SEXO,
DROGAS Y BUDISMO ZEN
Una entrevista con Dokushô
Villalba
Por Genko Landeira
Un
maestro zen español y, para más inri, andaluz es algo tan curioso, bizarro y
revolucionario como un torero nipón. Pero, por increíble que parezca, lo cierto
es que Francisco Dokushô Villalba
(Utrera, Sevilla, 1956) recibió la ordenación de monje del legendario maestro Taisen Deshimaru (con quien
estudió en París) y completó su formación en Japón, de la mano de Shuyu Narita Roshi,
que le otorgó la transmisión del Dharma. Y si a eso
añadimos que Dokushô ha militado en la contracultura,
ha amado a tropecientas mujeres, ha escrito o traducido una montaña de libros y
ha experimentado con enteógenos, su singularidad
adquiere ya dimensiones cósmicas. Para rizar el rizo, charlamos con este líder
espiritual acerca de cuestiones tan complicadas como el sexo, el amor, la
decadencia del arte o los estados alterados de conciencia, en una larga y
fascinante entrevista que tuvo lugar en el corazón del templo Luz Serena (Casas
del Río, Valencia), donde Dokushô vive desde 1989 con
una pequeña comunidad de discípulos a los que enseña a meditar y a seguir la
Vía del Zen.
¿Para qué sirve el zen?
El
zen no sirve para nada. No es una herramienta, ni una filosofía, ni una
ideología: es una actitud ante la vida. Más que el resultado de cualquier
acción, lo importante en el zen es la acción misma, cómo se realiza, es decir,
el instante presente, que no está en función del instante futuro sino que es
una totalidad en sí mismo. O sea, que el zen es una vía que, a través de la
meditación, nos enseña a vivir más presentes en el instante presente.
¿Y qué te parece el uso y abuso de la
palabra “zen” para
bautizar todo tipo de artículos de consumo, técnicas laborales y demás?
Es
una aberración. La palabra zen tiene cierto glamour y, por ello, se está
utilizando de una manera utilitarista. Hombre, el zen te dice que, hagas lo que
hagas, lo hagas bien, así que no sólo se puede aplicar a la dirección de
empresas, sino también a ir al retrete o a cualquier otra cosa. Pero crear una
técnica para aumentar la productividad, es decir, para explotar mejor a la
gente, no tiene nada que ver con el zen.
Desde el punto de vista del zen, ¿qué es
el amor?
En el
budismo está el amor humano, que es casi sinónimo de apego, y el amor superior,
que se divide en cuatro estados: el amor incondicional, la compasión, la
alegría por el bien de los demás y la ecuanimidad. Desde el prisma de la
tradición budista, el deseo-pasión es algo que no debe ser negado ni reprimido,
pero sí transformado en los cuatro estados superiores.
¿Qué papel juega el deseo sexual en el
mundo zen?
Pues
tiene una importancia capital, porque si no fuera por el deseo sexual no
habríamos nacido...(risas)...y no podríamos practicar zazen. Pero en el budismo, el deseo sexual es una
manifestación particular del deseo en general. Se identifica, aunque no al
100%, con la libido de Freud: es algo que se puede manifestar no sólo en el
contacto genital, sino también en la apreciación de la belleza, de la
naturaleza, en el trabajo, en el arte... El deseo es la fuerza primordial de la
vida, pero cuando campa a sus anchas sin ningún tipo de inteligencia, de
conciencia o de orden, puede generar muchísimo sufrimiento.
Sí, estamos viendo todos los días casos de
celos, violencia, asesinatos... ¿Por qué sucede esto con la relación de pareja
y no tanto con las relaciones familiares o de amistad, por poner dos ejemplos?
Porque
el amor romántico está basado en lo que hemos llamado deseo-pasión. Y una
relación que esté basada solamente en este tipo de deseo lleva ya implícita la
semilla de su destrucción. Porque la atracción sexual, según los científicos,
dura entre 12 y 18 meses. Y, si faltan el amor incondicional, la compasión y la
alegría por el bien del otro, se produce la ruptura y se busca otra pareja para
repetir el ciclo. Se trata de un sentimiento muy egoísta, basado en la propia
satisfacción. No sólo en la satisfacción sexual, sino en la satisfacción
emocional: si uno no se soporta a sí mismo, busca a alguien que le diga que lo
ama y ese amor le permite sentirse un poco mejor consigo mismo. Pero, ¿qué
sucede si el otro en un momento dado deja de amarte, como es su derecho? Porque
nadie tiene la obligación de amar a alguien eternamente. Pues cuando sucede
esto, uno se enfada y se frustra muchísimo.
