EN CASA DEL HERREROS SE TOCAN MUCHOS PALOS

 

                         Un ensayo de Guillermina Royo-Villanova,            

                         acá Clorata de Potasa

 

La polifacética vida y obra de un humanista del SXX

 

Enrique Herreros fue un hombre polifacético motivado por las innovaciones del comienzo del siglo XX, cuando el ámbito sociocultural estaba en pleno proceso de cambio. Herreros formó parte de una generación que se desarrolló  en un tiempo de experimentación y modernidad en Europa, donde las artes comenzaban a soltarse la melena y las mujeres a cortársela. Aunque  España iba rezagada a este progreso los escritores y pensadores de la generación de 1914 atraídos por la cultura europea analizaban los problemas de España desde esa nueva perspectiva. La propuesta de estos antecesores de Herreros como Gómez de la Serna, Marañón o Ortega y Gasset, consistía en modernizar intelectualmente el país.

Se puede decir que Enrique Herreros era un humanista en las nuevas artes de aquella vanguardia atreviéndose con el cine, los collages y la publicidad. Un experto pintor, grabador, ilustrador, director de cine, actor, cartelista, fotógrafo, escritor, bibliófilo, esquiador, respiren, sobresaliente montañero e hincha del Real Madrid. Todo esto era producto de una personalidad jovial en un hombre ocurrente, con un talento especial, una voluntad de hierro y un verdadero devoto de sus pasiones y aficiones.

 

 

Contexto Histórico

 

Todo movimiento literario y cultural tiene como influencia el resto de la historia que le precede en especial la de la generación anterior, así pues el humorismo en España tiene un larguísimo recorrido en cuanto a sus formas con su respectiva explicación sociológica. Voy a ceñirme pues a las influencias más inmediatas que dieron paso a esta generación de humoristas del 27 y en especial a la más directa influencia en Herreros.

A mediados de siglo Europa se recuperaba del Holocausto. El hambre, las epidemias y la pobreza dejarían su huella en los pensadores del momento, eran tiempos de posguerra mundial. Esto unido a una España que también se recuperaba de una Guerra Civil que se había llevado por delante a más de un millón de españoles , una España ruinosa de represión y hambre en la que se moría de tifus, tuberculosis y hasta de pena. Un país cuyo estómago dependía de una cartilla de racionamiento de alimentos de primera necesidad, una España sumida en el rencor dentro un panorama de dogmatismo, cursilería y necedad.

Los cambios comenzaron el 14 de abril de 1931 al proclamarse la Segunda República con el derrocamiento de la monarquía. El desastre del 98; la crisis en torno a la Restauración, la crisis económica y la lucha por la perseverancia de la soberanía absoluta dio lugar a la aparición de una nueva generación que empezaba a notarse ya en los años 20. Herreros comenzaba a reírse de las viejas costumbres y a acercarse más a las izquierdas que a las derechas. Sin embargo la Guerra Civil trastocó el destino y el camino de Herreros como de tantos otros españoles.

El humor en las publicaciones satíricas de entonces empezaba a aburrir a los lectores con tanto chiste sobre crítica política, así como el ambiente general en la prensa de adoctrinamiento y el arraigado estilo de discurso y oratoria. Con la consolidación del SXX y la revolución de las costumbres y del pensamiento, los nuevos transportes y la consagración del cine llevó a la búsqueda de otro concepto de humor más moderno.

En cuanto a las publicaciones periódicas, el periodo anterior a la guerra estaba monopolizado por el articulista exceptuando unos pocos como Julio Camba, Ramón Gómez de la Serna y Wenceslao Fernández Flórez  tras cuya estela fueron apareciendo otros como Jardiel Poncela, Tono, Mihura, Neville, José López Rubio… abriéndose paso a una nueva época. Este último utilizaría por primera vez el término de la “otra generación del 27” en su discurso de ingreso en la Real Academia Española. 

Esta generación de 27, la del humorismo, declaraba la guerra fría a la intolerancia y la censura con un mensaje de fondo intrínseco hasta en el más surrealista de los textos donde lo que se proclama es el absurdo ante lo absurdo de la situación. Muchas veces bajo la apariencia de inocentes textos de humor encontramos una descarnada crítica social (algunos con menos disimulo como Evaristo Acevedo que disparaba directamente encarcelando a ministros en su Cárcel de Papel). La crítica sociopolítica no había desaparecido, ahora compartía páginas con otro temas y eso si, había cambiado radicalmente en las formas, había desaparecido todo lo predecible. El lenguaje heroico que hasta entonces se había utilizado era lo que menos quería leer una juventud que tras la guerra estaba sedienta de libertad.

Para los rancios anclados en la nostalgia publicaciones como Gutiérrez (que ya existía en la República) o La Codorniz eran un grano donde más les molestaba, ya que a pesar de su inofensiva apariencia intuían un ataque a todo lo que ellos significaban. Incluso en los textos más surrealistas de Tono o Mihura encontramos una constante crítica a la sociedad burguesa, a los estereotipos y a la falsa moral. Esto lo conseguían con un continuo juego e intercambio entre el surrealismo, lo absurdo, la realidad y lo onírico. Un juego que ridiculiza lo gregario, las frases hechas, las expresiones repetidas como parte de una vida “políticamente correcta” muy lejos de la democracia. La revista semanal La Codorniz fue para muchos jóvenes una ventana abierta a la libertad, al diálogo ante la violencia y un paso definitivo hacia la esperanza. Algo se estaba cociendo en aquellas páginas. Los colaboradores de este tipo de publicación comenzaron aportando lo que Herreros llamaría gracia nueva. Un humor promotor de la libertad intelectual a través de la ruptura con los esquemas del pensamiento tradicional.

El grupo pertenecía en general a una clase acomodada, acomodada y culta que no se dejaba intimidar por la represión y gracias a estos señoritos que hicieron gala en sus estampas y textos de una actitud de rebelión intelectual a través de la burla hacia el orden establecido, se dio un impulso a la nueva generación hacia la tolerancia e independencia mediante el instrumento de la sonrisa. Estos humoristas perseguían todo lo falso de la sociedad y el convencionalismo de los sentimientos estereotipados con su pacífico ejército de muñequitos cabezones, artistas imaginarios, aventureros sin cabeza y pasatiempos enloquecidos. Tras la guerra aparecieron dos nuevas clases sociales, “el nuevo rico” y “el estraperlista callejero”, que junto a la burguesía les daría mucho juego como temática.

Como hemos dicho eran señoritos bohemios”, también hay que decir que muchos de ellos eran sordos de audífono en oreja, aunque paradójicamente esto no se comenta tanto. El grupo no comulgaba con las injusticias del régimen, no sólo por la parte que les tocaba en cuanto a la censura sino porque eran conscientes de que el conflicto entre los españoles se debía a una circunstancia que les había obligado a posicionarse, muchos de sus colegas eran republicanos y viceversa. Evidentemente la guerra polarizó los sentimientos y los amigos de tertulia terminaron en uno u otro bando pero solía prevalecer la amistad. Son muchos los ejemplos de estas amistades entre las dos españas, tan bien reflejado en la película La Vaquilla de Berlanga.  Más allá de los intereses políticos, llegada la guerra cada uno debía barrer para casa y buscar el camino más fácil para la seguridad de los suyos pero pocos de los que no emigraron destacaron por su implicación en la causa. Podías encontrar hermanos de sangre en diferentes bandos, como pasara con los Machado y entre amistades de la generación del 27, así pues, José María de Cossío, experto escritor taurino también colaborador de La Codorniz, tras la Guerra Civil utilizó sus influencias para lograr que a Miguel Hernández se le conmutase la condena a muerte por la cadena perpetua, que resultó ser de muerte. Muñoz Rojas y Vicente Aleixandre apoyarían y ayudarían a la mujer e hijo de Miguel durante su cautiverio y tras la muerte de éste. La pasión por la literatura y las artes crea una unión que no pudo separar los conflictos creados por una guerra que fue creando rencor y odio en un pueblo sediento de paz. Un conflicto que aún hoy en día sigue levantando ampollas en el fervor de la memoria histérica. Así funcionan las guerras hasta cuando no funcionan las guerras.

