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CELIA DE COCA

 

 

 

 

Mi trayectoria musical se halla desde el inicio vinculada, no sólo anímica sino también fácticamente, al Eterno Femenino. Aquellas referencias descubiertas entre el 71 y el 73 que me impulsaron a escribir mis primeras canciones (María del Mar Bonet, Cecilia, las Vainicas...). Aquellas mujeres (la ya mentada Cecilia, Mari Trini, Carmen Santonja –la única que se mojó un poco en esos años de aprendizaje y con quien ya mantendría contacto intermitente hasta finales de los 90-) a las que enviaba mis cassettes a capella de tan laaarga duración (¡entre una y dos horas! –aún más interminable para la oyente por la muy precaria afinación de quien las interpretaba-) y mis tochos de letras. Hasta llegar a Olvido Alaska, con quien por fin entraría en ese mundo del pop, aunque fuese por la puerta falsa de un grupo tan poco serio en sus presupuestos como KAKA DE LUXE. Desde ese 77 a hoy, y tras Olvido, muchas mujeres han formado parte de mi singladura poprockera. En PARAISO, Isabel San Gabino (guitarra rítmica en los primeros meses y, tras su salida del grupo, creadora de BOLIDOS), María Portuondo (esposa a la sazón de Antonio Zancajo, voz acompañante y recreo visual para el espectador con su turbadora imagen de odalisca bohemia) y Mar Dorado (la corista con voz de niño de San Ildefonso que, pese a durar muy poco –eran las postrimerías-, chupó bastante plano al participar en las grabaciones casi testamentarias que nos hizo Carlos Tena para POPGRAMA y que años después Nuevos Medios sacaría en vinilo). En la primera época de POP DECO, Susana Sáez de Koska (voz acompañante que, tras el fracaso del MEAC –fracaso que supuso la disolución del grupo el mismo día de su primer y único concierto-, emigraría a Barcelona a prepararse para modelo a las órdenes de Teresa Gimpera, formaría pareja estable con Loquillo y acabaría dedicándose a la realización de documentales). En LA MODE, Almudena Jane Maeztu (bajista -más tarde en ALPHAVILLE y, pasado el sarampión nuevaolero, dedicada a la alta cultura-), su hermana Elena y María La Nuit (colaboradoras a los coros en la presentación del grupo en la sala Morasol), sin olvidar el lujazo de contar con las mismísimas Vainicas en “SUEÑO ’84” (el tema compuesto y arreglado por Alvaro, hijo de Gloria Van Aerssen y por entonces bajista del grupo). La arcadia fugaz pero feliz de mis trabajos con Kiki D’Aki (el carisma femenino más cargado de sensibilidad y neuronas que dio la Movida). Y en los abismos infaustamente celinianos de PROYECTO BRONWYN primero conté con Merche de Miguel (encargada de aglutinar a la banda mientras yo acababa de grabar con Teo Cardalda el disco de POP DECO, teclista y compositora –entre otros temas- de ”CREDO”, uno de los más logrados del repertorio), y, tras desbandarse la primera formación, con Lisa Marcus y Teresa Sayas (teclista y batería, respectivamente). Después, y hasta el 2003, no hubo más mujeres (como tampoco mucha actividad musical: los dos álbumes con Borsani –discos fantasmas en cuanto a su nula recepción por crítica y público, algunos de cuyos cortes acabaríamos recuperando para LA RULETA CHINA- y el minicd con Parade, más la deprimente sarta de karaokes por centros comerciales -versión en clave musical de los jirones existenciales que un Stacy Keach o un Mickey Rourke dejaron en films como “FAT CITY” y “EL LUCHADOR”-). A partir del 2003, hago algunas apariciones nostálgicas con Casilda evocando nuestros respectivos pasados en los primeros 80 pero la cosa (salvo la lograda actuación del homenaje a Caminos en 2006 acompañados por un combinado de MODELOS y MAMA y una deliciosa performance del “NOCHE DE LLUVIA EN MADRID” en Siroco con Charlie y su orquesta de pajaritas en la primavera de 2008) no acaba de cuajar tanto por falta de tiempo de ella como por mi creciente aversión a la retroxploitation tras los anticlimáticos años de karaoke con Borsani. Será a partir del 2006 cuando se cierra con broche de oro esta trayectoria musical en compañía de lobas, aparte de con las colaboraciones como invitada de excepción de la vocalista Helena de Alfonso (cuyo espléndido hacer a nuestro lado quedaría recogido para la posteridad en “EL SENDERObonus track de la reedición en cd de POP DECO-), con la llegada de quien ha supuesto la crema y nata en cuanto a rigor, encanto (quienes me leen ya saben que para mí este término tiene más que ver con la sensibilidad de espíritu que con los tsunamis de silicona) y calidad en la ejecución. Hablo de Clara Collantes.

