EL GESTO



unos desahogos de Andrea Byblos




No es el primer año que lo hacen. Esto tiene ya tradición, y son de esos pequeños gestos solidarios -llenos de ternura y buenas intenciones- tan gilipollifrásticos, que gustan tanto, inspiran e iluminan al que tiene la iniciativa con una sonrisa beatífica solidaria producto de un glamour concienciado. Uno vuelve a casa concienciado y meado.

El Manneken Pis, símbolo de la capital belga, ha meado leche hace unos días. Sí, por una buena causa. El papel de la leche en la lucha contra el hambre y la pobreza en África.

Es por los ganaderos africanos (el día internacional de la leche se lo dedican). Resulta que parece ser que en los países pobres mil millones de personas se dedican la ganadería. Y resulta que en África una vaca lechera da dos o tres litros de leche al día mientas que una vaca belga ronda los 30 litros. En África andan faltos de leche y por eso se la hacen mear al Manneken Pis. Lo dicen los Veterinarios Sin Fronteras, una ONG sin fronteras.





En África necesitan más leche, por eso se tira desde aquí a las alcantarillas, a ver si les llega.

Pero es que resulta que en África, salvo algunas tribus concretas (Masai, Fulani y algunas más), la inmensa mayoría de la población adulta es intolerante a la lactosa y no puede tomar leche.

Vaya. Un pequeño detalle sin importancia.

Pero es que resulta que las vacas africanas dan menos leche no por mala alimentación (como aseguran –exceptuando periodos de sequía-) sino porque esas razas de vacas no son vacas lecheras (las vacas lecheras lo son porque se hizo durante siglos una selección hasta obtener ejemplares que dieran mucha leche), pero si ordeñas una vaca que no es de una raza lechera obtendrás poca leche.

Entonces, si no se pueden tomar la leche porque les va a dar cagalera y, además, sus vacas son más bien para carne ¿qué sentido tiene que el Manneken Pis mee leche?

Una japonesa mayor que conozco, cuando le pregunté sobre la leche en Japón, me confesó que los americanos, después de la guerra, les llevaban paquetes de leche que repartían entre la población para luchar con el hambre, y que ellos, lo aceptaban con la amabilidad que les caracteriza pero que en casa los tiraban a la basura. Evidentemente, sabían que sus estómagos no resistían aquello, como seguro lo saben los africanos.

¿Se tira esa leche entonces en solidaridad porque los africanos no se la pueden tomar ya que les iba a sentar mal?

No está claro, pero el gesto ya lo tienen. Se trata del GESTO. De hacer un gesto de cara a la galería que quede bien. No importa el fondo, no importa que en realidad esa leche que reivindican no la puedan tomar la amplia mayoría de los africanos. Importa la sonrisa beatífica del momento, como aquel momento excelso en el que a Monsieur Le Président François Hollande, en pleno éxtasis de viuda de Francia por lo de Charlie Hebdo y en una manifestación con tropecientos jefes de Estado solidarios, se le cagó una paloma encima. Probablemente era la paloma de la paz que se indispuso ante tanta alma concienciada. Eso sí que fue un magnífico gesto solidario por parte de la paloma, hablando en plata.





Es un momento en el que no hay fondo alguno y prima el gesto del momento, ese gesto que supuestamente nos va a dar una imagen concienciada (la palabra del momento) feliz. En una tarde que te pases por allí y veas mear a la estatua has ganado 10 puntos para el boletín de notas de narcisismo ético y luego puedes presumir con los vecinos, que es como ir al cielo, más o menos.


Se trata sólo de eso porque las tonterías, las chorradas, las sonrisas beatíficas, la flojera de poner velitas y hacer dibujitos por la paz no solucionan ni el hambre, ni la violencia, ni los problemas de convivencia. Sin embargo, en la inercia de estos tiempos, todavía hay gente que piensa que eso va a solucionar algo, que esa concienciación falsa y en plan tontito va a salvar a alguien del hambre.


Nos hemos acostumbrado al gesto del momento, gesto de usar y tirar. Es hoy noticia y dentro de dos días tendremos otro gesto, esta vez de concienciar, probablemente, sobre cualquier otra cosa que quede muy bien en el narcisismo ético personal, como los perros y gatos veganos. Ciertamente, otros sacan provecho de ello, y en el gesto de hacer mear leche al Manneken Pis estaba involucrada una ONG belga de comercio justo que, entre los paseantes, repartía leche solidaria producida por una empresa belga… ¿Publicidad encubierta por una supuesta buena causa? 


Mientras tanto, los problemas siguen creciendo a su ritmo, y cualquier día, con ojos redondos muy grandes de sorpresa y asombro, algún bienaventurado solidario hiperconcienciado y bien meado dirá: ”Pero ¿cómo es posible que el mundo esté cada vez peor? ¡Con la cantidad de campañas de concienciación y solidaridad que hemos hecho en todo estos años!” Y hará una campaña para concienciar de la importancia de hacer más campañas concienciadoras de conciencias.