¿Si eres monje zen tienes una mejor
relación con tu pareja o te enfrentas a las mismas tribulaciones que el resto
de los mortales?
La
etiqueta de “monje zen” no asegura
absolutamente nada, pero se supone que un monje zen tiene presente su práctica,
que ya opera como un enorme transmutador del deseo y
de la energía sexual y, por ello, sus relaciones deberían estar más enfocadas
según el dharma del Buda... pero eso es mucho
suponer. (Risas). Quiero decir, que hay monjes zen que son verdaderos obsesos
sexuales.
De hecho, a veces con la práctica de la
meditación zen se experimenta un subidón de energía sexual. ¿Por qué ocurre
esto?
En
general, la meditación zen, cuando se practica regularmente, produce un
desbloqueo en el cuerpo de los centros energéticos y eso hace que la energía
fluya más y el deseo libre también puede estar más vivo, pero al mismo tiempo
la práctica de la meditación zen supone un entrenamiento de autocontrol:
controlas el sistema nervioso, las reacciones compulsivas, etc. Pero puede
suceder también, sobre todo en los primeros años de práctica y especialmente en
los retiros intensivos, que entremos en contacto con nuestra angustia
existencial, y cuando esto ocurre una de las primeras reacciones es buscar
sexo, o comida, o cualquier otro estímulo que te lleve a amortiguar la
angustia. Lo mismo sucede en épocas de tensión social fuerte.
Precisamente, vivimos en una época en la
que el sexo está por todas partes.
Sí,
la sociedad actual está hipersexualizada, se le da
una importancia tremenda al placer sexual, pero eso es un síntoma también de
vacío existencial, de insatisfacción, de alienación. Además, la sexualización de todo tiene un componente estimulador de la
producción y del consumo. Es una forma de explotación. Como a los pollos en la
granja se les pone la luz eléctrica para que den más huevos, a nosotros se nos
bombardea continuamente con imágenes eróticas de hombres o mujeres que excitan
el deseo sexual, aunque estén anunciando sopa de fideos o un reloj o unos zapatos;
el deseo que genera el cuerpo desnudo es focalizado hacia el objeto que se
publicita. Esta es una técnica de publicidad que se está utilizando de una
forma desaforada y muy irresponsable. Es como quemar las galeras.
¿Existen técnicas zen para liberarse del
apego sexual?
El
apego, sea a lo que sea, es siempre causa de dolor y sufrimiento. En la vía
budista es fundamental ir transformando esos apegos. Pero, claro, estamos
acostumbrados a identificar felicidad con poseer lo que deseamos y uno no sabe
cómo sería eso de sentir felicidad sin poseer lo que uno desea. Y, sin embargo,
en esa libertad es donde está el verdadero gozo. La cosa es: toma lo que la
vida te da cuando te lo da y acepta que no está cuando ya no esté. Esa sería la
libertad interior. El desapego no es desatención o falta de cuidado. Al
contrario, cuando estás desapegado de tu pareja puedes comprenderla mejor por
ella misma, no en función de tu deseo.
¿Y puede ser una solución al apego abrir
la pareja? ¿O es complicado?
Es
complicado, como se dice en el Facebook. (Risas). Es que hay una enorme
confusión. La no-posesión es un estado interior, no tiene nada que ver con que
tu pareja se vaya con otro o se vaya con cien mil. La fidelidad, o la lealtad,
es un compromiso mutuamente aceptado de hacer un camino
juntos. Eso se puede hacer sin posesividad y es ahí donde hay que
trabajar. De lo contrario se vuelve algo muy frívolo. Lo cual no quiere decir
que en un momento dado alguien no pueda tener una experiencia extraconyugal o
incluso que puedan darse tríos... Yo no voy a moralizar, ni decir “esto
sí” o “esto no”.
Habría que ver cuál es el estado interno de las personas cuando hacen eso.
En los preceptos del bodhisattva
zen se habla de “sexualidad errónea”.
¿Qué significa esto en una religión que se supone más allá del bien y del mal?