 

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Hablaré de Clara. Lo primero, destacar algo en parte de Pero Grullo: es de las pocas mujeres con quien he trabajado que no estaba en la música por diletantismo, capricho o sarampión juvenil. Como Lisa y Teresa, ha pasado por esa áspera formación del destajismo musical, donde sólo muy pocos talantes y talentos resisten el embrutecimiento. Clara (como el santo patrón de los destajistas creativos, Rodrigo García, responsable de cuatro discos clásicos del pop español –“SOLERA”, “SEÑORA AZUL”, “RODRIGO” y “SOLERA RESERVADA”- y de la mejor canción jamás escrita en castellano sobre el amor entre mujeres, “MARIA Y AMARANTA”) ha mantenido su sensibilidad, su atención al detalle, su eclecticismo y su ilusión frescas e incorruptas como pantorrillas de santa, inasequibles al adocenamiento y a la rutina. Y como Kikí, su ideal de trabajo en la música es más la satisfacción artística por la obra bien hecha que el vedettismo o el estrellato (Clara, en las antípodas del proxenetismo cultural, sirve a la música, no se sirve de ella). Y lo hace con una meticulosidad tal que el apodo que se ganó de mi parte, la guitarrista de Vermeer (alusión a la encajera que tanto encandilaba al también meticuloso Dalí), es más descripción científica que vano ditirambo.     

 

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Charlie y yo empezamos con Clara al mediar 2006, cuando, recién aparecido el cd de POP DECO con los bonus tracks (“EL SENDERO”, “CON PACIENCIA” y “UNA CICATRIZ”) en los que habíamos estado trabajando con Antonio Pazos (arreglista de buena parte de mi material con Borsani durante los 90) en los dos años anteriores, decidimos que nos hacía falta la estructura de una banda para continuar nuestro camino tanto cara a directos como para nuevas grabaciones (en aquel momento estábamos con un pie en Nuevos Medios, nexo que se interrumpiría con la crisis de salud que aquejó a Mario Pacheco a fines de aquel año). Pazos nos trajo a César, Angel y Clara, con quienes él trabajaba habitualmente en el grupo AUTONAUTAS y en las ya mentadas tareas de destajismo musical.  Desde el primer momento Clara me sorprendió por su perfecta mezcla de seriedad y flexibilidad como guitarrista a las características de mi voz (siempre precaria tanto en potencia como en afinación). Desde Antonio Zancajo, no había vuelto a sentirme tan cómodo en ensayos con alguien que, con su instrumento, se ajustaba a mis peculiaridades como un guante, arropándome a cada momento y devolviéndome una confianza que siempre andaba en igualado combate de wrestling anímico con el miedo escénico. Pero cuando Clara se transfiguró a mis ojos y comprendí que era de veras alguien muy especial fue en la actuación de Siroco de fines de septiembre, en aquel punteo casi en solitario del tema central de la película “EL CAZADOR”, con un aura chaceliana de extrema concentración y refrendada por el silencio catedralicio del habitualmente bullicioso público de la sala. Poco después decidimos también que se incorporase como vocalista y de nuevo no erramos en la decisión, como quedó claro en la apoteósica y definitiva actuación de Sol en enero del 2007 (no es subjetiva pasión de madre: ahí muchos comentarios en blogs y la propia opinión de la sala cuando nos incluyeron en un cd/dvd de actuaciones de la temporada). 

