COCINEROS




Mi primer contacto televisivo con el mundo culinario fue a través del espacio CON LAS MANOS EN LA MASA de la recientemente desaparecida Elena Santonja, espacio raciovitalista orteguiano en su exacto ensamble de cultura y cocina. Pero no sería hasta muchos años después que sentiría la necesidad perentoria de ver espacios de cocina a diario, como práctica aperitiva antes de ponerme con los pucheros. Aquí dejo constancia de los nombres que he seguido con más delectación en los últimos tres años.



JAMIE OLIVER


Lo descubrí en el canal regional Localia y me enganchó enseguida. Me transmitía frescura, espontaneidad, cierta conciencia social sin caer (al contrario que Arguiñano) en la demagorrea indiscriminada (de hecho, más que largar, ha preferido actuar dentro de su campo, con las cruzadas por una mejor educación dietética en las escuelas o con la vindicación de la morralla como algo perfectamente aceptable en la dieta piscívora o también con su apuesta por el multiculturalismo -a partir de la propia experiencia de su isla- a través del estómago -concretada inicialmente en su entrañable relación con su maestro el exhuberante Gennaro Contaldo y más adelante con sus viajes dentro y fuera de la isla descubriendo y adaptando gastroculturas, algo nada impostado en su caso, sino en completa coherencia con su condición de cocinero mestizo, marcado en buena medida por la impronta italiana-). Una de mis frustraciones en mi visita a Londres de 2008 fue no entrar en uno de sus establecimientos. Ahora lo sigo desde Food Tube y, aunque se hace más caro de ver, entre la vorágine de colaboradores, cuando localizo algún nuevo clip suyo o de Gennaro, disfruto como el primer día.






MARILO Y SU GANG


Es curioso: cuando descubrí SABER COCINAR en TVE1 en plena parusía de ZP y del lerdofeminismo de Bibiana Aído, aquella imagen de las dos gigantas (Mariló Montero y la doctora Ana) sacándoles la cabeza al cocinero moñoño Sergio y el bufoncillo García, me pareció algún tipo de imagen didáctico/idiota de género y me rebullí bastante. A partir del tardozapaterismo, ya con Rubalcaba al frente y más tarde con Rajoy, viendo que el espacio seguía tan terne, comprendí que la cosa trascendía coyunturas políticas. Me enganché sobre 2012 y descubrí una delicia gastro/cómica de primer orden con un equilibrado reparto con el profesor moñas, el picaruelo García siempre en conexión de dobles sentidos con Mariló (que me fascinó como actriz frustrada, singular cruce entre la ironía de Monica Vitti y el desgarro de Sofia Loren y a quien ya no dejé de ver en una hipotética adaptación azconiana de FILOMENA MATURANO), a lo que añadir el contraste perfecto de la doctora Bellón (físicamente mi preferida, con ese rostro acaponatado de ojos enormes y perfil rotundo), siempre dando palmetazos dietéticos y actuando en clave de ingenua frente a las picardías del tándem Montero/García. Actualmente voy siguiendo desde la web de RTVE muchos de los episodios que me perdí en su momento y no me canso de los mil lances chuscos que, por lo general, entre el jolgorio y la algazara, te acaban por hacer olvidar qué plato se estaba cocinando.




LOS MOTEROS PELUOS


También en Localia los descubrí. Dos orondos que recorrían el mundo en moto y, jugando una química payasesca invertida (el augusto, más sufrido y tranquilo, tiene que parar los pies una y otra vez al más inquieto cariblanco -aquí encarnado por el motero de gafas-), iban haciendo recetas al aire libre en escenarios inverosímiles. Después hubo un largo paréntesis hasta que, una tarde, en pleno mono nostálgico del dúo, descubrí a través de You Tube y Daily Motion que los Hairy Bikers tenían un montón de series no sólo por latitudes exóticas sino dedicadas a la cocina británica o escapadas por el norte y este de Europa. Ecos de Laurel y Hardy pero con ese punto british que equilibra magistralmente la jocosidad con la gastro/docencia.





RICK STEIN


Cocinero británico con aires de filósofo y amigo de recorrerse morosamente grandes extensiones a través de vías de agua (Francia en barcaza de arriba a abajo por itinerarios fluviales o el Mediterráneo con una prosopopeya que llega a recordar páginas de las memorias sesentonas de Jünger). Amigo de abundar en referencias culturales, su mezcla atemporal de entusiasmo e ironía, y su rebullirse ante los establecimientos para turistas anglosajones (que empobrecen el paisaje y convierten una playa griega en un barrio inglés) me resultan simpáticos.





ROBIN FOOD


Una especie de niño grande (mejor, enorme) galaico/euskaldún gran defensor de la cocina sin bobadas que Santi Santamaría (santo de su devoción -nunca mejor dicho, dado que hasta le ha dedicado un altarcito en la cocina-) vindicó frente al superferolitismo de Adriá y otros gastroquímicos. Su gran conocimiento de antiguas tradiciones culinarias, de maestros franceses, su camaradería con Martín Berasategui y su talante travieso (ejemplificado en su sección GUARRINDONGADAS y en su lema VIVA RUSIA) poco a poco me lo han hecho habitual en mi lista de cocineros a visionar.





ANDREW ZIMMERN


Especializado en recorrerse el mundo para probar bocados extremos (insectos, vísceras humeantes en crudité, gusanos, penes, anfibios y reptiles...), el amigo Zimmern me ayudó a superar algunas gastrofobias que cargaba desde la infancia y su bizarrerie culinaria amplió mis horizontes gustativos.




ADAM RICHMAN


O la glotonería como disciplina olímpica. Sus hazañas competitivas basadas siempre en la cantidad o en la capsicina (sus épicos retos de resistencia al picante) nos han ido presentando durante años toda clase de platos de la América profunda refractarios a todo corsé dietético y antimateria de lo vegano. Todo ello salpicado con cantidad de personajes pintorescos, caso de un veterano Alice Cooper reconvertido en hostelero o de aquel pariente lejano/tejano de Bertin Osborne capaz de preparar en sus caballerizas crematorias una megabarbacoa con la que saciar a todo un pueblo de tragaldabas.







Y no puedo dejar de mencionar el salero cordobés de Juan Pozuelo o la mixtura eusko/mexicana de Bruno Oteiza.