La eterna Beattitude

una nueva intempestividad de Andrea Byblos



En tiempos ajenos y lejanos existían unos curiosos y fantásticos seres dignos de aparecer en “El Señor de Los Anillos”, o al menos en “Harry Potter”: las beatas de raídos y grises trajes que se arrimaban a la Iglesia en comandita, caminando ligeras pero despacio en un show susurrante de piedad y bondad para ganarse el reino de los cielos. Eran damas cuya dedicación y obsesión, al margen de rezar al santo de turno y arrimarse al cura, era dedicar gran parte de su tiempo a criticar a todo aquel que osara aparecer bajo su vista porque nadie podría cumplir las altas expectativas que ellas tampoco cumplían.

Sin embargo, cambian los tiempos y las condiciones, cambian tanto que parece que vivimos en un mundo nuevo. Ya no hay beatas de las de antes… Ya no hay beatas. ¿De verdad que no? ¿Dónde se han escondido tan fantásticos seres? ¿Están con Gollum ayudándole a buscar el anillo? ¿Han cambiado tanto nuestros maravillosos tiempos de una coolidad sin par que estos seres fantásticos tan poco atractivos ya no tienen lugar en nuestro plastificado mundo donde impera el ser respetuoso con el medio ambiente, los perros y gatos veganos, los humanos no binarios de género fluido, la comida orgánica y la defensa de peregrinas causas, todas de una ética aplastante?

Quizás, empeñados como estamos, en repetirnos lo poco cool que eran aquellas beatas que ya no existen celebrando lo superguays que somos ahora no hemos caído en la cuenta de dos cosas. La primera es que las beatas, en sus tiempos, eran lo más cool que había. Dominaban la opinión pública y eran ellas quienes decidían lo que era cool y lo que no. El cura solía ser un ídolo de masas y las beatas sus dedicadas fans cuya veneración podía ser parecida a la que sufre actualmente un cantante o actor muy deseado. Ellas decidían la moda, lo que se podía llevar y lo que no, lo que era putiferio y lo decente. Decidían lo que la gente debía decir y hacer para quedar bien, lo que estaba prohibido y lo que no. A quien echaban del pueblo y quien se quedaba.

Los únicos que se salvaban de su poder eran los aristócratas (Ellos y ellas), que siempre hacían lo que les daba la gana porque además de degenerados tenían poder. Fueron ellos los que salvaron las artes actuando como mecenas de artistas en incontables ocasiones, que no hubieran sobrevivido jamás a la beatitud. Posteriormente, cuando el arte se hizo popular las cosas cambiaron, porque las artes pasaron a ser de dominio público, de venta a las masas, y es ahí, cuando el dinero de las masas comenzó a importar, donde la beatitud comenzó a dominar también la esfera de las artes excelsas (unas pocas sólo) y de las artes más arrastradas (la mayoría).

La beatitud es cool, siempre lo ha sido porque es una actitud y además en inglés rima igual de bien Beatitude con Attitude, por lo que podríamos llamarla Beattitude, con dos tes molonas. No, no, Dios, los angelitos, los apóstoles, la Santísima Trinidad y esas cosas no tienen nada que ver con la beatitud, son una mera excusa. Como son una mera excusa las miles y miles de causas que causan indignación a las beatas cool de ahora y que cuando las combaten les producen esa felicidad, esa dicha espiritual esa sonrisa beatífica de haber quedado a dos palmos del suelo, etéreas, con una aura, subiendo al cielo de puro gozo divino.

Porque la causa es lo de menos. Da igual defender el mee too, la veganidad de gatos y perros, o acusar a otros de no ser éticos, o de vestir como no se debe, no comer lo que se debe, no hablar como se debe, no ser no binario o número primo… Es lo mismo de siempre, una forma de hacerse con la opinión pública, con el poder de que nadie se salga de lo éticamente aceptable en ese momento impuesto por grupos grandes de gente que intentan influir callando a los demás, echando del pueblo al que no comulga con las ideas molonas del momento. Y la recompensa que obtienen es la de siempre, la dicha, el sumo regocijo espiritual, el gozo divino de saberse mejores, más buenos, más santos. Es una actitud ganadora que siempre tiene numerosos adeptos, aceptación y es cool por lo expandida y actual, siempre a la última en las tendencias en el templo de las redes sociales. Es la eterna Beattitude.