También tuvo Herreros situaciones parecidas. En su faceta de alpinista hizo su primer ascenso el asturianu picu Naranjo de Bulnes, con sus amigos Juan Bautista Mato y Silvino Ronda. Poco después Enrique y Bautista lucharían con los Nacionales y Silvino formaría parte del Batallón Alpino de los Republicanos. Al acabar la guerra Herreros y Bautista hicieron lo posible por liberar a Silbino cosa que consiguieron, reanudando sus aventuras en la montaña. Hubo amistades inquebrantables pero también hubo traiciones, así Herreros al estallar la guerra fue detenido por algún chivatazo de alguno de sus amigos Peñalaros de la sierra de Guadarrama, aunque de este contratiempo salió airoso y mantuvo en secreto al culpable.

Un tópico en esta generación de humoristas en los primeros años de su aparición sería la mala interpretación por parte del lector, recordemos que estamos en la España del burdo chascarrillo. Diría Herreros cuando le preguntaban por sus pinturas:

“ Yo ciertamente pinto en serio pero lo toman en broma, otras veces pinto en broma y me toman en serio”. Muy parecida apreciación a la que tenía Mark Twain y otros tantos en cuanto a cómo era entendida su obra. Hablando de Twain, el hombre que dejó de fumar veinte veces al día, podríamos atribuir a esta generación otra de sus sentencias, en la que considera que “ la risa sin tinte de filosofía es sólo un estornudo de humor, ya que el humor genuino está lleno de sabiduría”. Esta sabiduría o filosofía camuflada no era siempre percibida por el lector y fue un arma de doble filo, por un lado muy eficaz contra la intolerancia y la censura y por otro mal entendida por los lectores que no estaban educados a salirse del significado literal de los textos y estampas cómicas.               

Durante la Guerra Civil Enrique Herreros trabajó para las oficinas que Filmófono tenía repartidas por la zona nacional (Bilbao, La Coruña y Sevilla), además de colaborar para La Ametralladora como veremos más tarde, lo que combinaba con el diseño e ilustración de anuncios que ya hiciera antes de la guerra y con los textos y fotografías para la sección de montañismo en el semanario Marca. En aquel entonces residía en San Sebastián donde gracias a su amigo Miguel Mihura tuvo acceso a publicaciones europeas, a los vanguardistas franceses y al humor italiano.

En definitiva, Herreros fue un continuador de Cervantes, Goya, Quevedo, Solana, Castelló, del esperpento de Valle Inclán y de Ramón Gómez de la Serna. Tal vez siendo éste junto a Goya y Solana lo que en ideología y estética más marcaran al autor con  esa sátira goyesca inolvidable que demostró sobretodo en sus grabados haciendo gala de una rebelión intelectual a través de la burla y una sonrisa poética.

En el estilo de Herreros como en el de Gómez de la Serna de funden las vanguardias europeas con el barroco español.

“…debemos adelantar los tiempos en nuestros corazones…”  ( R.Gómez de la Serna, Ismos )

 

 

Herreros y Goya

 

Como buen madrileño y amante de la pintura bebió de las aguas del Museo de Prado. La sátira, la estética y cromatismo de Goya están impregnados en la paleta de Herreros. Arrastrado por sus inquietudes pictóricas y su afición al grabado que aprendería en la Universidad de San Fernando se situó tras la estela de Goya, el Bosco y Solana entre otros. Esto no quiere decir que como hombre de su época no tuviera la recíproca influencia con sus contemporáneos como Antonio de Lara, Tono o con movimientos estéticos como el Art Decó. Herreros preparó al público para aceptar un lenguaje atrevido en las formas y en los contenidos, influyendo con notoriedad en el actual diseño gráfico y estética. José María Pérez, Peridis, escribiría sobre el autor:

Me atrevo a afirmar, sin ningún atisbo de duda, que las diferencias plásticas entre los humoristas españoles y los anglosajones se deben principalmente a las influencias de Herreros. Esto es a que los ecos de las pinceladas de Herreros no se han apagado todavía y a que siguiendo sus pisadas en la nieve , por los campos y montañas del humor español, han transitado generaciones de humoristas gráficos sirviéndose de la paleta que llevaba Herreros en la mochila y que estaba cargada de sus pinceladas, pero también de las de Velázquez. De las de Goya y de Solana. ( Herreros traductor de Goya, La Codorniz de Enrique Herreros)

En 1946 Herreros hacía su segunda exposición en la galería Arte Estilo, una exposición compuesta por más de cuarenta aguafuertes , quince de ellos bajo el título “La tauromaquia de la muerte” y once identificados como Los Muertos, donde sin duda el recuerdo de Goya es inevitable en esa danza con la muerte.

 

Herreros autodidacta

 

El 29 de diciembre de 1903 nacía Enrique García-Herreros Codesido en el madrileño barrio de Malasaña. Más tarde cambiaría su apellido en pro de un nombre artístico más corto. Su padre Don Abelardo García-Herreros y Cortés era funcionario del Catastro de la Riqueza Rústica destinado en la tesorería de Murcia. Harto de vivir lejos de su familia consigue en 1902 incorporarse en Madrid como oficial de tercera clase de la Intervención General de la Administración del Estado. Su madre Doña Blanca Codesido que quería haber tenido una niña le ataviaba con vestidos y lazos a la vez de instruirle en las artes y educación de una señorita de provecho. Cuando oía a su madre decir que debía ser una “niña” él se preguntaba “por qué no lo había conseguido y él no había resultado femenino…” Aquellos tiempos vestido de niña fueron muy duros para Herreros. Fue un niño solitario, vestido de chica, que pasaba el tiempo encerrado en su dormitorio. Herreros diría más tarde: “…luego aprendí que se puede vivir en un pedazo y tener el horizonte de una hormiga…”

A los doce años, en 1915 asistía a la Escuela de Artes y Oficios hasta que un día uno de los profesores decidió expulsarle por su clara ineptitud para el dibujo al encontrar sus ilustraciones como ridículos garabatos sobre el papel y es que Herreros ya estaba perfilando un estilo y personalidad propia. Al dejar la Escuela de Artes y Oficios comprendió que debía ser autodidacta.

Completado el bachillerato con buenas notas se prepara para estudiar Ingeniería Industrial, sin embargo llega a su casa una citación para el Cuerpo de Artillería. Como el tema de Marruecos estaba muy latente y se iba a replegar nuestro ejército para la defensa de Melilla, Tetuán y Ceuta, su abuelo consiguió que se acogiera al reclutamiento de los llamados soldados de cuota con servicio limitado previo pago.

Su padre insistía en que hiciera oposiciones a “una cosa del estado”, que eso siempre está muy bien. Herreros consiguió un nombramiento en la Fábrica Nacional de la Moneda pero él estaba decidido a dedicarse al dibujo y a la pintura, es por esto que decide cambiar su nombre por uno más corto y fácil de retener, así, para el disgusto de su padre, decide firmar como: Enrique Herreros.

 

 

Pintura y grabado

 

Como hemos dicho Herreros bebió de los maestros Goya, Quevedo, Solana y Castelló entre  otros pintores europeos a los que imitaba y admiraba como el Bosco y Modigliani. En 1941 su amigo y arquitecto Fernández Peña con quien había compartido celda el La Modelo de Valencia, ,  le convence para que de clases de pintura al óleo. Su primer cuadro al óleo sería un paisaje del Naranjo de Bulnes. Un ejemplo más de la imparable fuerza y ganas de aprender de Herreros es cuando con cuarenta años de edad al conocer a Francisco Esteve Botey, profesor de grabado en la Universidad de San Fernando le solicita clases extraordinarias. Esta decisión de aprender a grabar aguafuertes le llevó a un estudio más a fondo de la técnica de grabadores como Goya, Solana, Ricardo Baroja, Manuel Castro Gil, Hans Holbein y Hendrick Goltzius.