El
concepto de “sexualidad errónea”
depende de la época, de la cultura, del país e incluso del maestro que
transmite los preceptos. Yo, por ejemplo, cuando transmito ese precepto lo
formulo así : “no
hagas mal uso de tu energía sexual”. Es decir, que
uses la energía sexual de manera que sea fuente de felicidad para ti, para la o
las personas implicadas y para el entorno inmediato. Eso da una gama más
amplia, porque el precepto fundamental es no dañarte a ti mismo ni a los demás.
Finalmente, uno está solo ante su conciencia. En el budismo los preceptos no
son mandamientos inamovibles, sino una fuente de inspiración para cada uno.
¿Podemos decir que la práctica del zen es
capaz de “curar” una
parafilia? Por ejemplo, un sadomasoquista extremo que toma conciencia del
sufrimiento y de alguna manera se endereza.
No
tengo ni idea. Nunca me he encontrado con un caso así (risas). Dices “la
práctica del zen”, pero ¿qué es eso? Objetivamente nos sentamos todos
en la misma postura, pero lo que cada uno está viviendo por dentro es
completamente distinto.
¿Y cómo se ve la homosexualidad desde el
punto de vista zen? ¿Se considera algo natural o un desequilibrio?
En la
enseñanza budista no hay ninguna norma que prohíba la homosexualidad. De hecho,
en los monasterios japoneses de la Edad Media era práctica común y, en la
actualidad, existen maestros y maestras zen que son homosexuales y no lo
ocultan. La homosexualidad no tiene por qué ser un desequilibrio y la
meditación zen no tiene por qué cambiar la sexualidad de nadie. Aunque, claro,
habría que ver también las causas de cada homosexualidad...
¿Cómo contempla la enseñanza zen la
cuestión de los géneros, las diferencias entre hombre y mujer?
Pese
a que en la enseñanza zen no encuentras ningún elemento para diferenciar esta
forma, las comunidades budistas orientales son muy patriarcalistas
y machistas debido al condicionamiento social. Por ejemplo, hay textos indios
en los que se dice “si en esta
existencia has nacido mujer tienes que practicar una vida ética para que,
gracias a tus méritos, puedas nacer como hombre en la próxima existencia y, de
esta forma, aspirar a alcanzar la iluminación”. En
Occidente esto no es así. Lo bueno del budismo es que es muy orgánico: no está
basado en una dogmática absoluta que todo el mundo debe seguir, sino que se ha
ramificado en muchas escuelas y, además, absorbe todos los avances de la
ciencia, la psicología, la sociología...
Hablemos ahora de sexo tántrico. Con el
semen, el varón pierde gran cantidad de energía. Hay expertos que aseguran que
el hombre moderno no tiene orgasmos, sino eyaculaciones. Y en el sexo tántrico,
por el contrario, hay orgasmo pero no eyaculación.
Esto
es así y lo sé por experiencia, aunque no soy experto en sexo tántrico. Por
ejemplo, nosotros en los retiros intensivos de práctica aconsejamos reducir o
detener las relaciones sexuales o, al menos, las relaciones con eyaculación
masculina. En mi vida personal trato de seguir ese principio siempre que puedo.
Pero es difícil, ¿no? Y se dice que puede
ser hasta peligroso reprimir la eyaculación.
Si lo
haces bien no tiene por qué ser peligroso. Pero, claro, el trabajo con la
energía sexual debe ir parejo al trabajo con la energía emocional. Si una
persona desequilibrada se corta una vía de escape a la tensión emocional como
pueda ser la eyaculación, entonces terminará por estallar. Por eso, no se trata
sólo de no emitir esa energía, sino de darle curso después a través de una
práctica, de un sistema de vida, de una atención continuada. El problema es
cuando simplemente se corta y queda bloqueada. Por ejemplo, la creación es una
de las salidas de la energía sexual, no sólo a nivel artístico, sino la vida
como creación. Para desarrollar proyectos vitales la energía sexual tiene que
estar desatascada, no reprimida.
Hablando de arte: en buena medida, las
obras contemporáneas son secreciones del ego. Si un artista liquida su ego a
través de una práctica espiritual... ¿qué le queda?
Lo
que queda es la pura creatividad sin creador. En el arte contemporáneo
encontramos muchos creadores sin creatividad. Pero el verdadero arte es
creatividad sin creador. Cuando los antiguos pintores zen observaban la
naturaleza entraban en un estado de contemplación profundo: se olvidaban de sí
mismos y se fundían con el objeto contemplado. Por supuesto, es necesaria la
maestría técnica para plasmar eso en una obra, pero es muy importante también
que la ejecución artística se haga desde un estado de “no yo”, más
allá de la conciencia personal. Por eso el verdadero artista es un místico
también, en el sentido de que entra en un estado expandido de conciencia, un
trance, y desde ahí crea, no desde el yo. Y este es un estado de conciencia
propiciado, por ejemplo, por la práctica del zen.
