Hoy me autocensurado
con lo que tenía pensado hacer para las redes.
Iba sobre el
despotismo científico. Todo por la ciencia, pero sin la ciencia. Creo que
rezaba así mi pensamiento. No, no es dar la razón a aquellos que dicen que la
ciencia es la nueva religión… sino explicar porque se percibe así. Vivimos en
una sociedad donde el sentimiento gana a la razón por goleada. Sin razón, sin
frialdad, sin asepsia, no hay ciencia. Ni sin paciencia, que, aunque parezca un
pareado facilón, tiene mucha razón; mas en el tiempo
del fast-thinking, de la premura informática, del
miedo a perderse lo último, la premisa es la demagogia por encima de la
argumentación. Igual vivo yo en un mundo que ya no existe. Los negacionistas de
ciertas cosas batallan contra unos objetivos cara a la galería que son
difícilmente realizables, aunque sean deseables, no seré yo quien lo
niegue. Todo es basado en tremendos
estudios sesudos hechos por… publicistas. La ciencia te puede decir que provoca
una cosa u otra y puede dar una solución para resolver x problema. Pero ya
está. Y es que de lo que se habla últimamente es de una ciencia aplicada
ingenieril ligada a grandes empresas que la gente aplaude como si fuesen
corrientes ideológicas que han surgido de los pueblos. ¡Craso error! En nuestro
mundo la ciencia, el saber por el saber, nunca ha sido una prioridad. Que se lo
pregunte a los miles de investigadores de este país, por ejemplo. Mal pagados,
siempre dependiendo de becas, viviendo al chorreíllo
de las sobras. Sus enormes esfuerzos y trabajos solo tienen su repercusión en mamarrachonoticias de curiosidades o si tienen que ver con
algo que políticamente interese. Muchos de esos a los que se les llena la boca
de ciencia después para otros temas no son tan escrupulosos con el método y
basan sus creencias en pseudociencias o directamente en pura chafardería elaborada por un complejo aparataje
sociológico. Y si te paras y dices: yo no voy a comulgar con ruedas de molino,
te equiparan con un negacionista. ¿Han visto mayor estupidez? Yo digo apliquen
el método científico bien y te contestan la ciencia dice esto y eres un inmoral
y un retrogrado por pensar así. Y lo que me gusta a mí es ser desapasionado y
realista, quizás con una subjetivad un poco ceniza, eso sí, porque nadie está
libre de imperfección. Yo soy un pesimista y un desencantado, desde que tuve mi
revolución individual interna entre 2007 y 2009. Jo, han pasado a lo tonto 14
años de que mi cambio se asentara bien, y claro he ido progresivamente
corrigiendo y aumentando cosillas, a través del conocimiento y la afinidad.
La ilusión no es una
cosa que se pueda transmitir por ósmosis. Cada uno hace lo que cree conveniente
para que al menos la conciencia la tenga tranquila, dentro de lo que cabe. Los
depresivos tenemos tendencia al egocentrismo, pero también a la pérdida de
autoestima y en creer que tenemos la culpa de todo.
Pues bien. Uno aprende
con el tiempo conviviendo con esto que ni eres tan importante —prácticamente lo
que pienses no le importa a nadie— y es más, es bueno
que así sea. Cuando uno asume una derrota porque ve batallas inabarcables hay
muchas cosas que carecen de sentido, y si a los otros les llena su botecito de
narcisismo creerse tal o cual cosa, allá ellos, pero se vuelven muy pesados y tóxicos.
Hoy te dirán que
votes, mañana que te deconstruyas, pasado que recicles. Por otro lado, gañanes
y verdaderos negacionistas que actúan de forma directamente distinta. Imponer
cosas sin que estés de acuerdo les pone, porque el poder es un elixir
maravilloso mezclado con grandes prebendas. Unos quieren que cambies porque el
bien absoluto así lo dice… y te imponen una visión del mundo totalmente fuera
de toda realidad —y las cosas reales son las que de verdad ocurren—. Los del
otro lado del espectro basándose en dioses inventados unos, ideologías ajenas a
nuestra cultura otros, y en el dios dinero todos, imponen la dura realidad
—real más real que la realidad misma— de la desigualdad, de lo púdicamente
moral y la consiguiente hipocresía y de la libertad muy fragmentada en cómodos
plazos por el FMI.
Estoy en un sándwich
de despropósitos.
Y mi burbuja a veces
no es tan fuerte como para no ponerme de mal café.
La demagogia consigue
eso en mí.
Y es que en el fondo
de tanto pesimismo soy un utópico y quiero vivir eternamente en la República
del Bidasoa, esa que pensara Don Pío, que a día de hoy
no tendrá grandes fans entre los modernos. Ni entre los neoantiguos.
Solo en los antiguos de corazón.
Esa sin moscas, sin
frailes y sin carabineros. Las moscas, los frailes y los carabineros cambian
con el tiempo… o no tanto. Todos somos carabineros de lo nuestro, pero a veces
con demasiada intensidad, una intensidad contraria al buen gusto y a la tranquilidad
de espíritu.