EL AZNARATO



Recién acabado este libro de Javier Tusell sobre las dos legislaturas de Aznar. Bastante crítico con el personaje tanto por cierta animadversión personal (ya sugerida en el prólogo) como por las posiciones "miñonistas" del historiador, repetidamente vindicador del centrismo ucedeo como atalaya para su análisis (algo a mi juicio muy loable, aunque creo carga las tintas calificando de ultras a doctrinarios neoliberales y/o marxistas y abertzales conversos, caso de Esperanza Aguirre, de FJL , de Jon Juaristi o del hoy injustamente olvidado César Alonso de los Ríos -desde mi conocimiento cercano hasta la indigestión de lo que podríamos llamar “mundillo nacional” insisto en el abuso del término “ultra”: respecto a conversos de la izquierda, habrá quien me comprenda mejor si digo el nombre de Joan Colomar, co/fundador del mítico FeLiPe a principios de los 60 y que desembocaría en iniciativas tan frikis y nanominoritarias como SIN TREGUA, mejunje de troskonversos y “nacionales” en el que participé sin acabar de enterarme nunca muy bien de qué iba la cosa, o en nueva vuelta de tuerka, el aún más raruno Partido Nacional Republicano, que parecía emular pero en extremo y autista la demagogia hipercentralista de Trevijano, justo por aquel momento en auge con un libro sobre la III República que acababa de sacar y que fue por cierto muy bien acogido por el facherío-, sin olvidar la valoración tuselliana de Piqué versus Vidal Quadras, bastante grimosa si recordamos las brillantes glosas de don Alejo hechas en algunos de sus artículos “charnegos” por alguien tan poco susceptible de ser considerado "ultra" como Gregorio Morán). Desde esa atalaya de nostalgia centrista, el autor olvida la nefasta presencia de Herrero de Miñón en todas sus actuaciones, siempre disolventes y tortuosas (empezando por su rol capital y venenosamente antisuarista en la demolición de UCD), como puede verse en sus turbiedades filocentrífugas, más obvias a partir de los 90 y que tal vez incidiesen en los errores pactistas con el pujolismo de Aznar (subordinado suyo en su momento en AP) así como, de manera más notoria, en el criminal low profile de Rajoy a partir de 2008, tan “miñoniano”, sin olvidar el casuismo de Cs (obviamente, me refiero al componente "pepero" de ese partido, no a los procedentes del PSC, que ellos sabrán sus razones) y su más ruido que nueces en la presunta crítica de los delirios catalanistas.