Y una obra así, creada más allá del ego,
¿sería más pura y transmitiría mejor la Verdad?
Claro,
porque en este caso el artista es un canal, un puente entre los niveles
superiores del ser humano y el nivel ordinario. Para eso es importante que esté
despojado del yo, de la búsqueda de fama, de riqueza,
de reconocimiento... Ya lo decía Picasso: “cada
vez me interesa menos el resultado de la acción pictórica y más el instante
creativo”.
Te vas a ARCO y todo es basura, el cine
está moribundo, la música es más de lo mismo, ya no se crean obras genuinas u
originales... Casi todos los críticos están de acuerdo en que en Occidente hay
una crisis creativa tremenda, al margen de la económica. ¿De dónde viene?
Seguramente,
las causas son múltiples y complejas. Pero, por indicar algunas, yo pienso que
hay un exceso de antropocentrismo en la cultura occidental: es una cultura que
ha construido una burbuja alrededor de la Humanidad separándola de la
Naturaleza. Y cuando digo Naturaleza no me refiero a los árboles y los pájaros
sino a la Realidad, a la Vida. Hemos creado una cultura endogámica, encerrada
sobre sí misma, que está dando síntomas de agotamiento. Todo lo que no sea la
apertura a los grandes misterios de la existencia -al misterio de la muerte,
por ejemplo-, todo lo que sea vivir dentro del universo confortable -en el
sentido de microclimas cerrados como los ambientes urbanos-, agota la
creatividad porque corta al individuo de las fuentes mismas de la vida.
Tú has experimentado con enteógenos. ¿Qué crees que pueden aportar las drogas a la
experiencia sexual?
Yo
creo que no tiene nada que ver una cosa con otra, a menos que sean drogas
afrodisíacas. Pero yo cuando he experimentado con enteógenos
no ha sido para aumentar el placer sexual, sino para abrir más la conciencia y
la comprensión de mi propia psique y de la realidad. De hecho, en las
tradiciones en las que tiene lugar el uso ritual de los enteógenos,
como la de los indios amazónicos, hay un periodo de abstinencia antes, durante
y después del uso de los enteógenos, porque si no toda
la energía va hacia la zona genital y se pierde gran parte del poder de la
experiencia.
Eso de mezclar sexo y drogas fue una cosa
más de los hippies, ¿no?
Hombre,
es que los hippies lo mezclaron absolutamente todo. Y es lícito que una gente
quiera explorar la sexualidad a través de ciertas sustancias afrodisíacas. Pero
siempre y cuando no genere adicción y fijación. Podemos usarlo todo, pero con
discernimiento. Como decía Paracelso, “la
diferencia entre un veneno y un medicamento es la dosis”. Y
la regularidad. Un té puede ser una medicina, pero si te tomas cuarenta tés al
día puedes acabar con el sistema nervioso destrozado. Con todo sucede lo mismo.
El budismo, en general, es la vía del punto medio y evita los extremos, tanto
el Sí absoluto como el No absoluto.
En varias ocasiones has utilizado enteógenos para meditar. ¿Cómo resultó la experiencia?
Los enteógenos no te dan nada que tú no tengas. Se les llama
muchas veces “psiquedélicos”, que
significa “reveladores de la mente”.
Actúan como un líquido revelador que manifiesta lo que cada uno lleva dentro.
Al que sufre una neurosis de órdago, se le manifestará una neurosis de órdago.
El que tenga un entrenamiento mental de muchos años de meditación zen pues se
verá acrecentado por el poder de la sustancia. Lo cual no quiere decir que yo
defienda el uso de enteógenos para la meditación zen.
La meditación zen en sí es ya una práctica poderosa que no necesita ser
potenciada con nada más.
(NOTA: inédita hasta ahora en internet, esta
entrevista fue realizada el sábado 18 de febrero de 2012, y publicada varios
meses después en el número 7 de la revista “Bostezo.
Arte y pensamiento”, un monográfico titulado “Antropología
de los genitales”, de ahí que incluya tantas y tan variadas
preguntas sobre la cosa sexual).