así lo vio / así lo contó:

ELDERLY

 

Angeles e idiotas

 

Momentos después de que E.T.A. aportase su inestimable contribución a la reconstrucción del «consenso» democrático tirando abajo el opulento parking de la terminal 4 de Barajas, cumpliendo así con la tarea de Goldstein orwelliano que se le asignó en el pacto de la transición –sin el cual, no nos engañemos, ni unos ni otros podrían vivir–, el noqueado jefe del socialismo español apareció teatralmente aturdido, con esos ademanes de hombre justo para quien la realidad va muy por detrás de sus ideas. Dejando a un lado el hecho de que los caídos hayan sido en este caso carne de cañón no muy distinta, para el frío rasero economicista, de la que fue despedazada en los trenes del 11-M, y que no despierta tantas adhesiones como la eliminación de un periodista, político o capitán general (y a propósito de lo cual parece absurda la movilización de plañideros “latinos”, cuando sus compatriotas están cayendo en los andamios y zanjas de la construcción española con una mortalidad mucho mayor, dentro de la estrategia de terrorismo laboral que se enseñorea en este no-país, sin que digan ni mú), la figura de ZP, a quien en el fondo han hecho un favor, aparece revestida de una inocencia turbadora. Donde la imbécil ineptitud de Rajoy ve un “estalinista”, yo me apresuro a reconocer un idiotismo noble. Cuando hasta sus votantes se sienten perplejos por los derroteros de este utópata, es hora de hacer una aproximación seria al personaje.

Según Peter Sloterdijk, corresponde a Dostoievski y Nietzsche el haber introducido el concepto de idiota en el discurso religioso de nuestros días. El mérito conceptual del hallazgo, por llamarlo de alguna manera, se materializa más claramente si se contrapone a la noción de ángel. La vieja Europa ha acuñado una tradición religiosa llena de manifestaciones en las que participa la figura del ángel. Pero junto a ésta, hay también otra figura que interviene en la vida humana: la del idiota. Para Dostoievski y Nietzsche, el idiota lleva consigo una carga crística, y con dicho término pretenden caracterizan la misteriosa tipología del salvador.

Hasta ese momento las figuras redentoras se asimilaban al modelo de ángel o mensajero, un «enviado» a los hombres con una misiva trascendente para liberarlos de la necesidad física y la perdición moral. Si el ángel es un mensajero potenciado, la cristología helenizada introdujo el delante de considerar que el mensajero no sólo trae la «nueva», sino que es la nueva misma. La cristología clásica, con el apogeo de los enviados, pertenece a una visión del mundo caracterizada por el dogma del remitente fuerte, un ser absoluto que acapara tronos, fuerzas y poderes, y en el cual convergen el dios de los filósofos y el bíblico.

Pero la modernidad fractura esta metafísica del remitente, y en adelante la teoría angélica del salvador como enviado entrará en crisis: la inflación de remitentes y de enviados hará que ninguno de estos pueda afirmar su preeminencia. Quien desee influir sobre los hombres de forma liberadora, ya no podrá hacerlo como un enviado portador de un mensaje trascendente, sino más bien como un ser humano diferente, no obstante, de los demás. Dostoievski fue el primero en reconocer la ocasión de trasvasar la figura crística de la angelética a la idiótica: «el Dios presente no puede alcanzar a los mortales como enviado, sino sólo como idiota», dice Sloterdijk.

El idota es el ángel sin mensaje, sin distancia de los seres que le rodean. Sus apariciones son escénicas, no tanto por su trascendencia sino porque en una sociedad de estrategas del ego él atesora una ingenuidad y una benevolencia inesperadas. «Pertenece, así, sin reservas, al mundo moderno, pues si la jerarquía pertenece al ángel, el rasgo igualitario pertenece al idiota (...) Las jerarquías de idiotas desconciertan».

Nada más inapropiado, pues, que ver en Jesús una figura heroica de rasgos épicos sino, como apunta Nietzsche, una mezcla de sublimidad, enfermedad e infantilismo. La categoría médica para este Salvador sería la de idiota.

Si en el esquema angelético el salvador se presenta respaldado por un remitente fuerte que mueve a los hombres gracias a la noticia de la que es portador metafísico, en la idiótica el salvador es un don nadie. Para sus contemporáneos, sus manifestaciones son puerilidades y su presencia nunca compromete. En su renuencia a desplegar el yo hay una disposición a ser tan sólo un complemento del otro. Su bienintencionada disposición a ser un acompañante servicial, crear una intimidad en las que los sujetos pierdan sus rasgos y se constituyan de nuevo, parece ser su misión verdadera, antes que transmitir una misiva, dotando a su bondad de una cualidad transfiguradora.

