que lo va a contar como más le convenga.
Y aún hoy, si lees algo de historia y te centras en un personaje histórico importante, te puedes encontrar varias versiones contrarias de lo que supuestamente fue. Pasa así con Nerón, con Calígula, con el Papa Borgia, que para algunos eran lo más degenerado y para otros personajes históricos a las que se ha difamado en exceso y con buenas cualidades. Al final, depende de la opinión del historiador que leas, de sus ideas políticas.
La historia no es una ciencia exacta y la neutralidad es muy difícil de encontrar con personajes del pasado… Ni qué hablar que si nos centramos en el presente la neutralidad es inexistente con numerosas organizaciones presionando por aquí y por allá para que se cuente lo que a ellos les gusta o les conviene.
Decir que se está en el lado correcto de la historia no es más que una pedantería de autobombo de petimetres afectados postmodernos que dudan sobre si ponerse otro piercing en la nariz o tatuarse algún unicornio mientras sueñan con ser héroes de película Disney.
Sin embargo, sí se puede estar en el lado correcto de la histeria, allí donde más histeria se produce. En esas movilizaciones de masas que, bien sean para quemar las calles, para saquear tiendas o para lapidar a un pecador, siempre tienen numeroso público dispuesto a ello con devoción.
Mientras lapidan a un pecador (como en la escena de la lapidación de La vida de Brian) o saquean una tienda en nombre de la justicia o algún sentimiento muy elevado están en el lado correcto de la histeria. Esta histeria de masas tan usada y abusada por la izquierda y que ha fagocitado por completo ideas que en sus principios fueron innovadoras y necesarias.
Ciertamente, la izquierda que existió en sus principios, la de Saint-Simon, Marx, Engels, Trotsky e incluso Lenin, con todos sus defectos y su utopía tan irreal, tenía un sentido y un objetivo loable. Y era como una joven lozana, llena de vida.
Pero de tanto enviciarse en mentiras, dictaduras, autoritarismos, corruptelas, utopías imbéciles antinaturales, contradicciones brutales y amor al poder, ha acabado como una vieja diva espantosa a la que muchos jóvenes le huyen.
Va a ser difícil, que salvo a algunos tarados, y chaqueteros que se arriman a la tendencia de moda (que en unos meses ya no será moda), la izquierda pueda seguir seduciendo a las masas por mucho tiempo.
Ahora, acabada esta fase de la guerra de Gaza (habrá más, claro, pero el foco ya no va a estar allí aunque a algunos les convenga mucho para ocultar sus trapos sucios), comienza lo bueno. Es decir, lo malo. Nuestro sistema de vida, nuestra cultura europea, está en un gran peligro de desaparición. Con tanto apoyo a los islamistas éstos están muy subidos y habrá enfrentamientos y revueltas en una Europa cuyas élites no quieren darse cuenta de que está siendo invadida para no comerse el marrón (nuestras élites están formadas por gentes muy mediocres y adictas al poder que sólo desean reunirse con otros como ellos en lujosos salones para lucirse como jefes, sentirse importantes, que les hagan mucho la pelota y dejar que los problemas se pudran, ya que para solucionarlos hay que arremangarse y ellos no están dispuestos a comerse el marrón).
En sus últimas boqueás, la izquierda suicida -con la empatía suicida de la que habla el escritor Gad Saad- apoyará a los islamistas.
Y lo que viene después, nos invadan o no: Es que la izquierda desaparecerá.
Si ganan los islamistas éstos se cargarán a la izquierda, que, aunque los apoya mucho y ellos se dejan querer, es todo lo contrario a lo que ellos desean imponer: un califato corrupto donde manden ellos desde sus clanes y nos hagan la vida imposible a todos. (Decía un americano, cuyo nombre no recuerdo, que la izquierda y los islamistas, tan antagónicos, se parecen mucho en algo y es el punto en el que convergen: quieren tener el control total. Por lo que sólo puede quedar uno.)
Si pierden los islamistas la izquierda será acusada de traidora por los nacionalistas europeos y acabará como siempre acaban los traidores. Quedará residual.
Tanto unos como otros, islamistas o nacionalistas, si ganan, escribirán su lado correcto de la historia.
Para la izquierda, queda el lado correcto de la histeria. De cómo sus líderes han sido maestros en la manipulación de la histeria de masas, con tanta excelencia que se han creído que también usarán y manipularán a los islamistas -como hacen con sus borregos suicidas- y como eso los lleva a su final.