En 1944 su ya mencionado amigo Emilio Fernández Peña propietario de la galería de Arte Estilo expone 21 obras de Herreros imitando autores como Rembrand, Goya, Velázquez, Rafael, Solana o Vázquez Díaz.

En 1946 inaugura también en la Galería Estilo su segundo vernissage (La tauromaquia de la Muerte y Los Muertos)

 Entre sus diversos trabajos como ilustrador de libros aparte de su famoso Quijote, ilustra el libro de Wenceslao Fernández Flórez , El toro, el torero y el gato, o las 35 estampas eróticas japonesas que hizo en 1971 y que verían la luz en junio de 2003, editadas  por EDAF y comentadas por Nati Mistral con un prólogo de Luis García Berlanga. El director cierra su emotivo texto con las siguientes palabras:  Fue Enrique el más envidiado del inefable grupo de amigos que enriqueció un largo periodo de mi vida. (Refiriéndose al dionisíaco clan de bon vivants del Café Gijón). Ese espacio vital de felicidad permanente del que no querías ni podías escapar.”  

En 1950 expone las mencionadas setenta y cinco ilustraciones de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en el Ateneo de Madrid. A lo largo de su vida hizo cuarenta y ocho exposiciones, individuales y colectivas.

 

 

El tema de “La Muerte

 

Muy interesado en la Anatomía, un joven Enrique Herreros acudía con frecuencia al depósito de cadáveres del Hospital San Carlos donde tenía acceso gracias a un amigo. Allí tuvo un primer impacto visual al encontrarse con una joven muy guapa en una de las frías mesas del depósito. Durante su vida demostraría tener un interés y una relación especial con la muerte, un tema muy utilizado en su obra más personal.

La Muerte, era el nombre con el que Enrique niño se refería a su abuela, una mujer pálida de extrema delgadez con la que mantenía muy buena relación. El último día de la vida de la Muerte ésta sólo permitió que su nieto favorito, Enrique, entrara en sus aposentos. En esta última conversación su abuela le dijo “Tú eres muy inteligente, los que están ahí fuera son medio idiotas.” El niño salió que aquella habitación diciendo -La Muerte, ha muerto.- Esta imagen y fijación no le dejaría nunca y queda bien reflejada en los ya mencionados grabados que expuso en la galería de su amigo, La tauromaquia de la muerte y Los Muertos, por otro lado un tema también muy goyesco.

Herreros ha dibujado la muerte muchas veces como todo verdadero artista. Apunta su hijo: “La muerte como la secuencia y el instante más hondos y platinegros de la vida. Enrique Herreros dibuja mil veces la muerte y se ríe de ella mil quinientas en nombre de la vida”

Herreros persiguió toda su vida esta imagen, tanto es su obra artística como en su vida deportiva. El amor a la montaña estaba unido al riesgo que conllevaba. Él mismo escribiría un epitafio cuando gozaba de su plenitud física que rezaba así: “Aquí nace un animal que nació, vivió y murió entre Sandoval, San Bernardo y Fuencarral

 

Publicidad

 

Entre 1925 y 1930 diseña para la general Motors los anuncios de los últimos modelos. También trabajaría para Harley Davidson. En 1929 comienza a trabajar como jefe de publicidad de Sagarra S.A. Donde entabla amistad con su director, Ricardo Urgoiti, que había fundado *Unión Radio lo que terminaría siendo Radio Ser y un estudio dedicado a la sincronización de películas mudas que llamaría Filmófono a la que estuvo tan vinculado Herreros. Durante la guerra continuó haciendo trabajos publicitarios desde su sede en San Sebastian. Su amigo Urgoiti tuvo que exiliarse a Argentina por su vinculación con El Sol (fundado por su padre) y Unión Radio.

 *Fueron famosas las charlas de Ramón Gómez de la Serna en Unión Radio hasta su muerte en 1932.

 

Humor

 

Herreros colaboró en las revistas Buen Humor, en La Ametralladora y en La Codorniz, pero también participó en salones y tertulias en torno a esta medicina que es el humor.

En 1942 participa en el XXVII Salón de Humoristas donde entre otros participan Javier López Rubio, Federico Galindo y Sileno. Éste último consigue la medalla de oro de dicho salón y  Herreros la de plata.

En 1946 vuelve a participar con tres dibujos en el XXVIII Salón de Humoristas.

En 1947 tiene lugar el I Salón de Humoristas organizado por educación y Descanso en Zamora donde expone con Vicente Nacher, José Picó y un recién aparecido Gila. Fue en esta expedición zamorana donde nacería la relación de Gila con La Codorniz. Sobre esta exposición diría Álvaro de la Iglesia :“…no verán en ella ni un pez muerto colgado de una pata , ni un albaricoque pinchado en un palo, ni ninguno de los elementos que tan sabiamente se emplean en los bodegones para recordarnos la hora de almorzar.”

 

 

 

Herreros es padre

 

En 1927 Herreros conoce a una atractiva joven de 17 años, se trata de Ernestina Maenza, la cual unos meses más tarde quedaría embarazada. En un principio Herreros cambió de domicilio en un intento por evitar el conflicto que acarrearía comunicar la noticia a sus padres.  Su hijo Enrique , que fue apodado Quique para diferenciarlo de su padre, nacería el 9 de julio de 1927. Enrique y Ernestina mantendrían desde antes de la guerra una relación superficial que mantendrían por su hijo Quique hasta que éste lo descubriera en 1952, lo que desencadenó una separación definitiva. La pareja tenía intereses muy diferentes. Ernestina no tenía ningún interés en la cultura aunque sí en el deporte llegando a ganar competiciones de esquí. La pareja continuó junta durante y después de la guerra, hay que recordar que Enrique estuvo un año en la cárcel La Modelo y después una larga temporada en Barcelona antes de terminar reuniéndose con ellos en San Sebastián. Todo esto unido a las excursiones de montaña interrumpidas durante la guerra y sus múltiples trabajos en el cine y prensa nos cabe pensar que era poca la relación y el contacto entre ambos. Una vez separados Ernestina, tampoco mantuvo una buena relación con su hijo, claro partidario y admirador de su padre por razones que no me tocan a mí contar pero pueden encontrar en la biografía de Enrique Herreros escrita por su hijo, Herreros a vista de pájaro.

 

 

 

HERREROS Y EL CINE

 

Cartelista

 

Además de sus acertadas incursiones en la pintura al óleo, el grabado y su trascendental aportación al humorismo, resalta su faceta de cartelista principalmente desarrollada con motivos de cine dibujados, sobre todo, en el período comprendido entre 1931 y 1936. A pesar de su escasa difusión, ineludiblemente, lo sitúa en la primera línea de los cartelistas españoles del siglo XX. En especial para selecciones Filmófono fundada en 1931 por su amigo Ricardo Ugorti. Antes de la Guerra Civil tuvo a su cargo la publicidad de la distribuidora cinematográfica. Ya entonces sorprendía tanto por la calidad de los carteles que pintaba como por su ingenio en los lanzamientos de las películas, saliéndose del cauce cinematográfico. Así por ejemplo, para promocionar Alí Babá y los cuarenta ladrones (entonces había menos ladrones que ahora), publicó un anuncio en prensa en el que informaba sobre el inesperado encuentro en Tetuán de varias tinajas llenas de oro. Cuando la gente acudió en tropel al conocido barrio se encontraron con unos hombres vestidos de orientales que repartían propaganda de la película, la cual tuvo un gran éxito y no era para tanto. 

Herreros trabajó para Filmófono durante más de veinticinco años, cesando su colaboración en 1956 aunque siguió teniendo una buena relación con ellos y colaborando ya como consejero.

Los carteles de Herreros referentes al cine, pueden clasificarse en cinco facetas.