Hay que apostar por nuestro idiota al cargo. Si en todo este jaleo unos y otros no han sabido encontrar acomodo en la confortable placenta pacificadora de ZP, allá ellos. Pero los tribunos con clámides de Elena Benarroch son el rasgo contento de nuestra postmodernidad.

 

 

Arte revolucionario

 

Después de que la justicia democrática internacional asesinara en su celda a Milosevic, como también ha hecho bondage parapolítico con Sadam, mientras Pinochet se extinguía plácidamente en su cama, el mismo Sistema que soporta esa justicia finge escandalizarse con el arte que sufraga. Marina Abramovic nos regala con Balkan Erotic Epic la tierra violenta de los Balcanes reducida a la anécdota, obscena pero tranquilizadora, para disfrute ilustrado. No he tenido el gusto –ni la intención– de visitar la “instalación”. Un amigo me llamó reaccionario cuando manifesté mi preferencia por el tenebrismo épico de Artemisa Gentileschi por sobre toda esa mierda pseudopornográfica, y no estoy dispuesto a contradecirlo.

 

    

 

   

 

La prueba del gran fraude de nuestras sociedades se echa de ver en una exposición de la Tate Gallery a cargo del artista Mark Wallinger que recrea la protesta de Brian Haw, quien acampó en 2001 frente al Parlamento Británico con carteles y consignas pacifistas contra la campaña militar estadounidense –y apoyada por Blair– contra Afganistán e Irak. Cinco años después la policía retiró sus pancartas y le prohibió manifestarse. En la Tate se recrea hasta el paroxismo la protesta de Haw, con carteles similares, a pesar de la inicial oposición de éste. Resulta curioso que las autoridades promuevan la copia mientras amonestan el original. La diferencia es que la instalación de Wallinger abunda en el onanismo intelectual del burgués bienpensante, que lo es –y puede seguir siéndolo– porque entidades degeneradas como Bush le hacen el trabajo sucio en el mantenimiento de la burbuja de placer occidental, mientras que Haw era un quiste doloroso del que había que deshacerse. El sistema sigue siendo ejemplar en la desarticulación de los discursos contestatarios. Los jíbaros reducían las cabezas de sus enemigos al tamaño de una pelota de tenis y las incorporaban a su atuendo como un fetiche de buena suerte.

 

  

 

Y es que el arte moderno es una religión de élites burguesas cultas. En realidad las masas proletarias nunca sintonizaron del todo con las vanguardias. Lenin llamó “vándalos” a los artistas que pintaron de violeta el césped de los jardines del Kremlin tras la revolución bolchevique, y el realismo staliniano dejó a la EE.UU., con el consabido mecenazgo de Pollock, como puntal de las libertades intelectuales y artísticas. Sin embargo, parece imposible dejar de ver las vanguardias como «progresistas». Pero sí que hubo una vez un artista comprometido.

Una de las experiencias artísticas más fascinantes por su dimensión política tuvo lugar en España, durante la contienda militar de los treinta. El anarquista francés Alphonse Laurencic ideó unas celdas de tortura inspiradas directamente en el surrealismo. Concebidas como pinturas tridimensionales, fueron construidas por los republicanos en 1938. Laurencic declaró en el juicio al que fue sometido por una corte militar franquista que se inspiró en las pinturas de Dalí, Kandinsky, Klee e Itten. Las camas tenían una inclinación de veinte grados para hacer prácticamente imposible la conciliación del sueño, las baldosas del suelo tenían formas irregulares y bloques geométricos para que a los presos les fuera imposible caminar por la celda. Las paredes, que eran curvas para impedir apoyarse en ellas, presentaban motivos surrealistas, espirales, cuadrados y otros diseños potenciados por una iluminación desasosegante que creaba la ilusión de que se movían, y en ocasiones se revestía el suelo de alquitrán para que la temperatura en verano fuera aún más alta. Asimismo, los presos eran obligados a visionar «Un perro andaluz», de Buñuel, en especial la secuencia que mostraba un ojo cortado por un cuchillo. La tortura psicotécnica de las celdas coloreadas se apoyaba también en la abstracción geométrica y en las propiedades de los colores, con preferencia por el verde, que producía melancolía y tristeza.

Las fuerzas liberadoras del subconsciente devinieron así herramientas represivas. El desprecio por el «arte degenerado», por usar la nomenclatura nazi, era al fin compartido por ambos lados de la trinchera. Desde entonces, toda transgresión no ha hecho sino ser subsumida por el establishment cultural y político. El ministerio de cultura rusa vende el Cuadrado Negro de Malevich en los mercados internacionales del arte para sacar varios millones de dólares. La Tate Gallery destina 35.000 euros para adquirir la mierda enlatada de Piero Manzoni, quien envasó en 1961 sus propios excrementos. Manzoni esperaba que la presión de los gases en descomposición hiciera estallar las latas en las vitrinas de los complacientes coleccionistas (algo que parece ser que sucedió con la aproximadamente la mitad de las latas). Manzoni tasó los treinta gramos de mierda de acuerdo con el precio de su peso en oro de 24 quilates. Cuarenta años después, su mierda se ha revalorizado más de un 30% que el oro.

