El futuro no es una
mancha en la pared…
El
futuro.
Fernando Márquez Chinchilla para Kiki d´akí.
En el futuro no hay humanoides
Ratas
y piojos, de eso sí que hay…
Hay. Los Ganglios.
No future
No future
No future for you
No future
No future
No future for me
God save the Queen. Sex Pistols.
El futuro, sin
querer contradecir mucho a Ferdinand Zurdievich Chinchillov, nuestro webczar,
a veces es una mancha en la pared. O en el techo. O bueno, en mi caso es la
pared. Un par de manchas y un desconchón. Y chiribitas en la techumbre, donde
gorgotean las palomas como si se disolviesen por este calor de cambio de
paradigma. Su olor impregna todo y Pequeño Lord se come sus plumas como snack,
vomitando a veces, tosiendo la mayoría.
El futuro en el insomnio
—que es de lo que hablo en el anterior parrafito— se presenta lejano y
pesaroso. Es un futuro tan deseado, ya sea en oniriones efectivos (unidad en el
Sistema Internacional que se podría describir como sueños·s^-1)
o la llegada de las primeras luces del alba. Por el día el cansancio fija su
futura destrucción en la siesta, iluso él, pensando que desaparecerá.
El futuro tampoco
se antoja salvaje, el cual hemos imaginado tanto. Vivimos tiempos mohínos y blandurrios. La moralina ataca por todos los lados dejando
las cosas sin decir. También es verdad que ya hay poco que decir. Lo polite
usaco se une a la corriente neoliberal en un
combinado terrible de tontería ante una Europa que se fríe en saliva, como
decía el insigne Chiquito de los pobres y los huevos.
La guerra en
Ucrania
ha dado un segundo aire al imperio yanky y tragamos
sus intereses con inusitada facilidad de fákir
famélico. ¿Cómo podemos ser tan crédulos? [plural mayestático] Hemos pasado
unos meses donde Ucrania hemos sido todos, sin ser la mayoría del pueblo
español nada de eso. O sí. Frente a Eurasia el Atlántico, que ¿qué habrá
hecho el pobre océano para que se le vincule con semejantes patanes? Occidente,
que cada vez me cuadra menos, simplifica allende sus fronteras, buscado el
desequilibrio de los demás, y de los de aquí. Últimamente que ando por terrenos
caucásicos y del centro de Asia, con sus caballos, sus luchadores y sus enanitos
encantadores, del que sobresale en gracia y cafredad
el ínclito Hasbulla Magomedov,
el daguestaní.
El futuro no acontecerá
saludable tampoco parece ser por el amplio rango de enfermedades que me
acompañan; y cualquiera sabe si volverán las pandemias por comer sopa de murciélago
o pangolín, por los monos titi o las ratas topo, o por lejanos laboratorios de
selvas tropicales. Un fantasma recorre el mundo, en este caso no es el
comunismo, sino el de la idiotez, para el que no se conoce vacuna ni
exorcismo. Mentes cada vez más pueriles nos rodean. Gentes que jamás han leído
un libro o saben situar su propia casa en un mapamundi. Esas gentes que tan
eficazmente utilizan el Google Maps, pero a los que no
ha dado por hacer un zoom out para ver dónde
demonios se encuentran. Nunca fuimos un pueblo curioso. Bueno, si es si
fulanito se ha casado con zutanita o si mengano es mariquita o si se ha peleado
con la madre, sí. Curioso en el sentido de querer saber. No es necesariamente útil,
ni te hace más listo ni preparado, mas ¿qué más da? La degradación de las
mentes en este sentido ha sido muy rápida, siendo una plaga —auténtica
pandemia desaforada— ya la opinión sin saber, síntoma quizás de una dolencia
que se transmite de jóvenes a viejos, o es acaso que los viejos quisieron hacer
jóvenes más lerdos e inútiles. O también es quizá que yo me vuelvo más vieho y más pellejo y no comprendo los códigos modernos
porque soy un ser enfermo del siglo XX. Si ya en el pasado creía que había
nacido en época que no me correspondía, ahora ya lo sé con certeza.
Lo peor es que la
burbuja que me contenía se rompió. Saltó por los aires. Y ahora todo el mal
entra a raudales directamente en mi flujo sanguíneo, y también, aún peor en el
flujo de las ideas. Atrapado en la bilis negra de nuevo, el mal genio que juré
no volver a tener se abre paso entre tanto mindfulness, entre tanto aparataje
para no sufrir. Hace poco me dijeron que era PAS. Persona con Alta
Sensibilidad. Eso es como una condena en el horrendo entorno que me toca vivir,
pero puede ser una explicación para tanto sufrimiento.
Supongo.
Y lo que sí se puede decir es lo que cantaban la hoy ya anciana Polla Records: Hoy es el futuro, ahora es el futuro.
El futuro de nuestros años mozos ha llegado y nadie sabe como ha sido. Bueno,
al menos yo. El radiante porvenir devino en ponzoñoso presente del que pocas cosas
que ocurren se salvan de la ridiculez. Y es que lo ridículo, lo cutre,
lo cursi y lo cruel, todo mezclado, es la muestra
máxima de esta civilización en la que vivimos y que no acaba de acabar.
Valga la redundancia.