Los carteles estrictamente cinematográficos, otros de tema general; fachadas que haría para promocionar películas que se exhibían en el Palacio de la Música. Los carteles o más bien portadas (807) que publicó en La Cordoniz, referentes al mundo del espectáculo y los retratos de estrellas consagradas de aquellos años, publicados en la revista Cinegramas, objeto fetiche de los coleccionistas.

Es indudable que como cartelista se encuentra entre los más importantes de todos los tiempos junto a Josep Renau, Joan Miró, Carlos Sáenz de Tejada, Rafael de Penagos, José Bardasano, Roberto Domingo ( pintor taurino), Manuel Summers, Vicente Gil Pérez y los ilustradores de Blanco y Negro Francisco Sancha e Inocencio Medina-Vera.

 

 

 

Actor

 

Gracias a su relación con el mundo cinematográfico y a su estrecha amistad con director de cine Rafael Gil, interpretó pequeños papeles en muchas de sus películas con intervenciones breves pero eficaces que sacaban siempre una sonrisa.

En 1931, participó en, Yo quiero que me lleven a Hollywood, de Edgar Neville, grabada en las llamadas catacumbas donde se encontraba Filmófono en la calle Gran Vía ( entonces la Avenida de Jose Antonio).

En 1944 haría de señor bajito en El clavo.

El año 1945 fue el más prolífero en cuanto a sus colaboraciones como actor en películas como Cinco lobitos, de Ladislao Vajda,  El fantasma y doña Juanita, película de Rafael Gil donde hacía de faquir , La vida en un hilo, de Edgar Neville, donde hacía de taxista y  El destino se disculpa.

Podemos encontrarle en Aventuras de Juan Lucas, en La muralla feliz (1943) dirigida por él mismo y en Senda ignorada donde hacía de espectador. Volvería a trabajar bajo la dirección de su amigo Rafael Gil en películas como  Don Quijote de la Mancha (1948) en el papel de Doctor Pedro recio , en El gran Galeoto donde trabajaba Rafael Bardem , en De Madrid al cielo y Eloísa está debajo de un almendro, basada en la obra de teatro del mismo nombre de Enrique Jardiel Poncela donde Herreros hacía el papel de acomodador de cine. Una obra sobre una obra de una obra.

También podemos encontrarle en el reparto de otros títulos como Cabaret una  película de Eduardo Manzanos Brochero y en La vida es magnífica, película francesa cuyo título original para variar es mucho más apetecible, Le voleur de Tibidabo.

 

Herreros Director

 

Como director hizo dos largometrajes y tres cortos donde se podía notar su virtuosismo pictórico en la calidad plástica.

En los años 40 dirige dos cortometrajes. Un mundo olvidado, La Pedriza, un documental sobre la historia de dos escaladores y un foxterrier llamado Lucky que se adentraban en La Pedriza para subir al risco de La Bota. El documental se abría con un plano general del Castillo del Manzanares como alegoría de protección a las montañas. El corto estaba protagonizado por dos peñalaros. Unos meses más tarde haría otro documental de gran belleza plástica, Al pie del Almanzor, rodado en plena Sierra de Gredos con sus compañeros de escalada como protagonistas.

En 1947 realiza su primer largometraje, María Fernanda, la Jerezana, película que un jurado del programa de televisión, La noche del cine español, seleccionaría como la quinta mejor película de los 40. Acto seguido, dirige en Barcelona su segundo filme, La muralla feliz (1947), una película de humor que encajaba con las disparatadas comedias americanas llena de gags para la que contaba con un reparto de lujo como Nati Mistral, Fernando Fernán Gómez, José Suárez, Alberto Romea, Isabel de Pomés, Rafael Luis Calvo y el propio Herreros en un pequeño  papel en el que no decía palabra.

José Luis Garci lo elogiaba así en su libro Morir de Cine :

Pero es de Herreros cineasta del que quisiera decir algo. Su película María Fernanda, la jerezana (1946) es una de esas raras obras que te dejan boquiabierto por su continua imaginación. Cine marginal del bueno, de ese que nace y muere en sí mismo, hecho sin antecedentes y con la vista siempre rozando el futuro.

 

 

Herreros manager

 

Su constante vinculación con el cine derivó en los años 50 en manager de artistas. Diría Herreros, “Semejante menester tenía la ventaja de no hacerle a uno madrugar”.

Su gran éxito lo alcanzó al descubrir a “Sarita”, Sara Montiel. Trabajo que hizo al más puro estilo hollywoodiense, inventándose a la estrella con el instinto del que sabe que terminaría teniendo luz propia. La actriz, aunque más tarde no lo reconociera, conoció el éxito de su mano. Su vida artística viviría el mayor momento de esplendor junto a Herreros.

Uno de los trucos publicitarios de Herreros era organizar apoteósicos estrenos con fans enloquecidos y entusiastas que arramplaban con todo lo que se les ponía por delante para llegar a la actriz, por supuesto estos eran extras contratados y aleccionados para romper lunas o lo que fuera tras previo acuerdo con el local del evento y con los gastos pagados de antemano por la productora.  En 1944 el director de cine italiano Raffaello Matarazzo entró en Filmófono proponiendo realizar una comedia en la que participaría Fernando Fernán Gómez. El director insistía en introducir una cara nueva. Por aquél entonces Herreros se había fijado en una joven que se hacía llamar María Alejandra, una joven promesa que salía en la revista Semana. Se apresuró en localizarla y hacerle una prueba en la que la joven gustó mucho. Herreros bautizó a María Antonia Abad Fernández con el nombre de Sara Montiel. La película se llamó Empezó en boda.

Sara más tarde demuestra su ingratitud hacia Herreros en un libro de memorias en el que no reconoce su evidente ayuda en su vida profesional. En los documentos que he encontrado de la familia Herreros sobre Sara Montiel se nota que no tienen ninguna simpatía hacia la actriz. En Herreros a vista de pájaro, escrito por Enrique Herreros hijo, encontramos muchas y variadas muestras de ello, no tanto por la relación que Herreros mantuviera con la actriz, que fue más de “hotel” que de otra cosa, sino por la ingratitud que ésta demostraría más tarde. Aseguran los Herreros que los relatos contados por Sara en sus memorias nada tienen que ver con la realidad y están llenos de datos y nombres cruzados según su conveniencia. Transcribo algunos de los comentarios que caen como granizo a lo largo del citado libro de Herreros. Respecto al rodaje de unas de sus películas afirma el hijo de nuestro protagonista: “…ella no dejaría de incordiar al prójimo…”. En las descripciones de la violetera silba el resentimiento: “Aquella muchacha que había salido del Campo de Criptana con una mano delante y otra detrás, protegida por sus dos resplandecientes tetas, para recorrer el camino de la vida, triunfar y dominar fuera como fuera.” También insinúan lo complicado que era para Sara aprenderse los guiones. Y niegan con rotundidad la versión de Sara en cuanto a que ésta mantuvo una relación con Miguel Mihura Sarita, reina del disparate y la confusión, viene desde hace tiempo intentando crear una leyenda de amor con el bueno de Mihura que no se corresponde…”. Otras perlas hacen referencia a su forma de vestir “Siempre vistiendo más joven de lo que era en realidad” o aluden a sus deseos y complicaciones carnales. Quedan también corregidas y citadas en dicho libro las faltas gramaticales que la actriz cometía en sus misivas y nos informan sobre sus amistades por conveniencia, “… ¿Habrá digerido alguna vez el concepto de fidelidad?”. Vamos, que según los Herreros era muy suelta de cascos a la hora de buscar buenos papeles. En 1963 Herreros dejaría de ser su representante, un desenlace, según su hijo, urdido y maquinado por la actriz.

Pero Enrique Herreros tenía más trabajo que hacer en este plano. Lanzaría en España al director francés René Clair a través de carteles que realizó para varias de sus películas. Y produjo la película Noches de Casablanca. Herreros promocionó tanto el cine europeo como el americano.