En la página web del artista norteamericano Spencer Tunick, famoso por fotografiar a multitudes desnudas en escenarios urbanos, es posible “alistarse” para participar en sus coreografías nudistas. Lo llamativo de la convocatoria reside en la obligación de hacer constar el “tono de piel”. Que este neo-racismo plástico se oriente a materializar una fantasía de píxeles humanos tiende a pasar desapercibido gracias a la provocación, jugosamente lucrativa, el espectáculo que comporta sobre la vulnerabilidad de los cuerpos. Francamente, la adunación de cuerpos desnudos inermes ha sido un escenario popular de nuestra historia. Las fosas nazis ya nos regalaron imágenes mucho más crudas. Hitler se adelantó a Tunick.

Y es que la ironía contemplativa de nuestras sociedades opulentas tiende a jibarizar lo que encuentra a su paso.

 

 

Bunga bunga

 

No hace mucho vi en un programa de televisión de Cuatro a una atractiva activista de Greenpeace comentando sus aventuras ecodefensivas. La jovialidad de su narración me alertó sobre la naturaleza deportiva de sus actividades. La muchacha comentaba cómo, en compañía de sus correligionarios, había abordado un barco, no recuerdo si ballenero o petrolero. Para hacer ostensible su protesta, nuestra heroína se encaramó con presteza a un mástil, donde permaneció un par de días, hasta que llegaron las autoridades marítimas a poner orden. Durante todo ese tiempo, la chica tuvo que arreglárselas desde su privilegiada posición, llegando incluso a orinar sobre la encrespada tripulación del buque, intuyo que compuesta en su totalidad por filipinos, indonesios y otras razas parias, que le dedicaban elocuentes insultos. Inmediatamente vinieron a mi cabeza esas alegorías caricaturescas de la Gaceta Renana, en las que se veía una pirámide con alegres capitalistas de chistera bailando sobre los castigados hombros del proletariado. Evidentemente, la entidad privilegiada en la aventura no era otra que la chica, por aquello de la abismal diferencia socioeconómica entre la una y los otros.

Sin embargo, estas formas de ocio político están lejos de ser nuevas. El 10 de febrero de 1910, Virginia Woolf y algunos de sus amiguitos bloomsberries subieron al acorazado Dreadnought haciéndose pasar por el sultán de Abisinia y su corte. Con las caras pintadas de betún, unos bigotes postizos y unas pintorescas túnicas, aquellos jovencitos instruidos y progresistas burlaron la seguridad de lo que se consideraba el orgullo de la marina británica. El vicealmirante May, no disponiendo de la partitura con el himno nacional de Abisinia, se conformó con hacer interpretar el himno de Zanzíbar. Alfombras, cañones... todo se preparó en dos horas. Incluso se envió una comitiva a la estación de Paddington para recoger al sultán y su séquito. La señorita Woolf, que militaba en la causa sufragista, se adornaba con barba y bigote postizos, la piel pintada de negro y un caftán. Decidió que cuando no supieran qué decir, dirían “Bunga-bunga” -cosa que haría en un par de ocasiones-.

El escándalo originado por esta acción, ruidosamente debatida en el Parlamento tras ser descubierta, muestra un mecanismo tramposo. Se ha querido ver en la humorada un desafío subversivo al establishment, ridiculizando a la autoridad militar y denunciando la burocracia inoperante. Se ha hablado incluso de sátira del poder. Lo cierto es que los oficiales de la Marina fueron sumamente atentos con sus visitantes, mientras que los chicos de Bloomsbury no hicieron sino ridiculizar lo otro africano, revistiéndolo de rasgos paródicos. Con lo de bunga-bunga eran ellos los que estaban inferiorizando a los africanos. No obstante, cualquier mención del acontecimiento insiste en simpatizar con la transgresora performance de aquellos esnobs aburridos.

Parece que los pijoprogres, ahora como entonces, van a seguir subiéndose a los barcos. Y en esos abordajes siempre habrá bienpensantes aleccionándonos.

 

 

 

Cómo ganar las próximas elecciones

 

HOW TO WIN THE NEXT ELECTION

(To be sung with the tune of lillibullero)

 

Prison for strikers,

Bring back the cat

Kick out the niggers,

What about that?

