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CELIA
DE COCA
Mi trayectoria musical se halla desde el
inicio vinculada, no sólo anímica sino también fácticamente, al Eterno
Femenino. Aquellas referencias descubiertas entre el 71 y el 73 que me
impulsaron a escribir mis primeras canciones (María del Mar Bonet, Cecilia, las
Vainicas...). Aquellas mujeres (la ya mentada Cecilia, Mari Trini,
Carmen Santonja –la única que se mojó un poco
en esos años de aprendizaje y con quien ya mantendría contacto intermitente
hasta finales de los 90-) a las que enviaba mis cassettes a capella de tan
laaarga duración (¡entre una y dos horas! –aún más interminable para la oyente por la muy precaria
afinación de quien las interpretaba-) y mis tochos de letras. Hasta llegar a
Olvido Alaska, con quien por fin entraría en ese mundo del pop, aunque
fuese por la puerta falsa de un grupo tan poco serio en sus presupuestos como
KAKA DE LUXE. Desde ese
Hablaré
de Clara. Lo primero, destacar algo en parte de Pero Grullo: es de las pocas
mujeres con quien he trabajado que no estaba en la música por diletantismo,
capricho o sarampión juvenil. Como Lisa y Teresa, ha pasado por esa
áspera formación del destajismo musical, donde sólo
muy pocos talantes y talentos resisten el embrutecimiento. Clara (como el santo
patrón de los destajistas creativos, Rodrigo García, responsable de cuatro
discos clásicos del pop español –“SOLERA”, “SEÑORA AZUL”, “RODRIGO” y “SOLERA
RESERVADA”- y de la mejor canción jamás escrita en castellano sobre el amor
entre mujeres, “MARIA
Y AMARANTA”) ha mantenido su
sensibilidad, su atención al detalle, su eclecticismo y su ilusión frescas e
incorruptas como pantorrillas de santa, inasequibles al adocenamiento y a la
rutina. Y como Kikí, su ideal de trabajo en la música
es más la satisfacción artística por la obra bien hecha que el vedettismo o el estrellato (Clara, en las antípodas del
proxenetismo cultural, sirve a la música, no se sirve de ella). Y lo hace con
una meticulosidad tal que el apodo que se ganó de mi parte, la guitarrista
de Vermeer (alusión a la encajera que tanto
encandilaba al también meticuloso Dalí), es más descripción científica que vano
ditirambo.
Charlie y yo empezamos con Clara al mediar
2006, cuando, recién aparecido el cd de POP DECO con
los bonus tracks (“EL
SENDERO”, “CON PACIENCIA” y “UNA CICATRIZ”) en los que habíamos estado
trabajando con Antonio Pazos (arreglista de buena parte de mi material con Borsani durante los 90) en los dos años anteriores,
decidimos que nos hacía falta la estructura de una banda para continuar nuestro
camino tanto cara a directos como para nuevas grabaciones (en aquel momento
estábamos con un pie en Nuevos Medios, nexo que se interrumpiría con la crisis
de salud que aquejó a Mario Pacheco a fines de aquel año). Pazos nos trajo a
César, Angel y Clara, con quienes él trabajaba
habitualmente en el grupo AUTONAUTAS y en las ya mentadas tareas de destajismo musical.
Desde el primer momento Clara me sorprendió por su perfecta mezcla de
seriedad y flexibilidad como guitarrista a las características de mi voz
(siempre precaria tanto en potencia como en afinación). Desde Antonio Zancajo,
no había vuelto a sentirme tan cómodo en ensayos con alguien que, con su
instrumento, se ajustaba a mis peculiaridades como un guante, arropándome a
cada momento y devolviéndome una confianza que siempre andaba en igualado
combate de wrestling anímico con el miedo escénico.
Pero cuando Clara se transfiguró a mis ojos y comprendí que era de veras alguien
muy especial fue en la actuación de Siroco de fines de septiembre, en aquel
punteo casi en solitario del tema central de la película “EL
CAZADOR”, con un aura chaceliana de
extrema concentración y refrendada por el silencio catedralicio del
habitualmente bullicioso público de la sala. Poco después decidimos también que
se incorporase como vocalista y de nuevo no erramos en la decisión, como quedó
claro en la apoteósica y definitiva actuación de Sol en enero del 2007 (no es
subjetiva pasión de madre: ahí muchos comentarios en blogs y la propia
opinión de la sala cuando nos incluyeron en
un cd/dvd de actuaciones de
la temporada).