En 1946 descubre a Nati Mistral, una joven actriz que canta maravillosamente y con la que siempre mantendría una relación de comprensión, inteligencia y camaradería, muy lejos de la que mantuvo con Sara Montiel. A lo largo de su vida tuvo a su cargo a otros personajes como Carmen Sevilla y Julio Iglesias entre otros. En una entrevista que hizo el Diario Montañés a Enrique Herreros hijo, diría sobre los recién citados:

-A Nati Mistral me hubiese gustado haberla podido llamar madrastra. Es una mujer excepcional que rebosa cultura por los cuatro costados. Con Carmen Sevilla y sus peculiaridades he trabajado y es un encanto. Con Julio Iglesias empecé pero no llegamos a congeniar y que iba a llegar lejos se veía venir.

 

 

Alpinismo (entonces así llamado el montañismo)

 

En 1921, sin haber cumplido los 18 años comienza sus codeos con el deporte en concreto con el boxeo, la natación, el fútbol, el atletismo y la gimnasia.

En 1925 comienza su interés por la Sierra de Guadarrama siendo el creador de rutas como la de Peña Blanca. Actualmente podemos disfrutar de una bellísima Ruta que asciende por la solana de Siete Picos con su nombre.

No quisiera extenderme demasiado en su prolífera faceta como alpinista pero es necesario para entender al Herreros artista.

En 1931 se hace socio de la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara la cual llegó a dirigir.  Esta Sociedad fue fundada en 1913 por 12 amiguetes y aún continúa vigente. Su revista Peñalara en la que colaboró Herreros tanto con artículos como portadas, es un archivo cultural del alpinismo español y actualmente se sigue editando. En 1933 asciende la cara  al Torreón de los Galayos en Gredos, el mismo año se hace miembro del GAM (Grupo de Alta Montaña), selecto grupo de escaladores de esa sociedad de alpinismo. El 8 de agosto de este año acompañado de otros dos peñalaros, Félix Candela y Roberto Cuñat, llegan a la cima del Naranjo de Bulnes , también conocido como el Picu Urriellu, siendo los primeros en pernoctar desde que la subiera por primera vez el marqués de Pidal y Gregorio Pérez, el Cainejo, en 1904. (http://www.revistacomarcal.es/Revista_13/cainejo.html  )

Volviendo a Enrique Herreros alguna vez contó con humor que se había quedado así de bajito y calvo como consecuencias de la escalada porque cuanto más se encaramaba a los empinados riscos, más menguaba su estatura a los ojos que lo miraban desde el valle y que los vientos de las alturas le fueron dejando el cráneo como una bola de billar. El 13 de julio de 1936, le volvemos a encontrar sentado en la cumbre del Naranjo de Bulnes, junto a su amigo Silvino Ronda y Juan B. Mato. Esta sería la última escalada antes de la guerra. En el libro de Enrique Herreros El sábado, a la sierra (editado por la Sociedad de Alpinismo Peñalara en colaboración con la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid), se puede encontrar la totalidad de sus colaboraciones en el diario Arriba durante el periodo comprendido entre los años 1951 y 1956. Como dice en el prólogo Mariano Zabía : "Un canto continuado a los efectos benéficos que la montaña ejerce sobre el hombre, así como de la capacidad que tienen las cumbres para modelar y fortalecer el carácter humano".

 

Última escalada, que la tierra te acoja bien

 

En los últimos catorce años Herreros alterna su estancia en Madrid con largas temporadas que pasa en Potes. Nos hallamos ante su época más fructífera. Herreros se siente feliz pintando y dibujando para él mismo. No tiene que dar cuentas a nadie. Y a los 70 años todavía practicaba el montañismo.

El día 30 de agosto de 1977, un montañero le pide que le suba hasta las cumbres de los Picos, camino del Naranjo. Al traspasar el refugio de Áliva, en pleno Macizo Oriental, su querido Range Rover se despeña rodando Herreros con el todo-terreno. Le evacuan al hospital de Valdecilla en Santander donde tras luchar durante dieciocho días fallece.

Enrique Herreros reposa en el tranquilo cementerio de Potes, en sus queridos Picos de Europa y sobre su tumba Camilo José Cela, sin que nadie se lo pidiera, esculpió este epitafio:

“Aquí yacen los restos mortales de Enrique Herreros o sea Don Enrique García-Herreros Codesio. Dibujante, grabador, pintor, montañero que murió en la Montaña y hombre de bien. Sit tibi terra levis”. ( Que la tierra te acoja bien)

El Picu Urriellu o Naranjo de Bulnes fue la montaña que le inspiró notables y coloristas pinturas y dibujos.

Su hijo Enrique donó a Cantabria más de ochenta de estas obras que se pueden encontrar en El Museo Enrique Herreros emplazado en la torre del Infantado de Potes, no lejos de su tumba.

 

Montaña y poesía

 

Herreros era un humanista, yo diría para resumir que Enrique era un poeta en todas sus facetas artísticas. Allá dónde fuera se deja entrever esa carga poética que dirigía sus pasos. Su unión con la naturaleza, sus incesantes proyectos de superación en la montaña , su constante conciencia y realismo ante los problemas unido a la forma artística de expresarlo, le hace poeta. Escribiría artículos para la revista Peñalara durante años, algunos cargados de un intenso mensaje alegórico siempre sin cursilería. Alguien diría sobre él que la amplitud de su mirada era tan grande como la bondad de su pluma.

“El Montañismo o amor a la montaña produce en el hombre ese estado de sobresalto y duda que ya Platón asignó a la embriaguez amorosa al decir: ‘El amor es un estado intermedio entre el poseer y no poseer’. Efectivamente, el montañero (de raíz ciudadana) no puede estar a todas horas al lado de su montaña; tiene que conformarse con un acercamiento intermitente, que excita más su anhelo y tiene más espacio para su ensueño que para ver el esparaván de la realidad…”  Enrique Herreros ,1954

Datos de interés:

Amor a la montaña. Catálogo con ilustraciones y textos de los amigos de Enrique Herreros. ( Gala, Serrat…)

http://esport.paeria.es/filesImagina/galeria/CEE08/Amor%20a%20la%20montaña%20interior.pdf

 

 

Herreros hincha del Real Madrid

 

Herreros comenzó siendo miembro del Club del Racing aunque mantuvo el cariño a este equipo terminaría siendo un hincha acérrimo del Real Madrid. Voy a contar una anécdota que escribe Fernando Vizcaíno Casas en su libro Humor con Humor se paga.

Cierta temporada hizo una apuesta con un amigo no menos fanático que él pero éste del Atlético de Madrid. Merengues y colchoneros se disputaban el primer puesto de la liga, la apuesta consistía en que el perdedor tras el enfrentamiento debería llevar durante tres meses el banderín del rival en su coche. Según mis investigaciones debió de ser el primer partido a partir del cual se convertirían los equipos en eternos rivales, si es así fue en 1929. El ganador de la Liga fue el Atlético de Madrid. Enrique, hombre de palabra, puso como prometió la banderita en el parabrisas de su coche volviendo a meterlo de inmediato en el garaje y saliendo con otro que seguramente habría alquilado durante tres meses, cumpliendo así con lo estipulado. Por nada del mundo pasearía con los colores enemigos en su coche.

Así como a la montaña son muchas las viñetas que dedicaría a este deporte.

 

Los tres quijotes de Herreros

 

 “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura”.

Un día de 1909 una amiga de su madre le regala un ejemplar de El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de la edición publicada en 1882 por Salvador Manero en Barcelona con ilustraciones de Ramón Pucgari. Después, con los años, fue ilustrador de cinco colecciones diferentes de El Quijote y dueño de más de 300 ediciones de la obra de Cervantes.

Herreros una vez más nos recuerda a Goya en su faceta de ilustrador del Quijote. Ambos autores aprendices de todo. A Goya le encargaría en 1773 la Real Academia Española que ilustrara el episodio de la aventura del rebuzno, para una edición del Quijote, que en un principio fue encargada a José del Castillo , pintor real, pero al no cumplir los plazos se encargó a diferentes pintores. Finalmente está estampa fue rechazada por Ibarra en su magnífica edición de 1780. Estampa de la que se hizo grabado pero no se conserva el dibujo original! Debió de quedarle a Goya las ganas de cumplir con el hidalgo caballero de lanza y astillero, pues comenzaría al final de su vida una serie de grabados , Visiones del Quijote , al más puro estilo de Los caprichos con un primer y último dibujo de Don Alonso Quijano como lector de caballerías , Don Quijote en su biblioteca.

No se quedó con las ganas Enrique Herreros de retratar al caballero pues ha sido el artista que ha ilustrado al Quijote más veces y a cada cual más diferente.

La primera sería una versión codornicesca como humorista, con 76 ilustraciones fechadas entre 1948 y 1960 y realizadas sobre cartulina a pluma, pincel, lápiz, guaché, tinta china y toque al óleo.

Entre 1963 y 1967 hizo dos series totalmente distintas entre si , obras que hizo para sí mismo sin ningún propósito comercial . Así el segundo Quijote lo componen 96 obras enmarcadas en un estilo denominado expresionista en blanco y negro, sobre papel couché, realizada en guache en las que consigue sacar a la riqueza de la tinta negra el alma jugando con los medios tonos. Estas obras están firmadas y fechadas en 1966. Este Quijote fue editado por EDAF donde he encontrado en su prólogo estas palabras de Humbral :

Estas láminas de Herreros me parece que son del año 66 (efectivamente), o sea de cuando el artista se encontraba en lo más ponderado se su arte, sin despeñarse en el esperpento ni ahilarse en la caricatura.

Ese Don Quijote de cabeza de rana que combate con espada académica un zarzal de monstruos, mariposones negros y como submarinos, supone un tiento de Herreros con el surrealismo, que a toda creación estaba el pintor avizor y dotado.

Por último, el Quijote cubista, ilustraciones fechadas entre 1965 y 1967 realizadas a lápiz, rotulador, pincel y guaché sobre cartulinas de diferentes colores. En estas láminas Herreros busca la simplicidad de las formas colocando a los personajes dentro de un equilibrio geométrico que el ilustrador armoniza con los diferentes colores y materiales.

 

 

Collages

 

En los años treinta nace la estética que da un paso definitivo en el diseño gráfico. El collage y el fotomontaje.

El collage será un emblema de revolución estética y de la modernidad. Los primeros en utilizar en España el collage o realmente el fotomontaje ( por supuesto influenciados por Max Ernst y el dadaismo) serían Josep Renau y Ricardo García (K-Hito) en la revista Gutiérrez. Heredando esto Herreros y más tarde Julio Cebrián en el Don José de Mingote (Páginas de otro siglo que parecen de éste, como homenaje a Max Ernst)

Por un lado estaba el citado Josep Renau el cual desarrolló la técnica del collage en sus carteles como herramienta de crítica social. El valenciano estaba influenciado por el Art-Déco, el primitivismo telúrico de la poética de Vallecas, la herencia del activismo gráfico del Dadaísmo comprometido, el cine soviético, así como por su continuidad en las sucesivas poéticas visuales del radicalismo político germano y en muchos registros de la sensibilidad novo-objetivista de entreguerras, la vocación colectiva del gran muralismo de los mexicanos, el constructivismo realista de tiempos de la guerra fría y el reverso miserable de los mass-media. Enrique Herreros como ya hemos dicho bajo la influencia de las vanguardias y el cine distaba mucho de Renau. El cine que influiría en él sería más el de sus amigos del Cine Club Proa Filmófono, el cine francés y el americano. Cuando hablo de sus amigos de Filmófono me refiero a Luis Buñuel , siempre fiel a la segunda República y Eduardo Ugarte que como Renau era simpatizante y cofundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética. Eduardo Ugarte es un nombre que enseguida me suscita cariño y admiración como fundador, junto a Federico García Lorca, de la compañía universitaria La Barraca. Supongo que todas estas influencias y amistades una vez pasada la guerra volverían a despertar en Herreros el recuerdo de aquel joven con tendencia a la izquierda que fue en un día.  He descrito a Enrique como un hombre activista y fiel a sus ideales pero no era tan radical ni tan comprometido políticamente como ellos. También hay que tener en cuenta que aunque fuera un luchador por la libertad e igualdad, estaba en el bando ganador. Herreros era una mente en constante alerta ante la censura y la injusticia. Se aparta de lo ideológico para expresarse como una utopía moral que demandaba un cambio en la sociedad. Los fotomontajes de Herreros destacaban por ese sentido de la estética y de humor insuperable. Tenían una composición poética de gran impacto visual. El surrealismo lo conseguía no sólo con el tema que era más simbólico sino con las proporciones, utilizando mucho las proporciones gigantes en los primeros planos.

La personalidad crítica de Herreros se refleja en sus collages más que en sus viñetas, se puede definir como un humanista crítico, algo escéptico pero provisto de esperanza. Otra frase que define el fondo poético en el trabajo de Herreros sería esa suya que dice “Recuerda, se prohíbe llorar”, aquí Herreros no se refiere al hecho físico del lacrimal excitado sino al hecho de cómo encarar lo duro y triste de la vida sin negar el dolor y la injusticia, afrontarlo y ocuparse en la medida de lo posible. Y lo más importante, cuando todo se prohibía lo que Herreros prohibía era no mirar la vida con sentido de humor, eso es lo que alimenta la esperanza, esa cosa que es lo último que se pierde.

Renau y Herreros terminarían siendo los mayores embajadores de la técnica del fotomontaje, consagrándose como las figuras más importantes en el terreno del nuevo arte de collage, adelantándose al actual concepto de la publicidad, el diseño gráfico, el marketing y al simbolismo subliminal.

Cuando Mihura y Tono dejaron La Codorniz, ahora bajo la dirección de Álvaro de la iglesia, sería Herreros el cerebro gráfico y puente entre ambas codornices. Esta nueva publicación tendría una mayor dosis de crítica social. El fotomontaje era una herramienta muy práctica para estas nuevas directrices por ello será en esta etapa donde en la mayoría de las portadas Herreros utilizó esta técnica.

 

Portadas

 

En cuanto a sus portadas tanto su primera fase de dibujos y chistes codornicescos como en su segunda etapa en La Codorniz con Álvaro de Laiglesia donde acabamos de decir tendió por el collage, Herreros apela a las emociones contra la estupidez, la ignorancia, la rutina, la mediocridad y todos sus disfraces.

Diría Herreros “Esa molestia que importa que no se calme”

Así pues sus portadas tienen un fuerte contenido simbólico con detalles de humor abstracto, que a su vez eran muy prácticos de cara a la censura. Portadas con fuste, diría mi bisabuela.

Recordaré una anécdota que ya no recuerdo ni dónde leí y que define muy bien el duelo entre la España de la censura y el sable del humor. Ilustró Herreros una portada para La Codorniz de Álvaro de Laiglesia en la que aparecía la Venus del Milo con un campamento militar a sus pies, la censura se apresuró a retirarla alegando que la Venus se refería a Muñoz Grandes imponiendo su poder en el ejército. Indudable es que algo de aquello había, tal vez si la Venus gigante con sus muñones fuera interpretada como Muñón Grandes Salvo algún caso criptográfico, sin duda en las interpretaciones de los Nacionales superaban la imaginación de estos creadores, así como en otras ocasiones conseguían publicar portadas gracias al surrealismo de éstas. Como aquella otra portada-collage que hizo Herreros con motivo del cambio de director publicada en La Codorniz en la que aparecía Álvaro de Laiglesia con la mano alzada y la barba de Castro.

El humor era el ingrediente esencial en sus portadas, como telón de fondo tanto en sus collages como en sus pinturas. A lo largo de su recorrido por La Codorniz publicó 2.303 chistes como Herreros o Abelardo y 807 portadas.