(Chorus: niggers, niggers, etc…)

 

Trade with the Empire,

Ban the obscene,

Lock up the Commies

God save the Queen

(Chorus: Commies, Commies, etc…)

 

Esta divertida parodia del programa conservador británico tiene como autor a Philip Larkin, aquel delicioso poeta de derechas que de alguna manera creía sinceramente que el camino era éste. Desde luego, esa derecha fue lo bastante lista como para darse cuenta a tiempo de que en el tema de las costumbres y los sexos no había ninguna necesidad de meter mano. Allá cada cual con su hándicap, lo importante es que no se toque la economía y el dinero de los Amos. Tomemos como ejemplo al Partido Popular, ese que tanto aborrece a ZP. Parece ser que el gobierno regional de Esperanza Aguirre va a costear las operaciones de cambio de sexo -más bien serán los contribuyentes los que financien de su bolsillo las vaginoplastias y las implantaciones artificiales de pene-. Esto que uno esperaría encontrar en la vulgata doctrinal de IU es ya realidad con los populares. Al mismo tiempo, el alcalde Ruiz-Gallardón ha sancionado con 12.000 euros a un establecimiento que se negó a celebrar el banquete de una boda gay, con el agravante de que esto conculca todo su presunto ideario “liberal”. Ríanse ustedes de Zerolo.

Tras los acontecimientos de Alcorcón, ensayo de lo que viene, Desesperanza Aguirre no ha tardado mucho en pedir calma a los madrileños, recordándoles que es la policía la encargada de hacer respetar la Ley y el Orden. La clase dirigente está muy sensibilizada con la inmigración, más que nada porque no la sufren, y en la medida escasa que lo hacen, se ven ampliamente compensados por los pingües beneficios que obtienen a cambio. Pero lo que más pavor les da es que el personal se movilice, eso no pueden soportarlo, y de ahí su estado de alarma. Algo parecido sucedió con el motín de los parquímetros. Así nos va. Todos bien apretaditos en el centro político por miedo a deslizarse por los bordes. El beneficio es lo que cuenta.

(Recientemente el Archivo Marxista de Internet (http://www.marxists.org/) ha recibido ataques que han obligado a cerrar temporalmente la página. Al parecer, tras estudiar las ISPs de las que procedían los asaltos, parece ser que pertenecían a ¡organismos gubernamentales de la República Popular China! Ver para creer).

 

 

Realidad virtual

 

Existe un correlato virtual de la vida llamado Second Life (http://secondlife.com/), creado por Linden Lab, al que se puede jugar a través de Internet y que presenta un mundo en 3D con su propia economía. Se puede jugar gratuitamente, aunque para adquirir tierras y empezar a abrirse camino con la construcción se precisa una cuenta de pago. Este mundo virtual disfruta de su propia unidad monetaria –los Lindens– y su economía equivale actualmente a 64 millones de dólares de producto interior bruto. En Second Life es imposible morir, dándose la posibilidad de que las réplicas virtuales sobrevivan a la extinción física de los usuarios, que ya alcanzan los dos millones y medio. Aunque ya existían precedentes de estos mundos paralelos, la radical novedad de Second Life radica en la intercambiabilidad de su economía, pudiendo cambiarse dólares por Lindens con arreglo a tipos que fluctúan. En Second Life, parábola luminosa del afuera, los usuarios gratuitos son pobres y no tienen órganos reproductores. Sólo gastando dinero se pueden adquirir distintos aparatos que enganchar al cuerpo para mantener relaciones sexuales.

Si en la era posteconómica es posible intercambiar dólares y lindens, en la era postpolítica sería perfectamente asumible traducir el marketing electoral a la esfera de la virtualidad lúdica. Por esta razón no extraña a nadie que Jean-Marie Le Pen haya sido el primero en abrir sucursal virtual en Second Life, y extraña mucho menos que se hayan organizado manifestaciones virtuales en contra del Frente Nacional en el propio juego, con jugadores portando pancartas que caracterizan a Le Pen como Hitler. La siguiente en apuntarse al circo ha sido la sedosa Ségolène Royal. La camarada Royal tiene desde enero un magnífico edificio de ultradiseño construido según normas de alta calidad medioambiental, donde se van a desarrollar “debates participativos sobre el proyecto presidencial socialista”. Para Ségolène, esto marca un hito en el desarrollo de la democracia participativa. “Por tanto, venid muchos y me encontraréis”, ha dicho. Un fantasma recorre Europa: el fantasma del socialismo chic.

Que lo virtual sea irrespirablemente explícito no hace sino desear que el Apocalipsis complete el ciclo regenerador y se haga de una vez por todas inmoral, en términos naturócratas, esta complaciente vaciedad. Lo posthumano siempre traslada un mensaje diluvial a la especie.