COSAS QUE PASAN





actualidad doméstica por Martina Uwe



Cosas que pasan. Luis Rubiales, por ejemplo. Ese tosco ser (en forma y fondo) al que sus maneras en lo tocante a lo económico (y sus conversaciones groseras y matonas hechas públicas) lejos de sacarlo ipso facto de su puesto, lo reafirmaron en él. En este país, lo de robar, la grosería, la estética poligonera tiene sus recompensas. Los picos no. El asunto es que, si se hicieran las cosas bien, este hombre no podría haber representado a España bajo ningún concepto relativo a la elegancia y buen hacer. Si hubiéramos tomado medidas a tiempo, hubiéramos evitado lo demás. En lo demás, por cierto, hubo una manifestación espontánea de apoyo a Jenni Hermoso en la madrileña plaza de Callao. Allí estuvo la siempre ínclita Irene. De principio a fin, las cosas como son. La hermosa y comprometida Yolanda acudió el tiempo justo de bajarse del coche, hacerse la foto y marcharse. Eso sí, apareció en la prensa al día siguiente. Prensa que omitió la presencia de Montero, dicho sea de paso, y este paso —ya lo saben— tiene alergia a ambas. Porque Yolanda no tiene tiempo salvo para desfiles. Eso sí los aguanta. Del tirón. Pero, claro, ¡dónde va a parar!

A Rubiales le pierden las formas. Debería de recibir unos cursillos acelerados de Pedro. Pedro es epítome del Diego que dijo lo que no dijo. Es fascinante. Ni rubor, ni pudor, ni decencia. Es un héroe postmoderno. Como los clásicos, es capaz de resurgir de sus cenizas, de cumplir los trabajos hercúleos, de reinventarse y, cuando todos lo daban por caído, mostrar sus brotes verdes, como diría el gallego. Ahí está. El único que realmente tuvo algo que celebrar las últimas elecciones. Tan alto, tan moderno, tan cool. Capaz de enmendarse las palabras y hacernos creer que, en efecto, uno es uno y sus circunstancias. Porque lo que está claro es que las palabras que uno se traga no matan. Que se lo pregunten a la farruca pepera Guardiola, que puso a Dios por testigo de que no pactaría con Vox y, al día siguiente, de blanco impoluto (este recurso ya empieza a cansar) trató de explicar el misterio de la Santísima Trinidad, es decir, que tragaba. Por el pueblo extremeño, por supuesto.








Intriga ver cómo se trazará la amnistía. Hubo una fiscal no hace mucho que no escandalizó tanto. ¿También los policías amonestados se beneficiarán de ella? ¿Los que cometieron delitos económicos quedarán absueltos? Y mientras, el denunciante del caso Gürtel, pendiente de un indulto que solicitó la propia Fiscalía desde hace años. Cosas que pasan en este país. Cervantes, Valle-Inclán y Berlanga. Nadie como ellos lo conocieron. Ah, sí, nuestro ilustre Lazarillo, maestro de ceremonias.

En Waterloo deben de estar a carcajada limpia. Que todo dependa de él. De ese otro hombre que ni siquiera tuvo el coraje de quedarse, como hicieran otros. Sorprende que dure tanto el maridaje entre la burguesía exquisita y los antisistema. Y mientras, los populares aguantan la rabia, y argumentan con ideas peregrinas. Y aquí uno dice que el PSOE está en la órbita de Hamás y no pasa nada. Menuda imagen de niños malcriados. Se mire por donde se mire, no hay nadie que merezca la admiración, siquiera en las filas contrarias. Es todo chuco, siniestro, ruin. Eso sí, ahora retransmitido en polifonía. El Congreso es políglota, eso es fantástico. Es lo más. La gran necesidad que teníamos los españoles por fin ha quedado resuelta.

La banalidad del mal viste de traje (con o sin corbata), pincha ‘me gusta’, pensando que ha ido a las barricadas de la lucha, vota a lo loco, sin masticar ni regurgitar. Habría que leer a Balmes para darse cuenta de hasta qué punto la humanidad como naturaleza depende del criterio. Errado o no, criterio propio. Asistimos a la toma de medicación de las noticias pertinentes sin ser capaces de tejer una urdimbre que las de sentido. Las consumimos y a seguir consumiendo (lo que sea, el caso es que no pare la máquina). Walser ya nos describió en su novelita Jakob von Gunter, que retrataba una escuela de sirvientes. Habría, de paso, que seguir leyendo a Jünger. Pero. Nos quedamos en estas nuevas académicas que ganaron el Planeta (circo vergonzoso por cuanto participa en la gran mentira no solo el Estado, con la presencia del ministro de Cultura, sino incluso la Casa Real). ¡Viva la farsa! Y cuanta más confusión, más peces en la red.

Porque para sacarnos de la duda sin pensar ya tenemos a Borrell, hablándonos de la paz preventiva, y de que si no o de que si sí van a retirar las ayudas a los palestinos. Y de lo malo que es Putin y de lo bueno que es Biden, que es un hombre mentalmente ágil para capitanear esa superpotencia en apariencia (no me he resistido al pareado). La distribución del papel de buenos y malos atenta a cualquier mínimo de inteligencia activa. Pero. Luego vuelve el otro gallego a advertirnos de que el nacionalismo va a llevar a España a una situación similar a la de los Balcanes. No es posible. En los Balcanes había un cuestionamiento de la propia identidad. Aquí, la identidad de cada cual se resume en el «qué hay de lo mío».

De identidades sabemos poco, si hasta se nos olvidan las macabras acciones médicas del abuelo de esa showgirl con apellido compuesto que gana suculentas sumas a costa del heraldo público. Qué más da. Que te vote Txapote. Chin pun.