 

 

Buen Humor- La Trinchera-La Ametralladora-La Codorniz 

 

En 1921, Pedro Antonio Vallehermosa, Sileno, funda el semanario de humor Buen Humor. Tres años después llega a la redacción Enrique Herreros con un humor muy cercano al del grupo de colaboradores de la revista que no eran otros que Antonio de Lara Gavilán (Tono), Miguel Mihura y Edgar Neville. En la redacción de esta publicación conoció a Ramón Gómez de la Serna y a Enrique Jardiel Poncela, no hace falta imaginar el impacto que debieron suscitarle. A finales de 1924 los citados junto a López Rubio, el cineasta y hermano de Miguel, Jerónimo Mihura, y Enrique Herreros formarían un grupo compacto al que más tarde daría nombre José López Rubio en su discurso de ingreso en la Academia “la generación de humoristas del 27”. Entre 1931 y 1936 a pesar de su incesante actividad cinematográfica Herreros continúa acercándose al humorismo. Buen Humor había dejado de publicarse en 1931 y su antiguo colaborador Ricardo García, K-Hito, entonces dirigía Gutiérrez pero como no se llevaba bien con él pasó a colaborar con la revista Muchas Gracias y Cinegramas, publicando retratos versionados de actores.

El 18 de julio de 1936 estalla la Guerra Civil. Enrique fue denunciado por algunos compañeros de montaña afines al Batallón Alpino y llevado a comisaría para interrogarle. Tras esta experiencia Herreros tuvo que refugiarse en la embajada de Perú con su mujer, su hijo y su mejor amigo. Encerrados allí todo el invierno una mañana de mayo el ejército republicano irrumpió en la embajada llevándose a Herreros que terminaría en La Modelo de Valencia, donde compartiría celda con el arquitecto Emilio Fernández Peña, el cual más tarde influiría en la obra pictórica de Herreros. Su mujer e hijo ayudados por la embajada británica salen de Madrid vía–Valencia-Marsella-Irún, instalándose en San Sebastián. Un año después de ser encarcelado liberan a Herreros que tras una fugaz visita a Madrid para ver a sus padres viaja a la ciudad condal. En un golpe de suerte al bajar del tren se encontró con un amigo abogado que por circunstancias de la guerra se había convertido en cónsul de la República de Perú en Barcelona y se convierte en su chofer. Un eficaz salvoconducto que le facilitaría la vida por una temporada. En la Costa Brava conoció a un marinero que se ofreció a llevarle en su barco a Francia desde donde viajó a San Sebastián reuniéndose con su familia.  En aquel momento San Sebastián parecía seguir su vida alejado de los horrores de la guerra. Era un foco de cultura y fiesta para aquellos que no comulgaban con la República.

En 1937 la Secretaría General del Estado crea en Salamanca la Delegación del Estado para Prensa y Propaganda. Esta Delegación será la encargada de crear La Trinchera, un semanario destinado a los combatientes del bando nacional, bajo la dirección de Rogelio Pérez Olivares. A partir del tercer número la revista cambia el nombre de su cabecera y pasa a llamarse La Ametralladora.

Tenía una impresión tosca y poco material gráfico siempre con fines propagandistas. En sus páginas se encontraban instrucciones políticas, discursos, eventos conmemorativos, con la desfiguración de los hechos, extremismo y ridiculización de los rojos, propios de un panfleto propagandista. Era publicación de nacionales para nacionales donde se dispara a matar sin miramientos contra el enemigo que es atacado a todos los niveles.

Miguel Mihura era un hombre tímido nada dado a exaltaciones patrióticas; no estando a gusto en un Madrid republicano se fue a San Sebastián que estaba tomado por los nacionales. A la Delegación de Prensa y Propaganda pensó que Mihura sería el director idóneo para La Ametralladora. Este panfleto propagandista no era exactamente la publicación con la que soñaba Mihura, pero a Miguel le gustaba vivir bien y no estaba la cosa para rechazar trabajos. Pronto dirigiría La Ametralladora más por comodidad que por compromiso político, donde iría cogiendo terreno al papel dentro de lo posible porque estaba claro que no iban a dejarle hacer la revista de humor literaria que él deseaba. Como lo hiciera anteriormente en Buen Humor Herreros se presentó en la redacción de La Ametralladora, donde se encuentra con antiguos compañeros generacionales como Tono, Neville y el director de la publicación, Mihura. También comenzó a trabajar entonces para El Marca, periódico de la misma editorial, donde colaboraba en una sección dedicada al montañismo.

Enrique Herreros que se incorporó en 1938 hasta el cierre de ésta en 1939 y publicaría 12 portadas en la revista. El equipo en torno a Mihura continúa con la idea de un humorismo que toca la entraña misma de la comedia. Había que mantener contentos a la Delegación de Prensa de tal forma que si la portada era humorística, la contraportada debía ser propaganda. En abril de 1938, en plena Guerra Civil, Serrano Suñer crea la Ley de Prensa con el objetivo de suprimir la prensa republicana, haciendo del conjunto de la prensa una institución al servicio del Estado, transmisor de valores oficiales, es decir un instrumento puro de adoctrinamiento político. La Ametralladora recibe las primeras consignas de publicación obligatoria y órdenes de no meterse con la Iglesia.

En junio de 1938, Jesús Ercilla, es nombrado redactor-jefe de La Ametralladora, cargo que ostenta sólo unos meses. En su sustitución llega un joven Álvaro de Laiglesia que terminaría siendo uno de los mejores amigos de Herreros.

En La Ametralladora, más allá del tinte político de chistes y textos tenía una línea neoexpresionista, llamada naif, cuyos temas más utilizados eran una mezcla de la vida cotidiana y los sueños.

 Ya en La Ametralladora, Herreros dio a conocer al célebre Don Venerando que continuaría en La Codorniz y el cual nunca tuvo padre hasta que Manzoni lo reclamara y Mihura firmara legalmente los papeles de su adopción.  Para entonces había estado siendo plagiado durante años.

En 1938 Enrique Herreros publicaba en La Ametralladora chistes ilustrados e incipientes collages que eran el preludio de lo que continuaría en La Codorniz.

Por otro lado la amistad entre Ercilla y Mihura fue clave para que la Dirección General de Prensa le concediera a Mihura la autorización administrativa para poder publicar el primer número de La Codorniz. Ganada la guerra por los nacionales, La Ametralladora edita su último número el 21 de mayo de 1939

 

 

La Codorniz de Enrique Herreros y Filmófono

“La revista más audaz para el lector más inteligente

Terminada la guerra Herreros vuelve a Madrid y se reincorpora a su antiguo trabajo como director de publicidad en Filmófono, donde se encuentra que su amigo Ricardo Urgoiti se ha ido a vivir a Buenos Aires por su vinculación con la emisora Unión Radio ( la Ser) y el diario El Sol.

A los principales colaboradores de La Ametralladora les unía su afán por hacer humor, un humor sano por encima de las consignas políticas. Antes de la Guerra Civil ya habían sido señalados como progresistas y reaccionarios y ahora pueden continuar haciéndolo en la nueva revista fundada por Miguel Mihura. En un principio la intención de Mihura fue la de hacer una revista que no se basara en la realidad ni en la actualidad, quería que reinara la fantasía y la imaginación, pero en realidad sus páginas eran una alegre crítica sociocultural.

El 8 de junio de 1941 en una España en ruinas sumida en la miseria y en el rencor sale el primer huevo de La Codorniz cuyas oficinas se habían instalado en Onésimo Redondo, 26, vendiéndose a cincuenta céntimos el ejemplar.  Ya terminada la guerra, el humor de Miguel Mihura pierde la carga política a la que le habían obligado en La Ametralladora, ahora podía dar rienda suelta a la imaginación en su propia publicación y olvidar un pasado del que no estaba orgulloso. Ni subversiva contra los principios fundamentales del régimen ni reaccionario, sino todo lo contrario. Lo codornicesco se convierte en sinónimo de lucha contra toda clase de convencionalismo, fuera literario o moral. La Codorniz no se apoyaba en la realidad, en las noticias ni en la política, ese punto es muy ramoniano y si lo hace es desde la versión distorsionada del esperpento pero con un mensaje entre líneas.

