PERIPECIAS OMNICANIBALES





MANIFESTO BREVE Y CONCISO

Dado que todo ser vivo tiene sensibilidad y alma, desde la más humilde berza hasta Simone Weil (aparte de que la distinción ya meramente biológica, sin implicaciones metafísicas, resulta cada vez más difusa entre lo vegetal y lo animal a cada nuevo estudio que se hace sobre los componentes de la biosfera), abrazar árboles y dárselas de veganos o venirse arriba con autocomplacientes reproches animalistas es exactamente lo mismo que cuando Arguiñano saca un video cariñosón de la cerda o la ternera que acabará sacrificando no mucho después o bromea con el crustáceo que cuece vivo (porque si no se hace así, sabe peor). Por coherencia, sólo hay tres opciones si se quiere conjugar sin hipocresías la moral y el apetito: o no comer ningún ser vivo, o comer sólo carroña de animales en cuya muerte no haya habido responsabilidad humana, o asumir honestamente que, comamos lo que comamos, sea una berza o a un prójimo, TODO IMPLICA CANIBALISMO.



Y A CONTINUACION UNAS RECETILLAS PARA TIEMPOS DE CV

Buscando yogur enriquecido que contribuya a mi ceba, acabo de descubrir el yogur griego. La primera vez, con los líos estos de las distancias y los guantes y los vigilantes y las parroquianas enmascarilladas que te miran con odio, me lié en el super y acabé comprando yogur griego light (ni lo concebía -suponía que "griego" era sinónimo de yogur potente y grasoso, como no concibo la fabada o los callos light-). Para desfacer el entuerto y acabar cuanto antes el cubo, lo usé de dos maneras: como postre tuneándolo con leche condensada y espolvoreándolo con cacao y canela; y como ingrediente para salsa de ensalada, añadiéndolo a wasabi, soja, zumo de limón (o el escabeche de lata de sardinas y/o caballa), paté de salmón y un poco de eneldo, que, agitado en plan coctelera, empapa bien un combinado de crudités (tomate, cebolla, pepino, pimiento...) con las que suelo refrescar platos de pasta o de legumbres cuando empieza a subir la temperatura. También añado estas crudités cuando me hago una mezcla de arroz y lentejas caviar, y como guinda le pongo, en plan japo, una tortilla ligera de un huevo hecha a pelo (esto es, sin aceite -el magnífico lote de sartenes que me regaló mi buena amiga Esther me permite ese lujo-) con paté bien de salmón o de atún.

Desde que descubrí en un armario un par de cazuelitas de barro me he aficionado a hacerme de vez en cuando platos que cocino y degusto en el mismo recipiente. Diversas variantes de huevos al plato y/o a la flamenca (sofrío con manteca de cerdo o con sobrasada un mix de cebolla, pimiento y tomate sobre el que coloco, al final, ya apagado el hornillo y en calor residual, un huevo que cubro con una rodaja fina de chorizo y una loncha de queso aderezado con comino y nuez moscada y remojado con una salsa hecha con vinagre de manzana, tomate frito o cachup y un toque de tabasco o curry rojo; una variante es un sofrito con setas y nabo muy picado, cebolla y láminas de ajo, sofrito con aceite y mantequilla, y remojado con una salsa de cerveza, queso azul y paté de pato, y bien salpicado de hierbas provenzales, alguna baya de enebro o clavo de olor). En otras ocasiones me hago miniarroces o minifideuás: por ejemplo, a pelo sobre la cazuelita el sofrito de tomate, cebolla y pimiento, sobre el que vacío una latita de potas en salsa o unas sardinillas con tomate, luego le añado el arroz o la pasta y lo cubro con medio cacillo de agua hirviendo sazonada con un cuarto de cubito de pescado, eneldo, jengibre y un toque de soja, lo cubro con una tapa y lo dejo unos cuarenta minutos en calor residual.

También he comenzado a usar huevo para preparar unos tallarines a la ¿carbonara? Una vez cocidos éstos con un cubito (o tres cuartos) de caldo de jamón, los dejo reposar y en una sartenaza tamaño parrilla echo en tiras cebolla y pimiento (a veces, tomate pera) con un poquitín de manteca de cerdo o, mejor aún, sin más grasa que unos trozos menudos de mortadela o salchicha. Cuando la cosa está apochada, añado la pasta y la dejo un rato mientras preparo una salsa con lo que quedaba del caldo de cocción, al que añado crema de queso curado (o de torta del Casar), tomate frito y paté de cerdo, más un huevo crudo. Lo mezclo bien y lo riego sobre la pasta cuando ya la he puesto en el bol lista para ser deglutida.

En la última tertulia con el zenmeister, éste me trajo entre otras vituallas unas lonchas de pechuga de pavo. Se me ocurrió albaldar con ellas unas albóndigas de ave y fue un experimento exitoso. Fritas en abundante aceite (como hago con las croquetas y los muslos de pollo) y acompañadas con una mezcla de vegetales salteados y una salsita hecha con cerveza, salsa César y paté de pato.



CODA DEDICADA A JONATHAN SWIFT: menú para ofrecer en celebraciones neonormales de orgullos y géneros y demagorreas más o menos "coloured" (luego vienen los rebrotes, por aquello de los restregones colectivos y muchedumbrosos, pero eso es secundario: lo importante es la capacidad de convocatoria)


SOYLENT GREEN de plancton espirulínico hecho con restos de ancianos desahuciados por Moncloa y la Generalitat + bien como entrante o como postre, una delikatessen, sopa de nidos de golondrina hecha con gargajos igualitarios de feministra prometeica (un poco como la limonada con cianuro que se sirvió en Jonestown); luego, tod@s a casa (quien dice casa, dice el tanatorio) y a otra cosa, mariposa…