CONVIVENCIA





Beatriz Alonso Aranzábal





Tras el cierre de oficinas bancarias en la ciudad, los mendigos se han disputado los mejores huecos de cajeros. Tomasz, de edad indefinida y prófugo de una mafia de su país, solo encontró sitio junto a Tomás, con el que nadie había querido instalar sus míseras pertenencias. Coinciden únicamente por la noche, cuando se dejan caer en sendos colchones recogidos de la basura. Tomás, con su labia y su porte, suscita mayor compasión que su tocayo, porque se nota que en el pasado le fue bien, y quién sabe qué sucesivas desgracias le han conducido a quedarse sin techo. Por eso siempre recibe calderilla o algo de comer. Ayer tarde, sin ir más lejos, alguien dejó un par de mantas abrigadas. Tomasz, que llegó primero tras vagabundear con el estómago vacío y los pies helados, cogió una y de inmediato se quedó dormido. Por la mañana, los vecinos vieron que Tomás ya se había ido a buscar su vino y sus porras calientes, como de costumbre, y nadie se molestó en dejar algo para el extranjero, que seguía totalmente envuelto en la manta, manchada de sangre. Las patadas que le había propinado Tomás, al llegar de madrugada, habían sido brutales.