Delage.  Este Delage D8-120 Aérosport de 1937 me parece un espléndido balance de la trayectoria de Louis Delage, aunando en un solo modelo las líneas maestras de su firma: la construcción de autos de estilizada suntuosidad (el rotundo y definitorio morro) y de ingenios de aviación (esa trasera que parece dispuesta a levantar el vuelo).

 

 

Horch. Del consorcio teutón al que también pertenecían AUDI, Auto Union y DKW éste fue el representante suntuoso. Recientemente se planteó por la única superviviente del consorcio, AUDI, relanzar la marca Horch como división de superlujo pero parece ser que la idea no acabó de cristalizar.

Me produce un especial tilín la trasera de este cabriolé de 1938, con algo de cacerola de las Molucas (ese fósil viviente que tanto ha inspirado a los carroceros).  

 

 

Delahaye. En los años 30 esta marca francesa (en la cual acabaría desembocando la firma Delage, anteriormente comentada) deliró tan a gusto entre el lujo, la velocidad y un extremo aerodinamismo rayano en la caricatura (parecen coches sacados de viñetas de «TINTIN») que uno comprende cómo hubo un tiempo de audacia inocente en que las gentes eran dignas de montar en espacios así. Una época y una civilización que da carrocerías semejantes está claro que rebosa salud, hasta en sus más declaradas patologías y conflictos. 

 

 

Cord. Mi alternativa de siempre a la tópica suntuosidad del Rolls. Qué esplendoroso aparecía Remington Steele al volante de este modelo, cómo no, de finales de los 30. La América randiana está toda reflejada en ese morro.

 

 

 

Gatsby. Acabaré este breve repaso por mis pulsiones de carrocerías suntuosas con un destello de esperanza. Aparte del simpático Chrisler al que ya mencioné en la anterior entrega, este modelo fabricado en 2001 parece remachar (ahora, desde el superlujo) la voluntad de algunos de liberarse de la tiranía de los aburridos troqueles impuestos por ordenador (perdón, por una visión muy limitada de lo que puede dar de sí un ordenador) en los últimos veinte años. Como en otros órdenes de la realidad, también en el diseño de automóviles vuelve el pasado, no para clonar ciegamente, sino para inspirar imprevistas y apasionantes mutaciones que subviertan la presente mediocridad.