Para este nuevo proyecto Mihura se rodea de colaboradores afines a este pensamiento codornicesco, Cossío, Ramón Gomez de la Serna, Jacinto Miquelarena, Alvarito de Laiglesia, Javier López Rubio, Edgar Neville, Tono, el ya consagrado Wenceslao Fernández Flórez, Enrique Jardiel Poncela, Manuel Halcón, Tomás Borrás, Alfredo Marqueire, Samuel Ros, Joaquín Calvo Sotelo,Teodoro Delgado, Luis Antonio de Vega, Serni o Ricardo Summers Galindo y Picó, Conchita Montes, Manuel Lázaro y por supuesto Enrique Herreros... que además de sus portadas, chistes y orlas decorativas nos dejó imborrables en el recuerdo sus señores barbudos con manazas y sus celebérrimas "Estampas españolas." Álvaro de Laiglesia era el redactor-jefe.

En el primer número de La Codorniz a Herreros le encargaron la contraportada, la rotulación y la creación de la cabecera. La Codorniz tenía una impresión cuidada, fue la primera en hacer caricaturas en bicolor de huecograbado, con un diseño alegre y fantasioso, Enrique Herreros se encargaría en lo sucesivo de realizar esas orlas que daban carácter a la publicación y que se encargaban de individualizar cada colaboración también rotularía el título. Era el responsable en buena medida del grafismo y confección de la revista, siempre bajo la supervisión del director, Mihura, que era muy minucioso y tenía muy claro lo que tenía muy claro.

El mismo año que naciera La Codorniz murió la madre de Herreros y abandonó la casa llena de recuerdos para instalarse en la calle Alburquerque. No se si había contado que su padre había muerto poco después de que él saliera de La Modelo, siendo aquella visita fugaz a Madrid la última vez que vio a su padre.

 La Codorniz era una reescritura purificada de los textos aparecidos durante la guerra, un refrito filtrado de La Ametralladora. La predilección de La Codorniz por las situaciones disparatadas se cifra en el extrañamiento cómico que produce en el lector tanto el espectáculo de una lógica invertida como el naufragio de los principios pragmáticos de la conversación. El proyecto de La Codorniz puede resumirse en la lucha contra toda clase de estereotipo, ya sea lingüístico, literario o moral. Los nuevos contenidos demandaban una maqueta renovada, se aumenta el número de ilustraciones, chistes, gráficos y fotografías donde Herreros jugaría un papel muy importante.

El afán de Mihura por la perfección en los contenidos humorísticos y la tensa relación que mantenía don De Laiglesia unido a que Mihura comenzaba a interesarse más por el teatro, le llevaría a vender la publicación a una sociedad anónima formada por el Conde de Godó y Manuel Pombo Angulo, ascendiendo a la dirección a su redactor jefe, Álvaro de Laiglesia. Con él se inició la etapa más fecunda de la publicación. Aumentó el tamaño de la revista y fue crucial el nombrar su segundo a Fernando Perdiguero (que provenía de Gutiérrez y era tan genial como modesto). Desde 1944 sería el auténtico artífice “secreto” de la revista.

Herreros fue un importante eslabón entre La Codorniz de Mihura y la de Álvaro de Laiglesia. Perdiguero incorporó una nueva plantilla de dibujantes integrado por Nácher, Goñi, Mingote, Gila (colaboró de 1945 a 1953), Tilu, Chumy Chúmez, engrosó el equipo de escritores dando entrada a Rafael Azcona, Ángel Palomino, Rafael Castellano, Evaristo Acevedo, Óscar Pin, Alfonso Sánchez con su sección ¿Está Vd.seguro? ) y la Baronesa Alberta.

La Codorniz llegó casi a triplicar su tirada y en una oleada posterior se incorporaron como firmas principales las de los articulistas Remedios Orad, Víctor Vadorrey, Gonzalo Vivas, Jorge Llopis, Juan Chorot, Bardaxí, José Luis Coll, Pgarcía y Julio Penedo mientras que la plantilla de dibujantes se ampliaba con Munoa, Máximo, Cebrián, Serafín, Kalikatres, Dátile, Pablo, Mena, Eduardo y Madrigal.

Fernando Perdiguero había mantenido la severidad electiva de Mihura, mientras hacía evolucionar el humor hacia temas más cotidianos sin perder un carácter de absurdo inteligente y experimentador. Tras la desaparición de Perdiguero se relajó el valioso rigor intelectual, se abrieron las puertas a las mil interpretaciones individualizadas y carentes de orientación de las nuevas firmas y el proyecto se vino abajo. El humor de La Codorniz se había aburguesado, era una caricatura de si misma, se había convertido en una moda cursi.

En 1977, después de treinta y tres años dirigiendo La Codorniz, Álvaro de Laiglesia fue destituido, sustituyéndole nominalmente Miguel Ángel Flores aunque los responsables reales eran Manuel Summers y Chumy Chúmez, que regresaban tras el cierre de Hermano Lobo. Del extinto semanario incorporaron entre otros a Manuel Vicent, Emilio de la Cruz Aguilar  alias "McMacarra" y el caricaturista Palacios. La nueva fórmula nada tenía que ver con lo que antaño fuera La Codorniz. Se había perdido la identidad que durante tanto tiempo la había diferenciado de otras publicaciones.

El 17 de septiembre muere Enrique Herreros. La Codorniz no pudo soportar el abandono de Perdiguero, de Mihura y mucho menos la muerte de Herreros. El pájaro moriría de pena un año después el 11 de diciembre de 1978, con la sonrisa de la nostalgia y la certeza de haber llevado la semilla del humorismo del 27 hasta nuestros tiempos.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Las anécdotas del humor. Humor con humor se paga. De Fernando Vizcaíno Casas. Editorial Planeta.Capítulo XII, Enrique Herreros.

 

Ramón y las vanguardias. Francisco Humbral. Selecciones Austral. Espasa Calpe.S.A

 

La Codorniz Antología 1941-1978 ( Edaf) Prólogo : Antonio Mingote.Epílogo: Chumy Chúmez

 

La Codorniz ( Antología Nº1) Editorial Agualarga. Primer prólogo : Antonio Mingote. Segundo Prólogo: La Academia del Humor Por PGarcía Presidente de la Academia.

 

La Codorniz de Enrique Herreros ( EDAF) Con la colaboración de Azcona, Cándido,Forges, Máximo,Mingote, Munoa,Peridis y El Roto. Incluye España de mis humores y Herreros a vista de pájaro por Enrique Herreros hijo.

 

Morir de cine, José Luis Garci, Nickel Odeon, 1993.

 

Revista digital de LIÉBANA, Paraíso natural en Cantabria: http://www.valledeliebana.info/reportajes/herreros.html

 

El Diario Montañés ( Entrevista a Enrique Herreros hijo) :

http://www.eldiariomontanes.es/20071007/sociedad/domingo/estos-cuadros-tienen-estar-20071007.html

 

 

Ciberniz , página web de la Academia de Humor : http://www.ciberniz.com/

 

Documentos inéditos sobre La Ametralladora y La Codorniz de Miguel Mihura por José Antonio Llera http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/7217/1/ALE_19_07.pdf

 

MIGUEL DE CERVANTES

Don Quijote de la Mancha. Prólogo de Francisco Humbral. Editorial EDAF S.A

 

 

35 estampas eróticas japonesas de Enrique Herreros, comentadas por Nati Mistral con un prólogo de Luis García Berlanga. EDAF

 

MIGUEL MIHURA. Humor y melancolía. Julián Moreiro Prieto. ALGABA EDICIONES