RESPETUOSA ESPERA



Beatriz Alonso Aranzábal







Cada vez que ponía el marcapáginas, volvían los pletóricos trinos del jilguero, las carreras por el pasillo del caniche, los estridentes avisos del móvil, el gorgoteo de la cafetera de filtro y los giros de la lavadora. Un tumulto cotidiano que aguardaba en silencio a que la señora pudiera concentrarse en su libro. Ella acudía a un taller de literatura en el Centro de Mayores y se avergonzaba de leer tan despacio y con esfuerzo. Había tardado mucho en aprender a pasar página.