UN FILÓN



Beatriz Alonso Aranzábal




Desde que publicó el anuncio, no paraban de llegar mensajes al móvil de Mariana. “Tengo canciones usadas a muy buen precio”, había escrito. Un abuelo le pedía Let it be, una joven quería Malamente, un chico preguntó por Clandestino. Y ella, tumbada en la cama, les grababa un audio. La prohibición, en todo el país, de la música cantada -se había llegado a la conclusión de que cualquier letra era potencialmente dañina-, hizo florecer el tráfico de canturreos. Especialmente por la noche, se vendían muy bien las nanas. Duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá.