“¡Bañaos en la
sangre y gozad como yo gozo por odio santo de mí misma!”
(dice Santa Catalina
de Siena en la obra bergaminiana
TANTO TIENES CUANTO ESPERAS)
Revanchismo y santurronería:
y, desde el antilimbo
de grisura, cientos
de muertos encumbraron al ¿Mesías? que sonreía por sus goteantes comisuras.
No hay tu tía: la cruz, viga maestra, es incompatible con
los arneses de puenting y la colchoneta esperándote
abajo.
Lo mismo pero dicho en plan bíblico:
-Oh, Maestro Amadorl, ¿por qué Tú sí caminaste sobre las aguas y yo
casi, casi me ajogo?
-Aaaay, Peeeeeter,
Peeeeter, Peeeeter, estas
cosas hay que hacerlas sin pensar, como el basilisco
cuando le da el pronto. Si aspiras a lucirte con ello, a nadar y guardar la
ropa, te hundes seguro y tus calzoncillos se los come un pecarí...
Lo más parecido a Cristo es el Anticristo (bueno,
claro, sólo para quienes estén dispuestos a ignorar como pecata minuta las obvias e impepinables
diferencias –la asunción del martirio y la soledad como único destino posible
frente a las ambiciones de santidad como lucimiento ante un potencial y acrítico rebaño-).
El anhelo de Lo Justo no tiene que ver con la literalidad
leguleya
de los tribunales sino con la palabra desmesurada al pie del Espíritu.
Mata más el que no mata
que el que te manda a paseo.
Mata más el que te castra
la mente con picahielos.
O con sobornos afeita
la integridad de tus sueños.
¿CIELO O
INFIERNO? (la última paradoja)
Si me muero y voy a un sitio donde me encuentre a ZP,
con sus concursos de autocanonización, sus via crucis blindados a todo riesgo, y sus cristos
instantáneos (de sobre, como la
sopa), de seguro que no estaré en el Cielo (por muy blanquiazulado
que se me venda...) sino en el peor de los infiernos, el HUIS CLOS entre
farsantes y chantajistas morales.
Por fortuna, cada día estoy más convencido de que, como
sujeto amigo de profundizar, mi destino será abisal, tenebrosamente rojo, serio
(nada kistch), inasequible a lo virtual y tal vez incluso en la puerta me esté
esperando Destouches, con su gato Bebert en la mochila y con el pequeño Bebert
de la mano, por fin vivo más allá de la muerte. Y con Jünger
y otras gentes de peso mantendremos sustanciosas y celestiales conversaciones por toda la eternidad.
“-La Santa
está enojada porque cree que no la han aplaudido bastante.
-A todos los santos les habrá pasado lo mismo ¿o
es que son santos para que les aplaudan?”
(epílogo de la obra bergaminiana TANTO TIENES CUANTO ESPERAS)