Lamer en balidos



aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaPor Esther Peñas





Nuestros cuerpos desnudos son lava de titán, estallido en cosmogonía expansiva. Luz, disparo de mar, hervidero de formas acristaladas a soplo de artesano. Mi cuerpo la busca como el ternero empuja por hacerse sitio y llegar a las ubres caldeadas que contienen alimento. Se revuelve entre las concavidades para pacer al calor naciente y olvidarse de sí para entreverarse con la carne otra, la que recoge y se resuelve yaciente. Muge lento este ternero indefenso que se entrega, que lame en balidos de placer intensos como descargas de tormenta antigua, que sacia su boca lamiendo el talud que sostiene la espalda, que mama los cabos del pecho, que saca la lengua inagotable de esa otra lengua con la que hacer círculos y empañar esmaltes; este ternero que embiste el rostro por entre las piernas, que brama como añojo su tesón de mandil. Y ellas que lo ven a lo lejos y se besan y se excitan y prometen dar palabra al ternero (las mismas letras lleva la ternura) con que confunden sus cuerpos.