Mayormente válido por los datos que aporta a la parte de culpa de Aznar en lo que vendría tras el 11M, bien por sus debilidades "rajoyanas", básicamente, su dependencia de Pujol o, en plan más anecdótico, su impostado azañismo más cercano a cierta obra de Jiménez Losantos (por no hablar de aquellos delirios frenopáticamente idólatras de GeCé con los que el prócer republicano se limpiaba el pompis y que un Aznar recental pudo haber digerido en su etapa "azul" o incluso después, cuando el boom de "LO QUE QUEDA DE ESPAÑA", momento en que, entre las "disidencias" de Dragó y la editorial Planeta, se convirtió a Giménez Caballero en trendy topic postmoderno) que a una visceral y profunda sintonía entre ambos políticos (aparte, eso sí, de ciertas afinidades de talante en cuanto a bilis albardadas de prepotencia) bien por sus venidas arriba faraónicas, exacerbaciones en sistemático crescendo de un humor "malahe" más estérilmente impertinente que fecundamente intempestivo ya mostrado de manera más ocasional en la primera legislatura (y que adquirirían un perfil grotesco, entre pavoneo a lo Menem y metamorfosis de Dragón Rojo, con sus alardes "bodybuilders" ya fuera de la Moncloa, alardes que en parte ensombrecerían sus necesarias y a menudo útiles críticas desde la FAES al cambio de rumbo que marcaría su sucesor primero en el PP desde mediados de 2008 y luego en el no ejercicio de la mayoría absoluta, montorazos aparte, a partir de 2012), unas venidas arriba con ínfulas de irreversibilidad pero sin suelo lo bastante sólido para sustentarlas (aquí un Lenin o un Stalin lo demolerían con maquiavelismo vitriólico -pienso, por ejemplo, en los palos del padrecito contra Robespierre, muy oportunos en relación con esto-), defecto que, hoy por hoy, también se puede detectar en determinados rasgos de VOX y que a mi entender constituyen su mayor debilidad (entre la firmeza consciente y la chulería irresponsable generadora de boomerangs habrá siempre una neta linde) y, volviendo al faraonismo aznariano, pueden explicar, por ejemplo, la potenciación de la levadura protopodemita ya desde antes del 11M en las batallas de la segunda legislatura entre Ministerio y Moncloa versus entorno universitario y docente (aquí una seducción "suarista" habría sido imprescindible para no azuzar efectos reactivos filogauchistas en el conflicto, como pistoletazo inicial de una secuencia cuyas consecuencias más extremamente patológicas estamos viviendo ahora mismo). También se detalla el contraste entre la "adopción" del felipismo por el grupo PRISA una década antes y el intento fallido de crear desde la Moncloa aznariana un holding mediático progubernamental (justo lo contrario de lo que había sido la química entre Polanco y González con el campanilleo alcahuete de Cebrián). O la desastrosa gestión de la catástrofe del PRESTIGE (equivalente corregida y aumentada del asunto de la colza para una UCD tocada del ala) como antesala/puesta en bandeja de un descontento que sería hábilmente encauzado por los fermentos zetapodemitas con la conjunción de lo ambiental y lo social en los meses siguientes. Y valorándose muy especialmente la política de Interior de Mayor Oreja, se deplora repetir el error de Franco de no saber sacarle partido al PNV y fomentar un frentismo que sólo beneficiaría a los abertzales (posteriormente, la funcionalidad peneuvista sabría reconducir a posiciones de relativa estabilidad -que no de justicia- el liquidacionismo del plan de ¿paz? promovido por ZP, algo que ya se apunta en este libro al señalar que, incluso cuando ETA lanzó su última andanada terrorista a principios del presente siglo, en el tema económico el País Vasco era una de las zonas más prósperas y armónicas-). Como resumen, una clave aguda que da Tusell sobre tal autobombo faraónico (culmen anecdóticamente significativo: la megaboda de la hija en El Escorial): el hecho de que, al no presentarse a un tercer mandato, se sintiese liberado de paripés "de imagen" electoralistas y fuese más en plan "YA QUE ME VOY DEL CONVENTO, ME CAGO DENTRO" (con el consiguiente doble filo de tal actitud si lo que de verdad se busca es continuar dirigiendo el convento con un miniyo de vicario).






El libro se publicó antes del 11M y de la llegada de ZP, por lo que no sé si el OTROS VENDRAN QUE BUENO ME HARAN mejoraría para Tusell la imagen de Aznar en años posteriores (desde luego sí la mejoró en mi caso, situado en posiciones diametralmente opuestas hasta el 11M, como puede comprobarse por mi sarampión proabertzale de los 90 y mi negativa a la sustanciosa oferta que se me hizo -vía Sisa, por encargo de Luis Alberto de Cuenca, asesor cultural pepero a la sazón- de cantar el himno de campaña del PP en los spots de las elecciones del 96). De lectura agridulce, no supera el impacto positivo que para mí tuvo su biografía de Carrero, libro magnífico que contribuyó a un profundo replanteamiento de mis empatías y aversiones en relación con los diversos mimbres del franquismo y a continuar, contra la gesticulación heroico/turulata tan cara al mundillo “nacional”, en mi valoración de la gestión reflexiva: Carrero es a Franco lo que Chou En Lai a Mao y lo que (esto me ha ayudado a verlo precisamente el libro que estoy comentando) Roca a Pujol (como puede comprobarse con el efecto negativo en la política catalana de la retirada del primero tras su truncado intento de Cambó postfranquista); por eso el mérito excepcional del Putin Amo es llevar ese Pepito Grillo, ese chip de lucidez, incorporado en sí mismo (en todo caso, sería a la inversa, su Pepito Grillo duginiano lo ha incitado más al riesgo que a la cautela). Finalmente, ya que he mentado en estas últimas líneas nombres políticos del exterior, quiero contraponer a los reproches de excesivo atlantismo que hace Tusell a la política aznariana lo que el reprochado ya dijo en sus memorias, y que me resulta creíble, en cuanto a que el trato despectivo que Chirac y Schroeder mostraron a una mayor promoción española en los máximos grupos de decisión occidentales (promoción apoyada sobre todo en los datos coyunturales de crecimiento económico superiores al resto de la UE) acabaría por llevarlo a estrechar lazos con el entorno anglosajón de Blair y Bush (con éste, a partir del cataclismo que supuso el 11S de 2001 -sobre la entrada de España en la coalición proUSA en Irak, dentro del paquete “burbuja reputacional”, Tusell sugiere algo que yo ya señalé más claramente en varias ocasiones, un posible toma y daca que Aznar podría haber exigido a la Casa Blanca en temas antiterroristas como pago a “los servicios prestados”).