 

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Al perderse el contacto con Nuevos Medios por las razones ya dichas y no haber muchas perspectivas de actuaciones para una banda de seis miembros (imposible, por ejemplo, de encajar en locales pequeños así como de llegar a un mínimo de reparto de beneficios aceptable), Charlie y yo decidimos reconvertir la idea original en un formato más reducido y manejable, tanto a la hora de establecer cachés como de actuar en salas más hechas a la melodía que al rock. Y ahí surgió LA RULETA CHINA. En una terraza de la glorieta de Iglesia, mediando la primavera del 2007, con Angel (multiinstrumentista con especial apego por la percusión, los teclados y la arquitectura de los fondos orquestales –y con gran talento para la producción, como ha quedado claro en sus labores codo a codo con Charlie y el técnico Nacho frente a la mesa de mezclas-) y Clara (ya indispensable para mí por su arropamiento tanto a la guitarra como a la voz), iniciamos la senda que nos ha llevado al disco más importante de nuestra trayectoria, tanto en inspiración como en ejecución como en mimo y delicadeza en la producción. La labor de Clara, aparte de la mayor parte de las guitarras (siempre trabajadas en función de la canción, con un criterio más de arreglista adecuándose al resultado final que de tocona amiga de lucimientos –y, en cuanto a su huella como arreglista, ahí títulos como “ESPEJISMO”, “SUNSET BOULEVARD”, “CON PACIENCIA” o “SEPTIEMBRE”, donde tal contribución no es precisamente pequeña-) y una voz con un punto camaleónico (trasmundanamente monacal aquí, tibiamente íntima allí, tórridamente sensual acullá, en todo momento ajena a cualquier manierismo, con una engañosa neutralidad a la primera escucha que la segunda vez estalla en algo profundamente personal, con ecos de los 70, del folk, de la West Coast, hasta de esas caricias vocales de las bandas sonoras que acompañaban el thriller erótico italiano de Morricone y epígonos), nos sorprendió en el estudio con su mágico uso de la melódica (aquel instrumento infantil mezcla de flauta y teclado) que asoma en un par de temas trayéndonos referencias tan dispares como Nino Rota y el jazz pop de los 70. En estos años de via crucis, donde a medida que el disco se hacía de rogar en su lanzamiento (ya conté en esta entrada la ominosa peripecia), íbamos perdiendo miembros (bien por dejar el barco –caso de Angel- o por rebajar su atención y trasladarla hacia otros derroteros –caso de Charlie-), el peso de la banda cayó cada vez más (en búsqueda de actuaciones, incluso en gestiones eventuales con otras compañías por intentar una coedición) sobre las sufridas y siempre ocupadas espaldas de Clara, papel del que nunca renegó ni se quejó hasta ese día después de noviembre de 2014 en que ambos nos sinceramos, hicimos balance y decidimos que LA RULETA CHINA había entrado en un viaje a ninguna parte y que se imponía, en cuanto saliese el disco, cerrar un ciclo y comenzar otro, recuperando la ilusión que en su momento tuvimos a raudales. Hoy Clara y Antonio Zancajo tocan juntos conmigo y se han reconocido como ejemplos de la misma raza, la de los músicos que disfrutan tocando en común, ensayando con rigor e imaginación a un tiempo (porque una cosa no excluye a la otra), y apoyándome para salvar mis carencias. De alguna manera con Clara se cierra, culminante, el círculo iniciado en aquella primera visita allá por el 74 al estudio de Carmen Santonja, aquella hada/bruja tímida y genial, cuando me enseñó su colección de instrumentos exóticos (orientales, étnicos, medievales...) y me demostró, entre carcajadas desmitificadoras (tan socarronamente vascas...), que se manejaba resueltamente con cualquiera de ellos: el círculo de Lo Femenino, de la encajera, de Rosa Chacel, de su criatura Leticia Valle, del amor al Arte, de esa perfección sanamente obsesiva heredera de lejanos y hoy casi perdidos impulsos artesanos... Clara, tan poco postmoderna y ¿sin embargo? tan cargada de futuro, tan atemporal en tu buen hacer, GRACIAS POR ESTAR AQUI.  

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