Al perderse el contacto con Nuevos
Medios por las razones ya dichas y no haber muchas perspectivas de actuaciones
para una banda de seis miembros (imposible, por ejemplo, de encajar en locales
pequeños así como de llegar a un mínimo de reparto de beneficios aceptable),
Charlie y yo decidimos reconvertir la idea original en un formato más reducido
y manejable, tanto a la hora de establecer cachés como de actuar en salas más
hechas a la melodía que al rock. Y ahí surgió LA RULETA CHINA. En una terraza
de la glorieta de Iglesia, mediando la primavera del 2007, con Angel (multiinstrumentista con
especial apego por la percusión, los teclados y la arquitectura de los fondos orquestales
–y con gran talento para la producción, como ha quedado claro en sus labores
codo a codo con Charlie y el técnico Nacho frente a la mesa de mezclas-) y
Clara (ya indispensable para mí por su arropamiento tanto a la guitarra como a
la voz), iniciamos la senda que nos ha llevado al disco más importante de
nuestra trayectoria, tanto en inspiración como en ejecución como en mimo y
delicadeza en la producción. La labor de Clara, aparte de la mayor parte de las
guitarras (siempre trabajadas en función de la canción, con un criterio más de
arreglista adecuándose al resultado final que de tocona amiga de
lucimientos –y, en cuanto a su huella como arreglista, ahí títulos como
“ESPEJISMO”, “SUNSET BOULEVARD”, “CON PACIENCIA” o “SEPTIEMBRE”, donde tal contribución
no es precisamente pequeña-) y una voz con un punto camaleónico
(trasmundanamente monacal aquí, tibiamente íntima allí, tórridamente sensual
acullá, en todo momento ajena a cualquier manierismo, con una engañosa
neutralidad a la primera escucha que la segunda vez estalla en algo
profundamente personal, con ecos de los 70, del folk, de la West Coast, hasta de esas caricias vocales de las bandas sonoras
que acompañaban el thriller erótico italiano de Morricone
y epígonos), nos sorprendió en el estudio con su mágico uso de la melódica
(aquel instrumento infantil mezcla de flauta y teclado) que asoma en un par de
temas trayéndonos referencias tan dispares como Nino Rota y el jazz pop de los
70. En estos años de via crucis, donde a medida que
el disco se hacía de rogar en su lanzamiento (ya conté en
esta entrada la ominosa peripecia), íbamos perdiendo miembros (bien
por dejar el barco –caso de Angel- o por rebajar su
atención y trasladarla hacia otros derroteros –caso de Charlie-), el peso de la
banda cayó cada vez más (en búsqueda de actuaciones, incluso en gestiones
eventuales con otras compañías por intentar una coedición) sobre las sufridas y
siempre ocupadas espaldas de Clara, papel del que nunca renegó ni se quejó
hasta ese día después de noviembre de
2014 en que ambos nos sinceramos, hicimos balance y decidimos que LA RULETA
CHINA había entrado en un viaje a ninguna parte y que se imponía, en cuanto saliese
el disco, cerrar un ciclo y comenzar otro, recuperando la ilusión que en su
momento tuvimos a raudales. Hoy Clara y Antonio Zancajo tocan juntos conmigo y
se han reconocido como ejemplos de la misma raza, la de los músicos que
disfrutan tocando en común, ensayando con rigor e imaginación a un tiempo
(porque una cosa no excluye a la otra), y apoyándome para salvar mis carencias.
De alguna manera con Clara se cierra, culminante,
el círculo iniciado en aquella primera visita allá por el 74 al estudio de
Carmen Santonja, aquella hada/bruja tímida y genial,
cuando me enseñó su colección de instrumentos exóticos (orientales, étnicos,
medievales...) y me demostró, entre carcajadas desmitificadoras (tan
socarronamente vascas...), que se manejaba resueltamente con cualquiera de
ellos: el círculo de Lo Femenino, de la encajera, de Rosa Chacel,
de su criatura Leticia Valle, del
amor al Arte, de esa perfección sanamente obsesiva heredera de
lejanos y hoy casi perdidos impulsos artesanos... Clara, tan poco postmoderna y
¿sin embargo? tan cargada de futuro, tan atemporal en tu buen hacer, GRACIAS
POR ESTAR AQUI.