Las alucinaciones de Chopin



Por Esther Peñas



Federico Chopin (Polonia, 1810- París, 1849) era un genio. Pero su salud, de siempre quebradiza, le jugaba malas pasadas. Tenía alucinaciones. Veía seres diminutos salir de su piano. Sentía estar muerto. Su desvarío le permitía charlar con su padre fallecido y con amigos que residían a miles de kilómetros de donde se encontraba. Y, al contrario que lo que provoca el déjà vu –o paramnesia-, sufría pérdidas de consciencia y olvidaba dónde estaba, qué hacía allí e incluso quién era.



Estos episodios podían durar segundos o minutos. Hasta ahora, todos esos síntomas habían sido interpretados por los especialistas como indicios de cierta enfermedad mental, bipolaridad o depresión. Le ocurrían con frecuencia durante la noche y solían coincidir con infecciones agudas y fiebre.



El Gobierno polaco, decidido a esclarecer con la mayor precisión el mal que padecía uno de sus compatriotas más internacionales, solicitó permiso para exhumar los restos del compositor y poder efectuar exámenes genéticos. Un tribunal rechazó la petición. Por tanto, todo nuevo diagnóstico está abocado a no superar el rango de hipótesis.



La última responde a un estudio elaborado por dos médicos patrios, Manuel Vázquez y Francisco Brañas, ambos del Complejo Hospitalario Xeral-Calde de Lugo, que acaba de publicar el ‘Medical Humanities’, una de las cabeceras del prestigioso grupo British Medical Journal.



Tenía epilepsia del lóbulo temporal. Chopin. Es la conclusión de los españoles. “Todo cuadra. Si se estudia con detenimiento los episodios que sufrió Chopin, el diagnóstico no es muy complejo. En sus crisis, veía criaturas saliendo del piano. Es lo que se conoce como ‘alucinaciones liliputienses’. Con cierta frecuencia, además, padecía el ‘síndrome del jamás visto’, descrito por Jackson a finales del XIX y que consiste en tener la sensación de no saber dónde se está. Asimismo, Chopin describe que, en ciertos momentos, siente que se encuentra lejos, extraño en el espacio. Ésa es una manifestación típica de epilepsia del lóbulo temporal”, explica Vázquez.



Este diagnóstico no es reciente. “En realidad, llegué a esta conclusión hace años, pero esperé a 2010 para publicarlo, aprovechando el bicentenario del músico. Conseguí que el neurólogo Francisco Brañas, amigo mío, sacara algo de su tiempo para analizar las conclusiones que expongo en el estudio, de tal modo que certificara la lógica del mismo”.



No nos esperábamos la repercusión que tendría este estudio. Habíamos investigado otros diagnósticos anteriores, con la sospecha de que alguien antes que nosotros hubiese siquiera apuntado la posibilidad de que Chopin sufriese epilepsia, pero no encontramos ni una mera hipótesis al respecto”, añade Brañas.








MÉTODO DE ESTUDIO



¿Cómo se estudia el diagnóstico de alguien que lleva bajo tierra más de ciento cincuenta años? Y lo que es más intrigante: ¿qué motiva a alguien a querer diagnosticar a un cadáver con tanta solera?



Vázquez nos lo aclara: “Para empezar, soy melómano patológico. Desde hace años, sólo escucho música clásica y leo mucho al respecto, especialmente biografías de Chopin, que es un autor que me fascina. Al leerlas, no puedo evitar ser médico a la vez que lector y, cada vez que encuentro un rasgo patológico me detengo a reflexionar. Así es como llegué a la conclusión que tanto está dando que hablar”.



A día de hoy, el único modo que existe para diagnosticar la epilepsia es a través de lo que cuenta el propio paciente así como las personas más cercanas a él. Por lo tanto, no es descabellado que el doctor Vázquez haya concluido con este dictamen. Chopin era un tipo bastante prolífico en diarios. Y éstos estaban cargados de detalles. Lo recogían todo. Hasta lo más nimio. A eso unimos los testimonios que nos han llegado de George Sand, pseudónimo de la novelista francesa Aurero Dudevant, pareja del músico durante años, y recabamos tanta información como para determinar, “con una fiabilidad razonable”, la epilepsia del músico.



La perfección de su técnica, el virtuosismo en la ejecución y una armonía tan hermosa como melancólica hizo de uno de los compositores románticos más celebrados y disfrutados. La cuestión es: ¿influyó su enfermedad en el estilo que imprimió a sus composiciones? Brañas no titubea: “es dificilísimo de saber. Probablemente, no”.