Beatriz Alonso Aranzábal
Adiós, madre. Tu enorme barco, lleno de pasajeros, se aleja de este puerto italiano. Yo agito mi mano, tú te secas los ojos con un pañuelo. Estás cumpliendo tu deseo: cruzar el mar, dormir en camarote, mirar el oleaje. Y cuando llegas a tu destino, me ves en el embarcadero, con mi sonrisa y mi paciencia. ¡Cuánto has crecido en estos años!, me dices. Los aviones han acabado con las distancias largas, pero tú sólo quieres cruceros.